La reciente Nota doctrinal sobre la práctica de la “sanación intergeneracional” parece más diseñada para sofocar iniciativas que no comprenden que para iluminar con claridad doctrinal.
En su afán de advertir sobre los riesgos de esta práctica, la Conferencia Episcopal Española no solo distorsiona conceptos clave de la tradición católica, sino que recurre a argumentos que, en muchos casos, se contradicen entre sí.
La Nota alerta sobre el “sincretismo de apariencia católica” que supuestamente caracteriza la práctica de la sanación intergeneracional. Sin embargo, al intentar justificar su posición, confunde sistemáticamente términos y doctrinas, como la comunión de los santos y la retribución divina, creando más confusión que claridad. Resulta especialmente llamativo que se omita, por ejemplo, la cita crucial de Reconciliatio et paenitentia (n. 16), donde Juan Pablo II subraya la comunión en el pecado, una enseñanza que contrasta directamente con la afirmación de la Nota de que la comunión eclesial “es solamente de bienes positivos”. ¿Es posible ignorar de manera tan flagrante la enseñanza papal para justificar una postura preconcebida?
Igualmente, resulta inconcebible la recurrente insistencia de la Nota en confundir el pecado y sus consecuencias. En efecto, la Nota sostiene que la oración intergeneracional presupone el error de pensar que se transmite el pecado. No es así: la idea de la sanación intergeneracional lo que reconoce es que hay pecados que repercuten en los descendientes, como se insiste constantemente en la Sagradas Escrituras: el pecado siempre es personal, pero puede dar lugar a repercusiones, de las que hay que pedir a Dios que nos libere.
La Nota parece obsesionada con negar cualquier tipo de transmisión de pecado o de sus consecuencias entre generaciones, descartando incluso enseñanzas bíblicas que apuntan a una responsabilidad corporativa. Este rechazo a toda forma de vínculo entre generaciones en materia de pecado contradice tanto la tradición como la razón. Al referirse a textos como Ezequiel 18,20 o Deuteronomio 24,16, la Nota omite reconocer que, aunque la responsabilidad por el pecado sea personal, las consecuencias de los actos humanos —incluidos los pecados— tienen un impacto real en el entorno y en las generaciones futuras. Incluso la misma doctrina católica admite que el pecado original afecta a todos, no solo al individuo que lo comete.
Asimismo, la Nota resulta desconcertante cuando niega que exista el perdón después de la muerte. ¿Qué es, si no, el proceso de purificación de culpas veniales y de las penas de los pecados cometidos en vida que la Misericordia de Dios concede en el Purgatorio?
Un uso selectivo de las Escrituras y del Magisterio
El uso que hace la Nota de la curación del ciego de nacimiento (Jn 9,2-3) como prueba de que Jesús rechaza toda transmisión hereditaria del pecado es, como mínimo, una interpretación forzada. Jesús niega que en ese caso particular la ceguera sea consecuencia del pecado de los padres o del ciego, pero esto no implica que Jesús hubiera afirmado que el sufrimiento nunca pueda derivarse de las acciones de otros. La Escritura, en múltiples ocasiones, deja claro que las decisiones humanas tienen repercusiones, incluso entre generaciones. ¿Es esta interpretación una estrategia deliberada para negar cualquier posibilidad de oraciones orientadas a sanar las heridas generacionales?
Igualmente, resulta muy penoso que la Nota afirme que el único pecado que se transmite es el Pecado original, y para ello cite un texto del Concilio de Trento que no dice eso, sino que el Pecado original se transmite a todos (salvo a la Virgen).
Es profundamente desconcertante que la Nota afirme que introducir intenciones de sanación intergeneracional en la Eucaristía “desnaturaliza y distorsiona gravemente” la celebración. Esta declaración entra en conflicto directo con el mismo propósito redentor de la misa, con la práctica milenaria de la Iglesia de rezar por los vivos y los difuntos, y con la ley actual sobre la Misa que contempla las Misas por los enfermos y las Misas por los difuntos. ¿Desde cuándo la intercesión por otros es una amenaza para la liturgia?
Lejos de ser una guía pastoral esclarecedora, esta Nota parece más bien una manifestación de desconfianza hacia ciertas iniciativas de los fieles, una muestra de no oler a oveja, es decir, de falta de esa cercanía a los fieles que habría evitado que no hayan entendido la oración intergeneracional, y una negativa a reconocer el dinamismo de la fe. Al presentar la práctica de la sanación intergeneracional como una especie de herejía, la Conferencia Episcopal no solo desestima siglos de tradición, sino que también despoja a los fieles de herramientas espirituales legítimas para enfrentar las consecuencias del pecado en sus vidas.
-Es que Cristo no habló de sanación intergeneracional –vendrían a decir los redactores de la Nota-. ¡Como tampoco habló expresamente de tantos otros dogmas que luego su Iglesia ha ido definiendo! No se puede desconocer la profundización en la comprensión del depósito de la fe que ha habido desde los tiempos apostólicos y que seguirá dándose hasta el fin del mundo.
Quizá lo más chocante de todo sea el tono de superioridad doctrinal que permea la Nota, como para compensar su falta de rigor teológico y su ausencia de argumentos sólidos para sostener que este intento de profundizar en la relación entre generaciones en el plano espiritual fuera una amenaza para la Iglesia. Más que proteger al Pueblo de Dios, esta postura rígida y restrictiva corre el riesgo de alejar a los fieles, privándolos de una dimensión esencial de la comunión cristiana.
En tiempos donde la Iglesia clama por un acercamiento pastoral, ¿es este el mejor camino para acompañar a los fieles en sus necesidades espirituales?
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En la eucaristía pedimos por los difuntos y no hay nada intergeneracional en ello. Pedir por su salvación no implica que esta conlleve la nuestra, ni consecuencias en nuestra vida.
Gurpegui hace continuamente aquello de lo que acusa a los demás: extrae consecuencias falaces que no se pueden derivar de sus premisas y finge que hay lógica en su exposición. Permanente ceremonia de la confusión para manipular mentes.
Y que Gurpegui acuse de superioridad moral, él que habla desde el fariseísmo permanente, que busca que lo consideren dueño de la sabiduría, el conocimiento y la moral que imparte a gusanos que osan contradecirle.
El chiste se cuenta solo. Sepulcros blanqueados.
Sería interesante saber si existe alguna exposición o explicación de esta materia que esté acorde a la enseñanza de la Iglesia en base a las Escrituras, Tradición y Magisterio. Se alude en varias ocasiones a estas últimas, pero no se específican cuáles.
Yo creo que si algunos carismáticos abusan y carecen de recta doctrina, no se puede acusar a todos de lo mismo, por la misma razón que no se puede acusar a todos los católicos de los errores y pecados de la Iglesia de estos tiempos.
El padre Darío Beatncour por ejemplo, tuvo un ministerio maravilloso, y Dios le dió un carisma impresionante de sanación que no podemos negar.
Pecado es una palabra griega que se traduce como «fallo». Estar en pecado es fallar. El fallo es no estar con Dios. Todos estamos en ese fallo, por supuesto. Oramos y ayunamos con la intención de no fallar está vez. Pero fallar no es cometer una acción negativa, necesariamente. Los c. romanos toman el pecado en otro sentido: el de karma. El karma existe, sin duda, y todo lo que plantamos, lo recogemos más tarde. Y en ese sentido, cristianos y budistas están de acuerdo básicamente. Si sufrimos es debido al pecado. O al karma. No es que Dios nos mande el sufrimiento como castigo, eso es absurdo. Dios nos ama. Pero quien siembra tormentas recoge tempestades, dice el refrán. Ahora bien, muchos de los sufrimientos vienen con nosotros a este mundo, en eso estaremos de acuerdo todos. Si se nace ciego, la persona que es ciega no ha hecho nada para merecerlo. Esto nos conduce por lógica a la reencarnación. No hay otra explicación.
Dios sí nos manda el sufrimiento como castigo. No es absurdo. Es parte de lo transmitido en los dos Testamentos de la Sagrada Escritura y en la Tradición de la Iglesia de Cristo, que es el camino, la verdad y la vida.
No interesa.
Quien quiere utilizar la IA, lo hace directamente. No le necesitamos a usted.
Estoy de acuerdo con este artículo, en general. Si por sanación intergeneracional entendemos trasmisión de la culpa de pecados personales de antepasados, sin duda el documento episcopal hace bien en corregir ese error, porque la única culpa que se trasmite es el pecado original. Pero el documento hace mal en ignorar que las consecuencias de los pecados personales se trasmiten a las generaciones, como dice la Escritura. No sólo en forma de estructuras de pecado y malos ejemplos, como dice la propia nota, sino en estructuras psicológicas también, por ejemplo. Y qué mala exegesis la de la nota episcopal cuando declara derogadas enseñanzas enteras del Antiguo Testamento, en lugar de entenderlas iluminadas a la luz del Nuevo Testamento, que es lo suyo. Monseñor Conesa es experto en teología fundamental, pero en esto ha patinado mucho. Y parece que ha sido un documento poco sinodal, no se ha consultado a teólogos y agentes pastorales sobre el terreno. Tanto hablar de sinodalidad…
«Tanto hablar de sinodalidad…»
Al contrario: la nota es de lo más «sinodal». ¿O acaso no se ha fijado usted en cómo impone Francisco sus ideas personales sinodalmente? Y el que se mueva no sale en la foto.
En resumidas cuentas estos renegados le dan una patada mas a la Tradición doctrinal de la iglesia, negando con otras palabras mas modernas, que el modernismo mas falso que Judas no falte, decía que negando la Comunión de los Santos que es la base de la caridad espiritual entre los católicos. Estos solo siguen como las ratas al Flautista de Roma rumbo al infierno, pero antes están cumpliendo las órdenes del tirano, desmontar a la iglesia católica inmemorial desde los cimientos, y que no quede rastro alguno de ella. Malditos sean. Carlismo Rebelde
Este artículo de Gurpegui no tiene buena argumentación, y recurre a falacias muy simples, acompañado de imprecisiones doctrinales. Me parece extraño que INFOVATICANA haya permitido su publicación, ya que suele haber un buen nivel en los que escriben artículos.
¿cuáles son las falacias e imprecisiones, por favor?
Me parece muy adecuada la nota de los obispos, y me parece absurdo criticar en nuestros pastores su tono de autoridad. Por supuesto, porque son pastores y en este caso concreto han sido muy buenos pastores.
Aquí lo que está en juego es cuestionar la voluntad de salvación integral que Cristo nos concede a través de sus Sacramentos. Ahora resulta que los sacramentos sanan pero solo un poquito. Pues no.
Para las enfermedades psíquicas y físicas que puedan venirnos de antepasados cafres, tenemos la medicina.
Y para los demás males espirituales -el pecado- tenemos los sacramentos. Mientras exista el hombre existirá la tentación, y para vencerlas no tenemos que acudir a pseudoterapias, sino a la oración, el esfuerzo espiritual y el camino ascético y, fundamental, la frecuencia de los sacramentos.
Eso lo sabían los católicos siempre hasta que llegó ese horror llamado New Age. Que Dios confunda a sus promotores.
No es lo.mismo purificar que perdonar. En el purgatorio se hace penitencia, purificación, de las deudas contraídas por el pecado perdonado.
Si tu rompes un vidrio de mi casa y me pides perdón, yo te perdono. Pero luego, págame un vidrio nuevo.
En el purgatorio repones, pagas, purificas, por los vidrios rotos por los cuales te arrepentiste y ya fuiste perdonado.
No sé quién será el autor de este artículo, la verdad no necesito conocerlo, solamente agradecer el escrito porque es el primer comentario sesudo y aterrizado que he visto sobre la desdichada nota esa de los obispos españoles sobre la sanación intergeneracional. ¡Ahí te ví bien!
«Resulta especialmente llamativo que se omita, por ejemplo, la cita crucial de Reconciliatio et paenitentia (n. 16), donde Juan Pablo II subraya la comunión en el pecado, una enseñanza que…»
No existe ninguna «comunión en el pecado», ni JPII enseña tal cosa en «Reconciliatio et paenitentia», donde esa expresión se usa en cursiva.