(La Nuova Bussola Quotidiana/Luca Marcolivo) Una veintena de iglesias, muchas católicas, han sido quemadas o vandalizadas en Canadá tras el descubrimiento de tumbas anónimas de niños. En el origen está el papel de las escuelas internados que el gobierno impulsó desde el siglo XIX para la asimilación de los indígenas canadienses, que a menudo morían, en ausencia de ayuda, de enfermedad y hambre. Hoy Trudeau ataca a la Iglesia, tratando de hacer olvidar las culpas del Estado.
En Canadá se está produciendo una durísima disputa entre la Iglesia y el Estado. En medio de fosas comunes que han salido a la luz y de iglesias quemadas, como suele ocurrir, la verdad se esconde en los pliegues de la historia.
Ya a finales de mayo se encontraron 215 restos de niños nativos americanos enterrados en una fosa común en los terrenos de una antigua escuela católica en Kamloops, Columbia Británica. La escuela era uno de los muchos internados establecidos en el siglo XIX para la educación de los niños nativos. Al conocer la noticia, durante el Ángelus del 7 de junio, el Papa Francisco expresó su cercanía a la comunidad católica y a todo el pueblo canadiense «traumatizado por la impactante noticia.» El Pontífice había pedido entonces «arrojar luz» sobre un hecho que «aumenta aún más la conciencia del dolor y el sufrimiento del pasado».
Después, coincidiendo con el Día Nacional de los Pueblos Indígenas, que se celebra en Canadá el 21 de junio, dos iglesias fueron pasto de las llamas. En un mes se han producido una veintena de incendios y actos graves de vandalismo contra iglesias, la mayoría de ellas católicas. Al menos dos de los incidentes han sido calificados por la policía canadiense como posibles incendios provocados. No hay pruebas, al menos por el momento, de una relación causal entre ambos hechos, sobre todo porque el suroeste del país ha sufrido una ola de calor sin precedentes. Sin embargo, es inconcebible pensar que las altísimas temperaturas hayan podido provocar únicamente incendios en lugares de culto.
El segundo y más importante descubrimiento tuvo lugar el 23 de junio, en el antiguo Colegio Residencial Indio Marieval, en la provincia de Saskatchewan. No son fosas comunes, sino 751 fosas anónimas. Cadmus Delorme, jefe de la nación india Cowessess, lo anunció: «La noticia de que se han encontrado cientos de tumbas anónimas en la Cowessess First Nation es absolutamente trágica, pero no sorprendente», había tuiteado Perry Bellegarde, jefe nacional de la Asamblea de las Primeras Naciones (organización que agrupa a las comunidades de indígenas).
Los representantes de las comunidades indígenas están esperando una disculpa formal de la Iglesia Católica por su papel en el sistema de escuelas establecido en su momento por el gobierno canadiense. El «genocidio cultural» fue reconocido en 2015 por la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, que estima que unos 6.000 niños murieron en estas escuelas. Los jóvenes alumnos de las escuelas católicas o de otras confesiones cristianas, según los denunciantes, eran mantenidos en pésimas condiciones higiénicas, maltratados, sometidos a una inculturación forzada y, a veces, eran víctimas de abusos.
El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, desde que asumió el cargo en 2015 ha apretado el acelerador en la investigación y ha impulsado una serie de iniciativas en conmemoración de las víctimas. Fue también Trudeau quien pidió una disculpa formal del Papa Francisco. El primer ministro canadiense dijo que había hablado «personalmente» con el pontífice, insistiendo en «lo importante que es no sólo que se disculpe, sino que se disculpe con los indígenas canadienses en suelo canadiense». Sé que los dirigentes de la Iglesia católica -añadió Trudeau- están estudiando qué medidas pueden adoptarse.
En realidad ya se han sucedido algunas peticiones de perdón a lo largo de los últimos treinta años. Los primeros en disculparse por parte de los católicos, en marzo de 1991, fueron los obispos de la Conferencia Episcopal y los jefes de las órdenes religiosas que habían participado en los internados; luego, en julio de ese año, hubo una disculpa específica de los Oblatos de María Inmaculada, que habían administrado la mencionada escuela en Kamloops hasta 1969. También en 2009, el Papa Benedicto XVI expresó «su dolor por la angustia causada por la deplorable conducta de algunos miembros de la Iglesia en Canadá.» Tras los descubrimientos de las últimas semanas, el arzobispo de Vancouver, monseñor Michael Miller, «pidió sinceras y profundas disculpas a los supervivientes y a sus familias, así como a todos los afectados posteriormente, por la angustia causada por la deplorable conducta de aquellos católicos que perpetraron malos tratos de cualquier tipo en estos internados». El prelado acusó entonces a la «política colonialista» que en el pasado «ha causado estragos en los niños, las familias y las comunidades».
Mientras tanto, un paso concreto hacia la reconciliación puede ser el encuentro entre el Papa Francisco y las comunidades indígenas canadienses, previsto entre el 17 y el 20 de diciembre. La Conferencia Episcopal Canadiense asistirá a la reunión en el Vaticano, junto con representantes de las Primeras Naciones, los métis y los inuit. Alabando el compromiso del Pontífice de «escuchar» a los pueblos indígenas y «responder» a su sufrimiento, los prelados expresaron su «sincera esperanza de que estos próximos encuentros conduzcan a un futuro compartido de paz y armonía entre los pueblos indígenas y la Iglesia católica en Canadá».
Pero, ¿es realmente sólo la Iglesia la que debe pedir perdón? La realidad de los hechos es, como se ha dicho, más compleja. Las escuelas de las fosas comunes y los cementerios no eran escuelas católicas cualesquiera, sino que eran denominadas escuelas de asimilación: a partir de 1863, estas escuelas, dirigidas por católicos o miembros de otras confesiones cristianas, estaban destinadas a la inculturación de unos 150.000 niños nativos. Una gran parte de sus alumnos fueron apartados de sus familias en nombre de un proyecto colonialista, cuyo primer impulso, sin embargo, provino del gobierno canadiense. Dieciséis diócesis participaron en el proyecto y, en un momento dado, alrededor del 60-70% de las escuelas de asimilación eran católicas.
El último internado cerró definitivamente en 1998. Aunque puede haber habido violencia directa, según algunos relatos, muchos niños murieron de hambre, frío o enfermedad debido a la ineficacia del gobierno, que no proporcionó suficiente ayuda a estas escuelas.
Mientras tanto, el mes pasado Trudeau reiteró que había aceptado la conclusión de una investigación según la cual Canadá había cometido un genocidio cultural contra los pueblos indígenas. A pesar de haber prometido la reconciliación con los pueblos indígenas, Trudeau ha gastado casi 100 millones de dólares en sus primeros años de mandato litigando con las Primeras Naciones en los tribunales. Luego, trasladó toda la culpa del genocidio cultural a la Iglesia cuando, en realidad, las escuelas incriminadas participaban en un proyecto eminentemente gubernamental financiado por el Estado canadiense.
Sin embargo, incluso en la Iglesia hay quienes se niegan a ser chivos expiatorios. El propio presidente de la Conferencia Episcopal Canadiense, monseñor Richard Gagnon, arzobispo de Winnipeg, dijo sin tapujos en una reciente homilía: «Estamos viviendo una persecución». Según Gagnon, el papel de la Iglesia en este asunto se ha visto enturbiado por numerosas «exageraciones» y «falsedades». Declaraciones que, como era previsible, han levantado gran controversia, en particular entre las comunidades nativas.
Una historia muy triste, en la que, en el banquillo de los acusados se sienta solamente un sujeto: la Iglesia. Mientras tanto, sigue habiendo un silencio ensordecedor sobre la responsabilidad del Estado.
Ayuda a Infovaticana a seguir informando
El papa Francisco tampoco fue nada prudente al decir que estaba «traumatizado por la impactante noticia.» Con esta actitud, parecía condescender con la opinión de quienes piensan erróneamente que hubo algún crimen por parte de la Iglesia. Cuando es normal, que al lado de templos, orfanatos, y escuelas, haya tumbas en las que cristianamente se haya enterrado a niños que han fallecido por causas naturales.
Mientras no se demuestre lo contrario, no debemos dudar de la inocencia de los responsables de esos centros religiosos.
La Iglesia no debe pedir perdón de nada. Primero porque cada cual debe responsabilizarse de lo que ha hecho, pero no de las actuaciones de los antepasados, y desde luego los católicos de hoy no habíamos nacido cuando ocurrieron esos hechos. Y segundo, porque, valorados desde la perspectiva histórica, hemos de entender la mentalidad de la época, y comprender la buena intención de quienes querían sacar a esos indígenas de su salvajismo y civilizarlos.
Lo que tendrían que hacer, en cambio, las asociaciones indígenas, es agradecer la labor que hizo la Iglesia para su promoción humana.
Se vio enseguida de qué iba todo. Pero el estamento eclesiástico no ama ni defiende la verdad de otra Iglesia que no sea su propio tinglado, porque hace mucho que no ama a Cristo.
Sí hay alguien interesado en saber qué pasó en esos internados católicos de Canadá, hay un excelente video en el blog del P. Olivera Que no te la cuenten. Es largo pero merece la pena verlo.
Estoy de acuerdo con lo que ha dicho sobre este asunto «Sacerdote Mariano».
Estoy totalmente convencido que las religiosas y religiosos (católicos o no) que cuidaron a esos niños indígenas se esforzaron y se sacrificaron al máximo en darles la mejor educación, protección y alimentación dentro de sus reducidos medios.
La Iglesia no tiene de qué pedir perdón en este asunto. Lo que tiene que hacer la Iglesia (pues tiene la información para hacerlo) es explicar al mundo que los niños eran bien tratados y que los que murieron fueron, como en otros lugares, por causas de epidemias (tuberculosis, gripe española,…) o por malnutriciones puntuales (asociadas a crisis económicas) en las que el estado canadiense no puso los medios suficientes para combatirlas en esas escuelas.
Es terrible ver los ataques y difamaciones que está sufriendo la Iglesia por parte de todo tipo de medios.
A mí ya me produce orticaria que la Iglesia aceptara participar en algo tan inhumano como es separar a niños de sus padres, de su casa, de su cultura, amigos , seres queridos etc.en lugar de luchar en contra de la tal «asimilación» traumática y destructiva para esas pobrecitas criaturas a las que Dios dió un padre y una madre.
Escandaloso me parece…y cruel.
No puedo decir más. La Iglesia es santa pero que Dios nos perdone por nuestra necedad y ceguera.