Arturo Picatoste
– Hola Padre.
– Hola hijo, basta que me llames por mi nombre, soy Andrés ¿qué te trae por aquí, no te conozco?
– Verá Andrés, quería confesar. Hace mucho que no aparezco por aquí, por la iglesia.
– De acuerdo. ¿Cómo te llamas?
– Me llamo Herodes.
– Bueno, y ¿por qué tanto sin venir a celebrar la eucaristía?
– Verá. Yo soy un hombre casado. Pero se me acabó el amor con mi esposa. Por eso me enamoré de la mujer de mi hermano. Es taaaaan dulce, tan hermosaaaa…llegó como suave brisa en medio de mi desierto. Estaba en crisis.
– Comprendido. Y… ¿por eso dejaste de venir a la iglesia? ¿Acaso no sabes que somos inclusivos? Cuéntame más de ti.
– Verá. Hay algo que me atormenta. Hay un hombre que se hace llamar Juan Bautista. No para de gritarme en la cara que soy un adúltero, que no tengo derecho a estar con la mujer de mi hermano. Por eso me alejé de la Eucaristía, me daba vergüenza venir. El dice que eso de que el amor se acaba es un cuento, un invento humano, que siempre podemos amar de nuevo, porque el amor ante todo es un acto de la voluntad, y porque según él existe algo que se llama gracia que lo hace posible. Pero yo no entiendo de eso.
– Hijo mío, tú ven, no hay problema por eso. Deberíamos tener un discernimiento durante unos días o unas semanas para que puedas comulgar tranquilamente y se te vayan los fantasmas. Yo me ocupo de eso. Esto no es una sala de torturas, puedes estar tranquilo que ni yo ni nadie te va a tirar piedras. Por cierto, ese Juan Bautista, imagino que tendrá cara de pepinillo avinagrado, ¿me equivoco?
– Bueno, no sé qué es eso. Sólo sé que algo dentro de mí me dice que tiene razón lo que me grita. Estoy aturdido. Yo amo a mi chica, porque pienso como dice la canción que el amor se acabó con mi esposa. Además en el fondo mi hermano no tiene carisma, conmigo estará mejor cuidada, ¿no le parece padre, perdón Andrés?
– Verás muchacho. Trae a tu chica para que ella también haga discernimiento, o mejor dicho, acompañamiento de la escucha. Y así ambos podréis participar en la eucaristía, y llegado el momento, recibir la comunión. No hay nada peor que la rigidez.
– ¿Qué significa recibir la comunión?
– Pues que es un convite donde celebramos la fraternidad que nos une, la misericordia de que aquí todos nos comprendemos y queremos. La Eucaristía ante todo es memoria. Jesús pasó haciendo el bien, y no queremos olvidar eso. La vida está para pasarla rico. ¿Comprendes?
– Sí padre, ¿entonces, qué hago con ese tal Bautista?
– Eso es simple, misericordiale y listo. Tenlo claro: no te comas el coco hijo mío, no te calientes la cabeza, no te agobies. La vida son dos días y no estamos para amargarnos innecesariamente. Ese tal Bautista y los de su calaña son personas inflexibles que nunca van a cambiar, personas como te insisto rígidas. No viven ni dejan vivir. En fin. Quédate en paz, y disculpa pero tengo que irme, no puedo perder más tiempo por hoy, me esperan para la reunión de la tercera edad. Pobres viejos insufribles, tan pesados y pendientes del bien morir y no sé qué más, como si no supieran que todos vamos al cielo. Qué pena tanta cosa. Yo que ellos estaría pasándola rico, de viaje y excursión, aprovechando hasta el último momento de vida. Pobres infelices. Y tú que tengas suerte.
-Hasta la vista padre Andrés. Tiene usted razón, a vivir que son dos días. Aunque viva como sea, eso da lo mismo. Como dice usted, mucha suerte.
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Porque Juan le decía a Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano.Marcos 6:18.
Os digo que entre los nacidos de mujer, no hay nadie mayor que Juan : Lucas 7:28.
Respondió la mujer y le dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: «No tengo marido, porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad. Juan 4:18.
Estos textos nunca son mencionados por la misericorditis recortadora del evangelio para llevar las almas al infierno, con un discernimiento incapaz de discernir el pecado.
¿Y si alejan a algún promiscuo y acercan a algún alma fiel? ¡Quita, quita!
No te preocupes rico, si te has enamorado de tu cuñada, en realidad tu matrimonio nunca fue válido porque tu mujer era una rancia y una gruñona. Ahora mismo vamos al obispo y que te disuelva el vínculo, y mañana a desfilar por el pasillo rojo alfombrado hasta el altar mayor.
Y «arreglao»….