El cristiano tiene una vocación que parece un ejercicio de equilibrismo: estar en el mundo sin ser del mundo. El periodista católico lo tiene aún más difícil, porque tiene que informar de la actualidad de continuo sin dejarse arrastrar por ella, sin transmitir la sensación de que eso es lo ‘verdaderamente real’, olvidando la necesidad de vivir desde una perspectiva de eternidad.
Mañana empieza la Cuaresma, coincidiendo con un momento de abrumadora presencia de lo ‘actual’, con la crisis mundial desencadenada por la invasión rusa de Ucrania cuando apenas estamos saliendo de los terrores (inducidos en buena medida) de la pandemia de coronavirus. En una sociedad, por lo demás, sobreinformada, abrumada por incesantes mensajes, es especialmente difícil introducirnos en el mensaje de la Cuaresma, pero también especialmente necesario.
La Cuaresma está, entre otras cosas, para animarnos a dar un paso atrás y contemplar lo que pasa desde la perspectiva de la eternidad, es decir, como algo que efectivamente ‘pasa’, en el sentido de llegar e irse.
Lo que contemplamos en Cuaresma es la última realidad, lo que no pasa. No para desvincularnos de lo que sucede a nuestro alrededor, en absoluto, sino para encuadrarlo en esta realidad última. Vivimos inmersos en la catarata de sucesos que es el mundo, como espectadores que contemplaran un cuadro impresionista tan de cerca que solo vieran manchas sin ningún sentido. La Cuaresma nos llama a escapar por un tiempo de ese calidoscopio cambiante y pasajero y contemplar las verdades últimas, las esenciales, las que no cambian, las que constituyen nuestro destino y la razón de todo lo demás; para recordar, en medio del tráfago de las crisis y las alarmas, de la apremiante y alarmante actualidad, que Cristo es el Señor de la Historia.
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Hay poca Fe en la tierra, o hay un exceso de mundanismo.
Las iglesias no son muy populares. No tanto como la televisión.
Personas quizá buenas, con Fe en Dios, que no pisan un templo por años y decenios. Será por la cantidad de falsos que hay en ellos? Con falsos quiero decir, personas con Fe, pero no consecuentes, que esparcen herejías.
Muchos se llaman católicos, pero deberían llamarse mundanos. Igualmente siempre hay que corregir con dulzura. Pero indolentes no nos podemos quedar.
Paciencia: Soy católico practicante.
Cierto que mucha gente, que se denomina católica, no pisa las iglesias.
No les han sabido inculcar lo que supone ser católico.
Pero entiendo de que si van a una iglesia y oyen hablar de ecologia o de inmigracíon, decidan quedarse en su casa, la televisión les dice lo mismo.
¿Hace cuanto que no oye hablar en una omilía sobre las verdades eternas?
Hay buenos sacerdotes que predican la recta doctrina. Es nuestro deber buscarlos y apoyarlos. Y a los que no, corregirlos. Al menos, uno cumplió con plantear su inquietud o tratar de sacar del error.
Si no creemos en que hay buenos pastores, no creemos en la Providencia de Dios.
No quiero ir a ninguna iglesia a oír más herejías y contemplar profanaciones. Bastante tengo con aguantar los tres cuartos de hora de los domingos.
Es verdad lo que dice:
Tendremos que alejarnos del mundo, que es el segundo enemigo del alma, y volver el pensamiento a la paz de Cristo. Nuestro Señor,
Él no perdió la compostura, fue cantando salmos a enfrentarse con sus esbirros. En el huerto sufrió, dicen, más que en la crucifixión, pues ahí vio con horror, todos nuestros pecados, pasados presentes y futuros.
Y yo,, con qué facilidad me vuelvo loca. Pido disculpas por éso.
Que este miércoles de ceniza que nos recuerda que habremos de morir , sea el principio de una nueva vida con Cristo Nuestro Señor.
Debemos considerar lo que enseña la Biblia: «Polvo eres y en polvo te convertirás.» (Gn 3,19)
Dice Carlos Esteban: «El cristiano tiene una vocación que parece un ejercicio de equilibrismo: estar en el mundo sin ser del mundo. El periodista católico lo tiene aún más difícil, porque tiene que informar de la actualidad de continuo sin dejarse arrastrar por el». No es cierto que haya que hacer equilibrismo, eso lo harán quienes les guste que el mundo no los trate mal, eso es vaciar de contenido el estar en el mundo pero no ser de él. Será prudencia pero nunca equilibrio. Por otra parte, en todas las profesiones, en todas sus ocupaciones el hombre puede ser arrastrado por el mundo, porque en definitiva es el hombre al que el mundo quiere deglutir, cualquiera sea su profesión. Es cansador el latiguillo de los periodistas de hacer creer que su profesión es algo fuera de lo común. Si tu profesión pone en peligro tu alma, ha llegado la hora de abandonarla, que nada tiene que ver con luchar contra el mundo, contra el diablo y contra uno mismo por el Reino, desde la profesión que sea.
Para terminar, ¿De dónde sacó el periodista que la Cuaresma nos llama a ESCAPAR por un tiempo de ese calidoscopio cambiante y pasajero?. Qué visión cuaresmal tan avara.
No diga chorradas: mirar hacia las verdades últimas durante la Cuaresma, en vez de centrarnos en lo que ya nos preocupamos el resto del año, ¿es ser avaro? Menudo troll tan «ocurrente».
Las verdades últimas deben ser motivo de nuestra oración todo el año, con más intensidad en cauresma. Pero nada tiene que ver eso con decir que la cuaresma nos llama a escapar de este tiempo. Repito, una visión cuaresmal avara.
Se le ha entendido perfectamente a la primera. No necesita decirlo varias veces, porque no hace que tenga más razón (o tiene la misma, o no la tiene; pero más, imposible). La cuaresma, le guste a usted o no, es un tiempo especial para centrarse en las verdades eternas, que es algo introspectivo, porque nadie puede salvarse por nosotros: nos debemos evadir de las preocupaciones de todo el año y prestar MÁS atención a lo ya señalado, lo que no excluye hacerlo el resto del año, como preparación a la Semana Santa, que es tiempo de penitencia. ¿Dónde está la avaricia?
La avaricia está en afirmar que la Cuaresma nos invita a escaparnos de la realidad, como dice el autor de este artículo. «..La Cuaresma nos llama a escapar por un tiempo de ese calidoscopio cambiante y pasajero…».