La secuencia Stabat Mater

Virgen des las tristezas de la Vera Cruz Virgen des las tristezas de la Vera Cruz
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Por Pablo Cervera Barranco, director de la revista Magnificat.

Introducción

Los cuarenta días cuaresmales preparan a la celebración de la Pascua, son el misterio pascual de Cristo desde su aspecto de Pasión. El culmen de este itinerario es el triduo pascual de Cristo, muerto, sepultado y resucitado.

La Iglesia, en estos días, a través de ritos, prácticas ascéticas, escucha de la Palabra de Dios participa intensamente en el itinerario de fe, siguiendo las huellas de Cristo, que debe llevar a la conversión del corazón. Cristo experimenta el desierto y el ayuno para salir victorioso de la prueba. Cristo va a la cruz para vencer a la muerte desde dentro.

En este caminar redentor de Cristo la Virgen María es asociada a estos misterios. También ella recorre el camino de fe hasta la cruz. Cristo mismo, desde el patíbulo de la cruz, nos la regala como Madre nuestra.

La piedad del pueblo de Dios se expresa en este tiempo mediante el ejercicio del Via Crucis acompañado muchas veces por el canto del Stabat Mater. Este canto es una secuencia facultativa propia del día 15 de septiembre en que la Iglesia celebra la memoria de la Virgen dolorosa.

El texto

Durante mucho tiempo el texto se atribuyó a Jaopone da Todi († 1306) o a un franciscano que vivó antes que él. Hoy se mantiene que la composición fue obra de san Buenaventura (1218-1274) y el papa Benedicto XIII la introdujo en el año 1727 en la liturgia de la fiesta de los Siete dolores de María.

La secuencia es rica en acentos de sentimiento y sirve para la contemplación orante de la pasión en la que la Madre de Jesús estuvo asociada muy de cerca. Las cuatro primeras estrofas se refieren a la «com-pasión» de la Virgen, junto a la cruz de su Hijo. En las siguientes estrofas (5-7) el alma orante pide a la Virgen la participación en sus dolores y en los de su Hijo. Desde la estrofa 8 hasta el final los versos nos mueven a identificarnos con la Pasión de Cristo para participar después, con la Virgen, en la gloria del Paraíso.

El texto, bellamente traducido por el gran Lope de Vega, suena así:

La Madre piadosa estaba

junto a la cruz y lloraba

mientras el Hijo pendía;

cuya alma, triste y llorosa,

traspasada y dolorosa,

fiero cuchillo tenía.

 

¡Oh cuán triste y cuán aflicta

se vio la Madre bendita,

de tantos tormentos llena!

Cuando triste contemplaba

y dolorosa miraba

del Hijo amado la pena.

 

¿Y cuál hombre no llorara,

si a la Madre contemplara

de Cristo, en tanto dolor?

¿Y quién no se entristeciera,

Madre piadosa, si os viera

sujeta a tanto rigor?

 

Por los pecados del mundo,

vio a Jesús en tan profundo

tormento la dulce Madre.

Vio morir al Hijo amado,

que rindió desamparado

el espíritu a su Padre.

 

¡Oh dulce fuente de amor!,

hazme sentir tu dolor

para que llore contigo.

Y que, por mi Cristo amado,

mi corazón abrasado

más viva en él que conmigo.

 

Y, porque a amarle me anime,

en mi corazón imprime

las llagas que tuvo en sí.

Y de tu Hijo, Señora,

divide conmigo ahora 

las que padeció por mí.

 

Hazme contigo llorar

y de veras lastimar

de sus penas mientras vivo;

porque acompañar deseo

en la cruz, donde le veo,

tu corazón compasivo.

 

¡Virgen de vírgenes santas!,

llore ya con ansias tantas

que el llanto dulce me sea;

porque su pasión y muerte

tenga en mi alma, de suerte

que siempre sus penas vea.

 

Haz que su cruz me enamore

y que en ella viva y more

de mi fe y amor indicio;

porque me inflame y encienda,

y contigo me defienda

en el día del juicio.

 

Haz que me ampare la muerte

de Cristo, cuando en tan fuerte

trance vida y alma estén;

porque, cuando quede en calma

el cuerpo, vaya mi alma

a su eterna gloria. Amén.

Breve análisis

Nuestra secuencia se compone de dos partes: la primera, compuesta por la ocho estrofas iniciales, describe a María en su dolor al pie de la cruz hasta que el hijo muere; las restantes doce estrofas expresan honda invocaciones a María para que nos haga partícipes de la pasión de Cristo.

Hay que recordar, para una mejor intelección del Stabat Mater, que a partir del siglo XII-XII, con el influjo de los cistercienses primero y de los franciscanos después, se abrió camino en la espiritualidad cristiana la acentuación de la piedad hacia la humanidad de Cristo, particularmente considerada en su Pasión. La secuencia se inspira en la contemplación dolorosa de María, al pie de la cruz, según el espíritu devocional de los “Siete dolores”, que se desarrollaron en los siglos XIII-XIV.

La devoción hacia la Madre dolorosa ha conocido múltiples expresiones de cultos que se pueden resumir en la Corona de la dolorosa, llamada de los Siete dolores y el Via Matris dolorosae, que análogamente al Via crucis, recorre las estaciones de los Siete dolores de María. Testimonios escritos del 1842 nos conservan el modo de celebración del Via Matris. Se practicaba normalmente en los viernes de cuaresma.

El directorio sobre la piedad popular y la liturgia, que publicó la congregación para el Culto divino y la disciplina de los sacramentos en el año 2001, habla expresamente del «recuerdo de la Virgen dolorosa»: «Dada su importancia doctrinal y pastoral, se recomienda no descuidar el “recuerdo de los dolores de la Santísima Virgen María”. La piedad popular, siguiendo el relato evangélico, ha destacado la asociación de la Madre a la Pasión salvadora del Hijo (cf. Jn 19,25-27; Lc 2,34ss) y ha dado lugar a diversos ejercicios de piedad entre los que se deben recordar:

— el Planctus Mariae (llanto de María), expresión intensa de dolor, que con frecuencia contiene elementos de gran valor literario y musical, en el que la Virgen llora no sólo la muerte del Hijo, inocente y santo, su bien sumo, sino también la pérdida de su pueblo y el pecado de la humanidad.

— la Hora de la Dolorosa, en la que los fieles, con expresiones de conmovedora devoción, “hacen compañía” a la Madre del Señor, que se ha quedado sola y sumergida en un profundo dolor, después de la muerte de su único Hijo; al contemplar a la Virgen con el Hijo entre sus brazos —la Piedad— comprenden que en María se concentra el dolor del universo por la muerte de Cristo; en ella ven la personificación de todas las madres que, a lo largo de la historia, han llorado la muerte de un hijo. Este ejercicio de piedad, que en algunos lugares de América Latina se denomina “El pésame”, no se debe limitar a expresar el sentimiento humano ante una madre desolada, sino que, desde la fe en la Resurrección, debe ayudar a comprender la grandeza del amor redentor de Cristo y la participación en el mismo de su Madre» (145).

Contenidos teológicos

El corazón de la inmolación de Cristo en la cruz lo constituye un «triple dardo de amor»: el amor del Padre al Hijo que nos regala a su Hijo por nuestra salvación, tanto amó Dios al mundo... (Jn 3,16); el amor de Cristo al Padre, hace falta que el mundo sepa que amo al Padre (Jn 14,31); y el amor de Cristo a los hombres, habiendo amado a los suyos los amó hasta el extremo (Jn 13,1). La cruz manifiesta de modo definitivo el amor fiel de Cristo a Dios Padre, al identificarse con la humanidad en la última consecuencia del pecado y salvar a esta humanidad pecadora desde dentro de la muerte: la resurrección será el sello victorioso del amor.

María es asociada al Hijo de modo íntimo en toda la obra redentora: el sí de la encarnación se prolonga y sostiene hasta el sí al pie de la cruz. A esta participación de María en la obra redentora dedicó el Concilio Vaticano II bellísimos párrafos en la Constitución Lumen Gentium, sobre la Iglesia (n. 60-62). Al contemplar a la «socia del Redentor» el cristiano es invitado también a una íntima participación e identificación vital, no a una pura devoción sentimental, con el misterio de su propia salvación. La verdadera devoción a la Virgen brota de la fe que impulsa a reconocer en María a la Madre de Dios y a corresponderla con amor filial e imitación de sus virtudes.

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Comentarios
1 comentarios en “La secuencia Stabat Mater
  1. Yo creo que , respetando el inmenso dolor de una madre por la muerte de un hijo, que tengo entendido que no hay en el diccionario palabra con que nombrar ése estado.
    No ha de haber ninguna en el mundo, que tenga que oír mientras muere su Hijo, burlas en su agonía, burlas mientras está clavado en una cruz con infinito dolor, y aún así oiga burlas contra su Hijo , y siendo quien Es su Hijo. Ella es, por su infinito sufrimiento Co-rredentora, pues sin estar clavada en la Cruz como El, estaba padeciendo como madre un dolor inmenso, y tanto, que le predijeron que una espada de dolor atravesaría su alma.
    ‘Oh Madre llena de amor, hazme sentir tu dolor para que llore contigo.’

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