Sin perdón

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1311783777_0 He visto media docena de veces la película «Sin perdón «. Clint Eastwood borda el papel de un mitico viejo pistolero que emprende una última misión. Un shérif enloquecido y ciego de poder le propina una brutal e injusta paliza de la que el héroe tarda semanas en recuperarse después de estar al borde de la muerte. El final,como en el Conde de Montecristo, realza el éxito de la venganza como portadora de su peculiar forma de justicia. A Pedro J Ramirez la paliza se la acaban de propinar. Se arrastra como Eastwood por el salón mientras recibe una patada, un puñetazo, otro golpe con la culata del rifle. El poder del shérif indica a los asistentes al cruento acto el camino de la sumisión. El vaquero en el suelo recuerda dolorido y tumefacto las ofensas que realizó en el pasado intuyendo que cualquier castigo que uno recibe tiene siempre un fondo de justicia… El poder aspira al poder absoluto como los gases a ocupar todo el espacio disponible y expandirse sin fin. Los contrapesos al ejercicio irrestricto del poder son indispensables aún con sus defectos y errores. El poder sin freno ni control,como el escorpión en el fuego,se autodestruye. Mala noticia la ejecución del director del mundo. Pero el shérif que permanezca atento no sea que acabe,más pronto que tarde,recibiendo su propia medicina…

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