Sacrilegio eucarístico

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Pila de agua bendita profanadaHabía escrito para hoy otro artículo sobre el Corpus Christi, pero no puedo dejar de expresar mi estupor por la profanación de que ha sido objeto la Catedral de Oruro, justamente en el arco de estos días en los que se viene desarrollando el Congreso Eucarístico Diocesano que culminará el Jueves del Corpus Domini.

Tampoco como bautizado puedo dejar de exhortar a las autoridades competentes a actuar con celeridad y transparencia en el esclarecimiento de este diabólico hecho, a fin de que se sancione eclesiástica y civilmente a los autores intelectuales y materiales, sea quienes sean, porque al margen de la violación misma del sacro recinto del templo, la Casa de Dios, del sagrario, y de la sagrada imagen de Nuestra Señora de la Asunta, Patrona de la Diócesis desde tiempos inmemoriales, es un desafío a la Divinidad, y una bofetada a la Iglesia Cuerpo místico de Cristo, es decir al conjunto de bautizados. Un desafío a Dios profanado, y a la Iglesia. Es una afrenta a la fe.

«El sacrilegio consiste en profanar o tratar indignamente los sacramentos y las otras acciones litúrgicas, así como las personas, las cosas y los lugares consagrados a Dios. El sacrilegio es un pecado grave sobre todo cuando es cometido contra la Eucaristía, pues en este sacramento el Cuerpo de Cristo se nos hace presente substancialmente» (Catecismo, nº 2120).

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En ese entendido el Código de Derecho Canónico sanciona: «Quien arroja por tierra las especies consagradas, o las lleva o retiene con una finalidad sacrílega, incurre en excomunión latae sententiae reservada a la Sede Apostólica; el clérigo puede ser castigado además con otra pena, sin excluir la expulsión del estado clerical«» (1367), «Quien profana una cosa sagrada, mueble o inmueble, debe ser castigado con una pena justa» (1376). Como se ve, en el tipo penal eclesiástico se distinguen dos modos de cometer este delito: por un lado, quien arroja por tierra las especies sagradas, y por otro quien las lleva o retiene consigo con una finalidad sacrílega.

Es sacrílego quien administra o recibe en pecado grave algún sacramento que requiere estado de gracia, que es siempre pecado mortal. Por ejemplo, quien recibe el sacramento del matrimonio en pecado grave, o quien comulga en pecado grave.

Participan también en mayor o menor escala de la malicia del sacrilegio real ciertas irreverencias en torno a cosas sagradas; v. gr., haciendo chistes con frases tomadas de la Sagrada Escritura, tratando irrespetuosamente reliquias de santos, la celebración de la Santísima Eucaristía con ornamentos incompletos o muy sucios, hablando en la iglesia sin necesidad o riendo a carcajadas, etc. (cf. Antonio Royo Marín, Teología moral para seglares, nº 360).

Aquí tenemos que preguntarnos: ¿la recepción del Cuerpo de Cristo en la mano no favorece la grave irreverencia ante el mismo?

Cuántas veces uno se convierte en testigo de irreverencias reiteradas por parte de comulgantes que se administran a sí mismos la santa comunión. Hace poco, una señora conocida de aquí, me comentaba que su hija recibió dos hostias en la mano, que una se la comulgó y la otra se la llevó a su casa.

Lamentablemente, como sabemos, la administración de la comunión en la mano ha ido generalizándose ante la pasividad de muchos, en cambio se niega la comunión a los fieles que desean recibirla de rodillas, o se hace burla de esa reverencia debida a Jesús Eucaristía.

Un templo católico es la Casa de Dios, y esto se debe a la presencia eucarística de Jesús en él. El edificio de la iglesia ha sido consagrado, esto significa que ha sido hecho sagrado. Ha sido retirado de las cosas simples del mundo, ha sido designado como un sitio que pertenece a Dios, que merece respeto. El comportamiento de las personas debe reflejar ese respeto.

En cómo se comporta un feligrés cuando está en la iglesia da la idea de qué tan profunda es su creencia, su fe, su reverencia a Dios. Si lo hace como si se encontrara en cualquier otro edificio o lugar, indica que está en serios problemas. El cuerpo y el alma están unidos en esta vida terrenal. El cuerpo refleja lo que pasa en el alma. Si el cuerpo no muestra una postura reverencial, es el alma la que no está produciendo reverencia.

Es necesario entonces que quienes somos parte de la Religión Católica, tomemos una mayor conciencia de la grandeza del Sacramento eucarístico, y nos convirtamos en sus defensores. Respeto, veneración y defensa que debe comenzar en nosotros mismos.

Que el Señor Sacramentado perdone todos nuestros sacrilegios eucarísticos.

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