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Llegar tarde a Misa es pecado

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templo vacíoUna de las mayores vergüenzas del catolicismo mal vivido, es precisamente ese goteo con que la mayoría de los fieles ingresa en el templo. Es corriente que el sacerdote comience la Misa ante 10 personas, que sean 30 los fieles al llegar al ofertorio, y que sumen 60 a la hora de comulgar. Alguna persona ha respondido: «ni que fuera pecado». Acá la cuestión es de máxima actualidad, ¿si es pecado?, claro que lo es. Pecado por varios motivos: Primero, es pecado contra la educación. La Misa es la realidad del Sacrificio de Jesús en el Calvario. Un espectáculo sagrado de máxima calidad. Al que se nos da la dicha de acudir y de participar. Un sacrificio que estremece a los ángeles del Cielo por su contenido. ¿Cómo no va a ser pecado contra la educación, llegar tarde por flojera, cuando nuestro Dios se está desgarrando precisamente por mí? Segundo, es también pecado de indelicadeza. La Misa es una cita personal de Dios conmigo. ¿Acaso llegaríamos tarde si se nos permitiera una audiencia con el Papa o con un Ministro de Estado? ¿Y por qué tenemos que consentir con Dios lo que no haríamos con un hombre? Muchas personas que llegan siempre tarde a Misa van con horas de antelación al aeropuerto o a la terminal de autobuses cuando tienen que viajar. Es pues vergonzoso que seamos indelicados con un Dios que es pura delicadeza con nosotros. Tercero, es además pecado de turbación. Llega usted tarde a la iglesia y provoca la turbación de otras personas que si no hubiera llegado usted inoportunamente, no hubieran tenido esa distracción, luego es usted el que con su retardo la ha provocado, y es por lo tanto causante de que los demás no participen más activamente en el Sacrificio redentor. A lo que hay que añadir el bullicio de quienes, olvidando que el templo es lugar de adoración a Dios, de oración –no sólo donde se dicen oraciones-, de culto, antes del inicio de la Santísima Eucaristía, se ponen a conversar como si estuvieran en una plaza o en un evento social. Con la llegada de la telefonía móvil el problema se agrava, pues hay quienes no toman la previsión de silenciar sus teléfonos antes de ingresar al templo, produciéndose que se escuchan timbres aquí y allá, y hasta durante el momento de la transubstanciación eucarística hay quienes no frenan el impulso de responder las llamadas desconcentrando a quienes están cerca de ellos. Los ruidos no conducen a la oración. Hace poco he tenido la ocasión de observar en una concelebración eucarística, a un presbítero que sacando el teléfono de debajo del alba, se fue detrás del altar, seguramente a responder o realizar una llamada. Cuarto, y es, cómo no, pecado de desprecio, ya que se pierde la lectura de la Palabra de Dios por lo menos, Palabra viva de Dios, que se la quiere regalar como alimento de su espíritu, la Biblia es santificante por sí misma, es inspiración, es fortaleza, es consuelo, y todo ello se pierde si se llega tarde. ¿Cómo puede usted justificar su desinterés por el diálogo que Dios desea iniciar con su alma? Finalmente es grave pecado contra el tercer mandamiento.Mucha gente cree que cumple con el precepto de participar en el sacrificio dominical de la Misa con tal de entrar en el templo, error, máximo error, ya que se puede pecar gravemente por no acudir a la Iglesia, como por acudir tarde por puro abandono. La Misa no comienza ni en el ofertorio ni en la consagración, sino cuando el sacerdote sale al altar, iniciando su saludo y el acto penitencial. Luego, es ¿pecado grave llegar tarde? Podría serlo. Hay que examinar y tener en cuenta la flojera que ha provocado el retraso, el escándalo que produce, la distracción que provoca, el poco aprecio que hace de la Palabra de Dios, la indelicadeza para con un Dios que le cita personalmente para un dialogo. Cómo se comporta un feligrés cuando está en la iglesia nos da una idea de cuan profunda es su fe. Si lo hace como si estuviera en un supermercado indica que está en serios problemas. El cuerpo refleja lo que pasa en el alma. Si el cuerpo no denota una postura reverencial, entonces el alma es la que no está «bombeando» reverencia. Un templo católico es «la casa de Dios», debido a Su Presencia en el Tabernáculo. El edificio de la iglesia ha sido consagrado, significa que ha sido hecho sagrado. Ha sido retirado del mundo, ha sido designado como un lugar que pertenece a Dios, por lo tanto merece respeto. El comportamiento de las personas debe consecuentemente reflejar ese respeto. Cuando uno asiste al teatro, y la obra ya ha comenzado, no puede ingresar hasta un intermedio. Hay una orden de silencio en museos, hospitales, bibliotecas, teatros, son cosas del mundo, ¿no debería ser también una característica de la Casa de Dios? El fondo de todo es, que hemos reducido la Santísima Eucaristía a la trivialidad de una comida entre amigos, lo que revela que somos extremadamente perezosos, de fe muy tibia y de irresponsabilidad extrema.

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