(Mercaba.org)- La palabra adventus significa venida, advenimiento. Proviene del verbo «venir». Es utilizada en el lenguaje pagano para indicar el adventus de la divinidad: su venida periódica y su presencia teofánica en el recinto sagrado del templo. En este sentido, la palabra adventus viene a significar «retorno» y «aniversario». También se utiliza la expresión para designar la entrada triunfal del emperador: Adventus divi. En el lenguaje cristiano primitivo, con la expresión adventus se hace referencia a la última venida del Señor, a su vuelta gloriosa y definitiva. Pero en seguida, al aparecer las fiestas de navidad y epifanía, adventus sirvió para significar la venida del Señor en la humildad de nuestra carne. De este modo la venida del Señor en Belén y su última venida se contemplan dentro de una visión unitaria, no como dos venidas distintas, sino como una sola y única venida, desdoblada en etapas distintas. Aun cuando la expresión haga referencia directa a la venida del Señor, con la palabra adventus la liturgia se refiere a un tiempo de preparación que precede a las fiestas de navidad y epifanía. Es curiosa la definición del adviento que nos ofrece en el siglo IX Amalario de Metz: «Praeparatio adventus Domini». En este texto el autor mantiene el doble sentido de la palabra: venida del Señor y preparación a la venida del Señor. Esto indica que el contenido de la fiesta ha servido para designar el tiempo de preparación que la precede.
1. Ilustración histórica
La historia de este período de tiempo es sencilla. Parece fuera de discusión el origen occidental del adviento. A medida que las fiestas de navidad y epifanía iban cobrando, en el marco del año litúrgico, una mayor relevancia, en esa misma medida fue configurándose como una necesidad vital la existencia de un breve periodo de preparación que evocara, al mismo tiempo, la larga espera mesiánica. Habría que considerar también un cierto mimetismo litúrgico que invitaría a plasmar aquí lo que la cuaresma es a pascua. Más aún, la posible celebración del bautismo vinculada por algunas Iglesias de occidente a epifanía, especialmente en la Galia y España, motivaría también la institución de un tiempo de preparación catecumenal. Este último hecho, expresado aquí en términos de hipótesis, explicaría por qué el adviento aparece primeramente en la Galia y en España no como preparación a la solemnidad del 25 de diciembre, sino como preparación a la fiesta de epifanía.
Al principio ni siquiera se llama adviento. Es un tiempo de preparación a la fiesta de epifanía que dura tres semanas. Hay que anotar, sin embargo, que de esta primera fase original no se encuentra ningún rastro en los libros litúrgicos más antiguos. Más aún, estas tres semanas de preparación habría que entenderlas en el marco de la piedad y de la ascesis cristiana, al margen de estructuras litúrgicas consolidadas y estables, bien como acompañamiento de la comunidad a quienes se preparaban al bautismo, o bien como reacción contra los saturnales paganos, que tenían lugar precisamente durante esos días. A finales del siglo V comienza a dibujarse en la Galia una nueva imagen del adviento. No se trata ya de tres semanas, sino de un largo período de cuarenta días que daba comienzo a partir del día de san Martín (15 de noviembre) y se prolongaba hasta el día de navidad. Se trataba, pues, de una verdadera «cuaresma de invierno» o, como prefieren otros, «cuaresma de san Martín». En España, la evolución del adviento se orienta en el mismo sentido. Los libros litúrgicos, que reflejan la liturgia hispana del siglo VII, nos ofrecen un adviento de treinta y nueve días. Comenzaba el día de san Acisclo (17 de noviembre) y terminaba el día de navidad’.
A pesar de las evidentes afinidades entre la cuaresma y este adviento de cuarenta días, sería un error interpretar ambos períodos de tiempo con el mismo patrón. En ambos casos se trata de un período de preparación. Pero en adviento la práctica penitencial del ayuno no tuvo jamás la relevancia que tenía en cuaresma. Adviento, en esta segunda fase, venía a ser un tiempo consagrado a una vida cristiana más intensa y más consciente, con una asistencia más asidua a las celebraciones litúrgicas que ofrecían un marco adecuado a la piedad cristiana.
La institución del adviento no aparece en Roma hasta mediados del siglo VI. Los primeros testimonios los encontramos en los libros litúrgicos. Precisamente en el Sacramentario gelasiano. En una primera fase el adviento romano incluía seis domingos. Posteriormente, a partir de san Gregorio Magno, quedará reducido a cuatro. Y así ha llegado a nosotros.
Originariamente, el adviento romano aparece como una preparación a la fiesta de navidad. En ese sentido se expresan los textos litúrgicos más antiguos. A partir del siglo VII, sin embargo, al convertirse la navidad en una fiesta más importante, en competencia incluso con la fiesta de pascua, el adviento adquirirá una dimensión y un enfoque nuevos. Más que un período de preparación, polarizado en el acontecimiento natalicio, el adviento se perfilará como un «tiempo de espera», como una celebración solemne de la esperanza cristiana, abierta escatológicamente hacia el adventus último y definitivo del Señor al final de los tiempos. El adviento que hoy celebra la Iglesia ha mantenido esta doble perspectiva.
2. Espíritu y dimensión del adviento hoy
Toda la mística de la esperanza cristiana se resume y culmina en el adviento. Por otra parte, también es cierto que la esperanza del adviento invade toda la vida del cristiano, la penetra y la envuelve.
Hay que distinguir en el adviento una doble perspectiva: una existencial y otra cultual o litúrgica. Ambas perspectivas no sólo no se oponen, sino que se complementan y enriquecen mutuamente. La espera cultual, que se consuma en la celebración litúrgica de la fiesta de navidad, se transforma en esperanza escatológica proyectada hacia la parusía final. La espera, en última instancia, es única; porque la venida del Señor, aparentemente múltiple y fraccionada, también es única.
Las primeras semanas del adviento subrayan el aspecto escatológico de la espera abriéndose hacia la parusía final; en la última semana, a partir del 17 de diciembre, la liturgia del adviento centra su atención en torno al acontecimiento histórico del nacimiento del Señor, actualizado sacramentalmente en la fiesta.
3. Adviento y esperanza escatológica
La liturgia del adviento se abre con la monumental visión apocalíptica de los últimos tiempos. De este modo, el adviento rebasa los límites de la pura experiencia cultual e invade la vida entera del cristiano sumergiéndola en un clima de esperanza escatológica. El grito del Bautista: «Preparad los caminos del Señor», adquiere una perspectiva más amplia y existencial, que se traduce en una constante invitación a la vigilancia, porque el Señor vendrá cuando menos lo pensemos. Como las vírgenes de la parábola, es necesario alimentar constantemente las lámparas y estar en vela, porque el esposo se presentará de improviso. La vigilancia se realiza en un clima de fidelidad, de espera ansiosa, de sacrificio. El grito del Apocalipsis: «¡Ven, Señor, Jesús!», recogido también en la Didajé, resume la actitud radical del cristiano ante el retorno del Señor.
En la medida en que nuestra conciencia de pecado es más intensa y nuestros límites e indigencia se hacen más patentes a nuestros ojos, más ferviente es nuestra esperanza y más ansioso se manifiesta nuestro deseo por la vuelta del Señor. Sólo en él está la salvación. Sólo él puede librarnos de nuestra propia miseria. Al mismo tiempo, la seguridad de su venida nos llena de alegría. Por eso la espera del adviento, y en general la esperanza cristiana, está cargada de alegría y de confianza.
4. Adviento y compromiso histórico
La invitación del Bautista a preparar los caminos del Señor nos estimula a realizar una espera activa y eficaz. No esperamos la parusía con los brazos cruzados. Es preciso poner en juego todos nuestros modestos recursos para preparar la venida del Señor.
Los teólogos están hoy de acuerdo en afirmar que el esfuerzo humano por contribuir a la construcción de un mundo mejor, más justo, más pacífico, en el que los hombres vivan como hermanos y las riquezas de la tierra sean distribuidas con justicia, este esfuerzo —se afirma— es una contribución esencial para que el mundo vaya madurándose y preparándose positivamente a su transformación definitiva y total al final de los tiempos. De esta manera, la «preparación de los caminos del Señor» se convierte para el cristiano en una urgencia constante de compromiso temporal, de dedicación positiva y eficaz a la construcción de un mundo nuevo. La espera escatológica y la inminencia de la parusía, en vez de ser motivo de fuga del mundo o de alienación, deben estimularnos a un compromiso más intenso y a una integración mayor en el trabajo humano.
El adviento nos hace desear ardientemente el retorno de Cristo. Pero la visión de nuestro mundo injusto, marcado brutalmente por el odio y la violencia, nos revela su inmadurez para la parusia final. Es enorme todavía el esfuerzo que los creyentes debemos desarrollar en el mundo a fin de prepararlo y madurarlo para la parusía. Deseamos con ansiedad que el Señor venga, pero tememos su venida porque el mundo aún no está preparado para recibirlo. El cielo nuevo y la tierra nueva sólo se nos aparecen en una lejana perspectiva.
5. El adviento entre el acontecimiento de Cristo y la parusía
La venida de Cristo y su presencia en el mundo es ya un hecho. Cristo sigue presente en la Iglesia y en el mundo, y prolongará su presencia hasta el final de los tiempos. ¿Por qué, pues, esperar y ansiar su venida? Si Cristo está ya presente en medio de nosotros, ¿qué sentido tiene esperar su venida?
Esta reflexión nos sitúa frente a una tremenda paradoja: la presencia y la ausencia de Cristo. Cristo, al mismo tiempo, presente y ausente, posesión y herencia, actualidad de gracia y promesa. El adviento nos sitúa, como dicen los teólogos, entre el «ya» de la encarnación y el «todavía no» de la plenitud escatológica.
Cristo está, sí, presente en medio de nosotros; pero su presencia no es aún total ni definitiva. Hay muchos hombres que no han oído todavía el mensaje del evangelio, que no han reconocido a Jesucristo. El mundo no ha sido todavía reconciliado plenamente con el Padre. En germen, sí, todo ha sido reconciliado con Dios en Cristo, pero la gracia de la reconciliación no baña todavía todas las esferas del mundo y de la historia. Es preciso seguir ansiando la venida del Señor. Su venida en plenitud. Hasta la reconciliación universal, al final de los tiempos, la esperanza del adviento seguirá teniendo un sentido y podremos seguir orando: «Venga a nosotros tu reino».
Lo mismo ocurre a nivel personal. En el hondón más profundo de nuestra vida la luz de Cristo no se ha posesionado todavía de nuestro yo más intimo; de ese yo irrepetible e irrenunciable que sólo nos pertenece a nosotros mismos. Por eso, también desde nuestra hondura personal debemos seguir esperando la venida plena del Señor Jesús.
6. Actualización de la venida del Señor y esperanza
Nuestra esperanza, abierta de este modo hacia las metas de la parusía final, durante los últimos días de adviento se centra de manera especial en la fiesta de navidad. En esa celebración, en efecto, se concentra y actualiza, a nivel de misterio sacramental, la plenitud de la venida de Cristo: de la venida histórica, realizada ya, de la cual navidad es memoria, y de la venida última, de la parusía, de la cual navidad es anticipación gozosa y escatológica.
Por eso nuestra espera no es una ficción provocada por cualquier sistema de autosugestión psicológica o afectiva. Esperamos realmente la venida del Señor porque tenemos conciencia de la realidad indiscutible de su venida y de su presencia en el marco de la celebración cultual de la fiesta. Al nivel del misterio cultual —que es nivel de fe— se aúnan y actualizan el acontecimiento histórico de la venida de Cristo y su futura parusía, cuya realidad plena sólo tendrá lugar al final de los tiempos.
No solamente en navidad; en cada misa, en el «ahora» de cada celebración eucarística, se actualiza el misterio gozoso de la venida y de la presencia salvífica del Señor entre nosotros. Nuestra espera tiene, pues, un sentido. La explosión de gracia y de luz que tiene lugar en la fiesta de navidad es como el punto culminante de la espera, en el que ésta se consuma y culmina plenamente.
7. El misterio de Cristo en el tiempo: hasta que él venga
Pero la venida de Cristo, efectuada en la esfera del misterio cultual, no es plena ni definitiva. La provisionalidad es una de sus notas características. Sólo la parusía final tendrá carácter definitivo y total. Sólo entonces aparecerán el cielo nuevo y la tierra nueva de que habla el Apocalipsis. Hasta entonces es preciso repetir, reiterar una y otra vez la experiencia de su venida al nivel del misterio. Así este continuo esperar y este continuo experimentar, un año tras otro, los efectos de su venida y de su presencia irán madurando la imagen de Cristo en nosotros.
La repetición cíclica de la experiencia cultual del adviento y de la navidad, más que la imagen de un movimiento circular cerrado en sí mismo, donde siempre se termina en el punto cero que constituyó el punto de partida, nos sugiere la imagen del círculo en forma de espiral donde cada vuelta supone un mayor grado de elevación y de profundidad. Así, cada año nuestra espera es más intensa y más ardiente, y nuestra experiencia de la venida del Señor más profunda y más definitiva. De este modo, cada año la celebración litúrgica del adviento constituye para nosotros un verdadero acontecimiento, nuevo e irrepetible.
8. Los modelos de la espera mesiánica
Durante el adviento, la Iglesia pone en nuestros labios las palabras ardientes, los gritos de ansiedad de los grandes personajes que a lo largo de la historia santa han protagonizado más intensamente la esperanza mesiánica. No se trata de remedar artificialmente la actitud interior de estos hombres, como quien representa un personaje en una obra de teatro. La espera continúa. La salvación mesiánica no es todavía una realidad plena. Por ello, esos grandes hombres siguen siendo hoy día como los portavoces en cuyo grito de ansiedad se encarna todo el ardor de la esperanza humana.
El primero de estos protagonistas es Isaías. Nadie mejor que él ha encarnado tan al vivo el ansia impaciente del mesianismo veterotestamentario a la espera del rey mesías. Después Juan Bautista, el precursor, cuyas palabras de invitación a la penitencia, dirigidas también a nosotros, cobran una vigorosa actualidad durante las semanas de adviento. Y, finalmente, María, la Madre del Señor. En ella culmina y adquiere una dimensión maravillosa toda la esperanza del mesianismo hebreo.
La espera continúa. Continuará hasta el final de los tiempos. Hasta entonces, Isaías, Juan Bautista y María seguirán siendo los grandes modelos de la esperanza, y en sus palabras seguirá expresándose el clamor angustioso de la Iglesia y de la humanidad entera ansiosa de redención.
Por José Manuel Bernal Llorente en Mercaba.org
Para vivir el Año litúrgico, Ed. Verbo Divino, 1998
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dios creo las plantas para curar y doto a las plantas de esa solucion las plantas lo curan todo
Cuando hay una enfermedad en una zona las plantas crean soluciones,yo he visto a perros oue cuando estavan malos comian plantas es un misterio de dios y la naturaleza hay plantas sagradas en algunas culturas por sus cualidades.
Xomo se enteran las plantas de las enfermedades es un misterio en chernovil oue existe mucha radiacion las plantas han sobrevivido seguramente esas plantas han creado alguna sustancia anti cancerigena,hay mucho por investigar sobre todas las plantas del mundo y tambien por esperimentar inocular enfermedades a planta y ver oue solucion crean ellas por oue las plantas se adaptan a todo.
Bergoglio deberia buscar alguna planta que le quite la tontería herética que tiene.
A vuelto a omitir nombrar a la Stma Trinidad y la Señal de la Cruz cuando dio una bendición al concluir su visita a la Cittadella della Carità, para conmemorar el 40 aniversario de la Caritas Diocesana de Roma.
Ver el vídeo: en el minuto 45.28
https://www.youtube.com/watch?time_continue=2&v=PfQywg5ZIoI&feature=emb_logo
¿Adonde lleva a la Iglesia?
«Dios […] dijo: «Que produzca la tierra toda clase de plantas»» (Génesis 1: 10, 11)
También les dijo: Yo les doy de la tierra todas las plantas que producen semilla y todos los árboles que dan fruto con semilla; todo esto les servirá de alimento. Génesis 1:29
Siempre hablamos del genesis por que con el papa francisco es como si empezara el genesi y asi hablamos de la creacio es una nueva epoca para la iglesia catolica.
El nuevo genesis podria ser todo lo oue escribi,pero lamentablemente se borro todo solo oueda lo oue escribi en infovticana
Es de mi amigo Carmelo Erdozáin, buen sacerdote pamplonés. La Virgen sueña caminos
La Virgen sueña caminos,
está a la espera;
la Virgen sabe que el Niño
está muy cerca.
De Nazaret a Belén
hay una senda,
por ella van los que creen
en sus promesas.
Los que soñáis y esperáis
la Buena Nueva,
abrid las puertas al niño,
que está muy cerca.
El Señor cerca está,
Él viene con la paz.
El Señor cerca está,
Él trae la verdad.
En estos días del años,
el pueblo espera
que venga pronto el Mesías
a nuestra tierra.
En la ciudad de Belén
llama a las puertas,
pregunta en las posadas
y… no hay respuesta.
La tarde ya lo sospecha:
está alerta.
El sol le dice a la luna
que nos se duerma.
A la ciudad de Belén
vendrá una estrella,
vendrá con todo el que quiera
cruzar fronteras.
Rorate caeli desuper, et nubes pluant iustum.
Ne irascaris Domine, ne ultra memineris iniquitatis:
ecce civitas Sancti facta est deserta:
Sion deserta facta est: Jerusalem desolata est:
domus sanctificationis tuae et gloriae tuae,
ubi laudaverunt te patres nostri.
Rorate caeli desuper, et nubes pluant iustum.
Consolamini, consolamini, popule meus:
cito veniet salus tua:
quare maerore consumeris, quia innovavit te dolor?
Salvabo te, noli timere, ego enim sum Dominus Deus tuus,
Sanctus Israel, Redemptor tuus.
Rorate caeli desuper, et nubes pluant iustum.
Peccavimus, et facti sumus tamquam immundus nos,
et cecidimus quasi folium universi:
et iniquitates nostrae quasi ventus abstulerunt nos: abscondisti faciem tuam a nobis,
et allisisti nos in manu iniquitatis nostrae.
Rorate caeli desuper, et nubes pluant iustum.
Vide Domine afflictionem populi tui,
et mitte quem missurus es:
emitte Agnum dominatorem terrae,
de Petra deserti ad montem filiae Sion:
ut auferat ipse iugum captivit
Muy bonita poesía.
Y sí, la próxima navidad, que nos llena de felicidad, suele alterar a los malvados, como al asesino Herodes.
Supo que venía un Rey y se descontroló. Cada año que pasa, su venida real es inminente y eso, descontrola al mal. Tal vez es lo que nos tiene en caos, – que ya viene Nuestro Señor – Ya no solo en la Santa Eucaristía, donde El está realmente presente, ya no en una mera tradición, que ponemos con gran júbilo nuestros «belenes», ya esperamos que recuerde su promesa, y la lleve a cabo
!! «Ven, Señor no tardes, ven que te esperamos, ven pronto Señor»!!
La institución del tiempo sagrado de Adviento tiene mucha antigüedad. La encontramos mencionada en torno al siglo V como un momento del año litúrgico destinado a la preparación de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo secundum carnem. El Adviento señala además el inicio del año litúrgico, y nos permite aprovechar la oportunidad para seguir la voz de la Iglesia con santos propósitos.
Attende Domine, et miserere, quia peccavimus tibi.
Ad te Rex summe,
omnium Redemptor,
oculos nostros
sublevamus flentes:
exaudi, Christe,
supplicantum preces.
Dextera Patris,
lapis angularis,
via salutis,
ianua caelestis,
ablue nostri
maculas delicti.
Rogamus, Deus,
tuam maiestatem:
auribus sacris
gemitus exaudi:
crimina nostra
placidus indulge.
Tibi fatemur
crimina admissa:
contrito corde
pandimus occulta:
tua, Redemptor,
pietas ignoscat.
Innocens captus,
nec repugnans ductus;
testibus falsis
pro impiis damnatus
quos redemisti,
tu conserva, Christe.
Attende Domine, et miserere, quia peccavimus tibi.
Español, traducción blog El Atril
Escucha, Señor y ten misericordia porque hemos pecado contra Ti.
A Ti, Rey soberano, Redentor de todos levantamos nuestros ojos en llanto; escucha, Cristo, las plegarias de los que te suplican.
Oh diestra del Padre, piedra angular, camino de la salvación y puerta del cielo: lava las manchas de nuestros delitos.
Rogamos oh Dios, a tu majestad: con
Marco Tosatti recoge en su blog Stilum Curiae la Meditación sobre el Adviento del Arzobispo Carlo Maria Viganò. Una maravilla. A nadie le dejará indiferente. Agradecería a Infovaticana que también la recogiera, como preparación para la Navidad, que ya está a las puertas.