El Papa para confirmar en la fe, el regreso de la diplomacia y el fin del jesuita en la sombra
El Papa León XIV ha recibido esta mañana, en la Sala Clementina, a los representantes pontificios —los nuncios— en una audiencia marcada por la cordialidad, la gratitud… y una enmienda total al método jesuítico de su predecesor. Con palabras medidas pero inequívocas, el nuevo Papa ha querido mostrar que la Iglesia vuelve a reconocer su propia estructura, su propia lógica, y su propio orden: el de la fe transmitida y la diplomacia ejercida.
Confirmar en la fe: el rol de Pedro (que vuelve)
Carissimi, la vostra presenza qui oggi rafforza la consapevolezza che il ruolo di Pietro è confermare nella fede.»
Bastaría esta frase para entender que algo ha cambiado. León XIV no rehúye la expresión clásica del munus petrino: confirmar a los hermanos en la fe. No habla de acompañar, de estar en salida, ni de abrazar periferias sin catecismo. Habla de fe, y de confirmación. De una fe que no necesita ser deconstruida ni reinterpretada, sino custodiada y ofrecida.
En este punto, más de un nuncio habrá sentido que el aire de Roma empieza a despejarse. Porque si el papel del Papa es confirmar, entonces el papel del nuncio vuelve a tener sentido: no es el delegado de una sensibilidad ideológica ni el instrumento de una estrategia líquida, sino el brazo del Sucesor de Pedro en cada rincón del mundo.
Sanación diplomática: basta de ninguneos
El segundo eje del discurso es aún más elocuente. León XIV agradece explícitamente a los nuncios su trabajo, su sacrificio, su constancia, y sobre todo su utilidad. Porque, dice, muchas veces su labor “le precede” y le permite conocer los problemas de cada país con profundidad. Un detalle importante, porque quien tenga memoria recordará que durante el pontificado anterior, los nuncios eran frecuentemente ignorados.
Francisco optó por sustituir los canales oficiales por métodos más creativos: cada país tenía su jesuita de confianza, sin cargo, sin nombramiento, sin transparencia. Ellos eran los ojos, oídos y portavoces oficiosos del Papa, mientras los nuncios contemplaban desde sus embajadas cómo la información se cocinaba en paralelo. León XIV parece querer cerrar esa etapa de manera elegante, devolviendo a las nunciaturas su papel y su dignidad.
Siate sempre lo sguardo di Pietro!»
Que no es solo una metáfora bonita, sino una reivindicación clara: sois mis ojos, no mis peones.
Ni oro ni plata, pero sí a Cristo
El momento teológicamente más profundo del discurso llega cuando León XIV ofrece una lectura simbólica del pasaje de los Hechos en que Pedro cura al lisiado: «No tengo oro ni plata, pero lo que tengo te lo doy: en el nombre de Jesucristo, el Nazareno, ¡camina!» El Papa aplica esta escena a su propia misión y a la de sus representantes: no sois gestores, ni burócratas, ni relaciones públicas. Sois portadores de Cristo. Eso es lo único que importa. Eso es lo único que cura.
El mensaje es tan sencillo como revolucionario en este contexto: la diplomacia vaticana no tiene sentido si no es eclesial, si no brota de la fe, si no apunta al Cielo. No basta con firmar acuerdos ni redactar comunicados: hay que dar a Cristo.
Sub umbra Petri: restablecer la comunión jerárquica
Otro de los momentos clave llega al final del discurso, cuando el Papa recuerda que su ministerio y el de los nuncios se ejerce “sub umbra Petri”, como reza la inscripción del anillo que les ha regalado.No es una frase retórica. Es una declaración de principios. En una Iglesia en la que durante años se ha diluido la autoridad y se ha erosionado la comunión efectiva, León XIV recuerda que el único modo de ser eficaz es estar en obediencia real al Papa, en comunión con los obispos.
Esto es tanto una exhortación como una advertencia: la era de las interpretaciones libres, los experimentos regionales y las sinodalidades sin ancla tiene los días contados. La comunión no es una estética, es una estructura. Y no se improvisa, se recibe.
Mención final (y nada inocente) a los santos diplomáticos
El discurso concluye con una referencia explícita a San Juan XXIII y San Pablo VI, ambos antiguos diplomáticos vaticanos. El guiño no puede ser más claro: la santidad y la diplomacia no son incompatibles. Es más, son necesarias. Y son posibles. A diferencia de lo que se insinuaba en tiempos recientes —cuando la Curia era presentada como un nido de trepas incapaces de comprender el “olfato del pueblo”—, León XIV devuelve la palabra “diplomático” a su sitio: un servidor de la Iglesia y un instrumento de comunión.
Conclusión: el Papa vuelve a hablar como Papa
Si ayer cruzábamos la Puerta Santa del Jubileo con el Papa, hoy escuchamos en sus palabras algo más valioso que una consigna: una visión clara de su misión. León XIV no improvisa, no serpentea, no desconcierta. Habla con la precisión de quien sabe qué es el papado y para qué sirve. Y en este discurso a los nuncios —quizá el más importante desde su elección— ha querido dejar claro que no habrá espacios paralelos, ni ojos oficiosos, ni emisarios alternativos. El Papa mira con sus representantes. Y si ellos vuelven a mirar a Cristo, todo empezará a caminar.
Audiencia a los Representantes Pontificios
10 de junio de 2025
Esta mañana, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano, el Santo Padre León XIV ha recibido en audiencia a los Representantes Pontificios.
Publicamos a continuación el discurso que el Papa dirigió a los presentes:
Eminencias, Excelencias, Monseñores:
Un saludo especial a todos ustedes, queridísimos Representantes Pontificios. Antes de compartir las palabras preparadas, quisiera decirle a Su Eminencia y a todos ustedes que lo que el Cardenal ha mencionado no lo dije por sugerencia de nadie, sino porque lo creo profundamente: su papel, su ministerio, es insustituible. Muchas cosas no podrían existir en la Iglesia sin el sacrificio, el trabajo y todo lo que ustedes hacen, permitiendo que una dimensión tan importante de la gran misión de la Iglesia siga adelante, y en concreto en lo que respecta a la selección de candidatos al episcopado. ¡Gracias de corazón por lo que hacen! Ahora, tengan un poco de paciencia.
Después de la celebración de ayer por la mañana, con motivo del Jubileo de la Santa Sede, me alegra poder estar un rato con ustedes, que son los Representantes del Papa ante los Estados y las Organizaciones internacionales en todo el mundo.
Les agradezco, ante todo, por haber venido, enfrentando un viaje que para muchos de ustedes ha sido muy largo. ¡Gracias! Ustedes son, ya con su sola presencia, una imagen de la Iglesia católica, porque no existe en ningún país del mundo un cuerpo diplomático tan universal como el nuestro. Pero, al mismo tiempo, creo que puede decirse también que ningún país del mundo tiene un cuerpo diplomático tan unido como el de ustedes: porque su comunión, nuestra comunión, no es sólo funcional, ni solo ideal, sino que estamos unidos en Cristo y en la Iglesia. Es interesante reflexionar sobre este hecho: la diplomacia de la Santa Sede constituye en su propio personal un modelo —no perfecto, pero muy significativo— del mensaje que propone, es decir, de la fraternidad humana y la paz entre todos los pueblos.
Queridísimos, estoy dando los primeros pasos en este ministerio que el Señor me ha confiado. Y siento hacia ustedes lo que confesé hace unos días al hablar con la Secretaría de Estado: gratitud hacia quienes me ayudan a cumplir mi servicio día tras día. Esta gratitud es aún mayor cuando pienso —y lo experimento al enfrentar los distintos temas— que su trabajo muchas veces me precede. Sí, y esto vale especialmente para ustedes. Porque cuando se me presenta una situación referente —por ejemplo— a la Iglesia en un país determinado, puedo contar con la documentación, las reflexiones y las síntesis preparadas por ustedes y sus colaboradores. La red de Representaciones Pontificias está siempre activa y operativa. Esto es para mí motivo de gran aprecio y gratitud. Lo digo pensando, ciertamente, en la dedicación y la organización, pero más aún en las motivaciones que los guían, en el estilo pastoral que debería caracterizarnos, en el espíritu de fe que nos anima. Gracias a estas cualidades, podré también experimentar lo que escribía San Pablo VI: que mediante sus Representantes, que residen en diversas Naciones, el Papa participa de la vida misma de sus hijos y, casi insertándose en ella, llega a conocer, de modo más rápido y seguro, sus necesidades y aspiraciones (cf. Carta ap. M.P. Sollicitudo omnium Ecclesiarum, Introducción).
Ahora quisiera compartir con ustedes una imagen bíblica que me vino a la mente pensando en su misión en relación con la mía. Al inicio de los Hechos de los Apóstoles (3,1-10), el relato de la curación del lisiado describe bien el ministerio de Pedro. Es el alba de la experiencia cristiana y la primera comunidad, reunida en torno a los Apóstoles, sabe que puede contar con una única realidad: Jesús, resucitado y vivo. Un hombre lisiado está sentado pidiendo limosna en la puerta del Templo. Parece la imagen de una humanidad que ha perdido la esperanza y está resignada. Aún hoy, la Iglesia encuentra a menudo a hombres y mujeres que ya no tienen alegrías, que han sido marginados por la sociedad o que la vida ha obligado a mendigar su existencia. Así lo relata esta página de los Hechos: «Entonces Pedro, fijando en él la mirada junto con Juan, le dijo: “¡Míranos!”. Él los miró esperando recibir algo de ellos. Pedro le dijo: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te lo doy: en nombre de Jesucristo, el Nazareno, ¡camina!”. Y tomándolo de la mano derecha, lo levantó. Al instante, sus pies y tobillos se fortalecieron; de un salto se puso de pie y comenzó a caminar; y entró con ellos en el templo caminando, saltando y alabando a Dios» (3,4-8).
Hace pensar la petición que Pedro le hace a este hombre: «¡Míranos!». Mirarse a los ojos significa construir una relación. El ministerio de Pedro es crear relaciones, puentes; y un Representante del Papa está, ante todo, al servicio de esta invitación, de este mirar a los ojos. ¡Sean siempre la mirada de Pedro! Sean hombres capaces de construir relaciones allí donde es más difícil. Pero al hacer esto, conserven la misma humildad y realismo de Pedro, que sabe perfectamente que no tiene la solución a todo: «No tengo plata ni oro», dice; pero también sabe que posee lo que realmente cuenta, es decir, a Cristo, el sentido más profundo de toda existencia: «En nombre de Jesucristo, el Nazareno, ¡camina!».
Dar a Cristo significa dar amor, dar testimonio de esa caridad que está dispuesta a todo. Cuento con ustedes para que, en los países donde viven, todos sepan que la Iglesia está siempre dispuesta a todo por amor, que está siempre del lado de los últimos, de los pobres, y que siempre defenderá el sacrosanto derecho a creer en Dios, a creer que esta vida no está en manos de los poderes de este mundo, sino que está atravesada por un sentido misterioso. Solo el amor es digno de fe, ante el dolor de los inocentes, de los crucificados de hoy, que muchos de ustedes conocen personalmente porque sirven a pueblos víctimas de guerras, violencias, injusticias o incluso de ese falso bienestar que engaña y desilusiona.
Queridos hermanos, que siempre los consuele el hecho de que su servicio es sub umbra Petri, como encontrarán inscrito en el anillo que recibirán como don mío. Siéntanse siempre unidos a Pedro, custodiados por Pedro, enviados por Pedro. Solo en la obediencia y en la comunión efectiva con el Papa su ministerio podrá ser eficaz para la edificación de la Iglesia, en comunión con los Obispos locales.
Tengan siempre una mirada que bendice, porque el ministerio de Pedro es bendecir, es decir, saber ver siempre el bien, incluso el oculto, el que está en minoría. Siéntanse misioneros, enviados por el Papa para ser instrumentos de comunión, de unidad, al servicio de la dignidad de la persona humana, promoviendo en todas partes relaciones sinceras y constructivas con las autoridades con las que están llamados a cooperar. Su competencia debe estar siempre iluminada por la firme decisión de la santidad. Son ejemplo los Santos que han servido en la diplomacia de la Santa Sede, como San Juan XXIII y San Pablo VI.
Queridísimos, su presencia aquí hoy refuerza la conciencia de que el papel de Pedro es confirmar en la fe. Ustedes, en primer lugar, necesitan esta confirmación para convertirse en sus mensajeros, signos visibles en cada parte del mundo.
La Puerta Santa que ayer por la mañana atravesamos juntos nos impulse a ser testigos valientes de Cristo, que es siempre nuestra esperanza. Gracias.
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Es que hay otra. Sólo Jesucristo salva. Él es la puerta abierta que nos lleva al Padre, y en el camino la luz y la asistencia de nuestra Madre del Cielo,la Santísima Virgen María. Y de ahí la Iglesia, y de ahí Pedro. Esas son sus raíces y su identidad. Todo lo demás, el siglo, pertenece a las tinieblas que la Iglesia debe alumbrar, pero nunca dejarse deslumbrar por el mundo. Gran alivió y alegría ir viendo el camino iniciado por el Papa León.
Todo iba bien, hasta que tuvo que mentar a la bicha, es decir al anti papa Pablo VI, heresiarca y gran enemigo de España y del Caudillo Francisco Franco. El responsable de la blasfemia de la misa protestante, y el demoledor del Reinado social de Cristo en España y en el mundo hasta igualarlo a cualquier secta, junto a su colega Tarancón……..Lástima, pero los tradicionalistas no vamos a tragar nunca ciertos sapos……..
Antipapa eh? Menudo xilipollas estás hecho.
Casi toda mi vida viviendo con y en la Iglesia y sorpresa al ver un cristiano que dice estas cosas.
Me había encontrado con algunos progres que hacían bastante daño y gracias a Dios cada vez veo menos.
Pero este tipo de cristiano, la primera vez.
En fin siempre ha habido herejías y herejes y todas se repiten en un momento u otro de la historia.
Pero la Iglesia permanecerá.
Es innecesario seguirle pegando a Francisco, dejemos que descanse en paz. León XIV no sería papa sin las promociones que le dio Bergoglio. Basta de remover el pasado, vamos todos en sintonía.
Es irónico, porque se cansaron de decir que Bergoglio solo nombraba impresentables, y ahí lo tienen, nuestro nuevo papa, tan admirado por todos con absoluta unanimidad, es un hombre que de no ser por Bergoglio hoy sería un misionero más en las selvas peruanas. A Francisco no le dio el tiempo de hacer las paces con los tradicionalistas, pero unos días antes de fallecer, pidió que lo llevaran a orar ante la tumba de San Pio X, no ante la de Juan XXIII, ni Pablo VI, ese fue un guiño a los tradicionalistas, una señal de los tiempos que vienen, donde la unidad será fundamental.
Si observamos a los jesuitas (que yo los he conocido y me trataron muy bien) Francisco era conservador dentro de la orden, que desgraciadamente no está en su mejor momento. Creo que su error fue exponerse demasiado a la opinión pública, y los medios tergivesando o tomando frases que fueron tomadas sin el contexto adecuado. Hizo lo que pudo y creyó correcto, cada papa tiene retos particulares.
Y el entorno de Santa Marta puso mucho para crear ese ambiente, donde esa orden que ha hecho mucho por la Iglesia, pero como tú dices no está en su mejor momento, ha mangoneado más de la cuenta.
Bueno, eso no lo sabemos a ciencia cierta. Ahora los agustinos están a cargo, y seguramente el Papa se va a apoyar en su orden. Cada paso debe ser muy calculado, necesitamos estar unidos tanto los conservadores como aperturistas. Lo más gordo ahora es lo de Alemania.
El comentario más ridículo y fuera de la verdad. Bergoglio fué muy claro en todas sus herejías y en su propósito de destrucción de la doctrina y los dogmas. Ustedes no engañan a nadie.
E.A. Poe. Una de dos, o eres tonto o te haces. La Iglesia Católica no está más en Roma. Este individuo fué asesor del propio Bergoglio. No engañan a nadie. Vean el reciente nombramiento de arzobispo al nefasto Raúl Martín en Argentina, un tipo que le prohibia a los fieles a comulgar de rodillas.
Hermanos, os lo ruego, tened cordura 🙏
No hacéis ningún bien ni a la Iglesia ni al propio papa León XIV valorando cada acción suya en función de contradicción o enmienda a Francisco. León es León, no es un anti-Francisco. Y Francisco fue Francisco, que no cambió ni una coma de la doctrina.
De momento hay una cosa que me parece muy positiva, tenemos un Papa discreto, que piensa antes de hablar, reflexivo y no ofensivo.
No me cabe duda que Francisco era un hombre de Dios y con vida interior, pero esas caracteristicas (cada ser humano tiene las suyas) no las tenia, y eso nos evitará mucha controversia.
A Gurpegui se le olvidó que él mismo escribió cosas contra el Cardenal Prevost. Una sugerencia, ya deje descansar en paz al Papa Francisco, si no fuera por él que hizo Obispo y Cardenal a Prevost, no tendríamos hoy al Santo Padre Leon XIV.
Basta de mirar hacia atrás
Es enfermizo vivir haciendo referencia a los últimos 60 años
La Santa Iglesia lleva más de 2.000 !!!
Es de idiotas aferrarse y enroscarse en las últimas décadas.
Lo más sano es pasar página y mirar hacia adelante.
Y parece que el nuevo Papa está en esa línea
Olvidemos las pesadillas !!!!