Defendiendo al Niño Jesús

Pesebre Belén Niño Jesús
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(Padre Mario Alexis Portella en Crisis Magazine)- Una nueva teología de la desorientación sexual sustituye a la del orden natural de las cosas como reveló el Niño Jesús.

«Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad» (Lucas 2,14).

Fue en la Nochebuena de hace 800 años cuando san Francisco de Asís creó, en una cueva cercana a Greccio (Italia), el primer belén viviente de la historia. Se cree que la inspiración para representar en vivo el nacimiento de Jesús le vino de su estancia en Tierra Santa en los años 1219 y 1220. Ver de primera mano los lugares sagrados del nacimiento, la vida, la muerte y la resurrección de nuestro Salvador los hizo aún más reales, y él quiso recrear esa experiencia.

«Podemos seguir identificándonos», dijo Benedicto XVI, «con los pastores de Belén que, en cuanto recibieron el anuncio del ángel, acudieron a toda prisa, y encontraron ‘a María y a José, y al niño acostado en el pesebre’ (Lc 2,16)». Lamentablemente, el misterio del nacimiento de Cristo no solo se ha visto empañado por el espíritu de relativismo en el que el laicismo ha convertido la Navidad en una fiesta de Felices Vacaciones, sino que es como si Herodes hubiera logrado finalmente «matar al Niño» nacido en Belén.

En Florencia, mi ciudad de residencia, en la escalinata de la basílica de San Lorenzo, una de las iglesias más antiguas de nuestra archidiócesis, consagrada en el año 393 d.C., hay un belén llamado «Il Presepio delle Bambine» (El belén de las niñas). En él hay un total de 24 niñas envueltas en pañales y bautizadas con el nombre de «Andrea», nombre masculino y femenino para no hacer discriminación de género.

El objetivo de esta escena, según la explicación publicada, es «defender el derecho de todos los bebés y mujeres del mundo -independientemente de su origen cultural- a vivir en un mundo seguro que respete su dignidad y sus derechos, celebrando así, una vez más, el nacimiento de una cultura renovada de acogida y de paz». 

El máximo sacrilegio es el silencio ensordecedor de los responsables de la Iglesia con otros proyectos afines que socavan a Cristo y a su Iglesia, como la aceptación tácita de obras que instigan al hedonismo.

Un ejemplo: la semana pasada, al entrar en la ilustre Librería Católica Paulina de Florencia, en una de sus estanterías estaba la «Biblia Queer«. Escrita originalmente en inglés, esta publicación habla de la «construcción del género y la sexualidad, la cosificación de la heterosexualidad, la cuestión de la ascendencia lesbiana y gay dentro de la Biblia, las voces transexuales de los profetas, el uso de la Biblia en las esferas políticas, socioeconómicas y religiosas contemporáneas y el impacto en las comunidades de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales».

Lo chocante es que un libro blasfemo como este se venda en librerías católicas, incluida la librería de la Pontificia Universidad Lateranense. Para empeorar las cosas, cuando empecé a quejarme a la dirección de la librería, no solo defendieron la venta de la Biblia Queer, sino que se ofendieron personalmente de que yo presentara una queja.

Al igual que en el «belén de las niñas», una nueva teología de la desorientación sexual sustituye a la del orden natural de las cosas como reveló el Niño Jesús. Sin embargo, la parte más decepcionante y frustrante de todo esto es la ausencia de muchos de los pastores de hoy para enfrentarse a tales actos blasfemos. Esto refleja lo que el Señor dijo durante Su juicio ante Poncio Pilato: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos» (Juan 18,36).

¡La respuesta habría sido totalmente distinta si se hubiera tratado de un ataque contra el islam! Uno podría imaginar cómo los musulmanes se habrían unido colectivamente en defensa de su religión si se hubiera tratado del «Corán Queer«.

Tal vez, y por desgracia, no debería sorprendernos tanto, dado el modo en que algunos están llevando a cabo el sínodo de Roma. Recordemos que el pasado mes de noviembre, a la luz del sínodo, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe publicó un documento en el que se leía: «Un transgénero -que además ha sido sometido a tratamiento hormonal y cirugía de reasignación de género- puede recibir el bautismo, en las mismas condiciones que los demás creyentes, si no se dan situaciones en las que exista el riesgo de generar escándalo público o desorientación en los fieles. En el caso de niños o adolescentes con problemas de transexualidad, si están bien preparados y dispuestos, pueden recibir el bautismo».

Como escribió el cardenal Raymond Leo Burke en el prefacio de The Synodal Process Is a Pandora’s Box: 100 Questions and Answers: «La sinodalidad y su adjetivo, sinodal, se han convertido en eslóganes tras los que se esconde una revolución para cambiar radicalmente la autocomprensión de la Iglesia, de acuerdo con una ideología contemporánea que niega mucho de lo que la Iglesia ha enseñado y practicado siempre».

La semana pasada, la Santa Sede publicó su Declaración Fiducia Supplicanssobre el sentido pastoral de las bendiciones– que anima, si no obliga, a los sacerdotes a conceder bendiciones formales a las parejas «del mismo sexo» para no impedir su acercamiento a Dios. El oxímoron de esto es que las parejas «del mismo sexo» que se presentan como tales no buscan la conversión sino, más bien, una aprobación de su estilo de vida público que Dios ha prohibido, lo que la bendición no litúrgica que pide la Declaración -toda bendición es litúrgica- valida.

Hemos recorrido un largo camino desde aquella Nochebuena de hace 800 años, hasta el punto de que san Francisco se revolvería en su tumba. 

Sin embargo, no debemos desanimarnos. Cristo ya ha ganado la victoria por nosotros con su Pasión, muerte y Resurrección. No debemos limitarnos a ser como los pastores que se apresuraron a ver al Rey recién nacido; debemos ser como san José, que, para proteger a su familia, tomó «al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto» (Mateo 2,14).

El padre Mario Alexis Portella es sacerdote de la catedral de Santa María del Fiore y canciller de la archidiócesis de Florencia, Italia. Nació en Nueva York y es doctor en Derecho Canónico y Derecho Civil por la Pontificia Universidad Lateranense de Roma. Es autor de Islam: Religion of Peace?-The Violation of Natural Rights and Western Cover-Up (Westbow Press, 2018).

Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana

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