Juan Donnet
La diferencia es sideral, eterna, infinita.
El «optimismo» ingénuo, que se empeña en ponerse anteojeras color de rosa para ver la realidad mas linda y mejor de lo que es, no es cristiano. Es una evasión progre – estúpida, pueril y enferma- de la realidad.
Como el apóstata en potencia -o en acto- progremodernista ya no tiene virtudes teologales, canaliza su Fe hacia el Sistema, como Fe en el hombre y sus logros, fe en la Historia; la Esperanza en «optimismo» en la Evolución y el desarrollo humanos y el Amor en «Tolerancia».
Es construirse un castillo de crema chantillí y vivir en eĺ para «no ser negativo», porque la realidad resulta «muy dura y negativa» y atenta contra la visión de progreso indefinido progremodernista theilardiana.
El cristiano no es «optimista»; es Esperanzado. La Esperanza teologal, que nos hace vislumbrar la meta gloriosa eterna es tan potente, que hace innecesaria la evasión enferma de la realidad, y nos permite verla con absoluto realismo y objetividad.
Es al revés de lo que dijo el nefasto Marx. La Esperanza ultraterrena no nos aliena de la realidad, sino que vislumbrando la Gloria trascendente y la Parusía del Señor, nos hace darle el valor real y justo a las realidades de acá abajo y nos hace trabajar lo justo y acertado para mejorar lo mejorable.
No cambiemos la terminología católica por estupideces progres púramente inmanentes.
El cristiano no es «optimista»; es algo infinitamente mas que eso: es esperanzado.
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