El 13 de agosto de 2006, hace hoy 15 años, el Papa Benedicto XVI dirigió el Ángelus desde el Palacio pontificio de Castelgandolfo. Ratzinger, que en ese momento se encontraba allí disfrutando del descanso estival, dedicó unas palabras, precisamente, ha reflexionar sobre las vacaciones.
«Les deseo que este esperado período de descanso les sirva para fortalecer la mente y el cuerpo, sometidos cada día a un continuo cansancio y desgaste, debido al ritmo frenético de la vida moderna», dijo Benedicto XVI.
Las vacaciones, señaló el ahora Papa emérito, brindan la oportunidad «para estar más tiempo con los familiares, para reunirse con parientes y amigos, es decir, para fomentar más los contactos humanos, que el ritmo de los compromisos de cada día impide cultivar como sería de desear».
Ratzinger recordó a las personas que no pueden disfrutar de ellas, en particular a las personas que viven solas, los ancianos y los enfermos.
«El tiempo de vacaciones es para muchos una magnífica ocasión para encuentros culturales, para largos momentos de oración y contemplación en contacto con la naturaleza o en monasterios y centros religiosos. Al disponer de más tiempo libre, nos podemos dedicar con mayor facilidad a hablar con Dios, a meditar en la sagrada Escritura y a leer algún libro útil y formativo», indicó el Pontífice.
«Quienes experimentan este descanso del espíritu saben cuán útil es para no convertir las vacaciones en un mero entretenimiento o diversión», continuó Benedicto XVI, quien mencionó la importancia de ir a misa el domingo. «Dondequiera que nos encontremos, siempre necesitamos alimentarnos de la Eucaristía», dijo el Papa.
Les ofrecemos el texto completo, publicado por el Vaticano en español:
Queridos hermanos y hermanas:
En este tiempo de verano muchos han abandonado las ciudades y se encuentran en localidades turísticas o en sus países de origen para sus vacaciones. Les deseo que este esperado período de descanso les sirva para fortalecer la mente y el cuerpo, sometidos cada día a un continuo cansancio y desgaste, debido al ritmo frenético de la vida moderna.
Las vacaciones brindan también la oportunidad para estar más tiempo con los familiares, para reunirse con parientes y amigos, es decir, para fomentar más los contactos humanos, que el ritmo de los compromisos de cada día impide cultivar como sería de desear.
Ciertamente, no todos pueden gozar de vacaciones, y no son pocos los que, por diversos motivos, se ven obligados a renunciar a ellas. Pienso, en particular, en quienes viven solos, en los ancianos y en los enfermos, los cuales a menudo, en este período, sufren aún más la soledad. A estos hermanos y hermanas nuestros quisiera manifestarles mi cercanía espiritual, deseando de corazón que a ninguno de ellos le falte el apoyo y el consuelo de personas amigas.
El tiempo de vacaciones es para muchos una magnífica ocasión para encuentros culturales, para largos momentos de oración y contemplación en contacto con la naturaleza o en monasterios y centros religiosos. Al disponer de más tiempo libre, nos podemos dedicar con mayor facilidad a hablar con Dios, a meditar en la sagrada Escritura y a leer algún libro útil y formativo.
Quienes experimentan este descanso del espíritu saben cuán útil es para no convertir las vacaciones en un mero entretenimiento o diversión. La fiel participación en la celebración eucarística dominical ayuda a sentirse parte viva de la comunidad eclesial, también cuando se está fuera de la propia parroquia. Dondequiera que nos encontremos, siempre necesitamos alimentarnos de la Eucaristía.
Nos lo recuerda el pasaje evangélico de este domingo, que nos presenta a Jesús como el Pan de vida. Él mismo, como nos dice el evangelista san Juan, se declara «el pan vivo que ha bajado del cielo» (Jn 6, 31), un pan que alimenta nuestra fe y fortalece la comunión entre todos los cristianos.
El clima de las vacaciones no nos hace olvidar el grave conflicto que persiste en Oriente Próximo. Los últimos acontecimientos permiten esperar que cesen los enfrentamientos y que se garantice pronta y eficazmente la asistencia humanitaria a las poblaciones. Es deseo de todos que prevalezca por fin la paz sobre la violencia y sobre la fuerza de las armas. Por esto invoquemos con insistente confianza a María, siempre dispuesta a interceder por sus hijos y a socorrerlos en sus necesidades, desde la gloria celestial, a la que pasado mañana la contemplaremos elevada.
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Su Santidad el Papa Benedicto XVI siempre da esplendor en sus textos. Es un pontífice que ilumina en la verdad.
Si la verdad, un lujo leer sus textos
SIEMPRE ILUMINANDO, ACLARANDO, FORMANDO, GUIANDO CON VERDADERA SABIDURÍA Y BONDAD, HACIA CRISTO… DIOS LO BENDIGA, QUERIDO PAPA EMÉRITO, Y LA VIRGEN Y SAN JOSÉ LO PROTEJAN!
Mientras él medita Francisco destruye la doctrina y engaña al rebaño de Cristo.
El que quiera entender que entienda.
Non Nobis.