El órgano oficial online de la Santa Sede, VaticanNews, escribe sobre la ‘pandemia de la desigualdad’, un informe que ha presentado Oxfam en el Foro Económico Mundial, donde se reúne la gente más ‘desigual’ del planeta y que tiene por reverenciado protagonista este año al tirano chino, azote de católicos, Xi Jinping.
Es todo francamente obsceno, no se me ocurre otro modo de presentarlo. Leamos el primer párrafo de la noticia que recoge el medio vaticano: “El Foro Económico Mundial de Davos arranca hoy hasta el próximo viernes, por segundo año consecutivo en modalidad virtual a causa de Covid-19. Los actos serán inaugurados por el Presidente de China, Xi Jinping, y el fundador y presidente ejecutivo del Foro, Klaus Schwab, por videoconferencia. De fondo, el informe de la ONG Oxfam sobre la desigualdad: 163 millones de nuevos pobres debido a la desigualdad exacerbada por la pandemia”.
Es difícil saber por dónde empezar en esta orgía de hipocresía y duplicidad pero, ya que citamos las orgías, podemos hacerlo por Oxfam, el ‘gigante de la caridad organizada’ que ha elaborado el estudio. Es un informe que aparece todos los años, con más trucos que una película de chinos que los economistas más pacientes se ocupan de desmontar en cada ocasión, porque Oxfam vive, evidentemente, de exagerar las malas noticias.
Es un defecto disculpable. Desgraciadamente, no es el único. En 2018 supimos cosas de esta ‘organización del bien’ que desdicen bastante de sus supuestos fines benéficos. Por filtraciones desde dentro se supo que durante las misiones humanitarias desplegadas en la nación caribeña tras el terrible terremoto de 2010 (más de 220.000 muertos y 300.000 heridos), los directivos y responsables de la delegación de Oxfam aprovecharon su posición de poder para organizar orgías con prostitutas locales. Un informe interno, publicado por The Times, reveló que el personal de la ONG explotó sexualmente a numerosas mujeres en un contexto de extrema necesidad para los haitianos. Al mismo tiempo, el presidente de Oxfam Internacional era detenido por corrupción en Guatemala.
Y no era el caso de la típica ‘manzana podrida’: el escándalo afectó a todos los directivos de la región, incluyendo a su director, el holandés Roland van Hauwermeiren, que contrató los servicios de prostitutas locales. Oxfam supo de estas prácticas y ofreció salidas maquilladas para todos los implicados. No se descarta que entre las mujeres prostituidas hubiera menores.
Poco después, una ex-jefa de seguridad global de Oxfam en Reino Unido revelaba que numerosos voluntarios de 14 y 15 años denunciaron multitud de abusos sexuales en las tiendas británicas. Según su testimonio, revelado en la televisión Channel 4, los casos implicaban graves conductas de acoso y abuso sexual y violaciones a nivel global. Al menos un 10% de los trabajadores de cada organización nacional implicada habrían denunciado prácticas similares.
Recibir lecciones “de desigualdad” de esta organización, sinceramente, me resulta indigerible.
Claro que el informe no se publicó precisamente en una parroquia, sino en la reunión de los personajes más influyentes de las finanzas, la política y la cultura del mundo, el Foro Económico Mundial o Foro de Davos, por el encantador pueblecito suizo en que suelen reunirse. Ya saben, ese foro fundado y dirigido por Klaus Schwab, el hombre que nos prepara un futuro en el que no tendremos nada y seremos felices (palabras literales de un anuncio pagado por el foro, y retirado tras su pésima acogida), el mismo que celebra la llegada de la pandemia, que supone para él y sus cuates la ocasión de imponernos una visión del porvenir en la que el hombre actual quedará superado por una especie de superhombre nietzscheano obtenido por una fusión de la cibernética y la alteración genética.
Y quien corta la cinta este año es Xi Jinping, el azote de uigures y católicos, que ha convertido China en una pesadilla de vigilancia omnipresente gracias a los avances tecnológicos y ha sustituido las imágenes religiosas en las casas por su propio retrato.
Para acabar la crónica de esta triste farsa, esa desigualdad que ha creado 163 millones de nuevos pobres no se ha debido, como se repite constantemente en todos los foros, a “la pandemia” en sí (causada por un virus artificial creado en un laboratorio chino, por cierto), sino por las draconianas, cambiantes, orwellianas e ineficaces medidas de contención bendecidas por todos en ese foro y en la propia cúpula de la Iglesia.
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