El obispo de Jaén defiende la familia «entre el hombre y la mujer, constituida por el vínculo indisoluble del matrimonio»

Sebastián Chico Martínez
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Con motivo del día de la Sagrada Familia, celebrado el domingo, el recién nombrado obispo de Jaén, Sebastián Chico Martínez, hizo en su homilía una defensa férrea de la familia.

Contemplar el Misterio de la Sagrada Familia, nos invita a mirarnos en este espejo, santo y sagrado, y dejar que de aquí brote una fuente, un manantial de amor que ha de ser el motor que nos anime a vivir en la familia un amor fecundo e invite a nuestra sociedad a que la tengan como modelo.

El prelado, comenzó su homilía destacando que «en este día, celebramos la Jornada por la Familia y por la Vida, este año con el Lema: “Anunciar el Evangelio de la familia hoy”. Día que está incrustado en un año especialmente dedicado a la familia, en el que celebramos el 5º aniversario de la publicación de la exhortación apostólica Amoris Laetitia, un texto que el papa Francisco dedica a la belleza y la alegría del amor familiar. Se abrió el pasado 19 de marzo y culminará con el Xº Encuentro Mundial de las Familias en Roma con el Santo Padre, el próximo 26 de junio de 2022».

Seguidamente, el obispo de Jaén, entrando en materia, afirmó que «los hombres necesitamos de la familia, hoy más que nunca. Todos necesitemos contar con ese ambiente de aceptación, confianza y afecto que solamente se encuentra en la familia» Así mismo, recordó que «hoy la familia padece dificultades». Entre esas dificultades, Chico Martínez lamentó «que algunos piensan que el amor fiel y permanente que se necesita para que pueda existir una verdadera familia es una traba para la libertad y la felicidad, y esto sin meternos en los distintos tipos de convivencia a los que con “gran facilidad” se les quiere llamar o se les llama “familia”.

El obispo de Jaén, lamentó que «se pone en duda la propia identidad de la familia fundada sobre el matrimonio, unión intima de vida, complemento entre el hombre y la mujer, constituida por el vínculo indisoluble del matrimonio, libremente contraído, públicamente afirmado, que está abierto a la transmisión de la vida», lo cual ha sido provocado por «la cultura relativista que se ha ido gestando a lo largo de décadas y que hace difícil los compromisos estables y la vivencia de la fe», afirma el ex obispo auxiliar de Cartagena.

Para Chico Martínez, «el valor social e institucional del matrimonio entre hombre y mujer abierto a la vida «ha ido recibiendo golpe tras golpe hasta convertirlo en algo que apenas tiene relieve decisivo en la vida de las personas». Sin embargo, «Una sociedad en la que la familia pierde su significado y deja de ser de facto un pilar fundamental se debilita grandemente».

Además de este tipo de dificultades, más bien de índole social o moral, el obispo también destaca que «nos encontramos otro tipo de dificultades, tales de tipo económico, laboral o social que dificultan la capacidad de las personas para organizar su vida, y que son también una dificultad para la familia». En la enumeración que hace de esas dificultades destaca que «muchas parejas jóvenes tienen que retrasar su matrimonio excesivamente porque no tienen un trabajo fijo o porque no encuentran una casa a su alcance; hoy, la mayoría de los matrimonios jóvenes tienen que trabajar los dos para hacer frente a los gastos del mantenimiento de la casa y de los hijos; la crianza de los hijos, que ha sido siempre un gran ejercicio de generosidad y de abnegación, se convierte en una tarea penosa, casi imposible. Y no digamos nada para aquellos matrimonios que no quieran renunciar a las comodidades y atractivos de la vida moderna».

El obispo jienense ha pedido que «la familia cristiana, como discípulos de Jesucristo, tenemos que reafirmar el maravilloso plan de Dios sobre la familia y, por tanto, la importancia de la familia y nuestro compromiso a favor de ella, por fidelidad a Dios y por servicio al hombre, y por ello, estamos llamados a defenderla y a evangelizarla, a hacer resonar el anuncio del Evangelio de la familia, como una de las tareas más importantes de la Iglesia para el servicio al Reino de Dios y para ayudar a la felicidad de los hombres y la prosperidad de nuestra sociedad».

Para que una familia marche bien hacen falta muchas cosas, desde el plano económico hasta el psicológico y moral. Pero sobre todo hacen falta un descubrimiento y una actitud:

Para que una familia marche bien, Chico Martínez hace hincapié en «el descubrimiento de la dignidad y de la grandeza de la persona, la grandeza de esa o de esas personas con las cuales compartimos inmediatamente la vida. El marido para la mujer, la mujer para el marido, los hijos para los padres y los padres para los hijos han de tener la grandeza y el valor que les da ser hijos de Dios, imagen de la Trinidad, herederos y ciudadanos del Cielo. Esta mentalidad ayuda a respetar, a amar, a perdonar, a convivir intensa y gozosamente».

De igual modo, afirma que «la familia es el lugar del amor, en ella amamos y somos amados, de cerca, tal como somos, de forma concreta y minuciosa, en las horas felices y en las horas difíciles de enfermedad, del sufrimiento, de la vejez», por lo que «una familia así entendida es el clima en el que aprendemos a ser personas, a vivir como seres libres, en la verdad y en el amor. Es el santuario de la vida, la garantía de la auténtica humanidad y felicidad para todos».

Por último, el obispo de Jaén ha incidido en que «los cristianos tenemos que ser evangelizadores de la familia. Y nuestra primera obligación es que las familias cristianas aparezcan ante el mundo como un argumento viviente a favor de la misma. Por ello, tienen que “ser profecía viviente” del verdadero amor, de la verdadera humanidad, enriquecida de dignidad y de grandeza, y de la verdadera felicidad. Y como profecía aliento y denuncia. Aliento para el bien, denuncia de todos los ideales equivocados que cultivan un amor falso que termina en el sabor amargo de la soledad y la decepción», concluye el obispo.

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Comentarios
8 comentarios en “El obispo de Jaén defiende la familia «entre el hombre y la mujer, constituida por el vínculo indisoluble del matrimonio»
  1. El mal no está sólo en las palabras. El mal no es que a «distintos tipos de convivencia» se les quiera llamar familia. El mal es que esos «distintos tipos de convivencia» son objetivamente desordenados e incluso contrarios a la naturaleza. El mal no es que a la unión entre sodomitas se le quiera llamar matrimonio. El mal es que esa unión es objetivamente desordenada y contraria a la naturaleza, objetivamente un pecado que clama al cielo. Repito el adverbio objetivamente porque queda siempre a salvo la cuestión de la culpabilidad personal. Pero el reconocimiento institucional de esos «distintos tipos de convivencia» es siempre ilícito y escandaloso.

  2. Jolín. Me resulta ya raro oír a un obispo que defienda y proclame una verdad de fe. Porque el cambio climático, la acogida del descartado inmigrante ilegal, el apartheaid, etc, no son materia de fe, ¿verdad?

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