La esperanza de la familia en un mundo secularizado

Esperanza cristiana libro Burke
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Hoy, les ofrecemos este extracto del libro «Esperanza para el mundo» del cardenal Burke. El cardenal Burke, en una conversación informal con Guillermo de Alançon, delegado episcopal para la familia y para la vida de la diócesis de Bayona, desarrolla sus ideas abiertamente y sin tabúes acerca de los grandes temas de la actualidad: la Iglesia, la liturgia, la familia, el matrimonio, la paternidad, el respeto a la vida… Este gran jurista, con cualidades pastorales innegables, evoca con simplicidad estos temas a veces difíciles. Un libro claro e indispensable para comprender los valores esenciales y las raíces profundas de la ley natural.

La esperanza de la familia en un mundo secularizado.

El gran desafío que afronta toda la Iglesia, en particular, la Iglesia en la primera célula de su vida, la familia, es el desafío que el Papa san Juan Pablo II describió en su Carta apostólica Novo Millennio Ineunte, al concluir el gran jubileo del año 2000, como el «alto grado de la vida cristiana ordinaria». El Papa san Juan Pablo II nos enseñó la naturaleza extraordinaria de nuestra vida ordinaria, porque es vivida en Cristo y, por tanto, produce en nosotros la belleza incomparable de la santidad.

Al ver en las familias cristianas los frutos de la conversión diaria de su vida, mediante la cual los miembros de la familia se esfuerzan por alcanzar el «alto grado de la vida cristiana ordinaria», la cultura descubrirá el gran misterio de la vida ordinaria sobre la cual Dios diariamente derrama su inagotable e inconmensurable amor. Obviamente, «rehacer el entramado cristiano de la sociedad» sólo se puede llevar a cabo rehaciendo «la cristiana trabazón de las mismas comunidades eclesiales», empezando por el individuo en su familia, en casa.

El Papa san Juan Pablo II nos enseñó claramente que el modo del afrontar el desafío del «alto grado de la vida cristiana ordinaria» es «recogido por el Evangelio y la Tradición viva». Nos recordó que es el mismo programa de vida cristiana que siempre se dio en la Iglesia: el programa de la santidad de la vida. Respecto al matrimonio cristiano, a la familia y a la llamada a la evangelización, en la exhortación apostólica post-sinodal sobre la familia, Familiaris Consortio, de 1981, declaró que, «en efecto, la familia cristiana es la primera comunidad llamada a anunciar el Evangelio a la persona humana en desarrollo y a conducirla a la plena madurez humana y cristiana, mediante una progresiva educación y catequesis».

Percibiendo los múltiples y graves ataques contra el matrimonio y la familia en nuestro tiempo, destacó la importancia de atestiguar la verdad sobre el matrimonio y la familia, a fin de que la familia pueda evangelizar la sociedad toda. Por ello, la Iglesia está aún más obligada a salvaguardar y promover la verdad de la vida conyugal y familiar.

En mi propia patria —como quizá sea también el caso de aquí— existe un predominio del fenómeno de secularización, aunque todavía queden familias católicas particulares de una profunda fe religiosa que practican la fe y la devoción. Allí donde hay cercanía entre estas familias, ellas constituyen una cierta fraternidad social y espiritual. Todos nosotros, independientemente de nuestro estado de vida, tendríamos que promover la solidaridad entre las familias que se esfuerzan en transmitir la fe y su práctica con integridad.

En nuestro testimonio y apostolado cristiano, debemos prestas especial atención a la santidad del matrimonio, a la fidelidad, a la indisolubilidad y a la capacidad procreadora de la unión conyugal. La vida católica en el hogar es necesariamente un signo de contradicción en la sociedad actual. Tenemos que inspirar valentía en las parejas católicas para dar testimonio de la verdad del matrimonio y de la familia que nuestra cultura tanto necesita. Tenemos que ayudar a los hogares cristianos para que sean la Iglesia doméstica, según la descripción antigua, el primer lugar en el que la fe católica es enseñada, celebrada y vivida. Toda la Iglesia tiene que ayudar a los padres a vivir generosa y fielmente su vocación a la vida matrimonial. Debemos estar especialmente atentos a las familias que están en problemas, para que incluso en su sufrimiento, puedan gozar de las gracias de la unidad y de la paz de la Sagrada Familia de Nazaret.

Está claro que, si una nueva evangelización no está teniendo lugar en los matrimonios y en las familias, entonces tampoco tendrá lugar en la Iglesia ni en la sociedad en general. A su vez, los matrimonios transformados por el evangelio son el primer y el más potente agente de la transformación de la sociedad a través del evangelio.

Vemos, de hecho, inequívocamente el poder evangelizador del matrimonio y de la familia en el principal deber de los padres: ayudar a sus hijos a conocer su vocación en la vida y a abrazarla con un corazón indiviso. El poder evangelizador fundamental de los padres en lo concerniente a la vocación de la vida matrimonial es evidente.

La familia experimenta su ser más profundo cuando está rezando, especialmente en el culto divino. De la oración y del culto divino brota cada aspecto de la vida personal de cada miembro de la familia y de la familia misma. La familia en la oración y en el culto manifiesta a Cristo vivo en la Iglesia más potentemente y, así, atrae a muchas familias hacia Cristo en su Iglesia.

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Este fragmento ha sido extraído del libro Esperanza para el mundo (2018) del cardenal Raymond Leo Burke, publicado por Bibliotheca Homo Legens.

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