Vicente Montesinos
Vivimos en el mundo. Sin ser de él. O al menos eso pretendemos. Pero ello no nos impide darnos cuenta (al contrario, debe ayudarnos a ello) de que existe una gran mayoría que “pasa de Dios”, cuando no se opone frontalmente a Él. Creo que eso siempre ha sido así; y que los católicos estamos (y en todas las épocas de la historia hemos estado) preparados para ello.
Pero para lo que ya no estamos tan preparados es para el desarme al que se nos ha sometido en los últimos 40 o 50 años. Sí. Somos católicos desarmados. ¿Por quién? ¿Por los no creyentes a los que antes hacíamos referencia? No. Por nosotros mismos.
Es aterrador comprobar como en una gran mayoría de los católicos de hoy (y no es una exageración, aunque pudiera parecerlo) se ha incrustado la idea de que todas las religiones son iguales. De que da lo mismo una que otra con tal de “hacer el bien”. De que la verdad no la tiene nadie. Todo queda reducido a un mero humanismo intrascendente. Todos somos como ONGs.
Son legión los católicos que piensan que nuestra religión es una de tantas, con su parte de verdad, concepto que no es patrimonio de ninguna. Enseguida hablamos de Gandhi o de Martin Luther King y nos quedamos tan tranquilos. Lo importante es ser buenas personas. “Tener valores”
Si a esto sumamos la absoluta falta de coherencia en los comportamientos morales y prácticos, no debe de extrañarnos que transitemos por el mayor de los relativismos en materia religiosa.
Aún más contribuye a este absoluto desarme el estar sometidos a la terrible telaraña tejida por la ignorancia, la falta de formación, la enorme influencia de los medios de comunicación que trabajan para el “nuevo orden mundial”, y al atroz materialismo ambiental que nos envuelve.
Y la guinda al pastel la pone la dejación de funciones que desgraciadamente han hecho muchos pastores de la Iglesia desde el Vaticano II y la interpretación errónea que le han dado al mismo, pareciendo a veces estar más preocupados por agradar al mundo que por transformarlo para Cristo; con una visión y actitud buenista y relativista, dentro de sus posibilidades combatida por San Juan Pablo II y Benedicto XVI, pero apoyada por el actual pontificado.
¿Los resultados? Los conocemos. Queriendo contentar a todos, no atraemos a nadie y se nos pierden muchos. La práctica religiosa se abandona, y con ella la formación catequética y bíblica, dando lugar al pasotismo religioso, y la adhesión a sectas o a ideologías ateas, violentas y materialistas.
Constatamos con tristeza la existencia de infinidad de católicos cuya fe carece de sólidos conocimientos. Su vida se basa en una difusa religiosidad, en la que el sentimiento cuenta más que el convencimiento; o en una práctica cultural tradicional, que aporta poco para su fe, en una sociedad totalmente secularizada.
Mientras no seamos católicos que sepan dar razón de su fe, de su esperanza, y de su amor a Jesucristo, con el conocimiento profundo de la Palabra de Dios; y una vida vivida desde Cristo Eucaristía, solo seremos soldados desarmados en lucha desigual en este mundo convulso de hoy.
¿Les parece pesimista este mensaje? Todo lo contrario. Es un mensaje de esperanza. Porque la Iglesia es de Cristo, y Cristo siempre triunfa. Por eso nos da las armas que pueden devolvernos la ilusión: dejemos de dar la espalda a las sagradas escrituras, al magisterio bimilenario, a la sana doctrina y a la tradición; y la situación será revertida.
Y porque hasta el cielo no paramos… ¡Que Dios os bendiga!
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Ésta es una oportunidad para purificarnos y reafirmarnos en nuestra fe.
Todo se pasa, y el Señor todo lo premia
ASÍ SERÁ!!!!!