«Una monja de 92 años murió hoy en un monasterio carmelita en Illinois. Era una monja poco común. No cantaba muy bien. Con frecuencia llegaba tarde a sus deberes requeridos en el convento. Ella arrojó palos a los perros del vecindario, lo cual no estaba permitido. Ella también era mi madre», así empieza el bonito testimonio de Mark R. Miller, quien en el día de la muerte de su madre, el pasado 6 de junio, quiso contar como había sido su original y fructífera vida.
«Solo la he visto dos veces en los últimos 33 años desde que se unió al convento, en parte porque las Carmelitas son una orden contemplativa. No enseñan en la escuela, ni trabajan en hospitales, ni siquiera abandonan el edificio en el que viven. Ellas rezan. Viven en silencio 23 horas y media al día», explica Miller a través de un hilo de Twitter. También recuerda como, para visitarla, había que hacerlo con distancia, a través de una rejilla, «sin abrazar ni tocar».
Miller no es el único hijo de esta monja recientemente fallecida, «ni mucho menos». «Soy el noveno de sus diez hijos», relata. «Tiene 28 nietos, algunos de los cuales nunca ha visto». También tiene más de una docena de bisnietos.
«Puede que hayas intuido que no siempre ha sido monja. Creció en San Francisco y Oregón y fue a la escuela en California y Nueva York. Ella tenía novio. Se casó a los 20», continúa comentando Miller. Nos dice que a los 27 años ya tenía cinco hijos, luego vinieron cinco más. «Un equipo de baloncesto de cada sexo. Planned Parenthood, lo llamó», dice Miller. «Estuvo embarazada durante más de 400 semanas de su vida», añade.
Pero también sabía disfrutar de otras facetas de la vida: «Tenía tropecientos mil amigos. Fumaba. Bebía. Jugaba a las cartas». También buceaba en aguas abiertas. «Conducía tan rápido e imprudentemente que la gente salía de su coche con un pie dolorido por pisar el freno imaginario», comenta con humor su hijo. Hasta que un día dejó de fumar, el alcohol y la cafeína el mismo día «y de alguna manera se las arregló para no cometer homicidio como resultado», bromea.
«Su marido murió en 1984. Cinco años después, repartió todo lo que poseía en el mundo. En su cumpleaños número 61 celebró una fiesta de despedida con 800 invitados en un hotel de San Francisco y voló a Chicago al día siguiente», entrando en monasterio de Des Plaines, Illinois. Allí ha pasado los últimos 33 años «haciendo cuentas de rosario con pétalos de flores y durmiendo en su propia celda».
«No estoy aquí por la sed de pésames. Nuestra relación fue… complicada. No estoy de luto. Reconozco que su vida semi-agustiniana es casi singular. Nació en los años 20 y murió en los 20 del siglo siguiente. Ann Russell Miller (Hermana María José de la Trinidad, TOC). 1928-2021. Saluda a papá de mi parte», termina el relato de esta espectacular vida que ya cuenta con más de 200.000 me gusta en Twitter.
A 92 year-old nun died today in a Carmelite Monastery in Illinois. She was kind of an unusual nun. She didn’t sing very well. She was frequently late to her required duties around the convent. She threw sticks for the communal dogs which was not allowed. Also she was my mother.
— Mark R. Miller (@4T9NER) June 6, 2021
Ayuda a Infovaticana a seguir informando
Bonita historia, y buen ejemplo, al final solo quiso estar con Dios, a pesar de tener tanta gente querida cerca suyo
33 años, los mismos que Cristo en la tierra, preparandose para ir a verle
Una mujer muy generosa, seguro que ya estará gozando del cielo.
Ann, ruega por nosotros
Una vida de lo más completa. El Señor la tendrá en su gloria. D.E.P.
Madre de familia numerosa, y luego de vida consagrada. En breve todo eso será anatema en lo canónico y delito en lo civil. Si Dios no lo remedia.
Me jubilo dentro de pocos años, y se me está pasando por la cabeza entrar en una orden contemplativa, ya veremos si es una fantasía o es cosa de Dios.
Pues a mí me parece mejor que se hubiera quedado en la vida civil, orientando a sus hijos y nietos.
¿ desobedeciendo a Dios?
Ser monja de clausura es una vocación, no es una decision personal.
Una Santa Juana de Chantal …