Que no pare la maniobra de la confusión: ahora es el presidente de la Academia Pontificia por la Vida, el arzobispo Vincenzo Paglia, quien sale declarando que la Santa Sede no debería haber presentado una protesta verbal contra la llamada Ley Zan a cuenta de que vulnera el concordato del Estado italiano y el Estado Vaticano.
Les va a sonar el argumento: del Vaticano sale una decisión en determinada dirección que inmediatamente es criticada por los que apoyan la decisión contraria. Y al poco surgen voces dentro de la jerarquía e incluso del propio Vaticano sumándose a las críticas y, en algún caso, sugiriendo que la medida se adoptó contra la voluntad del Papa.
Lo hemos vivido recientemente con el ‘responsum’ de Doctrina de la Fe contra las bendiciones a parejas gay y ahora le toca el turno a la nota verbal por la que la Santa Sede advertía que la nueva ley contra la homofobia y la transfobia, ahora en el Senado, podría vulnerar los acuerdos con la Santa Sede que garantizan a los católicos libertad de conciencia y de expresión.
Los entusiastas de todas las cosas LGBI, que abundan en las filas del ‘komentariat’ católico, no tardaron en murmurar contra la decisión, y ahora es ni más ni menos que el presidente de la Academia Pontificia por la Vida -que, si cumpliera su misión con un mínimo de criterio católico, estaría entre las más afectadas por la mordaza que establece la ley-, el arzobispo Vincenzo Paglia, quien sale en la prensa lamentando que se haya cursado la protesta en cuestión.
La nota, dice Paglia, “no debería haberse escrito”. Paglia alaba la ley, que según él busca combatir el odio y la violencia ante “un problema que existe y que debe ser combatido ya que saca a la luz un problema que debe afrontarse. El destructor del Instituo Juan Pablo II para la Familia añade que “en el ordenamiento jurídico italiano tienen todas las herramientas para combatir todo tipo de discriminación”, aunque entiende que “ante alguna urgencia” se pueda completar algún elemento de la legislación.
En puridad, la nota no pretende en ningún momento que se evite la aprobación de la ley, ni siquiera le dedica una crítica integral, sino que se limita a pedir algunos cambios porque, en su redacción actual, vulneraría garantías de libertad de conciencia y expresión que el concordato garantiza a la Iglesia católica.
A pesar de ello, los abanderados del arcoiris se han apresurado a tachar de homófoba la tímida reacción vaticana y los más francisquistas que Francisco han asegurado que se ha cursado de espaldas al Papa que, como en el caso del ‘responsum’, estaría dolido por la iniciativa. Pero aunque el guion lleva repitiéndose hasta la náusea, es levemente sorprendente que sea un arzobispo curial quien critique la medida tan abiertamente.
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Es irónico que el Presidente de la Academia Pontificia por la Vida diga estas palabras, cuando debería ser el primero en defender la familia y la vida. Pero ya sabemos que Francisco lo nombró para demoler la Academia.
Concedamos que Paglia está haciendo una labor muy eficaz en dicha demolición.
Hemos sido entregados a lobos rapaces.
Siempre podéis montar vuestro propio rebaño.
En efecto, no debía haber emitido una propuesta verbal. Eso y nada era lo mismo. Debía haber convocado a los católicos italianos a la desobediencia civil, directa y total. Una ley propia de tiranos y contranatura no debe vincular a nadie decente, y desde luego, a ningún católico.
El arzobispo Paglia hay que recordar que es el autor de colocar el «fresco» homosexual repugnante en su catedral hace años. Lo repugnante no es precisamente el tema homosexual sino algo tremendo por desagradable que aparece en la obra maestra. Esta persona debería haber sido echada inmediatamente a la calle y sin embargo el «fresco sigue ahi» y monseñor también.