Álex Holgado
«Gratuito» e «integral», dos términos del lenguaje neocorrecto actual.
El aborto, desde luego, debe ser «libre y gratuito», y la educación o la alimentación o la seguridad siempre-siempre «integral». Pero, si rascamos un poco, nos damos cuenta de que son palabras vapor.
Gratuito no hay nada en este mundo, pues está organizado como un sistema de intercambio de valores. Tanto me das, tanto recibes. Y más todavía las estructuras de gobierno, como el Estado, al que idealizamos como si fuera el cuerno de la abundancia.
El Estado no crea riqueza, no «da» nada, sino que, en todo caso, redistribuye. Es un enorme intermediario que coacciona para recibir dinero de los impuestos e invertirlo en lo que le conviene al gobernante de turno. Si tienes aborto «gratuito», es porque muchísimos «álguienes» te lo han pagado.
Es decir: cuando oigas exigir aborto gratuito, piensa que está exigiéndote que le pagues su derecho a asesinar.
Lo de «integral» es un neologismo utilizado para aceptar como buena cualquier cosa. Porque si es integral, entonces es buena, completa, sana, beneficiosa… «íntegra».
Por eso, la nube de técnicos que asesora a los políticos todo lo maneja de manera integral: la salud, las obras públicas, la educación, la política de empleo…Si no fuera integral, le faltaría solidez, credibilidad.
Y es que todo lo humano necesita ser elevado para que nos llene. Sabemos que somos falibles y necesitamos que nos den seguridades, sobre todo en una sociedad que ha apartado a Dios. Así que tratamos de sobrenaturalizar el poder terrenal, la capacidad humana, y lo hacemos rebuscando en el lenguaje una divinización que no existe en la realidad.
Y no nos damos cuenta de que incluso podemos llegar, por este torpe camino, a ser unos tontos integrales.
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Y así acabamos todos siendo tontos útiles
Que son peligrosos….