Vidal, «veneno mortal», está absolutamente enajenado; vive sin vivir en él, y no gana para sustos -para otras cosas sí gana, y bastante bien: cobra hasta de los obispos católicos; incluso de san Antón: el que atiende a los pobres tiene tanto corazón que no se olvida de los ricos-; pero cuando las cosas de la Iglesia Católica no siguen la línea que él, con su sabia e inocente mano, les marca…, se encabrita, se encocora, le da un yuyu, se pone de los nervios, destila más bilis de lo habitual en él -con lo mal que le sienta: ¡va a enfermar!-, se pone amarillo primero y arcoíris después, le sube la tensión, le hierve la sangre, y acaba explotando. Lógico y previsible en los que le conocemos de tiempo.
Vidal, «veneno moral», tiene la desgracia de que ha apostado por el caballo perdedor, el del malo, el que llega siempre el último, el que no gana ni con trampas; y claro, así no tiene un día tranquilo ni queriéndolo.
La última remolina se la ha provocado -sin quererlo, la verdad- el Papa Emérito, Benedicto XVI con su prólogo al último libro del cardenal Sarah.
Y uno, en su buena fe, podría preguntarse: ¿y qué tiene eso de raro o de malo? Nada. Incluso Vidal, «veneno mortal», lo reconoce, y escribe, condescendiente y apaciguador, que Benedicto XVI podría prologar un libro, por supuesto: ¡PERO NO EL DEL CARDENAL SARAH! ¡Nunca el de ese cardenal!
Pero, dónde está la lógica de esa prohibición? En, ningún lado. Porque no es un problema de lógica; y Vidal, «veneno mortal», se explica a la perfección: es que el cardenal Sarah es, para algunos, la esperanza de la Iglesia; es el que puede hacer que el pontificado de Francisco sea como el agua sobre las piedras -todo esto lo escribe Vidal, «veneno mortal», de su puño y letra y no son opiniones mías, que conste-: nada. Y eso no lo puede tolerar el «venenos».
Así que carga contra Sarah -se ha atrevido a desafiar al Papa-, carga contra Benedicto XVI -ha bajado del monte, de donde no debería haber bajado, ha hablado y escrito elogiando a Sarah públicamente; y, lo que es más gordo e imperdonable: sin pedirle permiso a él, a Vidal, «veneno mortal»-. ¿Pero es que Benedicto no sabe que el Vidal, «veneno mortal», lo tiene prohibido?
Por todo ello, y por más cosas que se podrían añadir, el «venenos» ha estallado, ¡y de qué manera! ¡Ha tronado! «¡El obispo emérito de Roma -nótese la mala baba: lo rebaja a «obispo»- debe alejarse del Vaticano y callar para siempre!» O sea, para «el venenos», muerto estaría mejor.
Es un articulito más -despreciable como todos los suyos- que retrata al Vidal a la perfección: hasta la bilis que le rebosa por la comisura de sus labios se le ve, convertida en espuma rabiosa.
Debería hacérselo mirar, porque así se le acortan los años a todo correr.
NOTA: No hace falta que pierdan el tiempo leyendo lo que ha escrito el «venenos».
http://www.periodistadigital.com/religion/opinion/2017/05/20/el-papa-emerito-baja-del-monte-y-renuncia-a-la-renuncia-religion-iglesia-vaticano-benedicto-ratzinger-francisco-sarah.shtml#.WSFMDF0Ln-M.facebook
Es realmente increíble hasta dónde se está llegando. Dios nos conserve por mucho tiempo más a Benedicto XVI (mal que le pese a Vidal) y el Espíritu Santo siga iluminando al cardenal Sarah, firmes baluartes para la Iglesia Católica.
No sólo Vidal. Todos los paladines de la nueva/viejísima iglesia de la misericordia barata y el todo a cien están de los nervios. Tendrán que tomar las medicinas que les sugiere Gonzalez Guadalix.