(The Catholic Herald/Gavin Ashenden)-En una reciente entrevista concedida al periodista Christopher Lamb, el prominente intelectual católico y biógrafo del Papa Francisco, Austin Ivereigh ha expresado su preocupación por la influencia las opiniones de los ex anglicanos sobre el proceso sinodal.
El propio Austin Ivereigh está muy implicado en el Camino Sinodal. Ha sido uno de los redactores que han elaborado la síntesis de las aportaciones de la experiencia en Inglaterra. Ivereigh está alarmado por las contribuciones al informe de ex anglicanos que han advertido sobre los peligros de consultar a personas que no conocen ni practican la fe.
Al presentar y justificar las preocupaciones de Ivereigh, Lamb reclama para quienes han redactado los informes del Camino Sinodal nada menos que la presencia directa y la inspiración del Espíritu Santo:
«El informe no es una encuesta de opinión ni un ejercicio sociológico, sino un ejercicio de escucha del Espíritu Santo que insta al Pueblo de Dios -laicos, clero y obispos- a seguir ‘caminando juntos’ por el camino sinodal, a pesar de los obstáculos«.
Esto plantea, para todos nosotros, la cuestión de si podemos distinguir entre un ejercicio de escucha, y un ejercicio de «escucha del Espíritu Santo».
Aunque es clave para tener confianza en el proceso, los defensores de este enfoque no explican cómo pueden estar tan seguros de que las conversaciones y los ejercicios de escucha propuestos pueden garantizar la presencia y la inspiración del Espíritu Santo.
De hecho, es ahí donde los ex anglicanos creen que pueden ofrecer alguna ayuda. Porque en el mundo del anglicanismo, una parte esencial de la conquista sociológica de la iglesia por parte de la izquierda iba casi siempre acompañada de la promesa de que el Espíritu Santo era parte del proyecto. Resultó que al final del proceso los progresistas habían confundido el espíritu de la época con el Espíritu Santo. Después de haber visto cómo se utilizaba esta estratagema con un efecto tan divisivo y destructivo, los ex anglicanos esperan compartir su experiencia sobre el peligro que esto constituye para la integridad de la Iglesia.
El problema parece provenir del hecho de que el Camino Sinodal ha adoptado una cosmovisión teológica de un tipo muy particular. En el ámbito de la espiritualidad histórica podríamos distinguir una variedad de diferentes aspectos de la comunidad eclesial; clérigos y laicos, religiosos y seculares; obedientes y desobedientes; fieles e infieles; observantes y nominales; éticos y amorales; pietistas y activistas, etc.
Pero el Camino Sinodal ha configurado (si eres de sus partidarios, o ha amañado si eres de sus críticos) la conversación de antemano imponiendo las categorías de «excluidos» e «incluidos». Estas pretenden ser variantes de aquellos que tienen poder y de los que no lo tienen. Una perspectiva más fiel a las tradiciones de la Iglesia expresaría más interés en las categorías de los que tienen o no tienen fe en lugar de los que tienen o no tienen poder.
Nos hemos salido del ámbito de la espiritualidad cristiana para entrar en el del juego de poder marxista. El Camino Sinodal se ha convertido en un estudio sobre la «alienación». Hemos vuelto al mundo de la política de identidades, donde el grupo al que perteneces tiene prioridad sobre tu virtud personal (o tu falta de ella). Si estás marginado, alienado, excluido, entonces estamos contigo.
El manual o vademécum del proceso sinodal lo dice así:
«La participación generalizada es una parte importante del proceso diocesano, sin excluir a nadie. Debemos llegar personalmente a las periferias, a los que han abandonado la Iglesia, a los que rara vez o nunca practican su fe, a los que experimentan pobreza o marginación, a los refugiados, a los excluidos, a los que no tienen voz, etc.»
El juego se delata. Se trata de categorías sociológicas, no eclesiales o espirituales. ¿Cómo constituye la Iglesia alguien que ha dado deliberadamente la espalda a la Iglesia, o que se niega a practicar su fe? ¿No tiene capacidad de acción, ni voluntad, ni responsabilidad?
Pero en el mundo marxista de la sociología, la responsabilidad y la elección son menos importantes que el victimismo. Y el espíritu de la sociología exige que sean incluidos para remediar su alienación y su impotencia. Así, las categorías de interés son «pobres, marginados, refugiados, excluidos y sin voz». Esto es más Marx que Jesús, más zeitgeist que Espíritu Santo.
¿Importa si la órbita de los excluidos va más allá de los confines de la Iglesia? Los autores del Camino Sinodal creen que no. Describen las ambiciones del proceso de escucha para incluir»
«la comunidad más amplia, en particular los que están en los márgenes de la sociedad, así como los cristianos y los no cristianos«.
Este es un factor importante. Porque Austin Ivereigh insiste en que el problema de los ex anglicanos es que no entienden que el catolicismo implica una conversación entre los que constituyen el sensus fidelium:
«El proceso sinodal en Inglaterra y Gales ha demostrado que muchos antiguos anglicanos tienen problemas para comprender la naturaleza de la sinodalidad católica, que es más parecida a los procesos de discernimiento eclesial que al gobierno de la Iglesia de Inglaterra, que tiene poderes delegados por el Parlamento del Reino Unido.»
«Mientras que los sínodos de la Iglesia de Inglaterra son «deliberativos», en la tradición católica, los sínodos son consultivos, con decisiones tomadas por los obispos con y bajo el Papa después de escuchar atentamente al Espíritu que habla a través del sensus fidelium.»
Tiene razón, por supuesto. No hay ningún proceso legislativo en este Sínodo. Pero los anglicanos, a pesar de las ansias del Sr. Ivereigh, saben distinguir la diferencia entre consulta y legislación. No es muy difícil.
De hecho, los antiguos anglicanos están haciendo preguntas que pertenecen en gran medida al sensus fidelium.
Afortunadamente, éste está definido en el Catecismo:
«La totalidad de los fieles […] no puede equivocarse en la fe. Se manifiesta esta propiedad suya, tan peculiar, en el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo: cuando desde los obispos hasta el último de los laicos cristianos» muestran su consentimiento en cuestiones de fe y de moral» (Catecismo de la Iglesia Católica, 92).
Lo que el Sr. Ivereigh aún no ha explicado es cómo los que no practican, los que han dejado la Iglesia y, de hecho, no son cristianos, constituyen el sensus fidelium al que se refiere el Catecismo.
La realidad es que los ex anglicanos ya han visto esta trampa en acción. Forma parte de la espiritualidad de los progresistas. En pocas palabras, envuelven el contenido cuasi-marxista en una manta de confort espiritual y luego hablan mucho del Espíritu Santo.
Así lo hace el cardenal Grech, secretario general del Sínodo de los Obispos. Explicando los principales objetivos y características del proceso sinodal, lo describió como “un proceso espiritual que requiere escuchar tanto al Espíritu Santo como a todos los demás«.
Entre los que están advirtiendo de esto destaca Monseñor Nazir-Ali. Precisamente con el sensus fidelium en mente, se dirigió a la Federación de Conferencias Episcopales de Asia el pasado 28 de octubre en Bangkok, Tailandia. Sugirió que las consultas sinodales tienen sus límites, señalando que los consultados «necesitan ser catequizados, quizás incluso evangelizados«, de lo contrario, ¿cómo constituyen exactamente el Sensus Fidelium?
Un ejercicio cuasi terapéutico, inclusivo y de justicia social, que invoca el zeitgeist ofreciendo empoderamiento e inclusión a los radicalmente marginados y sin voz, sería un excelente ejercicio sociológicamente coherente de relevancia política y búsqueda de justicia. El Camino Sinodal está sentando las bases para un proceso de este tipo.
Los ex anglicanos querrían asegurar al Sr. Ivereigh que no sólo saben distinguir entre legislación y consulta, sino que quieren ofrecer humildemente una advertencia.
Hemos visto un proceso similar de «caminar juntos en modo consultivo en el marco de en una narrativa sociológica» cuyo resultado fue la división, la desmoralización, el empobrecimiento espiritual, la incoherencia teológica, la disminución de la fe, la apostasía y un deterioro fatal de la Iglesia. Y amando a la Iglesia católica como lo hacemos, siendo fieles a su integridad como lo somos, desearíamos evitar ahora el mismo resultado.
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Tienen razón los exanglicanos al advertirnos del derrotero catastrófico que puede seguir el camino sinodal.
¿ Qué puede aportar un ateo o un pagano bautizado que ha perdido la fe? Sólo confusión y división.
Esto se va a convertir , al paso que vamos , en una merienda de negros.
Vienen curados de espanto, y reconocen caminos diabólicos porque antes ya los recorrieron ellos. Normal que avisen del verdadero objetivo del camino sinodal: un torpedo en la línea de flotación de la Iglesia.
Es como si los pastored piden que que se considere la opinión de la manada de lobos a la hora de decidir cómo cuidar el rebaño.
Por otro lado, ninguno de ellos cree en el diablo
El sínodo de la sinodalidad es una trampa en la que nos ha metido Francisco. Él no es tonto, y sabía lo que iba a pasar; lo ha hecho a propósito.
Leer El mito de la Nueva Cristiandad de Leopoldo Palacios contra Maritain y las ideas de Montini.
De risa… los ex anglicanos, con justa razón, informan al lioso Bergoglio de los riesgos y peligros del Sínodo de la sinodalidad… nada menos a quien ha diseñado, Bergoglio, la introducción del Camino Sinodal alemán a través del Sínodo de la sinodalidad dentro de toda la Iglesia Universal… De carcajada… está bien que lo hagan, y que lo divulguen, pero ya no es tiempo sólo de denuncias sin acción…
Bien por los ex-anglicanos.