Con motivo del 2 de noviembre, día de todos los difuntos, numerosos obispos españoles se han dirigido a los fieles de sus diócesis para compartir sus reflexiones en distintas cartas pastorales.
Comenzando por el obispo de Cádiz y Ceuta, Mons. Rafael Zornoza, en su carta pastoral llamada «No vivimos para morir», ha hecho un llamamiento a que «el mes de noviembre sea para muchos el mes de las ánimas, tiempo propicio para rezar por los difuntos y para reflexionar sobre la llamada doctrina de la Iglesia de los “Novísimos” o Escatología, que contempla el dogma cristiano de la resurrección de los muertos y la respuesta al sentido de la vida y de la muerte. Su objetivo es orar por los fieles que ya no siguen en la vida terrenal. Es bueno que como cristianos oremos por nuestros difuntos». También ha querido recordar que «la muerte es sin duda alguna la realidad más dolorosa y misteriosa de la condición humana. No vivimos para morir, sino que la muerte es la puerta de la vida eterna, que es el clamor más profundo del hombre de todas las épocas, porque lleva en lo más profundo de su corazón el anhelo de la inmortalidad».
Por otro lado, el arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares ha aprovechado para hablar sobre la enseñanza religiosa escolar. En su carta, dice Cañizares que «es importante tener presente el contexto del momento actual que vivimos en España, inmersa hoy en una profunda crisis de humanidad y de norte moral». El arzobispo de Valencia ha afirmado que «el más grave problema de España hoy son las instituciones educativas entre la escuela infantil y la universidad. Cañizares añade que «es la hora de educar y no sólo de transmitir técnicas, destrezas competencias, o estadísticas. Pero hoy nadie se atreve a educar; no hay un horizonte nacional de valores comunes, ni una concordia mínima sobre lo que dignifica al hombre y al español más allá de los estrictos enunciados generalísimos de la Constitución».
Monseñor Casimiro López Llorente, obispo de Segorbe-Castellón, ha centrado su carta pastoral en la santidad. Ha aprovechado para remarcar que «esta es la vocación de todos nosotros, que hoy se vuelve a proponer de modo solemne a nuestra atención. Todos estamos llamados por Dios a la santidad, a la perfección del amor, a la felicidad plena que todo ser humano desea y busca en su corazón». La receta del obispo para ser santo es «escuchar a Jesús, acoger en él amor de Dios y seguirlo por el camino de las bienaventuranzas y de los mandamientos, del servicio y de la entrega de sí por amor a Dios y al prójimo, sin desalentarse ante las dificultades». De igual modo, ha recordado que «al celebrar a los santos, recordamos también a nuestros difuntos y oramos por todas las almas que están en camino hacia la plenitud de la vida. El Catecismo nos recuerda que los que mueren en gracia y amistad de Dios pero no perfectamente purificados, pasan después de su muerte por un proceso de purificación, para obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo».
Por su parte, el obispo de Menorca Mons. Francesc Conesa ha reflexionado sobre la importancia de la gracia de Dios en nuestras vidas. «Algunos cristianos piensan que la vida cristiana consiste en hacer muchas obras buenas, para poder presentarlas ante Dios y se imaginan que podrán hacer esas obras buenas sólo con su esfuerzo. Ninguna acción humana, por muy buena que sea, nos hace merecer que Dios nos ame. Es Dios el que nos ama a pesar de nuestros pecados y quien nos atrae con su gracia para que podamos responder a su amor. Muchas veces los cristianos hemos puesto más el acento en la ley que en la gracia, convirtiendo el cristianismo en un conjunto de normas morales y leyes para el culto», ha asegurado el obispo de Menorca.
El arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes ha incidido en la idea de la santidad, muy ligada el mes de noviembre. «La Iglesia nos recuerda al comenzar noviembre la llamada a la santidad cristiana. La fiesta de Todos los Santos viene a recordarnos que esta es la vocación última que hemos recibido todos los cristianos sea cual sea nuestra edad, nuestra circunstancia o nuestro camino más particular en la sociedad y en la Iglesia», ha afirmado Sanz Montes. El arzobispo asturiano ha remarcado que «ser santos no es ser raros o fugitivos, sino vivir cada instante en cada escenario, con la conciencia de que somos sencillamente cristianos. En este mundo plural y contradictorio, los cristianos estamos llamados a aportar nuestra peculiar mirada, nuestro modo de construir una sociedad más como Dios la soñó y no como la teje-manejan nuestras pesadillas».
El obispo de Palencia, Manuel Herrero Fernández, ha optado por alertar de algunos «escollos, trampas o tentaciones» que podemos encontrar durante el camino sinodal. Según el obispo de Palencia algunos de esos escollos son «creer que en la vida y en la Iglesia podemos caminar solos, sin necesidad de nadie», «considerar y querer que nos dirigimos a nosotros mismos en lugar de ser dirigidos por Dios», «la tentación de centrarnos en nosotros mismos y nuestras preocupaciones y necesidades inmediatas» o «la tentación de quedarnos en las estructuras».
Por último, el obispo de Teruel y Albarracín, José Antonio Satué Huerto ha puesto especial énfasis en las personas sin hogar. «La dolorosa realidad de estas personas trae a la memoria las palabras de Jesús: “Cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40), Él, en efecto, nació en un establo y fue acostado “en un pesebre” por las manos amorosas de su Madre, la Virgen Santísima, porque no había lugar para ellos en la posada (cf. Lc 2, 7); y luego estuvo prófugo, lejano de su tierra y de su casa (Discurso de San Juan Pablo II, 8 de diciembre de 1987)», ha manifestado José Antonio Satué.
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