(Rino Cammilleri en Il Timone)–Anton Durcovici, a pesar de las amenazas, durante la persecución anticristiana rumana no abandonó su misión de pastor. Por esto acabó en una de las cárceles más horribles del mundo.
Puede que los recursos naturales del planeta se están agotando. Puede ser. Pero hay una materia prima que abunda, y es la carne humana. Como bien saben los que dicen que somos demasiados y a los que Chesterton invitaba a dar ejemplo quitándose de en medio. Pero, lo sabemos, el exceso siempre lo constituyen los demás. Y los demás, desde Robespierre en adelante, son los que creen en Dios, un Dios que ama cada vida humana. En la historia, los campeones absolutos de la eliminación del exceso han sido, y son, los comunistas. De estos, por qué será, los más diligentes eran los pertenecientes a los satélites de la URSS, tal vez para hacerse merecedores del Politburo soviético. Sin embargo, el Mal es, al mismo tiempo, trágico y grotesco, como en el caso que contaremos a continuación. En el que el dinero y el esfuerzo son utilizados cuando habría sido suficiente con pegar un tiro en la nuca. Hablamos de Anton Durcovici, obispo católico de rito latino en Rumania en la época de la tristemente célebre Securitate.
Estudios de filosofía, teología y derecho canónico
Nació en Austria en 1888, de madre austriaca y padre croata en la época en la que el Imperio de Ausburgo englobaba a media Europa. Tenía seis años cuando, muerto su padre, la madre se mudó con sus hijos a Rumania, donde había encontrado trabajo con algunos familiares. El arzobispo de Bucarest pronto se fijó en Antón, que tenía una inteligencia superior, y del que intuyó la vocación. De hecho, quemó etapas y, después del seminario, fue enviado a Roma donde se doctoró en filosofía, teología y derecho canónico. En 1910 fue ordenado sacerdote.
De vuelta en su patria, cuando estalló la Gran Guerra fue internado como enemigo potencial por ser austriaco. Dos años prisionero, en los que cogió el tifus, cuyas secuelas arrastró para el resto de su vida. Acabada la guerra se convirtió en rector del seminario de Bucarest y, al cabo de pocos años, se encontró siendo vicario general tras la dimisión del arzobispo. Llegó la otra guerra y llegaron los comunistas.
En Rumania había varios cristianismos: había protestantes, ortodoxos, greco-católicos y católicos tout court. Y él era el jefe de estos últimos. Es decir, a los ojos de los comunistas, los más directos emisarios de una «potencia extranjera» e ideológicamente hostil, el Vaticano. El primer acercamiento fue un clásico: se invitó encarecidamente a Durcovici a que se distanciara de la Santa Sede y se sometiera al régimen. En resumen, la habitual «Iglesia de Estado», antigua obsesión de Robespierre en adelante: la rama cortada se seca antes. La invitación estuvo acompañada con una pistola apuntando a la cabeza, a saber: un documento en el que tres de sus sacerdotes, chantajeados quién sabe cómo, enumeraban una serie de supuestas fechorías del vicario. Pero estas delaciones debían ser tan carentes de fundamento que las autoridades prefirieron obviarlas para no quedar en ridículo.
Sin embargo, mientras tanto, Roma no estuvo ausente y la situación rumana, en los límites de lo posible, estaba siendo monitorizada. Pío XII hizo el movimiento justo: nombró a Durcovici obispo de Iasi, la capital de Moldavia. La consagración tuvo lugar en Bucarest en 1948. Es verdad que no era una gran ayuda, pero así se advertía a los comunistas: hacer desaparecer a un vicario es una cosa, pero hacer desaparecer al primado de una capital, otra muy distinta. En este último caso, ¿podría el régimen soportar el eco internacional de un golpe de mano? Repetimos: como acción, no era gran cosa, pero no se podía hacer nada más en ese momento. Aunque mejor eso que nada.
Malquerido al orden «democrático»
Efectivamente, el régimen tuvo que replantearse su estrategia, prepararse y esperar el momento oportuno para atacar. A partir de ese momento el obispo Durcovici estuvo bajo vigilancia, día y noche, con cambios de centinela y testigos. En resumen, toda una sección de la Securitate rumana estaba destinada a seguirle. También cuando realizaba visitas pastorales a las aldeas más remotas había alguien que no lo perdía de vista y otro que estenografiaba con todo detalles sus discursos y sus homilías. Tras la Caída del Muro y el régimen de Nicolae Ceausescu, de los archivos surgieron unos informes cuya lectura no se sabe si causa risa o llanto. En sus discursos y homilías el obispo no hacía más que reiterar la doctrina católica, pero para la policía secreta esto excitaba el fanatismo de las masas campesinas, cuya ancestral tendencia a la superstición religiosa era bien conocida. Y todo ello instigaba a socavar el orden democrático.
Ya, cuanto más democráticos eran, y son, más insistían con el adjetivo «democrático» y más tiránicos, oligárquicos y despóticos eran. Y son.
Pues bien, en el caso de Durcovici la compleja gestación duró no más de un año y el 26 de junio de 1949 se puso en marcha la operación. El obispo se estaba dirigiendo al cercano pueblo de Popesti Leordeni acompañado por un sacerdote para celebrar las confirmaciones. Con el clásico sistema del abordaje en una carretera desierta, un coche anónimo bloqueó al del obispo, que fue detenido junto a su ayudante. Mientras tanto, la Central enviaba despachos a su sección regional de Iasi para obtener documentación sobre las actividades «antidemocráticas» del obispo arrestado; con este fin, no dudó en recurrir a las declaraciones de los sacerdotes ya detenidos. Ciertamente, hubiera sido mejor si las declaraciones hubieran sido de primera mano, es decir, del obispo encarcelado. Pero en dos años de prisión no hubo manera de sonsacarle nada que fuera comprometedor. Así, en septiembre de 1951 se tomó una decisión que fue la vuelta de tuerca: Durcovici fue trasladado a la prisión de Sighetu Marmatiei, la más terrible de todas.
El funeral entre los escombros
El director, Vasile Ciolpan, recibió la orden de meterlo en una celda común. Es decir, junto a los demás. ¿Disidentes? No, delincuentes comunes. Esto implicaba dos ventajas: uno, la presión psicológica sobre el prelado; dos, un delincuente común puede convertirse en un espía con poco gasto, basta incluso un paquete de cigarrillos. Además, también hay que estar atento a lo que dice en sueños. Pero el obispo no tenía nada que ocultar, ni destacó por expresar rencor e ira hacia quienes lo habían encerrado allí. Lo que pasaba es que tenía 63 años y era un ex tísico que no había llegado a curarse del todo. Al poco tiempo estaba apagándose. Cuando se dieron cuenta de que le faltaba poco para morir, le dieron el empuje final. Lo pusieron en aislamiento, en la celda número 13, para que nadie viera de qué moría. Y al final murió, probablemente de hambre. El sacerdote detenido al que se le encargó que se llevara el cadáver en la carretilla de la basura gritó que había muerto. Lo hizo en francés, para que solo lo entendiera quien debía. No sabemos si algún carcelero sabía francés y si el enterrador fue castigado a su pesar. No sabemos tampoco en qué fecha murió exactamente el mártir. Tal vez fue el 11 de diciembre de 1951. Obviamente, el funeral, entre la basura, se celebró por la noche. Quién sabe por qué. ¿Qué temían? ¡Bah!, misterios del comunismo.
Publicado por Rino Cammilleri en Il Timone
Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana
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Los tradicionalistas ahora son perseguidos y volverán a las catacumbas. El Sacrificio Perpetuo será prohibido como dicen los Santos Padres.
Si hubiera sido asesinado , bajo la jurisdicción
del reich, se cargan las tintas, pero aquí se pasa de puntillas.
¿Se puede decir que el El Papa Francisco es un delincuente?
Si Francisco se atreve a llamar a los sacerdotes delincuentes porque a veces no podemos absolver al penitente, se supone que también, y con más motivo podemos decir que el Papa Francisco es un delincuente, porque la norma que no nos permite dar la absolución en ciertos casos, es la norma que goza de la aprobación del Papa que no la ha derogado. Luego él es el primer responsable de que no podamos absolver en ciertos casos.
Pero es que, ni siquiera el Papa puede disponer que se absuelva siempre, porque fue Nuestro Señor el que el domingo de Pascua dijo a los sacerdotes: «A quienes les perdonéis los pecados les quedarán perdonados, a quienes se los retengáis les quedarán retenidos.» (Jn 20,23)
Lo dicho por Francisco es un disparate. Su obligación es retractarse, pues si no lo hace, confirmará que piensa lo que ha dicho (cosa que va contra la doctrina de la Iglesia).
Además, esa forma insultante de hablar por parte de Francisco, demuestra nulo respeto hacia los sacerdotes.
¡Francisco dimisión!
Este comentario no es de este artículo sino del que da la noticia de que el Papa nos ha llamado delincuentes por no poder absolver a los penitentes en determinadas circunstancias.
Se puede llamar hereje?
Sería bueno que para contextualizar todo lo que pasaba en el telón de acero hablaseis alguna vez del disgusto que tuvo Pío XII cuando se enteró en qué estaba metido su secretario de estado monseñor Montini y su amigo el comunista monseñor Tondi.
Había por lo visto una mafia de curas delatores con sede en el Vaticano que daba órdenes contrarias a Pío XII. ¿Qué sería lo que descubrió para apartarlo del Vaticano, ponerlo de arzobispo de Milán y prohibir que fuese nombrado cardenal?
Montini estaba chantajeado por ser homosexual y colaboró con los comunistas. Ver la revista Chiesa Viva en Internet. Ahi están las pruebas
Pío XII estuvo enfermo demasiado tiempo y no pudo hacer limpieza. El Concilio Vaticano II no sale de golpe sino con los obispos y teólogos de Pío XII.
Recemos para que Dios nos dé prelados valientes, como Anton Durcovici, para luchar contra esta nueva dictadura
La Qui Pluribus de Pío IX condenó el comunismo definiéndolo como «nefasta doctrina» y contraria al «derecho natural.»
Llama la atención que en muchos paises se prohibe el nacional socialismo y en cambio no se prohibe el comunismo, a pesar de que no se queda atrás en sus tropelías (incluso ha causado más muertos).
Depender tanto de la personalidad de cada Papa es un mal para la Iglesia. De aquí que tantos estén apegados a la personalidad de Juan Pablo II o a la de Pío XII. El Papa es el vicario de Jesucristo pero para conservar la Tradición. No para cada uno crear una nueva iglesia.
Sacerdote Católico habla de un documento pontificio, no de la personalidad de nadie o si le gusta un Papa u otro.
Sacertote Católico y Sacerdote Mariano hablan muy santamente pero aquí algunas personas están apegadas a la personalidad de algunos papas que determinaron una época como ahora la personalidad de Francisco determina lo actual.
No es bueno que la Iglesia dependa tanto de la personalidad de cada papa.
Los papas deben conservar la Tradición.
Eso ya lo ha dicho. Porque lo repita más veces no va a guardar relación con lo dicho por ninguno de ambos sacerdotes, que no han tocado ni de soslayo nada relacionado con la personalidad de ningún Papa, sino que se ha citado una encíclica: la primera de Pío IX, en la que condenó el comunismo, que es de lo que trata este artículo.
Perdón: Pío XI, no Pío IX.
No me refiero a estos buenos sacerdotes sino a que Francisco persigue a muchos según su ideología y sería mejor papas fieles a la Tradición.
Que los que luchan contra Bergoglio tomen nota…