(Roberto de Mattei/Adelante la Fe)- Walter Benjamin se suicidó (*según algunas teorías) en 1940. Este filósofo judeoalemán es presentado como un profeta del pensamiento postmoderno. En una de sus obras indaga el motivo por el cual los revoltosos parisinos de 1830, aun sin haberse puesto de acuerdo previamente, disparaban contra los relojes públicos. En la Comuna de París de 1871 sucedió lo mismo. Según Benjamin, entender lo que significaban aquellos relojes para los revoltosos parisinos equivalía a comprender la esencia de la revuelta.
En su tesis XV sobre el concepto de la historia, escribe: «La conciencia de hacer saltar el continuum de la historia es propia de las clases revolucionarias en el momento de la acción. La gran revolución introdujo un nuevo calendario. El día que abre el calendario cumple la función de acelerador de la historia. En el fondo, es siempre el mismo día, que regresa en forma de días festivos, que son días de la memoria. Por ese motivo, los almanaques no cuentan los días como si fueran horas. Son monumentos de una conciencia histórica de la que, de cien años para acá, parecen haberse perdido las trazas. En la Revolución de Julio ya se verificó un incidente en el que se afirmaba abiertamente esa conciencia. En la tarde del primer día de batalla, en diversos puntos de París se disparó de forma independiente y simultánea a los relojes de las torres. Un testigo ocular, que tal vez deba su divinazione alla rima , escribió entonces: “Qui le croirait! on dit, qu’irrités contre l’heure / De nouveaux Josués au pied de chaque tour / Tiraient sur les cadrans pour arrêter le jour”. “¿Quién lo iba a creer que estarían tan indignados con el tiempo? Nuevos josués al pie de cada torre, abrían fuego contra las esferas de los relojes para detener el día”». (Tesi di filosofia della storia n. 15, en Angelus Novus. Saggi e frammenti, Einaudi, Turín 1962 (Frankfurt del Meno, 1955, p. 80).
Aquellos relojes eran para Benjamin símbolo de poder y opresión. Los capitalistas eran los amos del tiempo, el cual obsequiaban a las clases oprimidas bajo la forma de progreso social.
En realidad, sólo hay un dueño del tiempo: Dios, Creador y Señor del universo. Él era el verdadero objetivo de los revolucionarios. No disparaban contra el tiempo sino contra la eternidad.
De hecho, la impronta de Dios en el universo no sólo está presente en cada minúscula mota de polvo creada que subsiste establemente en el ser, sino en todo momento creado que fluye en el devenir. Toda realidad finita, incluido el tiempo, recibe su ser del acto creador y conservador de Dios. No hay momento en el tiempo –como tampoco hay un punto en el espacio– que esté desprovisto de la plenitud de la acción divina que empapa el universo.
Corresponde al hombre reconocer o rechazar esa presencia divina en el momento presente. «El momento presente– señala el P. De Caussade– está siempre repleto de infinitos tesoros, contiene más de lo que se puede recibir» (Abbandono alla Divina Provvidenza, tr. it. Paoline, Cinisello Balsamo 1979, p. 132). El deber de todo instante, bajo apariencias modestas –añade el P. Garrigou-Lagrange– contiene la expresión de la voluntad de Dios su nosotros y nuestra vida espiritual (La Providence et la confiance en Dieu, Les Editions Militia, Montréal 1953, p. 255).
Explica el P. Garrigou-Lagrange que no hay que ceñirse a contemplar el momento presente en la línea horizontal del tiempo, entre un pasado que ya no es y un futuro que no ha llegado: «Ante todo, vivimos en la línea vertical que lo conecta al instante único de la eternidad inmóvil. Pase lo que pase, digamos: “En este momento, Dios es y quiere atraerme a Él”» (p.269). De ahí la infinita riqueza del momento presente. Ahora bien, en la innumerable sucesión de momentos presentes que miden nuestra vida hay uno que es crucial y definitivo: el momento de la muerte, el instante en que acaba el tiempo y se inicia la eternidad.
Toda nuestra vida no es otra cosa que la preparación para ese tremendo momento, que no es sólo el del fin de la vida, sino el del juicio divino. La santificación del momento presente tiene por objeto hacernos santos ante Dios en el único instante de nuestra vida que verdaderamente cuenta.
Traducido por Bruno de la Inmaculada en Adelante la Fe.
*No está claro que se tratara de un suicidio. Murió por una sobredosis de morfina. Hay teorías que barajan el asesinato.
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«Toda nuestra vida no es otra cosa que la preparación para ese tremendo momento, que no es sólo el del fin de la vida, sino el del juicio divino. La santificación del momento presente tiene por objeto hacernos santos ante Dios en el único instante de nuestra vida que verdaderamente cuenta».
Preciosa y utilísima reflexión
Que vision tan oscura de la vida. lo más importante es la muerte , después de la cual no hay reclamos por haberse creído todo…
Es el riesgo (aparente) que tiene creer en Quien todo lo renovó con Su propia muerte y resurrección. En fin, no lo entendería…
Frede: menos reclamos hay para los que no han creído en nada, para estos la visión si que es muy oscura.
¿Obscura? No ha entendido nada.
Pues para el supremo pastor de la Iglesia nada hay más importante que la temperatura de los casquetes polares. Y a ésta y otras preocupaciones de moda ha adaptado el cien por cien de sus apariciones más públicas y mediáticas desde 2013, con la anuencia satisfecha de la casta sacerdotal. Que nadie lo olvide en esta vida y que Dios se lo demande en la otra.
Yo no creo que cada noticia haya que convertirla en una crítica al Papa
No es precisamente el malogrado Walter Benjamin el que está secuestrando a la Humanidad el anuncio de su Salvación.
Y el enfrentamiento con un juez impasible que todo lo deja pasar… Esperando su momento. A ver si llega a volver un muerto dónde se esconden los papás y cardenales. Guardias a mi!!
Pues han vuelto unos cuantos y hay un caso archi-documentado: el caso de Raymond Diocres, que volvió del más allá para dar testimonio de la existencia del juicio particular y el Infierno.
Sucedió nada menos que en Notre Dame de Paris. San Bruno fue testigo presencial, junto con muchos otros centenares de testigos allí presentes.
Y Raymond Diocres no habló desde ultratumba 1 (una) vez, sino 3 (tres) veces. Su cadáver cobró vida para hablar y dar testimonio por permiso de Dios (no cabe calificarlo de resurrección).
Pero a los incrédulos y ateos no hay con qué darles. Ya lo dijo Jesús en su parábola sobre el pobre Lázaro y el rico Epulón: no creerán ni aunque se les aparezcan los muertos.
Que Dios es Señor del teimpo, es conocido y admitido. Lo que yo no he oído es que es también señor de la materia: la crea de la nada, recompone y resucita cadáveres, da visión a ojos secos, a manos secas también, a tullidos y en las bodas de Canaá transforma la materia de un tipo en otro.
Si, si!! Pero se ha quedado un poco remiso últimamente, mudo y apartado del lio… Una pena. El que calla, otorga…
Dios no se ha quedado mudo, lo que pasa es, que sólo habla a aquellos que quieren escucharle. Hasta en esto respeta la libertad humana.
Tiene usted, razón.
En Teología eso se llama el Silencio de Dios.
Cuando el hombre nada quiere con Él, Dios lo abandona a su suerte. El que se condena elige apartarse eternamente de Dios, es la pena esencial del Infierno, la de daño. El que se salva, es por misericordia de Dios.
Roberto de Matteo, ¿cómo sabe usted que los escritos de Viganò, el crítico de Francisco, los escribe un tercero? Porque Viganò lo niega y usted no lo prueba.
Aplíquese a usted mismo lo de «La santificación del momento presente tiene por objeto hacernos santos ante Dios en el único instante de nuestra vida que verdaderamente cuenta.»
Hasta principios de los años noventa se pensaba que Walter Benjamín había sido detenido en la frontera, en Portbou, huyendo de los nazis, y entregado a estos por la guardia civil. Después se descubrieron muchos documentos que probaban no fue así. Y esa parte de la frontera lo era con la Francia de Vichy, no con la parte ocupada de Francia (hasta años después), aunque había colaboración policial, pues era judío alemán (en eso no colaboraba Franco). El y sus acompañantes su fueron advertidos, en la aduana, de que tener un permiso de tránsito por España (hacia EEUU) no era suficiente, falta permiso de salida de Francia, el cual se suprimió días más tarde. Por temor a ser deportado ingirió una sobredosis de morfina que llevaba. Ya había consumido hachís, por influencia de Boudelaire. En el certificado de defunción se puso que murió de aneurisma, para que pudiera ser enterrado en el cementerio católico. Sus acompañantes pudieron terminar su viaje hacia EEUU
Eso ocurrió en el Hotel Francia, de Portbou, donde se habían alojado, y se conservan los registros del hotel, certificado de defunción, etc. Tampoco se puede descartar que al vivir una situación tan estresante para él, le subiese la tensión, tuviese un accidente vascular efectivamente, o solo tratase de mitigarla con la morfina, aunque parece que está la ingirió y que la lleva con ese propósito. Había sido opositor acérrimo a Hitler, y residido en París, Moscú e Ibiza, pese a su juventud
He visto en la wikipedia que Walter Benjamín «Benjamin no profesaba la religiosidad ortodoxa; tampoco abrazó el Sionismo político (sus padres le dieron una educación liberal), sino que desarrolló un «Sionismo cultural» que valoraba la riqueza y la estética cultural del misticismo judío. Benjamin defendió el Judaísmo como parte fundamental de la cultura de Europa. Para él, el pueblo judío era el más distinguido portador de lo espiritual en las culturas del mundo.»
En eso puedo estar de acuerdo, y una expresión de ello me lo parecen los Salmos