El cardenal Sarah representará al Papa en el 400º aniversario de las apariciones de Santa Ana en Bretaña
Una historia olvidada de la abuela de Cristo
En un gesto que recuerda el valor perenne de la piedad popular y el arraigo de la fe en las tradiciones locales,
el Papa León XIV ha nombrado al cardenal Robert Sarah como su Enviado Especial para las celebraciones del 400º aniversario de las apariciones de Santa Ana al campesino bretón Yvon Nicolazic. Las celebraciones tendrán lugar el 25 y 26 de julio de 2025 en el Santuario de Sainte-Anne-d’Auray, en la diócesis de Vannes, Francia.
Pero, ¿qué ocurrió en aquel pequeño rincón de Bretaña hace cuatro siglos?
La aparición de la abuela de Cristo a un humilde campesino
En 1624, en el pequeño pueblo de Keranna (hoy parte de Sainte-Anne-d’Auray), Yvon Nicolazic, un labrador piadoso y analfabeto, comenzó a experimentar hechos misteriosos: luces inexplicables, voces nocturnas y un llamado insistente a reconstruir una antigua capilla caída en desuso desde la Edad Media, dedicada a Santa Ana, madre de la Virgen María y abuela de Jesús.
La noche del 25 al 26 de julio de 1624 —fecha de su fiesta litúrgica— Santa Ana se le apareció visiblemente, vestida de blanco, con un rostro luminoso y palabras claras:
Yo soy Ana, madre de María. Dile a tu párroco que en este lugar, donde antes se veneraba mi nombre, deseo que se reconstruya la capilla caída.”
Durante meses, Yvon insistió ante las autoridades eclesiásticas, enfrentando incomprensiones, hasta que el
obispo de Vannes autorizó la reconstrucción tras verificar la piedad del vidente y la autenticidad de los hechos.
La nueva capilla se convirtió pronto en uno de los principales centros de peregrinación de Francia.
Un santuario de resistencia católica y arraigo popular
El Santuario de Sainte-Anne-d’Auray no solo recuerda una aparición, sino que simboliza el alma católica de Bretaña: durante la Revolución Francesa fue un foco de resistencia espiritual; en el siglo XIX renació con fuerza tras las persecuciones revolucionarias, y hoy continúa siendo un faro de identidad cristiana en un país profundamente secularizado.
Benedicto XVI definió una vez a Santa Ana como la raíz familiar del misterio de la Encarnación
, y el mismo Juan Pablo II peregrinó a este santuario en 1996, afirmando que la fe de los abuelos sostiene la fe de los nietos
.
El retorno del cardenal Sarah: una señal providencial
La designación del cardenal Sarah como enviado especial no puede pasar desapercibida. Africano, profundamente litúrgico, defensor de la Tradición, él mismo es un signo viviente de la fecundidad de la fe transmitida por generaciones, en medio de persecuciones y oscuridad. Que presida estas celebraciones no es solo un acto simbólico,
sino una llamada a volver a las raíces: la abuela, la tierra, la fe del pueblo.
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