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2016, un brindis con sal

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Viene un año de cambios...
Viene un año de cambios…
Cambiamos de año, pero seguimos con incertidumbres. El que pasó fue un año de giros; el fin del bipartidismo supone un reto de responsabilidad política en una España en el que los políticos no parecen moverse por otra finalidad que no sea mantenerse en el poder. En Cataluña el independentismo, quedó demostrado, es minoría en la población, pero su imposición por los hechos sigue amenazando y minando la convivencia. Cosas de la vida: resulta que en nuestra peculiar democracia los “antisistema”  deciden el sistema. Algo o alguien nos ha tomado el pelo cuando comprobamos que lo de “un hombre un voto” no es verdad y que el reglamento premia a quien estaba fuera de juego y mete un gol. Para los cristianos, por primera vez en mucho tiempo,  no ha habido una opción política a la que votar con visos de poder alcanzar un mínimo de representación (¡un escaño por lo menos!) y  con un programa social que un católico pudiera adoptar y suscribir. Minorías que deciden y controlan, alianzas de perdedores… este es el absurdo error de cálculo que hace indispensable una reforma de nuestra carta magna, una norma de convivencia que en época de recortes realistas necesita alguna poda. Es un año de retos, que nos provoca la cuestión de los cristianos en la vida pública. Los últimos intentos de “democracia cristiana”, de segregación positiva,  se han extinguido ya. Es una generación que presume de laicismo.  Y sin embargo nunca se habían adorado tantos ídolos y doctrinas. Nuestra constitución, nuestro “ser”, ha pasado de la humanidad a la ciudadanía. Somos ciudadanos, hijos de un gran Estado todopoderoso incuestionable, que nos homologa, que nos cuida, nos dice lo que es bueno y lo que es malo, que nos educa, que nos inyecta cultivos como la ideología de género o experimentos alternativos a la familia retrógada, natural,  gracias a nuestra ingesta electrónica de narraciones de “lo correcto”. Que ahora nos recuerda que “la economía es todo en la vida”, con la bendición del Ibex, o que, si llegan los antisistema a ser ellos «sistema», lo será todo la sagrada planificación. Llega un año nuevo en el que deberemos comprobar verdades viejas. El cristianismo no es sin más una doctrina, ni solamente una ética, una costumbre o una opción cultural. Los primeros cristianos daban su vida en Roma no como una acción para cambiar una ley alternativa, sino como un testimonio de lo que había acontecido con Jesucristo en sus vidas. Como lo acontecido a miles de mártires que en este año testimoniaron su fe con sus vidas. Ocurre hoy. Nos daremos cuenta que la democracia no es una ley. Que no es un duradero pestillo que garantiza nuestro chiringuito. Que si nuestra aportación a la vida pública como cristianos no es más que cuadrar escrupulosamente nuestro voto con una doctrina certificada o una casilla en la declaración de la renta, tenemos nuestros días contados. Hay que volver a empezar. Un personaje de Bernanos recordaba que el cristiano podría haber sido llamado a ser “miel” en la sociedad. Sin embargo estamos llamados a ser sal. Sal, que escuece donde hay herida, que da sabor, que preserva, que no deja nada igual Llega un 2016 en el que pasarán muchas cosas. Nada va a ser igual. Yo les deseo que las cosas pasen también en nuestras vidas, en las que con Jesucristo, la vida ya no va a ser tediosamente igual. ¡Feliz 2016!  

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