Vigésimo domingo después de Pentecostés (II Clase – Verde) – La Fe y su necesidad capital para agradar a Dios y salvarnos

Cristo no es empalagoso ni afeminado; suele hablar duro y exigente, pero está lleno de un amor que pide siempre un paso más para perfeccionarse. Es verdad que algunos casos no pide nada, solo da: cada alma es distinta y está en distinta situación. Pero a la larga, siempre pide caminar, ir hacia adelante espiritualmente; no quedarse. Una cosa se constata con claridad meridiana en el Evangelio: El entusiasmo vivo y notorio, no excento de feliz asombro, que le suscita a Cristo la Fe; y por el contrario, el fastidio, malhumor, frustración e ira que le produce la falta de Fe.
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Juan Donnet

(Comentario después de las oraciones de la Misa)

 

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INTROITO

Todo lo que has hecho con nosotros, Señor, lo has hecho con justo juicio: porque hemos pecado contra ti y no hemos obedecido tus mandatos: pero da gloria a tu nombre y haz con nosotros según tu gran misericordia. — Salmo: Bienaventurados los puros en su camino: los que andan en la ley del Señor. V. Gloria al Padre.
El perdón divino, que devuelve al alma la pureza y la paz, es como el preliminar indispensable de las bodas sagradas; la veste nupcial de los convidados debe estar sin mancha so pena de ser «excluido, y su corazón sin inquietudes, para no llegarse a la mesa del Esposo con tristeza.
Imploremos este perdón inestimable, que el Señor nos concederá de buen grado pidiéndoselo por intercesión de su Esposa la Santa Madre Iglesia.

 

COLECTA

Suplicámoste, Señor, concedas benigno a tus fieles el perdón y la paz: para que se purifiquen de todos sus pecados y, a la vez, te sirvan con un corazón tranquilo. Por Nuestro Señor Jesucristo.

 

EPISTOLA

Lección de la Epístola del Ap. San Pablo a los Efesios (Ef., V, 15-21).
Hermanos: Cuidaos de caminar cautamente: no como necios, sino como sabios, redimiendo el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis imprudentes, sino inteligentes, averiguando cuál sea la voluntad de Dios. Y no os embriaguéis con vino, en el cuál está la lujuria: sino henchios del Espíritu Santo, hablando entre vosotros con salmos e himnos y cánticos espirituales, cantando y salmodiando al Señor en vuestros corazones: dando siempre gracias por todo, en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, a Dios Padre. Sumisos los unos a los otros en el temor de Cristo.
El acercarse la consumación de las bodas del Hijo de Dios coincidirá aquí en la tierra con un aumento de la furia del infierno para perder a la Esposa. El dragón del Apocalipsis desencadenará todas las pasiones para arrastrar en su empuje a la verdadera madre de los vivientes. Pero será impotente para mancillar el pacto de la alianza eterna y, sin fuerzas ya contra la Iglesia, dirigirá sus iras contra los últimos hijos de la nueva Eva, a quienes está reservado el honor peligroso de las luchas supremas descritas por el profeta de Patmos.

 

GRADUAL

Los ojos de todos están fijos en ti. Señor: y tú das a todos el sustento en tiempo oportuno. V. Abres tu mano: y llenas de bendición a todo viviente.
Aleluya, aleluya. V. Preparado está mi corazón, oh Dios, preparado está mi corazón: te cantaré y entonaré salmos a ti, gloria mía. Aleluya.

 

EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio, según San Juan (Jn., IV, 46-53).
En aquel tiempo había un funcionario cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm. Cuando supo que Jesús venía de Judea a Galilea, fué a él y le rogó que bajase, y curase a su hijo, que comenzaba a morirse. Dijóle entonces Jesús: Si no viereis milagros y prodigios, no creéis. Díjole el régulo: Señor, baja antes de que muera mi hijo. Díjole Jesús: Vete, tu hijo vive. Creyó el hombre lo que le dijo Jesús, y se fué. Cuando ya bajaba, le salieron al encuentro los siervos y le dijeron que su hijo vivía. El les preguntó la hora en que había mejorado. Y le dijeron: Ayer, a las siete, le dejó la fiebre. Y vió el padre que era la misma hora en que le había dicho Jesús: Tu hijo vive: y creyó él y toda su casa.

COMUNION
Acuérdate, Señor, de la promesa hecha a tu siervo, con la cual me diste esperanza: ésta es la que me ha consolado en mi humillación.
Como lo expresa la Poscomunión la mejor preparación que puede llevar el cristiano a la santa mesa es una fidelidad constante en observar los divinos mandamientos.

 

POSCOMUNION

Para que seamos dignos, Señor, de estos sagrados dones, haz, te suplicamos, que obedezcamos siempre tus mandatos. Por Nuestro Señor Jesucristo.

 

 

 

COMENTARIO
LA FE Y SU NECESIDAD CAPITAL PARA AGRADAR A DIOS Y SALVARNOS

 

Este dignatario probablemente romano y alto rango, ya que tenía criados que le salieron al encuentro cuando llegaba a su casa, fue a Jesús, que iba por segunda vez a Caná de Galilea, y le rogó que fuera hasta su casa, que estaba a unas horas de camino por lo que se ve, a sanar a su hijo que se estaba muriendo. Jesús como otras veces, -no siempre pero sí otras veces- responde seco y poco y amigable: ¡Si no ven milagros y prodigios no creen! Exclamación cargada de significados.

Primero, es obvio que Jesús quiere una Fe no basada en milagros y prodigios; esto resulta claro teniendo en cuenta aquello de: “¡Crean aunque sea por las obras!”, que les dice a los judíos. Esas obras son los milagros y ese «aunque sea» quiere decir que hay que creer sobre todo por la Palabra, las obras ya son la prueba visible para el hombre recto; pero la Palabra es suficiente para suscitar la Fe, y en ella debe basarse, sin despreciar los milagros que la confirman.

Segundo, ¿porqué esta dureza con este hombre? ¿Porque era romano? Nada que ver. Vemos como trató al fausto Centurión aquel de las palabras llenas fe, eternas : Domine, non sum dignus ut intres sub tectum meum; sed tantum dic verbo, et sanabitur anima mea. (Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo, pero di una palabra y quedará sana mi alma). Palabras que quedaron plasmadas hasta el Fin en la Liturgia.

Este alto dignatario, de hoy, tiene una llama de fe imperfecta y fluctuante, pero quiere crecer. Es de notar la diferencia con el Centurión: Este pide a Cristo que lo cure “de Palabra” sin moverse de su lugar, y aquel dignatario le pide ir hasta su casa para que su hijo no muera. Hay una gran diferencia. Cristo, con su expresión que parece malhumorada y dura, exige un esfuerzo al hombre para fortalecer su Fe. Cristo no es empalagoso ni afeminado; suele hablar duro y exigente, pero está lleno de un amor que pide siempre un paso más para perfeccionarse. Es verdad que algunos casos no pide nada, solo da: cada alma es distinta y está en distinta situación. Pero a la larga, siempre pide caminar, ir hacia adelante espiritualmente; no quedarse.

Una cosa se constata con claridad meridiana en el Evangelio: El entusiasmo vivo y notorio, no excento de feliz asombro, que le suscita a Cristo la Fe; y por el contrario, el fastidio, malhumor, frustración e ira que le produce la falta de Fe.

Recordemos aquel arranque de cólera de «Oh, raza incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? ¿Hasta cuándo estaré con ustedes?,  que asusta a los pobres discípulos que no pudieron expulsar un demonio. Y aquello a Pedro hundiéndose en las aguas después de haber caminado sobre ellas: ¿Hombre de poca fe, porqué dudaste?

Y, por otra parte, aquello a la mujer cananea sirofenicia, a la que también trata dura y secamente, y hasta málamente al principio; ella grita, ¡Hijo de David ten piedad de mí! Pero Él la ignora; incluso los discípulos interceden para que la atienda y deje de vociferar, pero Él firme en su dureza responde que ha venido nada mas que para las ovejas perdidas de Israel. Ella misma rompe todas las barreras y viene a postrarse humildemente ante Él y le ruega, ¡Señor socórreme!, pero Jesús le da una de las respuestas mas desagradables del Evangelio: No es bueno quitar el pan a los hijos para dárselo a los perros. A lo que aquella pagana, notablemente inspirada por una Fe vencedora, da esa respuesta que desarma completamente a Cristo: ¡Sí Señor, pero los perritos también comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos!

El Señor está lejos de ser ese hippie tiernamente empalagoso, afeminado y sonriente que suele ser retratado por la teología y la catequesis progremodernista postconciliar. Jesucristo es Dios y es Hombre, hombre sano y viril, fuerte y exigente, a la vez que lleno de amor redentor. Exige a fondo a la mujer con dureza para que saque de sí todo lo bueno que tiene y eso quede plasmado eternamente en la memoria de este mundo a partir de ese momento, como en la eternidad.

A su dureza y , mayor humildad y confianza; una fe inclaudicable de la mujer. Jesús se deja vencer; Jesús ha vencido: ha hecho estallar públicamente la fe de la mujer para que quede grabada en el Evangelio como ejemplo y será alabada eternamente por los ángeles con la alegría de Dios.

¡Mujer! Grande es tu fe! Hágase como tú quieres.
El mismo entusiasmo asombrado, admirado, de Cristo ante la Fe del Centurión antes mencionado: ¡Yo les digo que ni en Israel he encontrado tanta fe! ¡Ve! ¡Que se haga como creíste!

También a la mujer hermorroisa: ¡Vete, tu fe te ha salvado!
¡Cristo se admira, si, se admira! Por la fe. Y por el contrario, se fastidia, se pone mal, se frustra, se irrita, por la falta de Fe. En su pueblo, Nazareth, no hizo ningún milagro por la falta de fe.
La Fe nos hace agradables a Dios, dice la Carta a los Hebreos y hace una enumeración de los santos que la tuvieron y las cosas extraordinarias para Dios que hicieron.

La Fe es absolutamente necesaria para la salvación. Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo Único, para que todo aquel QUE CREA EN EL, tenga vida eterna, revela divinamente el Evangelio de San Juan…… El que crea, se salvará; el que no crea, se condenará.

La primera prédica de la vida pública del Señor; su primera exhortación al mundo es: El tiempo se ha cumplido; El Reino de Dios se ha acercado, CONVIÉRTANSE Y CREAN EN EL EVANGELIO.

Hay muchos pasajes más. La Fe, principio de respuesta libre del hombre al amor de Dios, debe ser obviamente complementada con las obras de amor, y sostenida y potenciada por la Esperanza.

La Fe cree, la Esperanza espera, y la Caridad Ama. Pero la Fe es el inicio de las virtudes infusas teologales: sin ella no hay nada. El Amor es lo mayor, pero sin el principio de la Fe, que es la respuesta inicial del hombre a Dios, no hay nada.

 

San Pedro, el Apóstol de la Fe, -a pesar de sus debilidades, es el mayor, y sobre el cual fundo su Iglesia. En uno de los pasajes mas conmovedores y asombrosos de la Revelación, Jesús Resucitado, el Dios Todopoderoso y Eterno, se inclina sobre el pobre pescador y pecador como mendigando amor, le pregunta: ¿Simón, me amas? … ¿Simón, me amas MAS QUE ESTOS? Esa pregunta es un reconocimiento del superior amor de Pedro -esto no se contrapone a la autodenominación de Discípulo amado que se hace Juan. Juan es el amado, pero Pedro el más amado. Pero este es otro asunto para tratar en otro lugar.

La teología de Rhaner, sobre todo, con su infausto hallazgo (¡comillas odiosas!) del Cristiano Anónimo, ha trazado la autopista de la Apostasía en la Iglesia.

Cristiano anónimo es cualquier hombre aún cuando no tenga una pizca de fe y sea absolutamente ignorante de todo sobre Cristo y su Iglesia. Ese cristiano anónimo ya está redimido aún sin fe, porque la Redención de Cristo, según esta aberrante y trágica desviación, está ínsita en la naturaleza del hombre. El hombre está automáticamente impregnado de la redención lo quiera o no. NO ES NECESARIA LA FE, NI NADA EN REALIDAD, PARA REDIMIRSE.

Esto ha tenido varios cauces de apostasía y disolución: Si todos los hombre son cristianos anónimos y ya están redimidos, de nada sirve la misión, de nada sirven los Sacramentos, de nada sirve ninguna disciplina ni austeridad ni ascetismo. Caída de las vocaciones sacerdotales y religiosas, caída del ímpetu misionero….pérdida de la conciencia de la importancia capital de la Fe para la Salvación, caída del ascetismo y la conciencia de la importancia de los Sacramentos…..caída de la Fe en general. Apostasía en carrera.

Sin Fe en Cristo no hay salvación. Y la Fe debe ser en Cristo verdadero, con Iglesia y todo. El hombre debe buscar la Verdad. Para aquellos que viven en regiones remotas sin Iglesia ni Palabra ni Sacramentos, Dios tiene un trato extraordinario. Dios sopesa todos los atenuantes y circunstancias. Pero repitámoslo una vez mas, el Evangelio, el Nuevo Testamento, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia hasta 1962, hablan claramente de la necesidad de la Fe para la Salvación.

Después de esa fecha todo se oscurece, sobre todo después del II Concilio, por efecto principalmente de teólogos como Rhaner, ruina de la Iglesia y de infinidad de almas.

La Fe no es un sentimiento; la fe es un conocimiento sobrenatural infundido por Dios en el hombre abierto que responde a su amor. Sabiendo que la Gracia de Dios siempre precede todo lo del hombre.

Y la Fe para ser verdadera y viva, debe ser íntegra; creer toda la Revelación. Ninguna selección personal o modernista sirve. No hay para Dios cristiano my way; solo hay cristianos a la manera de Cristo, que acepten toda la Revelación.

Es hora de recobrar la conciencia de la importancia capital de la Fe, y la Fe misma, abrevando en las aguas puras de la Escritura, vivida por la Tradición e intrepretada por el Magisterio de 1962 años de Iglesia. Siempre desechando el mayor veneno que Lucifer ha destilado en la iglesia: el Modernismo.

La Santísima Virgen que recibe el elogio de Dios en el Evangelio, de manera indirecta y directa, lo recibe por su Fe.

«Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron» Pero él dijo: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan.»»-

Bendita tu entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, dice Isabel llena del Espíritu Santo a María….FELIZ LA QUE HA CREÍDO!

Que Ella, que agradó a Dios por su Fe, nos ayude a nosotros y a la vapuleada iglesia de hoy a recuperar una Fe sana e íntegra que nuevamente entusiasme y admire al Señor.

 

 

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