Ayer domingo el arzobispo italiano Rino Fisichella, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, presidió la Misa en San Pedro del II Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia.
La homilía fue pronunciada por el Santo Padre que habló, como no podía ser de otra manera en ese día, de la misericordia y del perdón de los pecados. Francisco tuvo que estar prácticamente toda la Misa sentado, lo cual parece indicar que todavía no está recuperado de sus dolencias de rodilla.
A continuación, homilía completa pronunciada por el Papa Francisco:
Hoy el Señor resucitado se aparece a los discípulos y, a ellos, que lo habían abandonado, les ofrece su misericordia, mostrándoles sus llagas. Las palabras que les dirige están acompasadas por un saludo, que se menciona tres veces en el Evangelio de hoy: «¡La paz esté con ustedes!» (Jn 20,19.21.26). ¡La paz esté con ustedes! Es el saludo del Resucitado, que sale al encuentro de toda debilidad y error humano. Sigamos los tres ¡la paz esté con ustedes! de Jesús, en ellos descubriremos tres acciones de la divina misericordia en nosotros. Ésta sobre todo da alegría, luego suscita el perdón, y finalmente consuela en la fatiga.
1. En primer lugar, la misericordia de Dios da alegría, una alegría especial, la alegría de sentirnos perdonados gratuitamente. Cuando en la tarde de Pascua los discípulos vieron a Jesús y escucharon por primera vez que les decía ¡la paz esté con ustedes!, se alegraron (cf. v. 20). Estaban encerrados en la casa por el miedo, pero también estaban encerrados en sí mismos, abatidos por un sentimiento de fracaso. Eran discípulos que habían abandonado al Maestro, que habían huido en el momento de su arresto. Pedro incluso lo había negado tres veces y uno del grupo —¡justo uno de ellos!— había sido el traidor. Tenían motivos para sentirse no sólo atemorizados, sino fracasados, pusilánimes. Es cierto que en el pasado habían tomado decisiones valientes, habían seguido al Maestro con entusiasmo, compromiso y generosidad, pero al final todo se había desmoronado; el miedo había prevalecido y habían cometido el gran pecado, de dejar solo a Jesús en el momento más trágico. Antes de la Pascua pensaban que estaban hechos para grandes cosas, discutían sobre quién fuese el más grande entre ellos. Ahora se sienten hundidos.
En este clima llega el primer ¡la paz esté con ustedes!. Los discípulos deberían haber sentido vergüenza, y en cambio se llenan de alegría. ¿Quién los entiende? ¿Por qué? Porque ese rostro, ese saludo, esas palabras desvían su atención de sí mismos a Jesús. En efecto, «los discípulos se alegraron —precisa el texto— de ver al Señor» (v. 20). No piensan más en sí mismos y en sus fallos, sino que se sienten atraídos por sus ojos, donde no hay severidad, sino misericordia. Cristo no les recrimina el pasado, sino que les renueva su benevolencia. Y esto los reanima, les infunde en sus corazones la paz perdida, los hace hombres nuevos, purificados por un perdón que se les da sin cálculos, un perdón que se les da sin méritos.
Esta es la alegría de Jesús, la alegría que hemos sentido también nosotros cuando experimentamos su perdón. Nos ha pasado también a nosotros sentirnos como los discípulos en la tarde de Pascua, después de una caída, de un pecado o de un fracaso. En esos momentos pareciera que no hay nada más que hacer. Pero precisamente allí el Señor hace lo que sea para darnos su paz, por medio de una Confesión, de las palabras de una persona que se muestra cercana, de una consolación interior del Espíritu Santo, de un acontecimiento inesperado y sorprendente. De diferentes maneras Dios se asegura de hacernos sentir el abrazo de su misericordia, una alegría que nace de recibir “el perdón y la paz”. Sí, la alegría de Dios nace del perdón y deja la paz. Es así, nace del perdón y deja la paz, una alegría que levanta sin humillar, como si el Señor no entendiera lo que está sucediendo. Hermanos y hermanas, hagamos memoria del perdón y de la paz que recibimos de Jesús. Cada uno de nosotros los ha recibido, cada uno de nosotros tiene esa experiencia, hagamos pues memoria, nos hará bien. Antepongamos el recuerdo del abrazo y de las caricias de Dios al de nuestros errores y nuestras caídas. De ese modo alimentaremos la alegría. Porque nada puede seguir siendo como antes para quien experimenta la alegría de Dios. Esta alegría nos cambia.
2. ¡La paz esté con ustedes! El Señor lo dice por segunda vez, agregando: «Como el Padre me envió, así yo los envío a ustedes» (v. 21). Y les da a los discípulos el Espíritu Santo, para hacerlos ministros de reconciliación. «A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados» (v. 23). No sólo reciben misericordia, sino que se convierten en dispensadores de esa misma misericordia que han recibido. Reciben este poder, pero no en base a sus méritos, a sus estudios, no; es un puro don de la gracia, que se apoya en su propia experiencia de hombres perdonados. Y me dirijo a ustedes, misioneros de la Misericordia. Si cada uno de ustedes no se siente perdonado, que se detenga en este ministerio, hasta el momento de sentirse perdonado. Y de esa misericordia recibida será capaz de dar mucha misericordia, de dar mucho perdón. Y, hoy y siempre, el perdón en la Iglesia nos debe llegar así, por medio de la humilde bondad de un confesor misericordioso, que sabe que no es el poseedor de un poder, sino un canal de la misericordia, que derrama sobre los demás el perdón del que él mismo ha sido el primer beneficiado. Y de aquí nace ese “perdonar todo”, porque Dios perdona todo, todo y siempre. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón, pero Él perdona siempre. Y ustedes deben ser canales de este perdón, a través de su propia experiencia de ser perdonados. No hay que torturar a los fieles que vienen con sus pecados, sino tratar de entender qué sucede, escuchar y perdonar, y dar un buen consejo, ayudando a seguir adelante. Dios perdona todo, no hay que cerrar esa puerta.
«A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados» (v. 23). Estas palabras están en el origen del sacramento de la Reconciliación, pero no sólo, pues toda la Iglesia ha sido constituida por Jesús como una comunidad dispensadora de misericordia, signo e instrumento de reconciliación para la humanidad. Hermanos, hermanas, cada uno de nosotros hemos recibido en el Bautismo el Espíritu Santo para ser hombres y mujeres de reconciliación. Si experimentamos la alegría de ser liberados del peso de nuestros pecados y de nuestros errores; si sabemos en primera persona qué significa renacer, después de una experiencia que parecía no tener salida, entonces se hace necesario compartir el pan de la misericordia con los que están a nuestro lado. Sintámonos llamados a esto. Y preguntémonos: yo, aquí donde vivo, yo en la familia, yo en el trabajo, en mi comunidad, ¿promuevo la comunión, soy artífice de reconciliación? ¿Me comprometo a calmar los conflictos, a llevar perdón donde hay odio, paz donde hay rencor? ¿O yo caigo en el mundo de las habladurías que siempre mata? Jesús busca que seamos ante el mundo testigos de estas palabras suyas: ¡La paz esté con ustedes! He recibido la paz, la doy a otro.
3. ¡La paz esté con ustedes! repite el Señor por tercera vez cuando se les aparece nuevamente a los discípulos ocho días después, para confirmar la fe tambaleante de Tomás. Tomás quiere ver y tocar. Y el Señor no se escandaliza de su incredulidad, sino que va a su encuentro: «Trae aquí tu dedo y mira mis manos» (v. 27). No son palabras desafiantes, sino de misericordia. Jesús comprende la dificultad de Tomás, no lo trata con dureza y el apóstol se conmueve interiormente ante tanta bondad. Y es así que de incrédulo se vuelve creyente, y hace esta confesión de fe tan sencilla y hermosa: «¡Señor mío y Dios mío!» (v. 28). Es una linda invocación, que podemos hacer nuestra y repetirla durante el día, sobre todo cuando experimentamos dudas y oscuridad, como Tomás.
Porque en Tomás está la historia de todo creyente, de cada uno de nosotros. Hay momentos difíciles, en los que parece que la vida desmiente a la fe, en los que estamos en crisis y necesitamos tocar y ver. Pero, como Tomás, es precisamente en esos momentos cuando redescubrimos el corazón del Señor, su misericordia. Jesús, en estas situaciones, no viene hacia nosotros de modo triunfante y con pruebas abrumadoras, no hace milagros rimbombantes, sino que ofrece cálidos signos de misericordia. Nos consuela con el mismo estilo del Evangelio de hoy: ofreciéndonos sus llagas. No olvidemos esto, ante el pecado, el más escandaloso pecado nuestro o de los demás, está siempre la presencia del Señor que ofrece sus llagas. No olvidemos eso. Y en nuestro ministerio de confesores, debemos hacer ver a la gente que ante sus pecados están las llagas del Señor, que son más poderosas que el pecado.
Y nos hace descubrir también las llagas de los hermanos y de las hermanas. Sí, la misericordia de Dios, en nuestras crisis y en nuestros cansancios, a menudo nos pone en contacto con los sufrimientos del prójimo. Pensábamos que éramos nosotros los que estábamos en la cúspide del sufrimiento, en el culmen de una situación difícil, y descubrimos aquí, permaneciendo en silencio, que alguien está pasando momentos peores. Y, si nos hacemos cargo de las llagas del prójimo y en ellas derramamos misericordia, renace en nosotros una esperanza nueva, que consuela en la fatiga. Preguntémonos entonces si en este último tiempo hemos tocado las llagas de alguien que sufra en el cuerpo o en el espíritu; si hemos llevado paz a un cuerpo herido o a un espíritu quebrantado; si hemos dedicado un poco de tiempo a escuchar, acompañar y consolar. Cuando lo hacemos, encontramos a Jesús, que desde los ojos de quienes son probados por la vida, nos mira con misericordia y nos dice: ¡La paz esté con ustedes!
Y me gusta pensar en la presencia de la Virgen entre los Apóstoles, allí. Y así como después de Pentecostés la hemos pensado como Madre de la Iglesia, a mí me gusta pensarla el lunes, después del Domingo de la Misericordia, como Madre de la Misericordia. Que Ella nos ayude a avanzar en nuestro hermoso ministerio.
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El Papa tiene unas obsesiones que no se ajustan con la realidad. Más que «torturadores de conciencias», lo que hoy existe con frecuencia son confesores laxos que no dan la debida importancia a temas graves, pero de esto Francisco no habla, pues él es el primero que relativiza cosas que no debiera.
No hay quien le saque de los tres mismos tópicos simplones y anacrónicos. Qué mente más limitada y seca. Así lleva desde el día en que apareció en camisón en el balcón de San Pedro para dar las buenas noches…
El Papa habla de sí mismo. La idea de un Dios que condena los pecados es para él mala y perversa. Yo creo que tiene como los ateos que Dios es malo, no amor como dice el Evangelio de San Juan. Es un desgraciado materialista perturbado que necesita convertirse. Oremos.
Es cierto que se siente mucho enojo y rabia por sus disparates y desatinos. Pero si uno analiza lo que dice, sus palabras son palabras de una persona que psicológicamente no se encuentra bien, y que necesita muchísima ayuda.
Y mucho mal le está haciendo esa recua de aplaudidores y adulones que prefieren pasar por alto sus tonterías antes que corregirlo filialmente.
A ver, no se trata de quitar gravedad. Yo, por una vez, creo que estoy de acuerdo con Francisco.
Me explico. Yo he ido a alguna confesión casi con un ataque de nervios e incluso llorando por haberlo hecho mal. Alguna vez he tenido curas que incluso me han gritado en la confesión y me han avasallado. Eso me ha hecho estar muchísimo peor o incluso encabronarme sin motivo con el cura.
Cuando te confiesas necesitas un poco de acompañamiento y que te digan las verdades sin malos modos y sin echarte una bronca. Que sean claros, que te digan las citas como son aunque duelan, pero correctos y amables. Al menos en mi caso, ya que algunos antes de confesarnos estamos noches sin dormir porque nos angustiamos mucho de haberle fallado a Dios y que nos hayamos apartado de Él.
Pues ya ve que esos «confosores» sólo los conoce Francisco y usted, pues si lee todos los demás comentarios hay quorum: no sólo no ocurre éso, sino que en todo caso ocurre lo contrario: confesores laxos a los que tienen que corregir los propios penitentes.
Creo que nunca en mi larga vida me he encontrado con sacerdotes que me torturaran en la confesiòn… Siempre han sido misericordiosos y han aconsejado tener paz y alegrìa… Y no por ser yo ninguna santa, lamentablemente.
Efectivamente. No tengo esa experiencia. He conocido curas estupendos y otros que no me lo parecieron tanto. Pero ninguno me torturó en la Confesión. Al revés (y suelo salir llorando de confesarme, pero eso es cosa mía).
Yo sí. Además… lamentablemente son comentarios del Papa que luego no tienen una materialización práctica. Pasa lo mismo que con los «tradicionalistas»: El Papa debería zanjar la cuestión y hacerles firmar un documento donde reconocen las enseñanzas del CVII¿Que no lo reconocen? Se les prohibiría confesar y dar homilías ¿Que confiesan o las dan? Reducción al estado laical con declaración de cismáticos y excomunión ipso facto.
Eso es tener un par. Hay veces que hay que tomar medidas de gestión contundentes.
A un tipo como tú, tan dialogante, tan culto, tan demócrata, tan conciliar, tan moderno y tan misericordioso no le valen los argumentos teológicos ni la enseñanza secular del Magisterio. Si después de lo que ha llovido aún no te has mojado, es que eres hidrófugo y contigo es imposible.
No hay nada que dialogar.
Los que llaman hereje ,satánico, masón al Santo Padre Francisco están es vuestras filas -no digo que seáis todos – por lo tanto, se acabó paños calientes.
O se acepta las enseñanzas del CVII – que aún siendo pastoral toca aspectos doctrinales como la salvación de «los otros» – o se declara cismáticos.
Pregunta que me hago es si es posible que un Papa declarado Santo y Grande pueda caer en herejía ¿Se puede dar el caso? Son preguntas que me hago después de leer comentarios de Sacerdote mariano.
La contestación a esta pregunta supone una cuadratura de un círculo para los defensores de esta visión. Ya por curiosidad, me gustaría saber la opinión de los sabios
¿Sólo el Vaticano II? ¿Y los demás concilios?…
Lo digo, porque parece que para algunos sólo existe el Vaticano II. Pero resulta que ha habido muchos más. Y da la casualidad de que hay muchos, pero que muchos, que se pasan las enseñanzas anteriores por el arco de triunfo…pero a esos no hay que molestarlos. Hay que dejar que digan y pidan barbaridades cada vez más gordas…
Se te ve el plumero modernista, aunque dudo que sepas siquiera qué es eso…
Berbabe se pone con acento. Una persona que no sabe ni escribir su nombre dando lecciones de sapiencia. Se puede dar el caso, pero es curioso. Respecto al tema de la aceptación de concilios o no , yo sólo digo que toda persona que acepte el CVII y que acepte lo que el CVII toca sobre temas doctrinales – porque toca esos temas – y acepte lo que pone el catecismo aprobado por JPII el Grande no puede ser declarado hereje, porque para ser hereje tiene que declararlo la propia iglesia a través de alguien constituido en autoridad, no un Don Nadie cualquiera. Ojalá viva lo suficiente para veros como cismáticos declarados así por Roma, que es la que hace y deshace:
Roma locuta, causa finita.
La cuestión está en qué se entiende por «fuera de la Iglesia no hay salvación» y sobre esta frase han hablado muchas personas de Iglesia y no modernistas. La cuestión la plantea usted en unos términos que son perversos, puesto que se puede no compartir los postulados de los «tradicionalistas» o sedevacantistas y no incurrir en el modernismo, y de sus argumentarios se deduce que que oponerse a lo uno supone sí o sí incurrir en lo otro…y no es así. No es así porque NO es ser modernista el estar de acuerdo con la frase de la LG inserta en el numeral 847 del catecismo de la Iglesia católica. Entonces si usted sostiene aún que eso es modernismo, tendría que ser modernista toda la Iglesia conciliar y del postconcilio, lo cual es absurdo.
«yo sólo digo que toda persona que acepte el CVII y que acepte lo que el CVII toca sobre temas doctrinales – porque toca esos temas – y acepte lo que pone el catecismo aprobado por JPII el Grande no puede ser declarado hereje»
¿Seguro que no ha querido decir JPII «el Gigantísimo» o «el Enormísimo»? Igual empleando más adjetivos y más superlativos piensa que tiene más razón y que refuerza lo que dice… Pero siento comunicarle que no es así. Además, ¿a qué catecismo se refiere? ¿Al manipulado por Francisco o al de antes de manipularlo para poner disparates como que la pena de muerte es siempre inmoral? Para que vea la autoridad doctrinal que puede llegar a tener un catecismo, que es (debería ser) lo que recoge la fe de la Iglesia, y no lo que la establece (no lo hace en ningún caso, ni con disparates ni sin ellos).
Y el CVII no define dogma alguno. Lo que usted tiene que aceptar es lo definido por la Iglesia en concilios ecuménicos dogmáticos, especialmente en el Concilio de Florencia, que es su piedra de tropiezo y que usted no acepta, pese a ser «ex cathedra» (da igual es nick que use: es usted inconfundible).
«porque para ser hereje tiene que declararlo la propia iglesia»
No señor: para ser hereje no se precisa declaración formal por parte de la Iglesia: basta con negar una sola verdad de fe o dogma definido, además de muchas otras cosas que llevan aparejada la excomunión latae sententiae (automática, sin necesidad de declaración alguna).
«Ojalá viva lo suficiente para veros como cismáticos declarados así por Roma, que es la que hace y deshace: Roma locuta, causa finita»
Usted siempre tan «caritativo». Claro, que viniendo de un hereje, ya ve usted lo que vale lo que usted diga… ¡cero! Además, claro que ‘Roma locuta, cuausa finita’: al definir un dogma, como el que usted niega, se acabó la discusión, lo que le convierte a usted en hereje. ya puede usted quemarse las pestañas buscando textos modernistas posteriores a 1965, que no existen anti-dogmas, ni los dogmas pueden abrogarse. Ojalá usted antes de morir se haga católico, Manuel David (alias mdgeq), para que no tenga que comprobar personalmente que fuera de la Iglesia no hay salvación.
Espero que lo que dices, «yo sí», sea cierto porque ni por mí ni por otros conozco a algún sacerdote «torturador». ¿A ver si lo que querías es hacer bueno lo que en sí es malo y, no dándote licencia ni razón, le apodas torturador?. Y en lo del Vaticano II tienes un error de base: no es ése un Concilio dogmático , al que hay que prestar fe, sino pastoral porque así lo quisieron y definieron. La única importancia es de tipo pastoral y de formas litúrgicas , todas ellas opinables y que se pueden cambiar después por la autoridad competente. Eso sí, bajo una manipulación tremenda y humana, para querer cambiar la fe y la moral de la Iglesia. Te recomiendo que te lees el libro de de Roberto de Mattei, «Concilio Vaticano II»
Es probable que llamen sacerdotes torturadores a todos aquellos que durante la confesión reprenden muy severamente a los penitentes.
Pero la gente cree que no necesita ser reprendida por creerse perfecta.
¿A quién le gusta eso? Creo que a nadie, pero se debe hacer para que la próxima vez no se peque más.
¿Cuándo dejarás de decir burradas?
«Pasa lo mismo que con los «tradicionalistas»: El Papa debería zanjar la cuestión y hacerles firmar un documento donde reconocen las enseñanzas del CVII¿Que no lo reconocen? Se les prohibiría confesar y dar homilías ¿Que confiesan o las dan? Reducción al estado laical con declaración de cismáticos y excomunión ipso facto»
Habrá querido usted decir: «pasa lo mismo con los «modernistas». Francisco no zanja la cuestión o les hace firmar un documento sin el que usted dice, porque se quedaría sin «iglesia en salida». Son los modernistas quienes no sólo no aceptan el CVII, sino tampoco los concilios ecuménicos anteriores, que además son dogmáticos (a diferencia del CVII, que no definió dogma alguno). ¿Se imagina a Francisco reduciendo al estado laical al card. Marx, a James Martin o al «padre» Ángel? No se lo cree usted ni soñando. Además, tendría que aplicarse tal medida a él mismo, lo cual es absurdo y no va a hacer.
Donde dice: «les hace firmar un documento sin el que usted dice».
debe decir: «les hace firmar un documento COMO el que usted dice».
Será el sacerdote con el que se confiesa el papa que lo tortura. Pero en mi vida no me han torturado jamás en el confesionario, además una palabra muy fea como para colarla en un sacramento tan importante. No creo que exista un solo sacerdote que someta a tortura a los penitentes, entendiendo la tortura en su sentido verdadero. Le recomiendo al papa que cambie de confesor para que no lo sigan «torturando» Y le aconsejo que se preocupe más por los sacerdotes laxos en el confesionario, que son muchos, aquellos a los que le confiesas un pecado y te dicen ¿eso es pecado?
Se confesaba con Zanchetta. Como para tener buen recuerdo…
Un poco de humor e ironia, siempre viene bien…
Comparto contigo, Ramón…Exacto.
Siempre he recibido consuelo y perdón.Misericordia y alivio,cuando a menudo uno se castiga mas de lo necesario,siendo impiadoso con uno mismo….De ahi pretender que los sacerdotes no confiesen desde la sana doctrina,poniendolos en bretes,de situaciones que no pueden absolver,esto seria otra cosa….Miserere nobis,Domine
La edad trae sus chocheras
A mi jamás me ha torturado un sacerdote en el confesionario.
Si hoy se sale del confesionario excusado de todos los pecados,es increíble.
Y ahora es al revés,si pretendes hacer una buena confesión, es el fiel bien formado el que tiene que torturar a los sacerdotes laxos explicándoles qué es pecado, qué no y por qué.
El único que me tortura a .mí es el Papa Francisco con las cosas que dice y no cumpliendo con el mandato de evangelizar que recibió de nuestro Señor Jesucristo. ¡Porque llamar «HACER PROSELITISMO» a la EVANGELIZACIÓN ya es el colmo. El último mandato de Jesucristo a sus apóstoles antes de su ascensión al Cielo fue, justamente, que fueran a evangelizar.
Oremos por el Papa Francisco para que no tenga que escuchar de nuestro Señor Jesucristo las terribles palabras que escuchó Pedro: «Apártate de Mí Satanás porque tus pensamientos no son los de Dios».
Francisco vive en una realidad paralela. Los «confesores que torturan en el confesionario» sólo existen en la mente de Francisco.
A veces el sacerdote debe ser duro con el penitente, porque discute la penitencia que el sacerdote dijo que tenía que hacer, y le parece excesiva; o porque el sacerdote le hable con severidad y dicen que es malo porque le levantó la voz.
Es a eso a lo que llaman tortura.
Y no por inmiscuirme en asuntos que no son de mi incumbencia, me parece que cuando Bergoglio era joven, su confesor lo reprendió porque él se creía por encima de todo.
Sé q esta homilia está dirigida a los sacerdotes pero me siento profundamente identificadacon ella, sobre todoen cuanto a ser transmisores de la misericordia q Dios ha tenido con nosotros pq lo q sucede a veces es q caemos en el pecado del deudor perdonado q después no perdona a su deudor.Si recordamos todo lo q nos ha sido perdonado , generalmente , no podemos «no perdonar»al prójimo.Creo q esto es más fàcil para quienes hemos sido perdonados de una deuda mayor pq no tenemos autoridad moral para no perdona.
Recuerda también una de las cosas q Jesús le dijo a Sta.Faustina: su desagrado en cuanto a nuestras críticas al prójimo.
Es una homilía muy bonita.
Por diversas circunstancias tengo varios confesores y la verdad es que creo que he tenido mucha suerte con ellos. Todos son para mí ejemplos de virtud y sabiduria. Jamás me han torturado por mis pecados, más al contrario, se muestran pacientes y amoroso, dan buenos consejos etc. pero una vez sí me ocurrió una cosa curiosa durante una confesión, el sacerdote empezó a hablarme de política y de querer imponerme sus criterios de forma bastante agobiante.Por más que le decía que a mí no me interesaba la política, que sólo quería confesarme él continuó con su miting, así que salí de allí bastante contrariada, la verdad. Ahora me hace gracia pero en aquel momento salí agobiadísima. No he vuelto a confesarme con él.
Tal vez haya paises en los q los sacerdotes torturen al penitente, yo no lo he experimentado aquí.
digo torturar en el sentido de tratar con excesiva severidad, que es a lo q se refiere el Papa.
«Recuerda también una de las cosas q Jesús le dijo a Sta.Faustina»
¿Que le «dijo» y plasmó en esos diarios condenados por Juan XXIII a través del Sabto Oficio y puestos en el Índice de Libros Prohibidos? entonces ni caso: en los mismos se dice que Cristo sufre, lo cual es incierto y una herejía metafísicamente insostenible (por eso, entre otras cosas, la Iglesia condenó tal diario). Y a nadie le interesan sus confesiones (además de que tiene poca credibilidad lo que usted cuenta, porque incluso en lo que es comprobable, como las Sagradas Escrituras o el Magisterio de la Iglesia, lo que no tergiversa, se lo inventa).
Catolicvs,
le recuerdo que las mentira es un pecado contra el octavo mandamiento.
Que Dios le bendiga
Pues ya sabe: no mienta, que es pecado.
Deja a santa Faustina que no tiene nada que ver.
¿Puedes caminar con tanta soberbia dentro de ti? ¿Es que no te pesa?
Eso de santa Faustina es algo que habría que estudiarse ya que dice cosas que la Iglesia no enseñó jamás.
Lee la Biblia y aprende.
Claudio,
La iglesia promueve y aconseja el diario de Sta. Faustina, los sacerdotes también, y además tiene el imprimatur y el nihil obstat. La soberbia es suya por contradecir a la Iglesia.
Que Dios le bendiga
El ‘imprimatur’ y ‘nihil obstat’ es la simple opinión de un obispo (de uno solo, cualquiera), que «garantiza» que un libro no es peligroso para la fe o contiene algo contrario a la misma. Abundando hoy en día obispos que son claramente unos herejes, ya ve usted lo que vale un «nihil obstat» en un diario condenado previamente por el Santo Oficio con firma del Papa (Juan XXIII en este caso) y puesto en el Índice de Libros Prohibidos: no vale nada. Pero como usted adhiere a cualquier error, sigue transcribiendo dicho diario condenado, que contiene frases absurdas como que Cristo «sufre» (cosa metafísicamente imposible y que el mismo Cristo no pudo decirle a monja alguna; uno de los motivos por los que la Iglesia condenó ese diario y valoró las visiones como falsas). Y, aunque le moleste, aquí está el anti-nihil obstat de la Iglesia (que vale bastante más que la opinión personal de un obispo en la que se escuda para difundir un libro condenado):
En marzo de 1959, reinando ya el Papa que dio inicio al Concilio Vaticano II, Juan XXIII, la Congregación del Santo Oficio prohibió, con la autorización y firma de dicho Papa, la publicación del ‘Diario de Sor Faustina’ y mandó inscribirlo en el «Índice de libros prohibidos», como puede comprobar fácilmente en las «Acta Apostolicae Sedis», abreviado AAS (Actas de la Sede Apostólica), que es el boletín oficial en el que se promulga la legislación universal de la Santa Sede y los documentos pontificios. Aquí está la referencia exacta de la condena pontificia: AAS, 6 de marzo de 1959, página 271.
yo nunca me he encontrado con ningún torturador de conciencias. Yo no sé de quién está hablando. Con tanto ridiculizar a los sacerdotes al final nadie va a querer confersares.
Es una protecció propia, ya que Francisco no deja de torturar a los católicos con sus ocurrencias y su afán de deformar la fe católica.
Más de lo mismo, el Papa tiene una visión de la situación de la Iglesia que es opuesta a la real y tangible. No hay exceso de severidad entre los confesores, sino exceso de laxitud y abandono de lo que conlleva el sacramento de la confesión, en particular, del propósito de enmienda, con lo que se omite la conversión permanente y se convierte el sacramento en una convalidación del relativismo.
Este Francisco nos ha demostrado tener poco o ninguna ciencia teológica, muchaaaa demagogia y lo que yo aplico en su caso, Teología NEGATIVA (aquí lo aplico en otro sentido naturalmente) :es un tipo que machaconamente ridiculiza, critica destruyendo, caricatura y hasta nos insulta (ej. Cuando nos llama a algunos «cuenta rosarios»). No es positivo, no enseña recordando MAGISTERIO, no confirma en la fe..
Todo ello quizás porque ni tiene Fe ni sabe ni le importamos la grey que el Señor le ha confiado. Qué largo e insoportable se me hace este pontificado!
Esto es más de lo mismo a lo que nos tiene acostumbrados. Una serie de tópicos que en el mejor de los casos son imaginarios, cuando no, contrarios al Evangelio. En este caso, a la gente que suele confesarse, le suena a cosa extraterrestre. Pero a alguien que lleva toda una vida alejado de los sacramentos y no conoce apenas la forma en que se administran, puede contribuir a disuadirle de volver, porque pensará que si le toca un sacerdote “torturador” lo pasará muy mal.
Si la finalidad fuese esa (y no lo podemos descartar, dada su trayectoria), sería demoníaco.
Hablar de la confesión en los términos que lo hace el Papa, cuando por desgracia desde hace décadas no se confiesa ni el tato, y muchos confesionarios estas llenos de polvo y telarañas, es vivir en la utopía de la Arcadia feliz del poeta Virgilio.
Jajaja: quién te tortura, Paquirrín?
Es perverso. Este prelado de blanco pareciera perseguir la condenación de los fieles conminándolos a que no se preocupen tanto de sus pecados.
te invita a la contumacia para luego usa tu decisión para acusarte, te presenta todo bueno para comer y luego terminas culpando a otros para librarte DE LO QUE TE VIENE: quien es pues??? El acusar el demonio el anticristo.
apratemonos hermanos de falsas doctrina – oremos
JORGE MARIO BERGOGLIO
QUE HACES EN EL VATICANO DE OCUPA. TE HA ELEGIDO LA MAFIA DE SAN GALO; COMPUESTA DE CARDENALES QUE SIRVEN A SATANAS.
TIENES UN PROBLEMA MUY GRAVE; EL PECADO CONTRA EL ESPIRITU SANTO NO SE PUEDE PERDOAR, DE NINGUNA MANERA.
NO SABES LO QUE DICES; CON TODAS LA IDOLATRIAS QUE AS COMETIDO.
NO SABES LOS MANDAMIENTO DE LA LEY DE DIOS.
LO TIENES MUY DIFICIL PARA SALVAR TU ALMA.