Sed libres: es decir, obedeced a la conciencia

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De España a Francia, pasando por el Reino Unido hasta Italia, se está produciendo un ataque a quienes se niegan a practicar la eutanasia y el aborto. Y sin embargo, «la objeción no es una concesión, sino la base de la democracia», dice el padre Geissler, director del Centro Newman.

(Tempi)- “Italia tiene su Alabama: se llama Molise”: después de dos aplazamientos, decenas de títulos (como este de Wired) y entrevistas al «último ginecólogo no objetor» de la región, Michele Mariano se ha jubilado el 1 de enero, dejando en el Cardarelli de Campobasso solo a una compañera para practicar interrupciones del embarazo. Las oposiciones regionales para la contratación de un médico no objetor quedaron desiertas, y huelga decir que el caso Molise reactivó la más secular de las batallas: la de cavar con «el paradigma de la libertad de conciencia en su opuesto simétrico, lo política, ideológica y deontológicamente correcto». Giuliano Ferrara ya lo escribía en la época del diktat de Nicola Zingaretti (¿se acuerdan de la prohibición de la objeción en los ambulatorios del Lazio en el año 2014?) y lo escribía muy bien: «Hay que erradicar la objeción de conciencia, hay que derribar la última frontera que protege al mundo, al menos un poco, de la completa ceguera moral frente a fenómenos de expropiación de la vida, de su sentido».

Desde entonces, debido al interés, o mejor dicho, al tsunami de derechos que ha creado una sociedad ideológicamente tolerante (y por tanto incapaz, como advertía Jean Laffitte, exvicepresidente de la Pontificia Academia para la vida, «de tolerar la objeción de conciencia, ya que esta se escapa a su control»), no hay nada trágico e inmoral en el deshacerse de un niño, pero sí que lo hay en el crear un “deservicio” que obstaculice su muerte. «Setenta y dos hospitales con personal objetor entre el 80 y el 100 por ciento y 18 aquellos con el 100 por ciento de ginecólogos objetores», denuncia el informe “¡Nunca datos!” de la Asociación Coscioni. «Pero ¿necesitamos una ley ad hoc para el aborto? Es un tratamiento sanitario como los demás. No me parece que tengamos una ley ad hoc para la apendicitis», denuncia Elena Caruso, cofundadora de Pro-choice Rete Italia. «Quienes hacen abortos no prosperan: en Italia está la Iglesia, y mientras esté el Vaticano este problema existirá siempre», denuncia el doctor Mariano; «en la universidad no deberían permitir a los futuros ginecólogos que fueran objetores». Según Michela Murgia estamos en manos de una «dictadura sanitaria» que «actúa bajo el nombre de objeción de conciencia, se practica desde hace décadas en todos los centros sanitarios y, aunque ponga en peligro el derecho a la salud psicofísica de más de la mitad de la población, no hace ningún ruido» en un país en el que «muchos» querrían «obligar a las mujeres a reproducirse aunque no quieran, tratándolas como paridoras de Estado, embarazadas a su pesar por apoderamiento nacional».

La matrona como el Isis

El delirio distópico de una sociedad dominada por los objetores dictadores no solo existe en Italia: el Parlamento europeo ha aprobado el informe Matic que define el aborto un «derecho humano», y la objeción de conciencia una «negación a la asistencia médica». En España, donde el PSOE va a considerar delito el obstáculo al aborto a lo francés (desde 3 meses a un año de prisión para los provida), la ministra de Igualdad Irene Montero está preparando un registro público de los objetores porque «el derecho de los médicos a la objeción de conciencia no puede ser superior al derecho a elegir ». Una lista de proscripción («si la intención es la de garantizar su acceso, ¿por qué no crear un registro de los que están dispuestos a hacer abortos?», ha protestado monseñor Luis Argüello, secretario de la Conferencia episcopal) destinada a crear escuela en un país que acaba de aprobar la ley Trans y el suicidio asistido, y en el que los médicos deberán suministrar tratamientos hormonales para al cambio de género y fármacos letales.

En Francia, con la extensión del límite para el aborto de las 12 a las 14 semanas, los diputados de centroderecha han conseguido por un pelo evitar que se prohibiera la objeción de conciencia. No ha sido así en Bélgica, donde la objeción ha sido abolida por las modificaciones a la normativa sobre la eutanasia que obligan a las instituciones sanitarias a ofrecer su práctica. Justo como en Canadá, donde los centros que se han negado a proponer la muerte asistida como alternativa a sus cuidados paliativos se han visto obligados a cerrar. También en Italia, la aprobación del texto base Bazoli con una adición para salvar la objeción de conciencia ha sido tachada por los autores del referéndum para la eutanasia como una «ocasión perdida», ejemplo de política «inhumana». Y no faltan, desde Suecia hasta el Reino Unido, los casos de los operadores sanitarios despedidos o suspendidos por haber ejercido el derecho a la objeción de conciencia: de ello habla el último informe del Observatorio sobre la intolerancia y la discriminación contra los cristianos en Europa (Oidac), recordando que el Tribunal de derechos humanos ha ignorado el de la objeción de conciencia. Lo hizo en 2020 al rechazar el recurso de Ellinor Grimmark, la matrona comparada con el Isis y expulsada de todos los hospitales de Suecia porque estaba dispuesta a ayudar a nacer a los niños, pero no a suprimirlos.

Contra los débiles y los vulnerables

«Parece evidente que hoy el derecho a la objeción de conciencia se ha cuestionado por varias partes. Las razones para este proceso son múltiples, pero la raíz más profunda parece que es el relativismo ético que caracteriza cada vez más la cultura contemporánea y también condiciona las decisiones legislativas y políticas». Cuando le preguntamos al padre Hermann Geissler, director del Centro internacional de los amigos de Newman, de dónde nacía la hostilidad hacia la objeción de conciencia y cuál era hoy su síntoma, el experto en la filosofía del gran teólogo y santo inglés, subrayó que «según algunos, este relativismo sería una condición de la democracia moderna y garantizaría el respeto recíproco y la tolerancia entre personas que tienen opiniones diferentes. En realidad, esto lleva a la intolerancia hacia los más débiles y más vulnerables, por ejemplo, los niños no nacidos, los enfermos terminales y las personas diversamente hábiles. En algunos ambientes incluso se difunde una forma de “dictadura del relativismo”, que no deja espacio a aquellos que piensan de otra manera».

Los ejemplos son infinitos y combatir por el derecho a la objeción de conciencia no es suficiente: hay que «comprometerse también a hacer comprender que una ley civil en contradicción con la ley moral natural no crea ninguna obligación a la conciencia y no se puede aceptar. En efecto, se trata de una ley inicua que va contra la recta razón, hace daño al bien de las personas y atenta a la convivencia pacífica de la sociedad ya que niega la igualdad de todos ante la ley».

Las parteras y el faraón

Llamado a la Congregación para la Doctrina de la Fe por el cardenal Joseph Ratzinger, nombrado por el mismo Benedicto XVI jefe de la oficina doctrinal de la Congregación, el padre Geissler recuerda a Tempi que «para los creyentes vale lo que afirmaron los apóstoles ante las autoridades civiles que les habían prohibido anunciar el evangelio de Jesús: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5,29). Los cristianos siempre se han comprometido a aceptar a las autoridades públicas legítimas, pero había que obedecer antes a Dios y luego a las exigencias humanas. Esta actitud es una continuación de la convicción del pueblo de Israel. Por ejemplo, el libro del Éxodo nos cuenta que las parteras de los hebreos se opusieron al faraón, que había pedido la muerte de todos los varones recién nacidos. Estas, leemos, “no hicieron lo que les había mandado el rey de Egipto, sino que dejaban con vida a los niños” (Éxodo 1,17). Como motivo de esta actitud se afirma: “las parteras temían a Dios” (Éxodo 1,17). Este ejemplo nos enseña que de la obediencia a Dios, al que se le debe ese temor que es el reconocimiento a su absoluta soberanía, nace la fuerza de resistir a las leyes injustas de los hombres».

Para todos, la razón para la objeción de conciencia sigue siendo la libertad según su conciencia, «inseparable de la dignidad de la persona humana que constituye la base de las democracias modernas. Como afirma el Concilio Vaticano II, la persona tiene el deber y el derecho de buscar el bien y la verdad, sobre todo en materia religiosa y moral, por medio de su conciencia, a la que debe seguir fielmente y contra la que no debe estar obligada a actuar (cf. declaración Dignitatis humanae, n. 3). Una forma de democracia contra esta libertad sería inhumana. Por tanto, el derecho a la objeción de conciencia no se puede entender como una concesión, sino que constituye un elemento básico para la democracia liberal».

Actuar según el gusto de uno

Sin embargo, muchos partidarios del aborto o de la eutanasia apelan a una “conciencia humana” genérica: “pon tu mano en tu conciencia”, “tienes la conciencia sucia”. Y resulta cada vez más irreal plantar cara a la empresa totalitaria de quienes quieren mantener un equilibrio consensuado en la sociedad en la que la conciencia parece reducida al subjetivismo, al “sentir” personal que no debe ofender ni entrar en conflicto con los sentimientos de los demás. «El concepto de “conciencia” se ha vuelto muy ambiguo y se ha formado una oposición dialéctica entre libertad y norma, entre autonomía y heteronomía, entre subjetividad y objetividad», afirma el padre Geissler. «En gran medida se cree que sólo lo que se puede ver, medir, calcular y comprobar pertenece al objetivo. La moral, así como la religión, estaría sujeta a estos métodos y se debería considerar dentro del ámbito de lo subjetivo. En este ámbito no habría criterios objetivos: el último recurso sería solo el sujeto, la conciencia individual con sus sentimientos, intuiciones y experiencias. John Henry Newman escribió hace 150 años que “en estos tiempos para gran parte de la gente, el más genuino derecho y libertad de la conciencia consiste en hacer caso omiso de la conciencia, dejar al margen al Legislador y Juez, ser independiente de obligaciones no escritas, invisibles. […] Es el derecho del espíritu propio” (Carta al duque de Norfolk, 1874)».

Sin embargo el verdadero significado de la conciencia es «diametralmente opuesto». Para Newman, recuerda Geissler “conciencia” significa «la capacidad de la persona de reconocer la verdad precisamente dentro de los ámbitos más importantes de su vida, es decir, en la religión y la moral. La conciencia, que es la capacidad de la persona de reconocer la verdad, le impone también el deber de encaminarse hacia la verdad, de buscarla y someterse a ella allí donde se encuentre. Para Newman la conciencia, entendida en sentido estricto, es “el eco de la voz de Dios”, el abogado de la verdad en nuestro corazón, “el originario vicario de Cristo”». ¿Cómo puede escucharse esta voz? Algunas veces, cuando una persona le pregunta cómo debería comportarse en una situación complicada, el padre Geissler le contesta con otra pregunta: «Si usted fuera a morirse en cinco minutos y presentarse ante el Señor, ¿qué elegiría?». «He comprobado que casi siempre la respuesta es correcta», concluye el teólogo. «De esta forma se puede aprender a escuchar la voz de la conciencia».

Publicado por Caterina Giojelli en Tempi

Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana

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Comentarios
9 comentarios en “Sed libres: es decir, obedeced a la conciencia
  1. Siempre hay que obedecer a la conciencia. Es lo que me enseñaron en la carrera de teología los mejores maestros de la historia de la Iglesia y también los mejores maestros de la Universidad de Salamanca.

  2. Lo mejor que he leído respecto a esto es la «Carta al Duque de Norfolk» de San J.H. Newman, una de cuyas frases quedó registrada en el Catecismo: «La conciencia es el primero de todos los vicarios de Cristo».

  3. La conciencia, que es la capacidad de la persona de reconocer la verdad, le impone también el deber de encaminarse hacia la verdad, de buscarla y someterse a ella allí donde se encuentre. Para Newman la conciencia, entendida en sentido estricto, es “el eco de la voz de Dios”, el abogado de la verdad en nuestro corazón, “el originario vicario de Cristo”». ¿Cómo puede escucharse esta voz? Algunas veces, cuando una persona le pregunta cómo debería comportarse en una situación complicada, el padre Geissler le contesta con otra pregunta: «Si usted fuera a morirse en cinco minutos y presentarse ante el Señor, ¿qué elegiría?». «He comprobado que casi siempre la respuesta es correcta», concluye el teólogo. «De esta forma se puede aprender a escuchar la voz de la conciencia».

    1. Quizás el artículo olvida que la conciencia se oscurece por el fomes peccati, que puede llegar a auténtica adicción. De ahí, no sólo la conveniencia, sino la necesidad de la confesión frecuente con un buen sacerdote.

  4. Dice que Eutanasia es una acción deliberada para poner fin a la vida de un ser humano, de un animal,,en pocas palabras un Asesinato,, pero dicho de otra forma.
    Y el aborto, es que la madre mate a su hijo,, que se dice Filicidio.
    En pocas palabras, Asesinato también. ¿ Cómo una conciencia con conciencia, va a matar muy a gusto, y seguir como si nada.
    Nada más manejan el lenguaje y ya la hacen.

  5. uno: La mayor parte de los mártires alemanes del S. XX reconocidos son mártires de conciencia porque en Alemania la Fe no estaba en cuestión, así que no pueden ser estrictamente mártires de la Fe. La conciencia es un plus, nunca un minus, de manera que allí donde podrías escaquearte sin necesidad de apostatar la conciencia no te lo permite. La lista de mártires es corta, muy corta, precisamente por eso porque a los nazis no le interesaba matar a los cristianos en general, no los consideraban peligrosos, solo les interesaba matar a los mejores. La conciencia no permite hacer menos de lo obligado pero puede pedir más. Lo que has dicho indica que no tienes ni idea de lo que significan las exigencias de una conciencia iluminada por el Espíritu Santo. Hay tres que se negaron a hacer el juramento a Hitler por considerar que la guerra no entraba dentro del concepto de «Guerra Justa», otro que era demasiado carismático, otro que dijo que la doctrina de la raza era anticatólica…

  6. En muy pocos casos se les mató por causas directamente relacionadas con la Fe, aunque hubo excepciones, como la Beata Restituta Kafka, que se negó a a quitar los crucifijos de los cabeceras de las camas en un hospital por el capricho de un oficial de la Gestapo que, seguramente, sería ateo. Naturalmente tuvieron que fabricarse otra acusación antes de juzgarla porque eso no era causa en el código penal.

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