Hoy comienza la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, motivo suficiente para que la Comunidad de Lanceros se haya reunido también en asamblea cuasi-plenaria para comentar cómo están las cosas por Añastro.
Nuestros corresponsales dentro de lo que antes se llamaba Casa de la Iglesia hablan de la difícil situación que se vive con un Presidente de la Conferencia Episcopal, el todopoderoso Omella, que ha vuelto de Roma con los deberes hechos y las consignas marcadas. Por los pasillos, en los últimos días, no se le oye otra cosa que decir: “Eso lo quiere el papa, esto lo manda el papa y nosotros tenemos que hacer lo que dice el papa”.
Omella sabía que la Asamblea plenaria de esta semana se le ponía cuesta arriba. Durante semanas los obispos habían emitido señales de gran descontento por las formas con las que Omella toma las decisiones y por los bandazos en su gestión. Con un Argüello contando los días que le quedan de secretario, y con Osoro dedicado a criticar a Omella, era necesario buscar una salida digna.
La única que le quedaba al Presidente de la Conferencia Episcopal era ir corriendo a Roma para recibir instrucciones y así acallar todo intento de revuelta en un episcopado de por sí temeroso. Una visita a la que sumó inicialmente al obispo secretario para tener un testigo que cargara con las consignas.
Han pasado ya varios años desde que Omella fuera elegido presidente de la Conferencia Episcopal Española. Tiempo suficiente para que los obispos comprueben la naturaleza conspiradora de un presidente que resuelve con chanzas, chascarrillos y gracietas los debates. Acostumbrado a decir lo que quiere a cada uno, son clásicas sus querencias con el gobierno social-comunista, el más anticristiano desde la Segunda República.
Lo que sostienen algunos miembros de esta comunidad es que a Omella la Conferencia Episcopal le interesa tanto en cuanto la utiliza para su diseño de nombramientos de obispos, que es en lo que está trabajando de verdad desde hace tiempo con las sugerencias de su asesor áulico, el jesuita del gran poder.
Así se entiende su enfrentamiento con el arzobispo de Madrid, porque no acepta sus candidatos. Celos y competencias entres quienes dicen que son los hombres del papa en España.
Los problemas crecen. El caso de la investigación de la pederastia en la Iglesia es un ejemplo de la errática forma de gobierno de la actual cúpula de la Conferencia Episcopal.
La decisión de encomendar el trabajo al despacho de abogados Cremades&Calvo Sotelo fue tomada sin consultar a los obispos y sin que se tuviera claro su modo de trabajo. Un despacho que fue presentado y avalado por el arzobispo de Madrid, Osoro, que contó con el apoyo del obispo auxiliar Argüello, con más buena intención que otra cosa.
Omella no tardó un mes en recibir a la asociación de víctimas de la pederastia fundada por su amigo, el senador socialista Juan Cuatrecasas, sin haber informado ni a los obispos, ni al despacho al que le había encargado la investigación.
Habrá que esperar a lo que pase esta semana para comprobar cómo Omella impone el silencio a los obispos en la Conferencia Episcopal. Y para ver cómo los obispos agachan la cabeza.
Diego Lanzas
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Que Omella diga: «Eso lo quiere el Papa, esto lo manda el Papa y nosotros tenemos que hacer lo que diga el Papa», demuestra que trata a Francisco como si fuera el líder de una secta.
Es probable que este obispo sea masón, y que Bergoglio sea grado 33.
Hubiera dicho: «Hay que obedecer a Nuestro Señor Jesucristo y hacer lo que nos manda».
Vaya uno a saber qué castigo se impone por desobedecer.
Cargan pesada cruz los obispos. Lo mismo la Iglesia, pues éso de que sigan buscando abusos es ya un abuso.
“Que tenemos que hacer lo que diga el Papa”, ese es el camino sinodal que propone Bergolio y del que tanto habla Omella y algunos más. Tomar el pelo es lo que hace Omella-Arana. Destruir al pueblo cristiano.
El trio Bergoglio-Omella-Arana es más dañino para la Iglesia que 100 Dioclecianos juntos
Ejemplo de clericalidad ultramontana
Siempre ha hecho gala de ser todo un demócrata… Por eso, no me extraña nada.
Urge acabar con las Conferencias Episcopales y volver a lo que funcionaba a lo largo de los siglos y acabar con esta suerte de parlamento eclesiásetico de obispos. Existe la Provincia Eclesiástica que bien podría asumir lo que hace o debería de hacer las Conferencias Episcopales y el Primado que podría llevar las realciones con el gobiernos (Ver reciente entrega de Monseñor Aguer en Infocatólica). También me parece que conviene acabar con la dimisión obligatoria de obispos a los 75 años si no les falla la salud. También habría que eliminar los obispos auxiliares, pues si una diócesis es demasiado grande para que la pueda gobernarn un obispo, pues que la dividen creando otras diócesis. Si se trata de diócesis pequeñas que no cuenten con personal suficiente para pdoer atender a todos los asuntos, algunos podrían pasar a la Provincia, por ejemplo una diócesis pequeña no cuenta con los necesarios Canonistas, expertos en liturgia y algunos otros temas.
¡Viva su sentido común!
¿Quién es el jauita del gran poder?