Honrar la dignidad del trabajo, por Marcos Rubio

Marcos Rubio trabajo
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(First Things)- Nuestro país se enfrenta a una cuestión fundamental. Al salir de la pandemia, ¿renovaremos la promesa de una economía libre que proporcione a nuestra gente empleos bien remunerados? ¿O aumentaremos los pagos y beneficios del gobierno para encubrir nuestro fracaso?

Hace cuarenta años, san Juan Pablo II publicó la encíclica Laborem Exercens (en latín, «A través del trabajo»). Sostenía que «el trabajo humano es una clave, quizás la clave esencial, de toda la cuestión social» (n. 3). Juan Pablo II no nos dice qué políticas adoptar para afrontar nuestros retos. Pero es muy claro: nuestro objetivo debe ser promover, proporcionar y honrar el trabajo.

El trabajo es más que cubrir nuestras necesidades materiales. Tiene un profundo significado humano. A través del trabajo, escribe Juan Pablo II, el hombre contribuye «al continuo progreso de las ciencias y la técnica, y sobre todo a la incesante elevación cultural y moral de la sociedad en la que vive en comunidad con sus hermanos» (Introducción). El trabajo nos permite mantener a los que están a nuestro cargo. Pero también es una forma de aprovechar y honrar el trabajo de los que nos precedieron, y de mejorar nuestro mundo para los que aún no han nacido.

Para un funcionario público como yo, destacan varias ideas de la Laborem Exercens.

Primero, «esta fatiga es un hecho universalmente conocido, porque es universalmente experimentado» (n. 9). En otras palabras, el trabajo es a menudo duro, pero también une a las personas a través de experiencias compartidas. El trabajo compartido es un poderoso motor de asimilación y une a liberales y conservadores en una empresa común, algo que sin duda necesitamos en la dividida sociedad actual.  Segundo, «el principio de la prioridad del trabajo frente al capital» (n. 12). Según mi experiencia, esta afirmación es controvertida. No debería serlo, ya que el principio está profundamente arraigado en nuestra identidad nacional. En su primer mensaje anual al Congreso, el presidente Abraham Lincoln escribió: «El trabajo es anterior e independiente del capital. El capital es solo el fruto del trabajo y nunca podría haber existido si el trabajo no hubiera existido primero. El trabajo es superior al capital y merece una consideración mucho mayor». Aplicado a la actualidad: el negocio de las virtudes y habilidades que nuestra gente construye a través del trabajo es más importante que ver cómo sube la bolsa.

Tercero, el papa nos insta a «actuar contra el desempleo, el cual es en todo caso un mal y que […] puede convertirse en una verdadera calamidad social» (n. 18). Advierte sobre los sistemas de apoyo que desvalorizan el trabajo. Cuando un sistema trata a los ciudadanos únicamente como consumidores y no como miembros productivos de la sociedad, «surgen necesariamente daños incalculables; […] ante todo daños para el hombre» (n. 15).

Cuarto, la familia es la «vocación del hombre» (n. 10). El trabajo permite que la familia sea autosuficiente en lugar de dependiente.

En resumen, en Laborem Exercens está claro que hay dignidad en el trabajo. El trabajo es «es una de las características que distinguen al hombre del resto de las criaturas» (Introducción). Porque el hombre está hecho a imagen de Dios, actúa como cocreador con Dios a través de su trabajo. Pero como escribí en 2018, reconocer la dignidad del trabajo no debe ser un gesto vacío. Debemos hacer cambios y proporcionar incentivos que canalicen a más estadounidenses hacia el tipo de trabajo que puede sostener a una familia y construir un futuro más brillante.

Al analizar los retos a los que se enfrentan las economías modernas, Juan Pablo II reconoce que «no corresponde a la Iglesia analizar científicamente las posibles consecuencias de tales cambios en la convivencia humana» (n. 1). Ese es el trabajo de los políticos.

En 2019, defendí que las «enseñanzas de la Iglesia deberían guiarnos para rechazar un debate poco serio y molesto sobre etiquetas abstractas, y simplemente empezar a construir una economía que pueda proporcionar mejor un trabajo digno». Seis meses después, una plaga trastornó nuestra economía y nuestra cultura. Mientras las empresas cerraban -tanto por el miedo de los clientes como por las restricciones draconianas del gobierno-, los empleados se enfrentaban a la perspectiva de perder sus puestos de trabajo de la noche a la mañana.

En lugar de dejar que las pequeñas empresas quebraran y dejaran a los trabajadores sin empleo, creé el Programa de Protección de Nóminas [Paycheck Protection Program]. Decidimos pagar a las pequeñas empresas para que mantuvieran a sus trabajadores en nómina durante lo peor del confinamiento. Los resultados fueron un éxito transformador. El programa desembolsó 800 mil millones de dólares en préstamos condonables a millones de pequeñas empresas de todo el país, salvando decenas de millones de puestos de trabajo.

El Programa de Protección de Nónimas estableció una pauta que debemos seguir en el futuro. Mantuvo a los empleados fuera del sistema de desempleo y dio un propósito a las nóminas. Los empresarios me han dicho que pudieron mantener a los empleados contratados mediante una formación adicional, mejoras en las instalaciones existentes y ejercicios de creación de equipos para mantener el sentido de comunidad. Preservamos la capacidad de los empresarios para honrar la dignidad del trabajo.

La misma forma de pensar nos llevó a mí y al senador Mike Lee, de Utah, a luchar contra nuestro propio partido cuando intentamos ampliar el Crédito tributario por hijos en 2017. El debate en ese momento fue principalmente sobre si los padres trabajadores merecían generosos recortes de impuestos o si lo hacían las corporaciones. Muchos de mis colegas republicanos argumentaban que las empresas trasladarían los beneficios de los recortes fiscales a los empleados en forma de salarios más altos.

Tal vez eso funcione para algunos, pero para mí y para el senador Lee, la decisión fue sencilla. Tenemos que apoyar a las madres y padres trabajadores que tratan de criar a sus hijos ahora. Finalmente, el presidente Trump y mis colegas republicanos estuvieron de acuerdo, permitiéndonos duplicar el tamaño del crédito fiscal por hijos. Los datos de las declaraciones de impuestos confirmaron que la ley de 2017 puso millones en los bolsillos de las familias estadounidenses trabajadoras. Fue una política que honró y recompensó su trabajo.

Ahora, con los demócratas en el control, la política elegida es la de una asignación gubernamental por hijo. Es el renacimiento del fallido régimen de bienestar social contra el trabajo que paralizó a toda una generación hace tres décadas. Tanto si trabajan como si no, los padres recibirán pagos mensuales de 300 dólares por cada hijo menor de 6 años y 250 dólares por cada hijo de 7 a 17 años. No es necesario trabajar. Este enfoque degrada a nuestros conciudadanos y no honra su capacidad de ser trabajadores productivos.

La discusión sobre una desgravación fiscal por hijo a favor del trabajo frente a una asignación gubernamental por hijo en contra del trabajo ejemplifica la elección a la que nos enfrentamos. ¿Fomentaremos una economía que trabaje para su gente? ¿O una en la que la gente de Silicon Valley y otros lugares pueda trabajar y hacerlo bien, mientras los pagos en efectivo de Washington apaciguan a los que se quedan atrás? Laborem Exercens identifica los desafíos clave. Juan Pablo II habla de «la instrucción […] [que] no está orientada hacia los tipos de empleo o de servicios requeridos por las verdaderas necesidades de la sociedad» (n. 8). Tenemos que orientar los recursos hacia la formación profesional y las vías de éxito distintas de la universidad. La mentalidad de la universidad para todos ha sido perjudicial. No solo carga a los jóvenes con la deuda de los préstamos estudiantiles, sino que también disuade a la gente de trabajar con sus manos, lo que puede ser muy gratificante.

Nuestros problemas se ven agravados por el hecho de que nuestra economía se basa en las finanzas y las industrias de servicios, en contraposición a la producción. Nuestro sistema educativo está sesgado, los mercados financieros están sesgados y los mercados globales prosperan con la explotación a corto plazo. Cómo cambiar el rumbo es una cuestión intrínsecamente política.

No hace falta ser católico, ni siquiera creyente, para ver la verdad de lo que dice Juan Pablo II: «En efecto no hay duda de que el trabajo humano tiene un valor ético» (n. 6). Abandonemos el enfoque complaciente de comprar a los estadounidenses con pagos en efectivo. Debemos construir una economía más próspera y justa que pueda proporcionar un trabajo digno a todos los estadounidenses. La justicia, la igualdad y el significado no vendrán a través de cheques enviados desde Washington, sino a través del trabajo.

Publicado por Marco Rubio en First Things.

Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana.

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Comentarios
5 comentarios en “Honrar la dignidad del trabajo, por Marcos Rubio
  1. En Trump habéis encontrado la imagen perfecta para este articulo.
    Un personaje che ha trabajado durísimo toda su vida y ha demostrado tener mucha, mucha dignidad.

    1. Trump consiguió baja el paro de USA a niveles que no se habían visto desde hacía 50 años. Pero la propaganda dice que sólo la izquierda se preocupa de los trabajadores. Ja.

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