El testimonio de los mártires de la mafia

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(First Things)- La archidiócesis de Catania, la segunda ciudad más grande de Sicilia, ha decretado una prohibición de tres años para los padrinos en los bautismos y las confirmaciones. Otras diócesis sicilianas están planeando medidas similares. «Los padrinos estarán prohibidos en la tierra de El Padrino» fue el acertado titular de The New York Times. La archidiócesis ha decretado la prohibición debido a la confusión de los padrinos con el padrinazgo de la mafia en Sicilia.

El esplendor cinematográfico de la secuencia del bautismo en El Padrino, con Michael Corleone profesando el credo bautismal mientras sus secuaces ejecutan a sus rivales, puede hacer que el escándalo parezca casi atractivo, incluso hermoso. La vida real es bastante más sangrienta que eso, y la Iglesia católica de Sicilia, después de mucho tiempo, está intentando hacer algo concreto para eliminar ese escándalo.

Rosario Livatino fue confirmado el 29 de octubre de 1988. Era viejo para ser confirmado y joven para ser juez. A los 35 años, este joven y brillante fiscal había adquirido la costumbre de detenerse diariamente en la iglesia local para rezar ante el Santísimo Sacramento. Su fe maduró y se volvió más profunda gracias a su devoción diaria y le llevó a prepararse cuidadosamente para el sacramento de la confirmación. Aunque su confirmación fue tardía, ciertamente dio sus frutos en un valiente testimonio cristiano.

Diez meses después, en agosto de 1989, fue nombrado magistrado en Agrigento, Sicilia. Tanto los admiradores como los detractores le llamaban el «niño juez» por su juventud.

Era la época de «Tangentopoli» – «ciudad de los sobornos» o «villa de los sobornos»-, la extensa investigación criminal sobre el crimen organizado en la política italiana. Fue un enorme terremoto cultural, político y jurídico. La relación cómoda y corrupta entre los mafiosos y la clase política, que se había mantenido durante generaciones, se vio alterada por fiscales y jueces luchadores como Livatino que, al estilo continental, también desempeñaban una función investigadora.

El 21 de septiembre de 1990, trece meses después de ser nombrado magistrado, fue asesinado por la mafia que le obligó a salirse de la carretera cuando se dirigía al trabajo. Cuando se bajó del coche, los sicarios lo mataron a tiros.

El asesinato de Livatino -y de los magistrados antimafia Giovanni Falcone y Paolo Borsellino en 1992- devastó a Italia. En mayo de 1993, san Juan Pablo II realizó una visita pastoral a Sicilia. Los asesinatos estaban frescos en la mente de todos. ¿Qué iba a decir?

El 9 de mayo de 1993 celebró una misa al aire libre en el sugestivo Valle de los Templos de Agrigento. Antes de la misa, el Santo Padre se reunió con los padres de Rosario, que aún lloraban a su hijo. El encuentro conmovió profundamente a Juan Pablo II. Después de la misa, en comentarios extemporáneos, denunció a la mafia llamándola «civilización de la muerte».

«En nombre de Cristo, crucificado y resucitado, de Cristo que es el camino, la verdad y la vida, digo a los responsables: ¡convertíos!», gritó Juan Pablo, temblando de justa ira. «¡El juicio de Dios llegará!».

La mafia tomó nota. Y respondió.

En julio de 1993, pusieron una bomba en la catedral del papa en Roma: San Juan de Letrán, madre y cabeza de todas las iglesias de la ciudad y del mundo. Fue una respuesta espectacular, una enormidad, un verdadero sacrilegio contra la casa del Señor, como la recepción sacrílega de los sacramentos en su interior.

En septiembre de 1993, los mafiosos mataron al más destacado sacerdote antimafia de Palermo, don Pino Puglisi. Sus últimas palabras fueron: «Os estaba esperando». La mafia le hizo pagar con su sangre el anatema del papa.

Los asesinatos de Livatino, Falcone, Borsellino, Puglisi, el atentado blasfemo de la catedral de Roma… todo ello hirió a Italia en lo más profundo. Fue el principio del fin del papel destacado, a veces dominante, de la mafia en la sociedad italiana.

El padre Pino Puglisi fue beatificado como mártir en 2013. Rosario Livatino ha sido beatificado a principios de este año, justo en el aniversario (9 de mayo) del encuentro de Juan Pablo II con sus padres en Agrigento. La fiesta del beato Pino se celebra el 21 de octubre, fecha de su bautismo, y la del beato Rosario el 29 de octubre, fecha de su confirmación. Hace unos días ha sido la primera celebración litúrgica de su fiesta.

Cuando la policía llegó al cuerpo del beato Rosario, encontró su agenda diaria. Había escrito en las páginas las siglas «STD»: Sub Tutela Dei, «bajo la protección de Dios». Un apropiado reproche a la mafia que ofrece explotación bajo la apariencia de «protección».

Los mártires de la mafia vivieron juntos la verdadera misión del bautismo y la confirmación; honraron sus sacramentos, en lugar de corromperlos. La prohibición de los padrinos de la mafia podría invitar a los sicilianos a dirigirse a los patrones celestiales en su lugar, auténticos testigos del significado de la iniciación cristiana.

Publicado por el padre Raymond J. de Souza en First Things.

Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana.

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Comentarios
1 comentarios en “El testimonio de los mártires de la mafia
  1. Creo que si un mafioso quiere levar a su hijo a bautizar, habría que exigirle una larga y bien hecha catequesis y si no se somete, debería de hacerle esperar. No veo que convenga castigar al niño por delitos de los padres. Eso lo dice en el Profeta Ezequiel. La Iglesia debería de aplicar condiciones, concretamente lo que el Código de Derecho Canónico dice acerca de los padrinos. Creo que si se aplica, basta. Si el mafioso no se convierte, no puede ser padrino. En la Iglesia antiguo, para poder entrar en el catecumenado, existían exigencias bastante fuertes. Tenían que manifestar que no practican el paganismo, que no eran dueños o no tenía nada que ver con casas de prostitución etc. Aprendamos de nuestros antepasados y su sabiduría.

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