Enrique VIII y el Matrimonio

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Enrique VIIIEnrique VIII es conocido por su insaciable apetito hacia las mujeres que le llevó a contraer matrimonio en seis ocasiones. Coronado rey de Inglaterra, contrajo matrimonio con su cuñada viuda, Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos, para lo cual obtuvo una dispensa pontificia, debido a que la Iglesia entonces prohibía los casamientos entre cuñados, la dispensa se obtuvo debido al hecho de que la primera boda de Catalina no se había consumado. Ana Bolena perteneciente a una familia muy fértil, había acaparado la atención del rey, por lo que poniendo como pretexto que Catalina no le daría hijos varones, exigió a la Santa Sede la anulación de su primer matrimonio con el objeto de casarse con ella. No consiguiendo su objetivo instigado por el clérigo Thomas Cranmer, buscó la «solución» localmente. El Parlamento lo designó  «Único Jefe Supremo de la lglesia» en Inglaterra. Posteriormente Cranmer ya arzobispo de Westminster consumó la nulidad. Lo demás es historia conocida. Hoy prácticamente no existe país en el mundo que no haya legalizado el divorcio. Las leyes laicistas promovieron el divorcio, y con el divorcio ingresó una fila inacabable de terribles males que sacuden el alma social confrontando a las personas. Tantas leyes e instituciones han vuelto impotentes a las personas sin saber cómo superar esta calamidad para finalmente sucumbir cayendo de rodillas ante el problema. Los Estados cuyo fin es la protección del bien común, se han convertido en servidores del mal, ya que en vez de dificultar los divorcios, impedirlos, o cuando menos no aprobarlos, los han legalizado, facilitándolo y promoviendo así el ingreso de todas las consecuencias negativas para sí mismos y al fin de cuentas para la sociedad humana. La mayor parte de nuestras familias están podridas cayéndose a pedazos, una gran parte de los matrimonios no lo son, sino meras uniones sin vínculo alguno ni religioso ni civil, otra parte de bien casados no soportan ya el yugo y han formado familias paralelas, no pocas parejas abandonan el hogar, cónyuge e hijos y son bastantes los que viven juntos, pero no lo son por amor y respeto mutuo, sino porque temen llamar la atención de la sociedad, o porque no tienen otra solución externa aceptable. El Papa Juan Pablo II, hoy santo, visitó como Pastor Universal decenas de países con los ojos bien abiertos, y con informaciones muy realistas, y no se dejó engañar por el sentimentalismo de la gente que le aplaudía a rabiar, pues, que podía ser un entusiasmo pasajero, lo que le interesaba es la solidez de las familias como consecuencia de una fe bien vivida. Habló a las familias de todo el mundo amenazadas por igual ruina. He ahí sus valientes expresiones: A las familias

«que son los santuarios del amor y de la vida (Centesimus annus, 39), las exhorto a ser verdaderas “ iglesias domésticas ”, lugar de encuentro con Dios, centro de irradiación de la fe, escuela de vida cristiana. “El futuro de la humanidad se fragua en la familia; por consiguiente, es indispensable y urgente que todo hombre de buena voluntad se esfuerce por salvar y promover los valores y exigencias de la familia” (Familiaris consortio, 86). Son bien conocidos los problemas que en nuestros días asedian al matrimonio y a la institución familiar; por eso, es necesario presentar con autenticidad el ideal de la familia cristiana, basado en la unidad y fidelidad del matrimonio, abierto a la fecundidad, guiado por el amor»  (16-06-1993).

Juan Pablo II se colocó ante las ciegas ideologías que deforman y prostituyen la dignidad de la familia y ponen en guardia a todos, respecto a los cuatro males básicos que amenazan a la esencia misma familiar y que son: 1. Falta de unidad y fidelidad en el matrimonio. 2. Falta de respeto y rectitud mutua entre los esposos. 3. Falta de defensa de la dignidad de toda vida humana. 4. Y falta grave en la educación de los niños y jóvenes en los principios cristianos. De no existir en vigor estos principios, la familia cristiana en nada se distinguiría de un clan de simios. La Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos sobre la Familia que durante estos días se verifica en el Vaticano, tiene como cometido discutir «La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo», lo que incluye la educación de los hijos y el aprender a vivir en pareja, pero también las uniones de hecho, los divorcios, las uniones del mismo sexo, los anticonceptivos y las madres solteras. Muchos nos preguntamos si el Papa reinante apagará el incendio con gasolina, combatiendo un mal con otro, es decir echar al demonio de los matrimonios destruidos y la desintegración familiar con el mismo Belcebú, y si ¿los Padres sinodales presentarán a Francisco al final de las dos semanas de discusiones, una Relatio acorde a las exigencias del mundooacorde a las exigencias del Evangelio?, he ahí el quid en cuestión. Otros artículos del autor sobre el tema: Divorciados vueltos a casar Concubinato y sacramentos

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