¿Era Pablo VI partidario de la comunión en la mano?

Pablo VI comunión mano
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Monseñor Nicola Bux, al que hemos traído, en más de una ocasión, a estas páginas, es doctor en ciencias eclesiásticas orientales por el Pontificio Instituto Oriental de Roma, ha sido consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe (2002-2013), de la Oficina de las celebraciones litúrgicas del Sumo Pontífice (2008-2013) de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (2010-2018) y de la Congregación para las Causas de los Santos (1998-2019). En materia litúrgica fue un estrecho colaborador del Papa Benedicto XVI.

En un artículo que apareció, en parte, en La Nuova Bussola Quotidiana, el sacerdote italiano, analizando un libro de un obispo argentino fallecido hace unos años, recuerda la historia detrás del famoso indulto de Pablo VI que introdujo esta práctica que se ha ido extendiendo rápidamente hasta que, en 2020, con la llegada del coronavirus, podríamos decir que es la forma más extendida de recibir el Cuerpo de Cristo.

Les ofrecemos el artículo completo:

Comunión en la mano:  una desobediencia autorizada.

In Memoriam SER Juan Rodolfo Laise en el primer aniversario de su muerte (1).

Hasta el 26 de abril de 1996, el episcopado argentino era uno de los pocos del mundo en continuar a rechazar la práctica introducida al final de los años ’60 en franca oposición a la voluntad del Papa Pablo VI, de distribuir la Santa Comunión en la mano de los fieles. Recién ese día se obtuvieron en la Asamblea de la Conferencia Episcopal Argentina los votos suficientes para poder pedir a Roma el indulto que permitiera introducir esta práctica contraria a la ley universal de la Iglesia.

Roma otorgó inmediatamente dicho indulto, pero lo hizo “ad normam” de la “Instrucción sobre el modo de administración de la Santa Comunión, Memoriale Domini”, en la cual se estipulaba claramente que la prohibición de dar la comunión en la mano debía conservarse universalmente, pero que, allí (y sólo allí) donde el uso ya se había introducido abusivamente y había arraigado de modo que los obispos de la conferencia episcopal local considerasen que no había más remedio que tolerarlo: “El Santo Padre […] concede que, dentro del territorio de vuestra Conferencia Episcopal cada obispo según su prudencia y su conciencia, pueda autorizar en su diócesis la introducción del nuevo rito para distribuir la Comunión.».

El entonces Obispo de San Luis (Argentina) Juan Rodolfo Laise, juzgó que según su prudencia y conciencia esas circunstancias no se daban en su diócesis por lo que no consideró adecuado hacer uso de ese indulto. Esta decisión fue inmediatamente interpretada por muchos como una ruptura de la unidad del episcopado y hasta como una “rebeldía” contra una disposición liturgica que de ahí en adelante estaría vigente. El Obispo de San Luis consultó sobre esto a los diversos dicasterios Romanos competentes que unánimemente aprobaron su decisión.

El pasado 22 de julio se cumplió un año de la desaparición de Mons Juan Rodolfo Laise quien, una vez convertido en emérito, regresó a la vida conventual de su Orden, los Capuchinos, y desde 2001 se retiró al convento de San Giovanni Rotondo (el lugar en donde vivió y donde ahora se venera al santo Padre Pío, al que el obispo argentino tuvo una gran devoción). Allí Mons. Laise ejerció su ministerio confesando a los peregrinos todos los días durante casi dos décadas, hasta unos meses antes de su muerte a los 93 años.

Existen muchos aspectos de su figura, como religioso, sacerdote y obispo, que se podrían evocar, pero nos centraremos en el libro que publicó para explicar su posición en el episodio que hemos mencionado; libro que, a su pedido, he tenido el honor de presentar hace unos años con ocasión de su edición italiana (Comunione sulla mano, Documenti e storia. Cantagalli, 2016)(2) en un acto tenido en el Aula Magna del Instituto Patrístico (Augustinianum) de Roma.

Se trata probablemente del primer libro específico sobre la Comunión en la mano que se haya nunca publicado. En él profundiza los aspectos históricos, canónicos y teológicos del modo de comulgar y su influencia en la devoción y la vida espiritual de los fieles.

El libro está estructurado como un comentario detallado (párrafo por párrafo) de los documentos en los que está expresada la legislación vigente sobre la forma de comulgar, al que se añade un apéndice con aspectos históricos que nos sitúan en el contexto en el que nacieron aquellos documentos. Todo esto nos permite entender la “mens legistoris”; es decir, la intención del legislador (Pablo VI en este caso), que es un elemento clave al momento de interpretar una ley.

Por fin, luego de responder a los principales argumentos utilizados con frecuencia para justificar la introducción del uso de la comunión en la Mano, concluye con una serie de reflexiones en las que se hace una aplicación concreta de los elementos expuestos a lo largo del libro.

A continuación, veremos los más importantes de estos elementos que en muchos casos son verdades olvidadas que contrastan con ciertas ideas recibidas:

Puede sorprender a algunos, por ejemplo, el enterarse, leyendo este libro, de que esta forma de comulgar no fue tratada y ni siquiera fue mencionada en el Concilio y que tampoco forma parte de la reforma litúrgica posterior. En efecto, este uso, contario a las normas, fue introducido sin autorización en ciertas regiones en la mitad de los años ’60 y si bien el Papa Pablo VI hizo comunicar inmediatamente (ya en 1965) a los obispos de esas regiones, que debían volver inmediatamente al único uso lícito, es decir, en la boca, éste y otros reclamos de la autoridad suprema no tuvieron ningún efecto.

Puesto que la resistencia a estas directivas se mostró inquebrantable, en 1968 se comenzó a considerar la posibilidad de conceder un indulto puntual para los casos concretos que no estaban dispuestos a obedecer, si bien se veía que este uso era en la práctica “muy discutible y peligroso” y se sabía que, en caso de errar en la manera de resolver el asunto existía “debilitar la fe del pueblo en la presencia eucarística”. Fue así que Pablo VI quien, según sus propias palabras “no podía dejar de considerar la eventual innovación con evidente aprensión”, hizo hacer una consulta “sub secreto” al episcopado mundial a propósito de cómo enfrentar mejor esta desobediencia desafiante.

El resultado de la consulta fue que una gran mayoría de los obispos veían peligrosa cualquier concesión. En consecuencia, el Papa ordenó a la Sagrada Congregación para el culto divino que preparara un proyecto de documento pontificio en el cual confirmara el pensamiento de la Santa Sede acerca de la inoportunidad de la distribución de la sagrada comunión sobre la mano de los fieles indicando las razones (litúrgicas, pastorales, religiosas, etc.).

Así fue que el 29 de mayo de 1969, la Congregación para el Culto Divino publicó la instrucción Memoriale Domini, en la que está contenida la legislación que sigue aún ahora vigente y que podría resumirse de esta manera: la prohibición de la comunión en la mano sigue siendo la norma universal y se exhorta firmemente a los Obispos, sacerdotes y fieles a que se sometan diligentemente a esta ley nuevamente confirmada (3).

Sin embargo, donde este uso introducido ilícitamente hubiera arraigado, la Instrucción preveía la posibilidad de otorgar un indulto a aquellos sectores que no estuvieran dispuestos a obedecer a esta exhortación papal de respetar el derecho universal. En esos casos, para “ayudar a las Conferencias Episcopales a cumplir su oficio pastoral, con frecuencia más difícil que nunca a causa de la situación actual” el Papa dispuso que las conferencias episcopales respectivas (con la condición de haber obtenido la aprobación de dos tercios de sus miembros) habrían podido pedir un indulto a Roma para que cada obispo miembro de esa conferencia, según su prudencia y conciencia, pudiera permitir la práctica de la Comunión en la mano en su diócesis.

Mons. Laise toma los detalles para la reconstrucción histórica del precioso relato de los hechos que hace, en sus memorias La Riforma liturgica 1948-1975, mons. Annibale Bugnini quien no solo fue testigo sino también protagonista de ellos. Según los documentos transcritos en este libro, esta concesión tenía como objetivo sobre todo evitar que «en estos tiempos de fuerte impugnación (…) la autoridad no se vea derrotada al mantener una prohibición que difícilmente habría sido respetada en la práctica». De hecho, al considerar las diversas soluciones posibles se había hecho la siguiente advertencia: « ha de preverse también una reacción violenta en algunas zonas y una desobediencia más bien difundida donde el uso ya esté introducido ». Por otra parte, la voluntad evidentemente restrictiva del legislador manifestada claramente en el documento, debería haber hecho que la concesión se interpretase y aplicase de modo que favoreciera lo menos posible la difusión del rito.

Esta legislación nunca fue modificada posteriormente, ni las posibilidades de introducir la comunión en la mano fueron nunca ampliadas, sin embargo las solicitudes hechas por las conferencias episcopales por más que no se cumplieran las condiciones exigidas para solicitar el indulto-; la insistencia en reconsiderar el problema en lugares donde ya se había verificado previamente la ausencia de esas condiciones restrictivas; la demasiado fácil concesión por parte del dicasterio correspondiente y, sobre todo, el absoluto silencio que se hizo posteriormente sobre la irreductible desobediencia que, como bien explica Mons. Laise, fue precisamente la única razón por la que otorgó la concesión; hicieron que la práctica se extendiera casi universalmente.

Un segundo punto del estudio de Mons. Laise que puede llamar la atención es cuando demuestra que la nueva práxis no es propiamente un «redescubrimiento» de una «antigua tradición», de «volver a comulgar como en la Iglesia de los orígenes y de los Padres», como se oye decir con frecuencia. A este respecto, expuse ante Mons. Laise la convicción de que el Evangelio de Juan y los escritos de algunos padres, así como el código purpureo de Rossano (siglo V), de origen siríaco, muestran en cambio que Jesús dio la Comunión a los Apóstoles en la boca.

En la Instrucción Memoriale Domini está claramente explicado como, si bien en el cristianismo primitivo la Sagrada Comunión se recibía normalmente en la mano, “con el correr del tiempo se fue profundizando en el conocimiento de la verdad del misterio Eucarístico, de su eficacia y de la presencia de Jesucristo en él de modo que, tanto por el sentido de reverencia hacia este Sacramento como por el sentido de humildad con el que es preciso que sea recibido, se introdujo la costumbre de que la Sagrada Forma sea puesta por el sacerdote en la lengua del comulgante”.

Fue así que, en un momento determinado, un uso terminó reemplazando al otro, hasta el punto de que el primero no solo fue abandonado sino incluso explícitamente prohibido. En el contexto, se ve claramente que para Pablo VI este cambio fue un progreso real: el paso de un modo imperfecto a uno más perfecto. Y con razón, en efecto, los antiguos textos patrísticos no mencionan ninguna ventaja específica que se siga del viejo modo de comulgar, ni tampoco hay elogios de los escritos de los Padres referidos a este modo en cuanto tal, sencillamente describen el único modo que conocían; por el contrario, como dice Mons. Laise, al alertar reiteradamente sobre los peligros que conllevaba este modo de comulgar, ponen de manifiesto una imperfección inherente a éste. Por eso dice el autor que se podría afirmar que la comunión en la mano fué, ciertamente, el modo de comulgar que tuvieron los Santos Padres, pero la comunión en la boca es el modo que hubieran deseado tener.

Siglos más tarde el uso de comulgar en la mano, “neutro” en la edad patrística, fue retomado por los Protestantes pero esta vez con una clara connotación doctrinal: Por ejemplo, Martín Bucero, asesor de la Reforma anglicana, afirma que la práctica de no dar la comunión en la mano se debía a dos «supersticiones»: “el falso honor que se pretende tributar a este sacramento” y la «creencia perversa» de que las manos de los ministros, por la unción recibida en su ordenación, son mas santas que las manos de los laicos. A partir de este momento, el gesto de recibir la comunión en la mano conllevará un sentido marcadamente polémico que la contrapone a la comunión en la boca como expresando una doctrina opuesta y esto en dos puntos fundamentales que distinguen la posición protestante de la católica: la presencia real y el sacerdocio. En adelante esta implicación no podrá ser ignorada.

Es por eso que, cuando en la segunda mitad del siglo XX, el uso de dar la Comunión en la mano empezó a penetrar en los círculos católicos, ya no se trataba de un mero retorno a un gesto primitivo. No es casual por lo tanto, como destaca Mons. Laise, que justamente en uno de los primeros lugares en que la comunión en la mano comenzó a imponerse, hay sido publicado poco antes el llamado «Nuevo Catecismo», más conocido como «Catecismo Holandés», al cual la santa Sede tuvo que imponer numerosas modificaciones (14 principales y 45 menores) para corregir graves errores doctinales. En este libro, encargado por el Episcopado holandés y presentado por medio de una «pastoral colectiva» del mismo, se ponía en duda, entre otras cosas, la presencia real y sustancial de Cristo en la Eucaristía, se daba una explicación inadmisible de la transubstanciación y se negaba cualquier clase de presencia de Jesucristo en las partículas o fragmentos de Hostia que se desprendían después de la consagración; por otra parte había una confusión entre el sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio jerárquico.

Un tercer aspecto que el llorado obispo argentino pone adecuadamente de relieve es que, aún donde está permitido el dar la comunión en la mano, no se trata de una opción más propuesta por la Iglesia con el mismo valor que el otro uso en vigor. En efecto la posición de la Santa Sede respecto del modo de comulgar no es indiferente: la comunión en la boca es el único modo autorizado por la legislación universal de la Iglesia y está claramente recomendado mientras que el otro, fruto de un indulto, es solamente tolerado (y esto como consecuencia de lo que Laise llama la «desobediencia más grave a la autoridad papal en los últimos tiempos»(4)), debiendo tomarse, en el caso de utilizarlo, una serie de precauciones, en especial en lo que se refiere a la limpieza de las manos y a la asidua diligencia y cuidado con respecto a las partículas (prescripciones que, por otra parte, no suelen ser tenidas en cuenta en la práctica).

Según se afirma en la Instrucción Memoriale Domini, el documento que contiene la legislación vigente, esta forma de comulgar, que desde hace un milenio desplazó universalmente a la comunión en la mano, «es propia de la preparación que se requiere para recibir el cuerpo del Señor del modo mas fructuoso posible» y «asegura mas eficazmente que la Sagrada comunión sea distribuída con la reverencia, el decoro y la dignidad que le son debidas, apartando así todo peligro de profanar las especies Eucarísticas … guardando con diligencia el cuidado que la Iglesia ha recomendado siempre aún acerca de los mas pequeños fragmentos de la Sagrada Forma» con la comunión en la mano, en cambio, se necesitaría un milagro para que, en cada comunión, no caiga alguna partícula al suelo o quede adherida en la mano del fiel.

Por esta razón Pablo VI recordaba, en la encíclica Mysterium Fidei, que Orígenes dice que «los fieles se creían culpables, y con razón, si, habiendo recibido el cuerpo del Señor, y conservándolo con todo cuidado y veneración, algún fragmento caía por negligencia»(5).

Las expresiones de los Padres, el cambio de modo de comulgar al fin del primer milenio, y los argumentos de Pablo VI al negarse a permitir la reintroducción del modo arcaico de comulgar reflejan todos la única fe de la Iglesia que es siempre la misma: la Fe en la presencia real, sustancial y permanente, aún en las más pequeñas partículas que exige cuidado y adoración(6).

Estos son, en resumen, los temas centrales del libro. Pero alguien se preguntará tal vez si un libro escrito hace un cuarto de siglo no será ya obsoleto.

Las sucesivas ediciones y reimpresiones (17 en total), con varias actualizaciones y en diversas lenguas y formatos (seis ediciones en español (1a a 3a 1997, 4a 2005 (Buenos Aires), 5a Nueva York, 2014, 6a España, 2020, 7ª para Kindle), dos francesas (París, 1999-2001), dos italianas (Cantagalli, 2015), una Polaca (Cracovia, 2007) y cinco inglesas (2010, 2011, 2013, 2018, 2020), prueba que, como ya había señalado el propio autor, más allá de las circunstancias vinculadas al tiempo y al lugar que motivaron este estudio, hay, en efecto, aspectos permanentes que aún pueden interesar al lector y proporcionar:

  1. acceso a legislación auténtica relacionada con este asunto, absolutamente desconocida entre los fieles y también por numerosos pastores;
  2. la situación histórica en la que se produjo esta legislación, también desconocida
  3. indicios para comprender las dramáticas consecuencias que la práctica de la comunión en la mano puede tener sobre la fe en la presencia real y la piedad eucarística;
  4. lementos que ayudan a reflexionar sobre la relación entre el obispo y su Conferencia Episcopal y su independencia en lo que respecta al gobierno de su diócesis;
  5.  una reflexión sobre el funcionamiento de algunos «mecanismos de presión» dentro de la Iglesia, capaces de revertir una decisión papal, que reflejan una forma de actuar que fue y aún ahora es usada en otros dominios.

Quisiera agregar además dos testimonios acerca de la relevancia que aún ahora tiene el libro, el primero es un artículo del profesor Mauro Gagliardi (ex consultor de la Oficina de Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice nombrado por Benedicto XVI) en la Revista de la Facultad de Filosofía y Teología de la Universidad Regina Apostolorum, titulado «La autoridad legislativa del obispo diocesano sobre la distribución de la comunión en la mano. Notas sobre la ley litúrgica». (Alpha Omega, XVI, no. 1, 2013 – págs. 127-138). No solo una entera sección de este artículo está dedicada al obispo Laise y a sus decisiones, citando también su libro (n. 9, «Un caso de no aplicación del indulto» pp 135-136), sino que todo el artículo coincide con la posición y la exégesis del prelado argentino, como se puede ver en esta afirmación: «Si un Obispo decide no aplicar el indulto en su Diócesis, no sería él quien prohíbe la distribución de la Sagrada Comunión en la mano, sino la norma general confirmada por la Suprema Autoridad (el Sumo Pontífice Pablo VI), a través de Memoriale Domini. El obispo simplemente optaría por no valerse de un indulto a esa norma. Es decir, que en su Diócesis se seguiría observando sin excepción la norma tradicional y vigente, reconfirmada por Pablo VI y nunca modificada hasta hoy” (p. 135).

El otro testimonio es la tesis doctoral en Derecho Canónico de Don Federico Bortoli, posteriormente publicada como “La distribuzione della comunione sulla mano: Profili storici, giuridici e pastorali” (La distribución de la comunión en la mano: perfiles históricos, jurídicos y pastorales). (Cantagalli, Siena 2018). Aquí también encontramos un capítulo completo sobre el obispo de San Luis (2.6.3. «El indulto en Argentina, p. 178-188). Dice allí Don Bortoli de Mons. Laise: «como buen canonista, actuó de acuerdo con la ley, y la corrección de su obrar fue confirmada por dos dicasterios de la Curia romana» y más adelante, sobre el libro: «Además, de las respuestas de las conferencias episcopales a la investigación de 1976, así como a partir del testimonio de Mons. Laise, hemos visto claramente que la práctica de la Comunión en la mano fue promovida e incentivada por las conferencias episcopales mismas y presentada como la mejor forma de recibir la Eucaristía, haciendo circular la idea de que esta era la voluntad de la Santa Sede y del Santo Padre. En realidad, como señaló el propio Laise, el propósito, el fin, del indulto no era promover el uso de la Comunión en la mano, sino ayudar a las conferencias episcopales donde la práctica ya se había extendido y era difícil de eliminar».

Pero el libro de Don Bortoli contiene también una necesaria «puesta al día» del trabajo de Mons. Laise, ya que ha publicado material inédito al que el autor ha tenido acceso en el contexto de su investigación de doctorado y que de ahora en adelante constituirá a su obra en referencia obligada sobre el tema. Pero este “aggiornamento”, lejos de corregir o dejar perimidos aspectos del trabajo del prelado argentino Don Bortoli hace conocer otros nuevos que confirman todo lo sostenido por aquel y muestran los extremos a los que se ha llegado que éste no hubiera imaginado.

Es así que no sólo queda confirmado el rechazo que Pablo VI tenía por la introducción de ese modo de recibir la comunión en los años ’60, ya probado con testimonos históricos por Mons. Laise, sino que documenta el posterior intento del mismo Papa de limitarlo y desaconsejarlo, es así que el 19 de Enero de 1977 hace enviar por la Secretaría de Estado al Prefecto de la Congregación de Culto Divino, un pro-memoria con la siguiente indicación: «Dado que se trata de un tema sumamente delicado e importante, Su Santidad me ha encomendado enviar a Su Eminencia Reverendísima copia del escrito, con el pedido de estudiar cómo se pueden aplicar las sugerencias señaladas por su Eminencia Prefecto de la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos (Card. Bafile)”.

Las sugerencias enviadas eran las siguientes: «Suspender la concesión de nuevos indultos; decir explícitamente que donde no se ha concedido el indulto, la práctica de la Comunión en la mano es ilegal y recordar que, incluso cuando se ha concedido el indulto, la práctica en cuestión debe ser desaconsejada» las razones para estas medidas era evitar las consecuencias que se estaban produciendo, a saber: «la disminución de la piedad eucarística, la dispersión de los fragmentos de la hostia, el facilitar sacrilegios llevándose la hostia consagrada y la imposibilidad de que, a pesar de todos los inconvenientes que esta práctica presenta, el sacerdote pueda negarse a distribuir la Comunión en la mano». Pero esta indicación no fue seguida por el prefecto del Culto, Cardinal Knox. Un año después, el 1 de febrero de 1978, hay una nueva carta del Secretario de Estado, en la que nuevamente se pide de parte de Pablo VI que la Congregación de Culto Divino prohíba que se extienda el uso de la Comunión en la mano, pero tampoco fue implementada(7).

Finalmente, el Secretario de Estado transmite una vez más la orden del Papa (que para ese entonces ya era Juan Pablo II) de suspender la concesión de nuevos indultos, y esta vez fue con éxito, pero esta disposición ha encontrado una fuerte resistencia; por ejemplo, el 21 de diciembre de 1984, el obispo de Ivrea, mons. Luigi Bettazzi, escribió a Juan Pablo II para saludarle la Navidad y aprovechó la oportunidad para expresar su opinión sobre lo que él define como «un problema, quizás muy marginal pero emblemático»: la práctica de la Comunión en la mano.

Bettazzi lamenta que la conferencia episcopal italiana no haya aún obtenido el indulto y critica a Juan Pablo II por haber suspendido nuevas eventuales concesiones, diciéndole: «No me parece correcto usar vuestra autoridad de esta manera». Después de cinco años, en febrero de 1985, se empezaron a conceder indultos como antes.

Otro aspecto del libro de Don Bortoli que confirma la posición de Mons. Laise, es la descripción de la actitud del Papa Benedicto XVI y las declaraciones de altos prelados de la Congregación de Culto Divino en apoyo de su posición. Cabe recordar que, a partir del Corpus Christi de 2008, Benedicto XVI reintrodujo en la liturgia papal la administración de la Sagrada Comunión exclusivamente en la lengua.

La explicación de esta decisión por parte de la Oficina para las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice fue publicada en la página web del Vaticano: allí se recuerda que ya en la época de los Padres se había comenzado a privilegiar la comunión en la lengua, fundamentalmente por dos razones: para evitar al máximo la dispersión de los fragmentos eucarísticos y para favorecer el crecimiento de la devoción de los fieles hacia la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Se hace referencia a la enseñanza de Santo Tomás de Aquino, quien afirma que, por respeto al Santísimo Sacramento, la Eucaristía no debe ser tocada por nada que no esté consagrado, por lo tanto, además de los vasos sagrados y el corporal, solo las manos del sacerdote tienen esta facultad. Además, se subraya la necesidad de adorar al Señor antes de recibirlo, como recuerda san Agustín, y estar de rodillas favorece justamente esta actitud.

Finalmente, se hace referencia a la advertencia de Juan Pablo II de que nunca se corre el riesgo de exagerar cuando se trata del cuidado del misterio eucarístico.

Pero el propio Benedicto XVI explicó esta elección de la siguiente manera: «Al hacer que la Comunión se reciba de rodillas y se administre en la boca, quise dar un signo de profundo respeto y poner un signo de exclamación acerca de la Presencia real … Quería dar una señal fuerte; esto debe quedar claro: “¡Es algo especial! Aquí está, es frente a él que caemos de rodillas. ¡Prestad atención! No es un rito social cualquiera en el que se puede participar o no” (Luce del mondo. Il Papa, la Chiesa e i segni dei tempi. Una conversazione con Peter Seewald (Luz del mundo. El Papa, la Iglesia y los signos de los tiempos. Una conversación con Peter Seewald), LEV, Ciudad del Vaticano 2010, p. 219).

El 10 de abril de 2009, el cardenal Antonio Cañizares Llovera, ya nombrado prefecto de la Congregación para el Culto Divino, pero también administrador apostólico de la archidiócesis de Toledo, durante la celebración en la catedral de la Santa Misa in Coena Domini, anunció a los fieles que desde ese día, en el momento de la Comunión, se colocaría un reclinatorio para invitar a los fieles a comulgar como quiere el Papa, poniendo esta decisión en el contexto de un intento de recuperar el sentido de lo sagrado en la liturgia. El 27 de julio de 2011 se publicó una entrevista con el mismo prelado en ACI Prensa / EWTN Noticias con el título: “Es recomendable comulgar en la boca y de rodillas”.

También el cardenal Ranjith, especialmente en el período en el que fue arzobispo secretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. En 2008, por ejemplo, observando cómo la práctica de la Comunión en la mano se ha convertido de hecho en la práctica habitual para toda la Iglesia, cree llegado el momento de plantearse la posibilidad de abandonarlo, viendo todas las consecuencias negativas que ha traído, reconociendo con gran humildad que fue un error el introducirlo, esperando que en un futuro la Comunión en la lengua y de rodillas se convierta en la práctica habitual de toda la Iglesia.

Pero, además de estas citas, el contenido del libro de Mons. Laise recibe una confirmación adicional y autorizada en el prefacio del Prefecto del Culto Divino, Cardenal Robert Sarah al libro de Don Federico Bortoli: es una hermosa defensa de la posición de los Papas Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI. Nos detenemos en algunas frases: “Ahora vemos cómo la fe en la presencia real puede influir en la forma de recibir la Comunión, y viceversa. Recibir la Comunión en la mano implica indudablemente una gran dispersión de fragmentos; por el contrario, la atención a las migajas más pequeñas, el cuidado en la purificación de los vasos sagrados, sin tocar la Hostia con las manos sudorosas, se convierten en profesiones de fe en la presencia real de Jesús, incluso en las partes más pequeñas de las especies consagradas: si Jesús es la sustancia del Pan Eucarístico, y si las dimensiones de los fragmentos son accidentes sólo del pan, ¡no importa cuán grande o pequeño sea un trozo de Hostia! ¡La sustancia es la misma! ¡Es Él! Por el contrario, la falta de atención a los fragmentos hace que se pierda de vista el dogma: poco a poco podría prevalecer el siguiente pensamiento: «Si ni siquiera el párroco presta atención a los fragmentos, si administra la Comunión de un modo que los fragmentos se pueden dispersar, entonces significa que en ellos no está Jesús, o que está ‘hasta cierto punto’ ”. “¿Por qué nos obstinamos en comulgar de pie y en la mano? ¿Por qué esta actitud de falta de sumisión a los signos de Dios? Que ningún sacerdote se atreva a pretender imponer su autoridad sobre esta cuestión rehusando o maltratando a quienes desean recibir la Comunión de rodillas y de lengua: vengamos como niños y recibamos humildemente el Cuerpo de Cristo de rodillas y en la lengua».

Sigue más adelante el Cardenal Sarah: «El Señor conduce a los justos por ‘caminos rectos’ (cf. Sab 10:10), no por subterfugios; por tanto, además de las motivaciones teológicas mostradas anteriormente, también el modo en el que la práctica de la Comunión en la mano se difundió aparece como algo que ha sido impuesto no según los caminos de Dios”. Y concluye: «Que este libro aliente a aquellos sacerdotes y fieles que, movidos por el ejemplo de Benedicto XVI -quien en los últimos años de su pontificado quiso distribuir la Eucaristía en la boca y de rodillas- deseen administrar o recibir la Eucaristía de este mismo modo, mucho más adecuado a este Sacramento. Espero que se pueda redescubrir y promover la belleza y el valor pastoral de esta modalidad. En mi opinión y mi juicio, esta es una cuestión importante sobre la que la Iglesia de hoy debe reflexionar. Este es un acto más de adoración y amor que cada uno de nosotros puede ofrecer a Jesucristo. Me alegra mucho ver a tantos jóvenes que eligen recibir a nuestro Señor con tanta reverencia de rodillas y en la lengua”.

Por último, quisiera añadir un testimonio hasta ahora inédito: la carta que Mons Laise escribió al Papa Benedicto (con quien tenía una larga relación por haberlo visitado varias veces como Cardenal Prefecto de la Doctrina de la Fe) en 2005: «Estimo asimismo que el Sínodo de la Eucaristía debería detenerse en un examen de conciencia acerca de la extensión del permiso de dar la Comunión en la mano a la casi la totalidad de las Iglesias locales, lo que en el año 1969 solamente había sido concedido a algunas Iglesias locales de Europa por particular pedido de sus Pastores”.

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1- Publicado en La nuova bussola quotidiana el 28-07-2020 https://lanuovabq.it/it/comunione-sulla-mano-unadisobbedienza-legittimata.

2- Las ediciones en español actualmente accesibles son: Comunión en la mano. Documentos e historia, Buenos Aires, Vórtice, 2005; en USA, con el mismo título, fue publicado por Preserving Christian Publications, New York 2014; en España, el título, levemente modificado es La Comunión en la mano. Documentos e historia, Didackbook, 2020, que también se puede adquirir en formato Kindle.

3- El razonamiento de la Instrucción de la Santa Sede es fundamentalmente el siguiente: “Al celebrar el memorial del Señor, la Iglesia atestigua a través del rito mismo la fe y la adoración dirigidas a Cristo, que está presente en el sacrificio y se da como alimento a los que participan de la mesa eucarística. Por esta causa mucho le importa que la Eucaristía se celebre de la manera más digna posible y se participe del modo máximamente fructuoso (cf. Memoriale Domini, números [1[ y [2]). Ahora bien, el modo de dar la comunión, en la boca “es propio de la preparación que se requiere para recibir el Cuerpo del Señor del modo más fructuoso posible” [8]. Pues con él “se asegura más eficazmente que la Sagrada Comunión sea distribuída con la reverencia, el decoro y la dignidad que le son debidas de modo que se aparte todo peligro de profanar las especies eucarísticas” [10]. En consecuencia “este modo debe ser conservado, no solamente porque se apoya en un uso transmitido por una tradición de muchos siglos, sino, principalmente, porque significa la reverencia de los fieles cristianos hacia la Eucaristía [8] ya que posibilita, “que se guarde con diligencia el cuidado que la Iglesia ha recomendado siempre aún acerca de los fragmentos del pan consagrado” pues bajo las especies “de modo singular está presente todo y entero Cristo, Dios y hombre, de manera substancial y permanente” [10]. Por eso se considera que “un cambio en un asunto de tanta importancia que se apoya en una antiquísima y venerable tradición, además de lo que toca a la disciplina, puede también traer consigo peligros”, que se puede temer que surjan si se cambiara el modo de administrar la Sagrada Comunión, a saber: “el que se llegue ya a una menor reverencia hacia el augusto Sacramento del altar, ya a la profanación del mismo Sacramento, ya a la adulteración de la recta doctrina”. [12].

4- En efecto, Mons. Laise, luego de repasar la legislación vigente y el modo como se impuso este modo de comulgar en las últimas décadas, termina su libro diciendo “Por todo esto creemos poder afirmar que la introducción y difusión por todo el mundo de la práctica de la Comunión en la mano constituye la más grave desobediencia a la autoridad papal de los últimos tiempos.” Comunión en la Mano. P. 152.

5- “Re quidem vera fideles reos se credebant, et merito quidem, ut memorat Origenes, si corpore Domini suscepto, et cum omni cautela et veneratione servato, aliquid inde per neglegentiam decidisset (In Exod. fragm.; PG 12, 391). Pablo VI, Mysterium Fidei”, http://www.vatican.va/content/paul-vi/la/encyclicals/documents/hf_pvi_enc_03091965_mysterium.html. Nota del Editor.

6- Dice a propósito de esto Mons Laise (Comunión en la Mano… Pg. P. 69-70: “Alguno podría, con todo, preguntarse qué debe entenderse aquí por “fragmentos”; ante dudas planteadas en este sentido, la Congregación para la Doctrina de la Fe ha respondido con claridad: “Después de la sagrada comunión, no sólo las hostias que quedan y las partículas de hostia que se han desprendido de ellas y que conservan el aspecto exterior del pan deben ser conservadas o consumidas respetuosamente, a causa del respeto debido a la presencia eucarística de Cristo, sino que también para los otros fragmentos de hostia (quoad alia hostiarum fragmenta) se debe observar lo prescrito sobre la purificación de la patena y el cáliz en las Normas Generales del Misal Romano…”. El texto original y un comentario a éste pueden verse en la revista oficial de la Congregación de Culto Divino “Notitiae” (75, Vol 8 (1972) Num. 7: pp 227–230): DE FRAGMENTIS EUCHARISTICIS. Cum explanationes ab Apostolica Sede petitae sint circa modum se gerendi quoad fragmenta hostiarum, Sacra Congregatio pro Doctrina Fidei, die 2 maii 1972 (Prot. n. 89/71), declarationem dedit, quae sequitur: « Cum de fragmentis quae post sacram Communionem remanserint, aliqua dubia ad Sedem Apostolicam delata fuerint, haec Sacra Congregatio, consultis Sacris Congregationibus de Disciplina Sacramentorum et pro Cultu Divino, respondendum censuit: Post sacram Communionem, non solum hostiae quae remanserint et particulae hostiarum quae ab eis exciderint, speciem panis retinentes, reverenter conservandae aut consumendae sunt, pro reverentia quae debetur Eucharisticae praesentiae Christi, verum etiam quoad alia hostiarum fragmenta obeserventur praescripta de purificandis patena et calice, prout habetur in Institutione generali Missalis romani, nn. 120, 138, 237-239, in Ordine Missae cum populo, n. 138 et sine populo, n. 31. (Cf. Institutio generalis Missalis romani, n. 276) ». Nota del Editor

7- El Card Knox manifestó su desacuerdo con las sugerencias del Cardenal Bafile diciendo que esa fue la razón por la que se negó a hacer lo que el Papa le solicitó dos veces a través de la secretaría de Estado, sin embargo, como dice Don Bortoli “Ha de notarse … que la invitación del Papa no fue de evaluar si era posible o no aplicar las sugerencias de Bafile, sino sólo de estudiar el modo de aplicar esas sugerencias” (P. 152). Nota del Editor.

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Comentarios
27 comentarios en “¿Era Pablo VI partidario de la comunión en la mano?
  1. Pablo VI no estuvo nada fino. Una norma que, en vez de castigar los abusos, los legaliza y hasta promueve no es una norma conforme a la razón y la voluntad de Dios, sino todo lo contrario. De esos polvos estos lodos, hasta el punto de que hoy se persigue a los católicos que deseamos comulgar de rodillas y en la boca, si es que se nos permite entrar en la iglesia en cuestión, habida cuenta del pasaporte covid, una medida demoníaca, para impedir el acceso a los sacramentos, a la gracia divina, en nuestro caminar al Cielo.

    No nos engañemos: Desde dentro y arriba de la Iglesia se está promoviendo la protestantización tanto de la Misa como de la comunión. Hay que acabar con la Misa Católica y la comunión católica. Estoy convencido que quienes comulgan en la mano y de pie o son unos ingenuos o no creen en la Presencia Real de Jesucristo en la Eucaristía.

    1. Por cierto, Nicola Bux ha tenido un debate interesantísimo con CM Viganó a propósito de la elevación del CVII a rango de super dogma, a pesar de vendérsenos como un concilio pastoral y no doctrinal.

    2. No estaría de más que Infovaticana recogiera ese debate, pues hay que ir a la raíz de los males que estamos padeciendo con inusitada aceleración, en alianza con el pensamiento único, que nos quiere llevar a la cárcel o a campos de concentración por ejercer la manía de pensar con la propia cabeza y no con la de las élites globalistas anti vida, anti familia y anti católicas.

  2. Manosear la Hostia es igualar el sacerdocio con el simple laico. Es atacar a los sacerdotes. Es protestantizar la iglesia. Es hacer reir a los demonios. Es la burla de Satanás contra Cristo Eucaristía.

  3. Pablo VI fue el gran culpable de la implementación de la comunión en la mano. A pesar de que en la encuesta que hizo al episcopado, la mayoría de prelados se opuso a la comunión en la mano, el Papa hizo caso omiso y la autorizó.

    1. Que sea santo no significa que todo lo que hizo fuera lo mejor y si no miremos a San Pedro que es santo y sin embargo tuvo que ser corregido por San Pablo.

  4. Como Pablo VI ya de antemano es santo, entonces hay que blanquear su imagen para que coincida su actuar con la idea de santidad, no vaya a ser que la gente se dé cuenta de la realidad y no cuele el cuento.
    Siempre es el mismo argumento protestante: que los primeros cristianos comulgaban en la mano y vino la iglesia oscurantista y lo prohibió porque era mala, entonces el Espíritu Santo suscitó el Vaticano II para volver a los orígenes perdidos.

    1. ¿Cual es entonces la realidad? Pues que la norma básica de la iglesia siempre ha sido la Tradición y lo que se ha hecho siempre por Tradición ha sido siempre la norma, y no las ocurrencias de papas de dudosa santidad. Por eso necesitan demostrar que la Tradición es otro invento, que esa era la verdadera intención de Pablo VI, por eso argumentaba que él se inventaba los ritos que le diera la gana, y este era su brillante argumento: «soy er papa y hago lo que me salga».

      1. La comunión en la mano fue en realidad un invento del arrianismo. Y cogen ahora los textos arrianos y te los ponen como católicos pero no sin antes recortar aquellas partes más escandalosas, no vaya a ser que te des cuenta. Citan lo que les conviene y lo que no, pues lo recortan. ¿Tampoco quitó Pablo VI del martirologio a los niños asesinados en los libelos de sangre? ¿Lo hizo entonces su hermano gemelo? ¿Tampoco prohibió la misa de los apóstoles, y fue su mano que firmaba sin obedecerle? Cuanto más nefastos son, más los ponen como víctimas de desobediencias ficticias. Porque la culpa es siempre de los demás.

      2. Aquí no se dirá;
        ¡Ay Sarah Sarah, porqué me persigues ¡
        ¿?
        Aunque el Cardenal, sólo cumple su deber y no es cosa de premiarle lo que debe de hacer,, también es bueno no sólo fijarse en lo malo de una persona,, también en lo bueno.
        El Cardenal defiende la Comunión como debe de ser,, y??
        ¿Quién va a decir : ¡qué bueno que defienda lo más sagrado que existe sobre la tierra !

        1. Pues, a propósito de la comunión, voy a criticar y duramente al cardenal Sarah porque, cuando hubo que resolver una reclamación de un fiel USA contra la prohibición de su obispo de la comunión en la boca en toda la diócesis, con la excusa del covid, a pesar de que la mano está llena de porquerías, de virus y bacterias, desapareció del mapa y el secretario de la congregación de la Liturgia, el Roche que ahora es presidente, en ausencia injustificada de Sarah, confirmó la prohibición episcopal.

          En los momentos trascendentes, Sarah ni está ni se le espera. Sarah, Sarah ¿porqué nos persigues?

          1. ¿Y porqué no estaba cuando debía estar en calidad de presidente? ¿Porqué no manifestó su voto particular de oposición a la contestación? Quien calla, cuando debe hablar, otorga.

  5. Lo Pablo VI es para un estudio psicológico, porque a lo mejor era bipolar.
    En vez de atajar un abuso, lo legaliza. En vez de cambiar todo el desastre del post concilio, no da un golpe de timon, y sólo se lamenta.
    Hace valer su autoridad para cambiar la Misa, pero no se atrevía a usar esa misma autoridad para rectificar, al ver el desastre del resultado.
    En fin, todo parece surrealista, o nos engaño a todos.

  6. Pues, a propósito de la comunión, voy a criticar y duramente al cardenal Sarah porque, cuando hubo que resolver una reclamación de un fiel USA contra la prohibición de su obispo de la comunión en la boca en toda la diócesis, con la excusa del covid, a pesar de que la mano está llena de porquerías, de virus y bacterias, desapareció del mapa y el secretario de la congregación de la Liturgia, el Roche que ahora es presidente, en ausencia injustificada de Sarah, confirmó la prohibición episcopal.

    En los momentos trascendentes, Sarah ni está ni se le espera. Sarah, Sarah ¿porqué nos persigues?

  7. San Pablo VI, hombre de contradicciones, prohibïa la comunión en la mano en la diócesis de Roma y dejaba libertad a los obispos para permitirla en sus diócesis

  8. Por favor, que alguien me confirme lo que un sacerdote , en confesión, me dijo, que Pablo VI fue traicionado en el Vatican, y muchos de sus documentos fueron manipulados, sin su autorización; el fue el Papa quien más sufre en el Vatican. Asi me explicaron…

    1. Doña María: Eso tiene que ser un bulo para exculpar a Pablo VI. Nadie podría manipular sus documentos y escapar del control del Papa pues se daría cuenta, al menos los que conciernen a sus principales decisiones. Pablo VI firmó el inícuo decreto de indulto a favor de la comunión en la mano. Ahí no hubo falsificación ni manipulación alguna.

  9. Dictaba Cicerón: «minima de malis eligenda» («entre dos males se ha de elegir el menor»). Santo Tomás recoge de Aristóteles que «el mal menor cuenta como bien mayor». A sensu contrario: «hay que elegir de entre lo bueno lo mejor»; esto último nos lo explica San Ignacio de Loyola en sus ejercicios espirituales. El Señor reprocha a Marta no hacer este discernimiento entre lo bueno y lo mejor: «María ha elegido la mejor parte y nunca le será arrebatada». Cristo nos exhorta a buscar la perfección, lo que conlleva la obligación de elegir siempre el mayor de los bienes. El Apóstol Santiago va más allá: «Porque quien sabe hacer el bien y no lo hace, comete pecado». Ante la aprobación del hecho, San Pablo, nos dice: «Todo me está permitido, mas no todo me conviene. Todo me es lícito más no todo edifica».

    1. En la propia Memoriale Domini Pablo VI reconoce una serie de males que pueden derivarse de la comunión en la mano (pérdida de partículas, facilidad para el robo, menor sentido de adoración, etc.), beneficios NINGUNO. A pesar de ello, y en contra de la mayoría del Colegio Episcopal, lo aprobó. Es doctrina de fe que quien se pone a su mismo o a terceros en ocasión de pecar o causar un mal tiene responsabilidad en dicho mal. Al elegir entre un bien y un probable mal Pablo VI pecó, los obispos que autorizan la comunión en la mano pecan y quiénes comulgan en la mano también. Que decir cuando el probable mal, como la pérdida de partículas o el robo, se produce realmente.
      Cada cual que se examine a si mismo y, más allá del está autorizado, encuentre los beneficios de comulgar en la mano frente a los perjuicios de los que la propia Memoriale Domini alerta.

  10. Gracioso resulta que el propio Pablo VI mantuviera, según afirman, unidos los dedos pulgar e índice desde la consagración hasta la purificación de las manos después de la comunión, para evitar la pérdida de posibles partículas adheridas, y que después admitiera la comunión en la mano.

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