Quizá sea hora de pedir una sola cosa: que los cardenales, todos, permitan actuar al Espíritu Santo. Será la mejor garantía de su pleno acierto.
Vivimos tiempos de posmodernidad, qué le vamos a hacer.
Tiempos en que florecen los posmarxismos, los posfascismos, los posliberalismos y hasta las posdemocracias – ese teatro de títeres donde el ventrílocuo ya ni se esfuerza en recatar los hilos-. Tiempos en los que ya nada es lo que era.
Lo “pos” es más que una moda, aunque también lo sea: lo “pos” es el espíritu de nuestro tiempo. Por eso nada escapa a su aliento, un aliento que alcanza – no podía ser de otra manera – a la propia Iglesia, como tantas otras corrientes del mundo le han alcanzado a lo largo de la Historia.
Muchas de ellas han terminado en herejías abiertas, sí, desde el arrianismo hasta el modernismo, que tanto tiene que ver con lo que está pasando en la Iglesia del siglo XXI.
Pero para lo que nos ocupa, lo esencial es que los “pos” derivan de una matriz que terminan impostando, para convertirse en una caricatura erigida sobre los aspectos de la doctrina originaria que le son más gratos al consumidor. Desembocando no pocas veces, si perviven lo suficiente, en el furioso rechazo de aquello que les recuerda el imborrable pecado de sus orígenes, porque no hay cosa que odien más que lo que han sido.
No, la Iglesia, compuesta por hombres en su andadura terrenal, no es ajena a los fenómenos históricos. Y lo mismo que en el pasado, está hoy igualmente sujeta a ellos.
Y como dentro de la Iglesia hubo un día arrianos y hubo un día modernistas, cuando el arrianismo y el modernismo constituían el espíritu de su tiempo, tampoco faltan hoy los “pos” en ella.
En el seno de la Iglesia actual conviven, en la pretensión de ser un solo rebaño, católicos y poscatólicos. Fieles a la doctrina y a la unidad, con una conciencia clara de evangelización, los unos; y “aggiornatos” que consideran por todo objetivo el “acompañamiento”, a quienes sobran el derecho y la doctrina, los otros.
Como ya ha sucedido tantas otras veces, tampoco en este caso la heterodoxia nace del pueblo, sino de sus pastores. Y su agravamiento es tanto mayor cuanto que parece emanar de lo más alto.
Por eso, lo que quizá diferencie la situación actual de otras anteriores es que, por más tormentas que haya afrontado la nave de Pedro en el pasado, el timonel siempre había dirigido con mano firme, fiel a la ruta marcada hace ya dos mil años.
Seamos claro: lo que en estos días se ventila en Roma es si la Iglesia que salga de este cónclave seguirá fiel a su singladura…o si será poscatólica.
Nada más y nada menos.
“La Iglesia no puede avanzar con los tiempos porque, sencillamente, los tiempos no avanzan. No queremos una Iglesia que avance con el mundo, sino una Iglesia que haga avanzar al mundo” Chesterton dixit.
Así que yo no pediría otra cosa sino que los hombres, en su libertad, permitan actuar al Espíritu Santo.
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Soportaría que fuera poscatólica si no fuera como la presente y la que viene: anticatólica.
Lo del pos viene cargado de trampa, sirvió para no atacar la raíz del problema, se echó la culpa al posconcilio como si el concilio no tuviera nada que ver
No, no me vengais con esas. El mundo avanza, como no va a avanzar, y la Iglesia esté en el mundo. Cristo no, pero la Iglesia sí, y a Cristo solo le conocen los místicos. Me atrevo a afirmar, que ninguno de esos cardenales es místico (aunque no se puede asegurar, por supuesto, los místicos dedican muchas horas diarias a la oración, y esos cardenales no tienen tanto tiempo para ello). La Iglesia es parte del mundo, y eso lo estamos viendo ahora, con claridad, con todo este barullo que se ha liado en Roma. Este medio, sin ir más lejos, es parte del mundo. El tradicionalismo, tan cacareado hoy en dia, es igualmente parte del mundo. La misa en latin es parte del mundo, en este caso del mundo antiguo, que ya apenas existe. Por tanto, hay que ir con el mundo, como la barca que va con la corriente. La famosa barca que es la Iglesia hace agua, ya lo dijo Benedicto.
Te falta mona que dormir.
Tonto con denominación de origen
No interesa
👍👍👍
No interesa.
El mundo es una mierda que desaparece en un segundo cuando Dios quiera, mira el apagón y todos corrieron a buscar radios antiguas y velas. Cualquier desastre natural como un meteorito gordo, un gran volcán, una tormenta solar, o la llegada de los extraterrestres nos mandará al carajo. Hemos tenido una pandemia con millones de muertos, y no escarmentamos. La iglesia solo tiene una misión, ser fiel a la Verdad revelada y a la Tradición eclesial de siglos y transmitirla, pues no, estos desgraciados y renegados modernistas, se quieren seguir agarrando cual garrapatas a un mundo efímero que tiene los días contados y que es enemigo del hombre. Cristo dijo; el mundo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán. Si nombran a otro papa flauta modernista el cisma estará consumado y adiós iglesia.
La Iglesia ya es poscatólica, fue Pablo VI quien el 29 de enero de 1969 la llamó Iglesia conciliar: «Estas son las intenciones de la Iglesia conciliar».
Aunque después llorara sobre la leche derramada, sobre «la autodemolición de la Iglesia» y «el humo de Satanás infiltrado en la Iglesia».
La Iglesia que se llama conciliar y ahora sinodal está en ruinas.
Quiera Dios dignarse restaurarla.
La Iglesia «conciliar» o «sinodal» son una estafa: con estas palabras pretenden dar una imagen abierta de participación, pero la realidad es que todo esta cocinado de ante mano.
O sea, como los comunistas que tienen que auto proclamarse «democratas», y «populares», para engañar a los incautos, ya que son todo lo contrario.
Frente a tanto «pos» av eriado y podrido está la afirmación del Apocalipsis de San Juan «Todo lo hago nuevo». Porque está es la clave de los tiempos que vivimos: tiempos apocalípticos, Fin de los Tiempos. Esta clave no es mencionada por Fernando Paz y tantos otros, no sé si porque no creen en ella o simplemente no le dan importancia a lo que es más importante.
Fernando Paz espiritualmente tiene el discernimiento de una marmota. En lo demás, vale.
Colganter, ¿es usted Dios para juzgar el discernimiento de Don Fernando?
Siempre sorprende la extrema simpatía de algunos hacia pecados públicos y notorios, en paralelo al juicio draconiano sobre pecados subjetivos que nadie, salvo Dios, conoce.
El catolicismo ya se acabó hace 60 años. Los católicos que decidieron seguir con la Misa de siempre y la doctrina de siempre fueron una minoría microscópica. Si nos ponen dos ritos religiosos delante y comprobamos que son diferentes, es fácil deducir que corresponden a religiones diferentes. Y es que en el Concilio nació un rito nuevo y una doctrina nueva, luego nació una religión diferente a la que había. La nueva religión consideraba que la «dignidad humana» era la norma suprema por encima de cualquier mandamiento de Dios o de las Escrituras. La condena del proselitismo no nació con Bergoglio, sino en el Concilio. La masónica «Declaración de los Derechos del Hombre» se convirtió en norma suprema por encima del Decálogo. La «Igualdad» de las religiones conviertió a Jesús en «uno de tantos» que han ido apareciendo por la historia y su «Yo soy el camino, la verdad y la vida» se conviertió en «Yo soy un camino, una verdad y una vida». ¿Una Iglesia poscatólica futura?. Si eso ya ocurrió.