Juan Donnet
El Cruzado, militar de las Cruzadas, era un hombre que exponía su vida, armas en la mano, para recuperar o defender lo mas sagrado: las cosas de Dios. Su Templo, su Verdad.
Era heroico, arriesgado, arrojado, abnegado. En extremo admirable y digno de agradecimiento.
Hoy, para el borrego zombie-políticamente-correcto, “cruzado” es un concepto peyorativo.
El borrego profesa un relativismo “tolerante”, “ecumènico”, “universalista”, “inclusivo”, “misericordioso” (pongo comillas!!), y el mayor pecado para él es la defensa con verdadero celo de las cosas de Dios. Mas si hay violencia.
El borrego detesta toda violencia, que no sea la violencia contra la Verdad. No puede concebir celo por la Verdad, porque no concibe la Verdad. Su “cristo” es un monigote sonriente y afeminado, bien “corregido polìticamente”; que queda bien con todos y aprueba todo; todo menos la verdad.
Su “amor”, correlativamente, es aceptación de todo; todo menos la Verdad. La Verdad contiene cierta violencia; hay violencia lìcita y necesaria y sana; lo vemos con Jesus en el Templo y en sus retos a los fariseos, Pedro y a los demás.
¡Apártate Satanás! Porque no piensas las cosas de Dios sino las de los hombres! ¡Oh raza incrédula y perversa! ¡Hasta cuando tendré que soportarlos! ¡Raza de víboras!
Expresiones que luego del post concilio se fueron traduciendo cada vez más almibaradas, porque se consideraban inapropiadas para el “nuevo” Jesùs progre.
O si no se modificó mucho su traducción en las Biblias, simplemente se ocultaron y prosciribieron en la prédica, so pena de calificar como “cruzado” al que fuera fiel al Evangelio y osara reivindicarlas.
Al que defiende hoy la Verdad eterna de Cristo; al que defiende el Magisterio bimilenario de la Iglesia; su sagrada Tradiciòn; la Verdad del Evangelio, el borrego zombie, dejando de lado su proverbial afeminada y misericordiosa sonrisa, monta en una increìble cólera y “celo”; una asombrosa “indignación” que descompone su sonrisa y su tolerancia; un celo muy particular por la correcciòn politica que dictan los poderes mundanos, y lo trata de “Cruzado”.
Reacciona con un “celo” y una indignaciòn polìticamente correcta muy particular, que le pone lóbrego el semblante, insultante el estilo, y lo hace acudir a falacias “ad hominem” de la mas abyecta bajeza.
Pero con esa actitud de fanatismo, el mismo progre se ha vuelto en un “cruzado” pero al revés; un cruzado por la causa contra Cristo. Defiende todo lo confuso, lo laxo, lo borroso, lo anómico; lo mentiroso; todo lo que sea contrario a la Verdad, pero que tenga apariencia de “piedad” y “misericordia” mundamente entendidas.
Los progres de hoy en dìa que condenan y anatematizan fanáticamente al que defiende la Verdad de Cristo, son los «Cruzados de lo Polítcamente Correcto: “Cruzados de la Languidez”.
Señor Juan Donnet,
Personalmente su artículo, con el cual discrepo profundamente, no me ha inspirado «celo» ni «indignación» sino compasión hacia usted. Permítame expresarle mi opinión desde el respeto que considero que usted no ha tenido hacia los católicos que no piensan como usted. Para ello únicamente me haré eco de unas reflexiones cuya fuente posteriormente citaré:
«A veces hablamos de Dios como si tuviésemos su teléfono móvil o cenáramos con él todos los días. Sin embargo el mismo Jesús dijo: a Dios nadie le ha visto, (1Jn 1,18 – 1Jn 4,12). Todas las imágenes, lenguajes y conceptos sobre Dios son muy limitados, son aproximaciones, nostalgias de Dios, porque Dios no cabe en nuestra cabeza, mentalidad, en nuestra ideología, en nuestro pensamiento.Nosotros vivimos a la orilla de la infinitud de Dios, pero es un océano inmenso que no cabe en nuestra limitada y pobre mente.»
«No es sano confundir la verdad con lo que decimos de Dios (o de otras realidades de la vida). Tengamos cuidado con sentirnos en posesión de la verdad, de las costumbres, de los ritos, de las tradiciones, porque si nos creemos en posesión de la verdad, terminaremos en el fanatismo fundamentalista. Podemos emplear y crear dogmas, formulaciones que nos aproximen a Dios, a la verdad. Eso ya lo decía el pensamiento clásico fides quaerens intellectum: la fe busca siempre una mejor comprensión y una mejor formulación. Pero el ser humano no posee la verdad ni ninguna formulación es el absoluto de la verdad.»
«Creerse en posesión de la verdad es tocar a vísperas de fanatismos fundamentalistas, sea en las diversas religiones, ideologías o posiciones culturales.»
«Dios nos libre de quienes se sienten en posesión de la verdad.»
«Nuestro Dios es el Dios de N. S. JesuCristo. La experiencia y lo que Jesús nos transmite de Dios, es que es Padre, su y nuestro Padre, que nos ama a todos. Dios es amor. El Dios de Jesús es el amor mismo. Dios es amor. El fanático siente miedo y vive desde un miedo profundo. El cristiano vive desde el amor. Quien ama, quien tiene experiencia de amar y ser amado, no será fanático ni fundamentalista.»
Fuente:
Tomas Muro Ugalde
http://blogs.periodistadigital.com/la-verdad-es-libre.php/2017/06/06/la-fe-en-dios-no-es-fanatismo-fundamenta
Permítame finalizar con una última idea
«Una obsesión con el exterior o con la vida privada de otras personas es sencillamente un intento cobarde del individuo por compensar su sentimiento de vacío existencial» Eric Hoffner
Usted está cofundido. Está profundamente influenciado por el indiferentismo. El católico no tiene opiniones, y discrepancias con los que «no piensan como él». El católico es un portador de la Verdad. No dueño, portador, por cuanto tiene el Espíritu de la Verdad. Su posición es prácticamente relativsta. Revise el Magisterio.
Falta hace, sí…
Señor Juan
Creo que usted confunde el indeferentismo religioso o está tratando de etiquetarme para desacreditar mi postura, o simplemente no me ha entendido bien. No es lo mismo la concepción racionalista del catolicismo que usted pretende atribuirme, que reconocer que los católicos que ACEPTAMOS la Revelación podemos tener diferente puntos de vista a la hora de interpretarla. Le adjunto un enlace para que revise el concepto de indeferentismo religioso
http://www.mercaba.org/Rialp/I/indiferentismo_religioso.htm
¿Usted se da cuenta de que decir que «el católico no opina» es en sí mismo una opinión? ¿Quién le ha asegurado a usted que usted es portador de esa auténtica Verdad? ¿Se lo ha dicho Dios? ¿Lo ha concluido usted en base a su criterio leyendo nuestras Sagradas Escrituras?
«Pero nosotros somos pecadores a los que falta mucho en su crecimiento, hasta llegar a la imagen de Cristo» (Efesios 4:13)
¿Qué les podemos decir a otros católicos que se sientan portadores de una Verdad distinta a la suya, y que también se sientan en comunión con Dios? ¿Los dejamos en la cuneta?
“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”, Juan 13:35
En innumerables ocasiones en nombre de la Verdad se peca y se traiciona a lo que significa esa Verdad. Pero ¿quien tiene capacidad para juzgar nuestra comprensión de la Verdad más que Dios mismo?
Y solo por acabar, me pide que revise el magisterio. ¿Qué le parece esto?
«El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado sólo al magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo» (DV 10), es decir, a los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el obispo de Roma.» (nro 85)
Dígame señor Juan ¿como se encaja esto con la línea editorial de este blog?
Su posición es de pacifismo prácticamente indiferentista y buenista. El católico es portador de la Verdad. No tiene opiniones. No es que «piense distinto» que otros. Es que los otros no encuentran la Verdad todavía. Hay que hacer despertar. El buenismo no sirve. Dios es misericordioso pero tambiérn es justo. Revise el Magisterio. El anterior al II Concilio.
Vamos, el bimilenario…
Rafael López-Diéguez se dirige al cardenal Osoro
Me tomo la liberad de dirigirle estas líneas en busca de respuesta. Lo hago como simple católico, pero también como Secretario General de Alternativa Española y Presidente del Consejo de Administración de Radio Ya, para hacerle llegar nuestra preocupación ante las informaciones publicadas, sin que haya mediado desmentido o matización, en las que se señalaba su proclividad a dar su venía y apoyo, pese a la oposición manifiesta de la familia, a la ignominiosa exhumación de los restos mortales del siervo de Dios Francisco Franco, Generalísimo de los Ejércitos y Jefe del Estado durante casi cuarenta años. Restos que fueron confiados a la orden benedictina que “defiende” en la más absoluta soledad, acompañada solo por los fieles de a pie, el Valle de los Caídos. Cumpliendo cada día, desde hace décadas, con su cometido: rezar por los caídos en la guerra de ambos bandos reconciliados bajo el signo de la Cruz.
Me han sorprendido, y preferiría no dar crédito a ello, esas afirmaciones atribuidas a su persona, que implicarían de ser ciertas algún tipo de negociación con el gobierno socialista, afirmando que la Iglesia no pondría obstáculos a la exhumación de los restos de Francisco Franco; lo que, en definitiva, abriría el fin de la propia Basílica y la expulsión de los benedictinos. No me resisto, Eminencia Reverendísima, a recordarle que no son pocos los que en estos días, desde la izquierda mediática, abogan directamente por la destrucción del templo.
Le reitero, Eminencia Reverendísima, que no quisiera dar crédito a la noticia indesmentida, pero no puedo más que alarmarme al recordar que en España se están derribando cruces con escasa protesta -¡por decir algo!- por parte de nuestros Pastores. Incluso se ha difundido que algún sacerdote que se ha significado defendiendo una de esas cruces será trasladado en breve. No sé si como recompensa o como castigo.
Eminencia Reverendísima, no tengo que recordarle que Francisco Franco, según el Derecho Canónico, tiene todo el derecho a estar enterrado en la Basílica del Valle de los Caídos. Por ello, Su Majestad Juan Carlos I entregó los restos del Generalísimo a los benedictinos para su custodia (es el privilegio de aquellos que hacen posible una Fundación y una Basílica como la del Valle, ser enterrados en ella). Además, Eminencia Reverendísima, por edad y formación, usted sabe que Francisco Franco, amén de ser protector, benefactor y salvador de la Iglesia Católica, por conciencia y no por conveniencia, es una de las diez personalidades nombradas por los Papas en el siglo XX como Caballero de la Suprema Orden Ecuestre de la Milicia de Nuestro Señor Jesucristo (Suprema Orden de Cristo). La condecoración más alta, por designio de Pío X, que Roma concede, destinada a premiar “singularísimos servicios a la Iglesia”.
En función de lo anterior me resisto a creer que un Príncipe de la Iglesia negara su protección en suelo sagrado, en una Basílica, en una nación donde rige la separación Iglesia-Estado, a un Caballero de la Suprema Orden de Cristo. No cabría mayor ignominia. Sobre todo si esos restos fueran moneda de cambio con un gobierno que ampara, protege y labora por la destrucción de los principios morales y sagrados en los que, a pesar de los tiempos aciagos, los fieles seguimos creyendo.
Nosotros, con pobreza franciscana y en soledad manifiesta, desde nuestros escasos recursos, vamos a defender el derecho de Francisco Franco, Caballero de la Suprema Orden de Cristo, a permanecer en su sepultura en el Valle de los Caídos y en este sentido nos vamos a dirigir a nuestros Pastores y también, llegado el caso, al Obispo de Roma.
Esperando su respuesta desmintiendo, y por tanto aliviándonos en la tribulación, una información que nos negamos a creer, besa su anillo
(Está carta fue fechada el 22 de junio y remitida a Monseñor Osoro sin que haya obtenido respuesta)
Gracias, Antonio.