La persecución de los rígidos

Por Steven Neira persecución rígidos
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Llevo ya 15 años desde mi conversión al catolicismo (vengo de ese protestantismo “moderado” que rehúsa llamarse pentecostal), y desde que volví al redil del único Pastor, he mantenido una constante formación en todos los temas relacionados a la fe, porque uno de los “padrinos” que me llevó de la mano en mi camino a la verdad fue san Agustín de Hipona, y de entre tantas frases suyas, la que más hondo me caló en el alma fue aquella de que “nadie ama lo que no conoce”. De manera que, desde el inicio fui siempre apegado a la ortodoxia en lo doctrinal y en lo litúrgico, no por un mero ritualismo de las formas, sino porque para mí no tenía sentido -ni lo tiene ahora- decir que se cree en algo pero a medias, o que la verdad revelada fue verdad ayer pero puede que no lo sea mañana. Estas posturas tan “integristas” (es la etiqueta que he recibido una vez que otra), han sido siempre mis posturas, y al leer la historia de la Iglesia, veo que no difieren en nada de las posturas del cristiano común y corriente (del buen cristiano por supuesto), no se diga ya de los santos, pero con ellos prefiero no compararme porque su radicalidad es de otro nivel, sin embargo, tal como están las cosas ahora -que es el motivo de este artículo- seguramente habrían acabado no sólo con la etiqueta de “integristas” sino también de “rígidos” y tantas otras cosas más que son actualmente el temor constante en los pasillos romanos.

Soy sincero, nunca vi nada extraño en mis posturas, de hecho, en mis primeros años como católico pensé que no había nada de especial en ello, es más, asumí que todos creíamos lo mismo y de la misma manera. Dado que mi conversión se la debo también a los Padres de la Iglesia, tenía esa ingenua convicción de que seguíamos llamándole al mal mal y al bien bien, sin ambigüedades y con lenguaje claro. Que si alguien negaba una verdad de fe con conocimiento de causa se colocaba a sí mismo fuera de la Iglesia, y que si promovía su error se le llamaba hereje. Algún sacerdote amigo me dijo: “lo que pasa es que tu sufres del síndrome del converso”. Y bueno, tiempo me ha costado comprender que tal “síndrome” tiene como síntomas graves el celo por la fe y el amor por la verdad. Características propias de san Pablo, y que últimamente le han valido el juicio de ser una persona “rígida”.

Pues bien, todo esto nos lleva a la situación actual. Mis posturas siguen siendo las mismas, porque sigo creyendo que Jesucristo es el Mesías y el Señor, y que la Iglesia católica es la única religión verdadera. Ciertamente, habré cambiado en mis disposiciones interiores y en aspectos de madurez y profundización de la fe, porque obviamente el camino de la vida cristiana implica un cambio constante que tienda hacia la perfección -con las consabidas caídas y arrastradas de la miseria humana-, pero en lo que a fe se refiere, la cosa no ha cambiado nada, sigo creyendo lo mismo y de la misma manera. Sin embargo, la percepción externa respecto a quienes sostienen posturas “como las mías” (que hasta se me hace extraño decirlo así, porque sigo creyendo ingenuamente que es ésta la postura que la Iglesia ha tenido siempre) ha cambiado considerablemente, y se ha ido haciendo cada vez más hostil contra lo que despectivamente se ha empezado a tildar de “tradicionalista”. Verán, yo no era de misas tridentinas, que las conocía muy bien por los libros de historia de la Iglesia y por la vida de los santos, pero debo ser sincero en admitir, que tantos años de presenciar abusos litúrgicos e improvisaciones de cada cura que ha querido celebrar “su misa”, me hacía cada vez más difícil el poder vivir el misterio como Dios manda. Y no culpo a nadie por ello sino sólo a mí mismo, porque después de todo, nadie puede tener la culpa de mis dramas interiores sino sólo yo. Tal vez debí sobreponerme a las dificultades o hacerme de la vista gorda de las incoherencias, pero para lo primero se requiere una fuerza espiritual que no poseo -y que pido cada día al Señor se me dé- y para lo segundo, la razón no me permite entregarme a algo que sencillamente no se puede justificar. Pero sea como sea, terminé asistiendo a una misa “tridentina”, que hoy comprendo se llama propiamente: “misa en la forma extraordinaria del rito latino”. Ni idea de que esto acarrearía que se me tachara de “tradicionalista”, yo solo buscaba la belleza del misterio que había leído en la historia de la Iglesia, en la vida de los santos, en el Catecismo e incluso en los documentos del Concilio Vaticano II, particularmente en la Sacrosanctum Concilium, ahí donde dice que se debe conservar el latín y que el canto gregoriano debe ser el propio de la liturgia romana. Y mi primera impresión al asistir a una, fue: “¿dónde estuvo esto toda mi vida y porqué está tan escondido?” No tenía ni idea de todo el conflicto que acarreaba una sencilla pregunta, ni idea tampoco de la polarización que para entonces ya se había desatado al interior de la Iglesia.

Hoy, ya habiendo profundizado y conocido lo bueno, lo malo y lo feo de lo que ha venido siendo los conflictos en torno al Concilio Vaticano II, la historia compleja que le precede y las posturas actuales al interior de la Iglesia tanto de quienes defienden la Tradición (los “tradicionalistas”), como de quienes defienden que la Iglesia debe ir con los tiempos (los “modernistas/progresistas), y por último los que estamos en medio de este fuego cruzado (porque no nos identificamos con ninguna etiqueta porque somos sencillamente católicos). Hoy se debe admitir que hay una persecución cada vez mas abierta hacia lo “tradicional”. Los curas jóvenes se cuidan de rezar en latín en secreto, de no ponerse sotana negra porque atrae miradas de juicio entre el clero (y además, hasta puede estar “escondiendo” problemas psicológicos), no se diga en los seminarios, en donde hay que ser cuidadoso de no levantar sospechas cuando se ama “mucho” la Tradición de la Iglesia. Entre laicos comunes y corrientes la cosa está juzgada, a medida en que pase el tiempo, seremos los que causan división, los que les falta misericordia y caridad, porque no aceptamos la “diversidad querida por Dios”. Pero en medio de todo esto, ¿qué es lo que se busca con este ambiente hostil que se está creando en torno a la Tradición milenaria de la de la Iglesia? Pareciera que las ansias de «abrirse al mundo» no tuvieran límites. Antes se hablaba de infiltración, pero hoy la cosa es a plena luz del día. Hay con toda certeza, personas al interior de la de la Iglesia que quieren desaparecer las diferencias entre la Iglesia y lo mundano y en última instancia entre Dios y el hombre. Y yendo por ese camino, el apóstol Santiago nos deja claro que quien se hace amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios (St 4,4).

Solo puedo decir, que esta persecución hunde sus raíces en mentalidades rígidas, que no son capaces de salir de su monólogo monotemático: diversidad, inclusión, ecología, sinodalidad, etc. Concuerdo en que la rigidez no es de Dios, porque el Espíritu Santo sopla, crea y renueva constantemente, pero la renovación la obra el Espíritu de Dios, no un círculo cerrado de personas con una agenda marcada, que vendría a ser nuevamente, la descripción clara de rigidez, y además de sectarismo. Finalmente, la renovación en la Iglesia jamás ha implicado hacer de Dios un mentiroso, o hacer decir a las Escrituras lo que no dice, cuando se pretende justificar la revolución o bendecir el pecado.

Sin más que decir, esto apenas comienza, pero cada vez es más claro que la famosa “hora de los laicos” anunciada por san Juan Pablo II, ha empezado a sonar de una forma que no esperábamos. Concuerdo con una de las preocupaciones constantes del Papa Francisco, hay que acabar con el clericalismo, y hay que empezar con aquella mala costumbre de algunos sacerdotes, de imponerle a los fieles su visión personal de la fe. Su deber es predicar a Jesucristo y su doctrina, lo demás, lo podemos encontrar leyendo columnas de periódico.

Por Steven Neira.

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Comentarios
35 comentarios en “La persecución de los rígidos
  1. Si el clericalismo y la rigidez son los dos grandes males de la Iglesia en estos tiempos, el primer clericalista es el Santo Padre, al imponer sus caprichos por sólo ser «el clérigo mayor». Y el más rígido, nuevamente, es él, en su intolerancia y obsesión con quienes por ser conservadores, o tradicionalistas, no están en la línea de progresismo que es la suya. Desconozco si la rigidez del Santo Padre deriva de algún problema psicológico profundo; espero que no. Por lo demás, Juan Pablo II y Benedicto XVI evidentemente eran conservadores, a diferencia de Francisco, pero uno no los escuchaba propalar improperios contra los progresistas en casi cada homilía, discurso, conferencia de prensa, etc.

    1. Así es. El Papa Francisco es clericalista y rígido en su ideología. Y ejerce el poder (que le dieron la mayoría de los cardenales) de forma totalitaria.

      1. Líder de gran «lobby» es lo que es y lo que quiere seguir siendo (pues la caída abismal de fieles y de fe no le permite otra cosa que sacar rédito del prestigio intemporal de la Iglesia en los foros institucionales). No hay más que ver el lugar descomunal que ocupa su foto en todo lo «católico» (JMJ, viajes, ONG, Manos Unidas…) y la virtual desaparición de la figura de Cristo, María o la Santa Cruz en toda esa cartelería propagandística, y en absoluto evangelizadora.

  2. Jesucristo solo dejo un deseo y un mandato a sus apostoles: Id y precidar el evangelio a todo el mundo, el que se convierta y se bautice se salvara. Y desde entoncen todos los cristianos cumplimos este deber, este mandato de hacer discipulos en todo el mundo. ¿Por eso nos llaman rígidos?. Yo digo que cumple con lo que Jesus no ordeno.

    1. Dejó otro : amaos unos a otros «como yo os he amado» y así debemos predicar el evangelio : como Él nos lo ha enseñado.Con los dones del Espíritu (gal 5) y con el amor verdadero (1 cor 13)

          1. ACS, sí, si lo ha afirmado, en varias ocasiones. Recuerde su apuesta por silenciar la doctrina católica sobre la homosexualidad, para que «no se enfadasen». Y no lo digo por juzgarle a usted, sino porque así sucedió y no me gusta ocultar la verdad.

            Dicho lo cual, y siendo empático, bien está que reconozca ahora que Verdad y Misericordia son mellizos inseparables.

          2. Hidaspes,

            Queeeeeeeee????? es falso!!!!!!! ,por no decir mentira, que yo silenciara la doctrina sobre la homosexualidad para que no se enfadasen! Jamás he dicho tal cosa.Nunca! y si no muéstreme el texto donde yo he dicho eso.

            Uy ,qué mala intención veo ahí!…espero que sea sólo un mal recuerdo suyo… Lo digo y lo repito con voz alta y clara: yo jamás he dicho eso!!!. Se lo ha sacado usted de la manga Señor!

            Incluso en infovaticana he dicho varias veces que la homosexualidad es pecado. Ahora bien, lo que yo he dicho también es que «soy dueña de mis palabras y también de mis silencios» y que el momento y la forma en que digo las cosas lo elijo yo. Y nadie va a imponerme la forma en que cree que debo evangelizar. Y todo esto se lo dije a María.

          3. Dígame donde he dicho eso ,por favor ,porque si no se me ha entendido o no me he sabido explicar me gustaría rectificar…

  3. Me siento igual que el autor del artículo.
    Yo nací en una familia católica y lo que veo hoy no se parece en nada a lo que era de más joven. Y “solo” tengo 50 años.
    Cada uno cree lo que le da la gana y sigue llamándose católico.
    Nunca fui a una misa tridentina y debo darme prisa a conocerla antes que nos la roben del todo.
    Una lástima de papado

    1. Si usted coteja las revistas católicas de cuando nació con lo que ésas mismas (las que se siguen publicando bajo el paraguas «católico») sacan hoy, comprobará no sólo que los principios son totalmente distintos y hasta opuestos (recordando tanto a Groucho: «Éstos son mis principios, pero si…»), sino que todo el tiempo fustigan y abominan de lo que representaban aquellos principios que tenían por bandera hace sólo 50 años. Y creen poder engañar a todos todo el tiempo…

  4. «Concuerdo en que la rigidez no es de Dios, porque el Espíritu Santo sopla, crea y renueva constantemente…»

    El cristianismo es un camino y la rigidez está presente en algún tramo de este.Todos pasamos por esa época en q somos más rígidos ( q no es sinónimo de » más fieles»). Pero si nos dejamos conducir por el Espíritu ,este apacigua nuestro corazón, lo serena, lo templa, y empiezan a brotar los frutos del Esp.Santo en nosotros, la paciencia, la suavidad, el entendimiento…
    El Esp.siempre nos recuerda lo q Dios ha hecho con nosotros, y cómo,para enseñarnos lo q debemos hacer con los demás y » cómo». Nos enseña a mirar nuestras flaquezas, nuestros bloqueos y nuestra incapacidad para q entendamos las ajenas. Y la rigidez se transforma en compasión y empatía.

    1. Ese es la tranformación, la plenitud de la ley en el amor y la misericordia.

      A veces aquí se me ha recriminado q siempre comente en función de mi experiencia personal con Dios pero es q es la experiencia con Dios la fuente preciosa de donde emana el conocimiento de este. Fuente q no contradice la doctrina de la Iglesia pero q dándonos a conocer su misericordia con nosotros nos lleva a imitarle con nuestro prójimo. Su luz ilumina nuestra oscuridad y nos hace más compasivos con la del prójimo. Si no miramos nuestra necedad sólo vemos la ajena y la rigidez dominará nuestro juicio.

      Feliz domingo

      1. ACS, no es cierto. La fe no es un diario personal de experiencias subjetivas. Hay aspectos que nunca experimentaremos, pero que hemos de creer. Al final, no hay rodeo que valga: se debe proclamar que hay verdades eternas e innegociables, se hayan vivido en primera persona o no. Yo no he vivido en mis carnes un aborto, pero no tengo ni la menor duda de la maldad implícita a tal acto. Lo afirmo porque es VERDAD, no porque yo lo haya experimentado personalmente.

          1. ACS, en este caso, el problema no es de heterodoxia doctrinal, sino de ausencia de Cristología elemental en sus testimonios, o en el mejor de los casos, presencia muy mermada y circunstancial. Verá, cuando uno acude a la vida de los santos, nuestro ejemplo a seguir, verifica que a veces ellos tenían relatos autobiográficos, pero ¿sabe qué? El «yo» brilla por su ausencia en sus testimonios, sus circunstancias no son el corazón de su fe, el centro es Cristo y las circunstancias no son sobredimensionadas, porque como santos, saben que otros pecadores no pasaron por lo mismo, así que se centran en las verdades universales. En sus relatos, en cambio, el YO es machacón y omnipresente. He ahí lo que nos echa para atrás.

          2. hidaspes,

            como ya le he dicho otras veces yo sólo hablo de mí para testimoniar las maravillas que Dios ha hecho conmigo. Si usted sólo ve el «yo» y no ve a Cristo es tal vez que tiene una mirada sesgada o parcial…eso lo desconozco.

            De todos modos ya le he respondido abajo.

      1. Me refiero a las parrafada explicativas de la señora ACS,que son pasteleras y carentes de todo contenido de bien para las almas.
        Es un lenguaje cato- protestante que empalaga ,cansa y nos pone en pelugro de pecar,porque hace que caigamos en tentaciones de faltar a la caridad.

        1. María, en efecto, por momentos uno parece estar leyendo a un telepedricador de secta evangelista, con su consabida introducción de «yo era un pecador, hasta que…».

          Hay que recelar de quienes conciben la fe, no como la proclamación de verdades que se han de creer y defender, sino como una sucesión de vivencias personales y de apasionamientos desaforados.

  5. Seguimos contaminados por lenguajes ambiguos, y nos dejamos arrastrar. Quienes son los rígidos? Para mí, son los sinodales alemanes, que no quieren dar su brazo a torcer y persistente en sus errores. O M. Paglia, que es rígido contra los que defienden la doctrina de un Santo, Juan Pablo, o M. Taussig, que impone sin razón la comunión en la mano haciendo abuso de su autoridad, y por eso expulsa a los seminaristas de su Seminario., o….

  6. Sólo para aclarar:

    de mi vivencia con Cristo y de todo lo que el Esp.Santo me da a entender a través de ella no comparto nunca nada antes de haberlo corroborado con la Iglesia o con los santos.
    De la que he hablado aquí no es una experiencia terminada sino continuada. Se basa en que en el encuentro con Dios su luz ilumina nuestra oscuridad y entonces ,cuando vemos nuestro propio pecado, es cuando crecemos en humildad y en comprensión hacia el pecado del prójimo pq sabemos que no somos mejores q nadie.

    1. Esto St.Juan de la cruz lo resumía muy bien con el ejemplo del rayo de luz que entra en una habitación e la ilumina.Cuanto más limpia está la habitación menos se aprecia la oscuridad. Los que no somos santos vemos en la presencia de Dios nuestra miseria y crecemos en auto conocimiento y, como consecuencia, en humildad.

      Entonces, cuando nuestra vivencia la encontramos en la vivencia de los santos se da fe de ella confiadamente pq queda demostrada su objetividad ya que se trata de la Verdad que Dios quiere infundirnos. Y la Verdad de Dios no es subjetiva.

      1. A partir de aquí, si alguien me trata de endemoniada, como acaba de suceder aquí con lo del «ayuno y la oración» q Jesús recomendó para sacar demonios o sanar a enfermos extremadamente ciegos, pues… a mí plim! Es más ,aprovecho la acusación para compartir el sentimiento de rechazo con Jesús, ya que a Él también le trataron de endemoniado. Ser cirineo suyo es, aunque doloroso, reconfortante. Y todos conocemos la generosidad con la que Dios nos paga cualquier pequeña cosita q padezcamos por Él.

        Alabado sea por siempre su nombre santo y que nos regale a todos un rayito de su luz amorosa para que podamos ver nuestra oscuridad y repararla o permitirle que la repara, q nosotros ni siquiera eso sabemos hacer.

        1. ACS, endemoniada es cosa seria, y nadie acá le juzgará de eso. No exagere ni se invente martirios inexistentes. Criticar sus comentarios no es juzgarle a usted en persona.

          Verá, lo que es intrínsecamente demoniaco es oponer Verdad y Amor cristiano, eso sin la menor duda. Usted lo ha planteado a veces. ¿Significa eso que le acusemos de estar endemoniada? No señor, denunciamos el grave error que ello conlleva, pero no decimos que sea usted lacaya del maligno. Yo mismo, cuando incurro en pecado, no actúo por inspiración del Espíritu Santo Paráclito sino capitulando dolorosamente ante la tentación, cuya semilla siempre es del demonio. Pero no por ello significa que esté endemoniado.

          No saquemos las cosas de su contexto, por favor.

          1. hidaspes,

            María ha dicho que ante mis palabras sólo cabe «oración y ayuno». En fin…

            Yo nunca he opuesto la Verdad al amor cristiano. Jamás. Lo que he hecho siempre y seguiré haciendo es dar testimonio del amor compasivo de Cristo. Pero jamás he negado la justicia Divina.

            Mire, siempre he dicho lo siguiente:

            «acercarse a los demás mostrándoles las bondades de Dios en lugar de resaltar lo pecaminoso que hay en ellos» eso sí lo he dicho y lo sigo diciendo. ¿por qué? porque así es como Cristo se acercó a mí y Él nos pide «amar como Él nos ha amado» pues eso es lo que hago.

            No tiene nada que ver con negar el pecado sino con enamorar a la gente de las maravillas del Señor para que opten por Él.

      2. ACS, persiste en el error. No toda verdad revelada será parte de las vivencias de cada uno, y sin embargo, Dios nos llama a creerlas, a asumirlas y a defenderlas.

        A mí Dios me revela que toda vida humana, por muy enferma y debilitada que esté, es un don de Dios y merece ser amparada. Y no es parte de mis vivencias. Es que simplemente así lo creo.

        El recorrido de las vivencias personalísimas es corto, muy corto. Para evangelizar y convertir al prójimo, la vivencia personal debe ser mero instrumento secundario al servicio de la proclamación del depósito válido de la fe, no un sustituto de la misma, como es su caso.

        1. Hidaspes,

          es que yo nunca he negado nada de lo que usted acaba de decir…precisamente he dicho que siempre corroboro con la Iglesia y/o con los santos el entendimiento que surge de la vivencia de Cristo. Y si no encuentro ese apoyo olvido lo experimentado, pues no puedo fiarme de mí.

          1. Y tampoco he dicho que haya que «sólo» las inspiraciones personales q el Espíritu nos infunde sean Verdad revelada. Nunca he dicho tal cosa.Pero sí que en el encuentro con Cristo crecemos en humildad y eso apacigua nuestra rigidez con el pecado ajeno.No que lo niegue sino que nos serena el ánimo y suaviza nuestra forma de acercarnos a los demás: sin arroganica sino con humildad y cariño.

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