El Papa Francisco presidió la misa del Corpus Christi en la Basílica de San Pedro el domingo 6 de junio. La celebración tuvo lugar en el Altar de la Cátedra de San Pedro, como viene siendo lo habitual en los últimos meses, salvo raras excepciones.
Para celebrar la Eucaristía, dijo el Papa en su homilía, «es preciso reconocer, antes que nada, nuestra sed de Dios: sentirnos necesitados de Él, desear su presencia y su amor, ser conscientes de que no podemos salir adelante solos, sino que necesitamos un Alimento y una Bebida de vida eterna que nos sostengan en el camino». El drama de hoy, señaló, «es que a menudo la sed ha desaparecido».
«Si nos falta la sed, nuestras celebraciones se vuelven áridas. Entonces, incluso como Iglesia no puede ser suficiente el grupito de asiduos que se reúnen para celebrar la Eucaristía; debemos ir a la ciudad, encontrar a la gente, aprender a reconocer y a despertar la sed de Dios y el deseo del Evangelio», afirmó el Santo Padre.
«La presencia de Dios es tan humilde, escondida, en ocasiones invisible, que para ser reconocida necesita de un corazón preparado, despierto y acogedor», explicó.
«Se precisa salir de la pequeña habitación de nuestro yo y entrar en el gran espacio del estupor y la adoración. Y esto nos hace mucha falta. Esto nos falta en muchos movimientos que nosotros hacemos para encontrarnos, reunirnos, pensar juntos la pastoral… Pero si nos falta esto, si falta el estupor y la adoración, no hay camino que nos lleve al Señor. Tampoco habrá sínodo, nada. Esta es la actitud ante la Eucaristía, esto necesitamos: adoración», señaló Su Santidad.
«También la Iglesia debe ser una sala amplia. No un círculo pequeño y cerrado, sino una comunidad con los brazos abiertos de par en par, acogedora con todos», indicó Francisco. «Preguntémonos: cuando se acerca alguien que está herido, que se ha equivocado, que tiene un recorrido de vida distinto, ¿la Iglesia, esta Iglesia, es una sala amplia para acogerlo y conducirlo a la alegría del encuentro con Cristo?», preguntó el Santo Padre.
«La Eucaristía quiere alimentar al que está cansado y hambriento en el camino, ¡no lo olvidemos! La Iglesia de los perfectos y de los puros es una habitación en la que no hay lugar para nadie; la Iglesia de las puertas abiertas, que festeja en torno a Cristo es, en cambio, una sala grande donde todos ―todos, justos y pecadores― pueden entrar», manifestó el Papa.
Les ofrecemos la homilía del Papa, publicada en español por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:
Jesús envió a sus discípulos para que fueran a preparar el lugar donde iban a celebrar la cena pascual. Ellos mismos fueron los que le preguntaron: «¿Dónde quieres que vayamos a preparar la cena de Pascua para que la comas?» (Mc 14,12). También nosotros, mientras contemplamos y adoramos la presencia del Señor en el Pan eucarístico, estamos llamados a preguntarnos: ¿En qué “lugar” queremos preparar la Pascua del Señor? ¿Cuáles son los “lugares” de nuestra vida en los que Dios nos pide que lo recibamos? Quisiera responder a estas preguntas deteniéndome en tres imágenes del Evangelio que hemos escuchado (Mc 14,12-16.22-26).
La primera es la del hombre que lleva un cántaro de agua (cf. v. 13). Es un detalle que parecería superfluo. Sin embargo, ese hombre totalmente anónimo se convierte en guía para los discípulos que buscan el lugar que después será llamado el Cenáculo. Y el cántaro de agua es el signo para reconocerlo. Un signo que nos lleva a pensar en la humanidad sedienta, siempre en busca de un manantial de agua que la sacie y la regenere. Todos nosotros caminamos en la vida con un cántaro en la mano. Todos nosotros, cada uno de nosotros tiene sed de amor, de alegría, de una vida fructífera en un mundo más humano. Y para saciar esta sed, el agua de las cosas mundanas no sirve, porque se trata de una sed más profunda, que sólo Dios puede satisfacer.
Continuemos con esta “señal” simbólica. Jesús dice a los suyos que adonde los conduzca un hombre con un cántaro de agua, allí se podrá celebrar la cena de Pascua. Para celebrar la Eucaristía, por tanto, es preciso reconocer, antes que nada, nuestra sed de Dios: sentirnos necesitados de Él, desear su presencia y su amor, ser conscientes de que no podemos salir adelante solos, sino que necesitamos un Alimento y una Bebida de vida eterna que nos sostengan en el camino. El drama de hoy ―podemos decir― es que a menudo la sed ha desaparecido. Se han extinguido las preguntas sobre Dios, se ha desvanecido el deseo de Él, son cada vez más escasos los buscadores de Dios. Dios no atrae más porque no sentimos ya nuestra sed profunda. Pero sólo donde haya un hombre o una mujer con un cántaro de agua —pensemos en la Samaritana, por ejemplo (cf. Jn 4,5-30)— el Señor se puede revelar como Aquel que da la vida nueva, que alimenta con confiada esperanza nuestros sueños y nuestras aspiraciones, presencia de amor que da sentido y dirección a nuestra peregrinación terrena. Como ya advertíamos, es ese hombre con el cántaro el que conduce a los discípulos a la sala donde Jesús instituirá la Eucaristía. Es la sed de Dios la que nos lleva al altar. Si nos falta la sed, nuestras celebraciones se vuelven áridas. Entonces, incluso como Iglesia no puede ser suficiente el grupito de asiduos que se reúnen para celebrar la Eucaristía; debemos ir a la ciudad, encontrar a la gente, aprender a reconocer y a despertar la sed de Dios y el deseo del Evangelio.
La segunda imagen es la de la habitación amplia en el piso superior (cf. v. 15). Es allí donde Jesús y los suyos celebrarán la cena pascual y esta habitación se encuentra en la casa de una persona que los aloja. Decía don Primo Mazzolari: «Entonces un hombre sin nombre, un dueño de casa, les prestó su habitación más hermosa. […] Él dio lo más grande que tenía, porque alrededor del gran sacramento es necesario que todo sea grande: habitación y corazón, palabras y gestos» (La Pasqua, La Locusta 1964, 46-48).
Una habitación amplia para un pequeño pedazo de Pan. Dios se hace pequeño como un pedazo de pan y justamente por eso es necesario un corazón grande para poder reconocerlo, adorarlo, acogerlo. La presencia de Dios es tan humilde, escondida, en ocasiones invisible, que para ser reconocida necesita de un corazón preparado, despierto y acogedor. En cambio, si nuestro corazón, en lugar de ser una habitación amplia, se parece a un depósito donde conservamos con añoranza las cosas pasadas; si se asemeja a un desván donde hemos dejado desde hace tiempo nuestro entusiasmo y nuestros sueños; si se parece a una sala angosta, a una sala oscura porque vivimos sólo de nosotros mismos, de nuestros problemas y de nuestras amarguras, entonces será imposible reconocer esta silenciosa y humilde presencia de Dios. Se requiere una sala amplia. Se necesita ensanchar el corazón. Se precisa salir de la pequeña habitación de nuestro yo y entrar en el gran espacio del estupor y la adoración. Y esto nos hace mucha falta. Esto nos falta en muchos movimientos que nosotros hacemos para encontrarnos, reunirnos, pensar juntos la pastoral… Pero si nos falta esto, si falta el estupor y la adoración, no hay camino que nos lleve al Señor. Tampoco habrá sínodo, nada. Esta es la actitud ante la Eucaristía, esto necesitamos: adoración. También la Iglesia debe ser una sala amplia. No un círculo pequeño y cerrado, sino una comunidad con los brazos abiertos de par en par, acogedora con todos. Preguntémonos: cuando se acerca alguien que está herido, que se ha equivocado, que tiene un recorrido de vida distinto, ¿la Iglesia, esta Iglesia, es una sala amplia para acogerlo y conducirlo a la alegría del encuentro con Cristo? La Eucaristía quiere alimentar al que está cansado y hambriento en el camino, ¡no lo olvidemos! La Iglesia de los perfectos y de los puros es una habitación en la que no hay lugar para nadie; la Iglesia de las puertas abiertas, que festeja en torno a Cristo es, en cambio, una sala grande donde todos ―todos, justos y pecadores― pueden entrar.
Por último, la tercera imagen, la imagen de Jesús que parte el pan. Es el gesto eucarístico por excelencia, el gesto que identifica nuestra fe, el lugar de nuestro encuentro con el Señor que se ofrece para hacernos renacer a una vida nueva. También este gesto es sorprendente. Hasta ese momento se inmolaban corderos y se ofrecían en sacrificio a Dios, ahora es Jesús el que se hace cordero y se inmola para darnos la vida. En la Eucaristía contemplamos y adoramos al Dios del amor. Es el Señor, que no quebranta a nadie, sino que se parte a sí mismo. Es el Señor, que no exige sacrificios, sino que se sacrifica él mismo. Es el Señor, que no pide nada, sino que entrega todo. Para celebrar y vivir la Eucaristía, también nosotros estamos llamados a vivir este amor. Porque no puedes partir el Pan del domingo si tu corazón está cerrado a los hermanos. No puedes comer de este Pan si no compartes los sufrimientos del que está pasando necesidad. Al final de todo, incluso de nuestras solemnes liturgias eucarísticas, sólo quedará el amor. Y ya desde ahora nuestras Eucaristías transforman el mundo en la medida en que nosotros nos dejamos transformar y nos convertimos en pan partido para los demás.
Hermanos y hermanas, ¿dónde “preparar la cena del Señor” también hoy? La procesión con el Santísimo Sacramento —característica de la fiesta del Corpus Christi, pero que por el momento no podemos hacer— nos recuerda que estamos llamados a salir llevando a Jesús. Salir con entusiasmo llevando a Cristo a aquellos que encontramos en la vida de cada día. Nos convertimos así en una Iglesia con el cántaro en la mano, que despierta la sed y lleva el agua. Abramos de par en par el corazón en el amor, para ser nosotros la habitación amplia y acogedora donde todos puedan entrar y encontrar al Señor. Desgastemos nuestra vida en la compasión y la solidaridad, para que el mundo vea por medio nuestro la grandeza del amor de Dios. Y entonces el Señor vendrá, una vez más nos sorprenderá, una vez más se hará alimento para la vida del mundo. Y nos saciará para siempre, hasta el día en que, en el banquete del cielo, contemplaremos su rostro y nos alegraremos sin fin.
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¿Y donde se ve tal Iglesia? Yo no conozco a ningún católico que no se sepa pecador e imperfecto. Y casi todos ellos son menos imperfectos que yo.
Hay muchos que solo ven los pecados de los otros.
Solo hace falta ver cómo hablan aquí algunos hacia otros para darse cuenta que no ven sus pecados ysi los de los demás.
Miguel, el primer acto de caridad cristiana es anunciar el error del prójimo. Y eso no significa que quien expone el error ajeno se considere a si mismo un superhéroe o un santo en vida.
Usted confunde el «no juzgar» con la tolerancia ante el pecado. Es es como confundir misericordia con relativismo.
Hidaspes:
Miguel te ha contestado con bastante precisión.
No entiendo porque te das por aludido, si no es el caso.
Tu corriges, pero también ves tus pecados y luchas. Pues perfecto.
Miguel habla de los que ven los pecados ajenos (incluso muchos se los imaginan y los consideran reales), pero no los propios por creerse perfectos. Y entonces deducen que sólo ellos pueden comulgar como un premio por lo superespeciales que son.
Egge, por esa regla de tres, ¿por qué se da por aludido Miguel?
Miguel habla de lo que habla, y yo aclaro que el «no juzgar» no implica dejar de denunciar el error ajeno, y que acá no veo a nadie que se considere «perfecto». Mi réplica es muy precisa. Si no le gusta, sírvase refutarla.
Pues vale. Si le parece que es precisa, enhorabuena.
A mi no me lo ha parecido, pero es sólo mi opinión.
Cuestión de gustos.
Egge, pues procure que brille más la Verdad de Cristo y no tanto los «gustos» de cada uno.
Si, señor. A sus ordenes, señor.
Eres un pesado y tienes fijación conmigo.
Contigo ya tenemos un farol de la verdad. Prefiero seguir con mi estilo y mis «gustos», intuyendo que para usted los «gustos» son algo pecaminoso porque no caben en su manual de perfecto farol. Seguro que lo tacha de sentimentalismo y argumentos similares.
El Papa Francisco siempre está con frases disonantes. Ya sabemos que la única criatura humana purísima es la Virgen, pero todos debemos buscar la pureza y detestar el pecado.
Mt 5,48: «Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.»
Por eso estar aboliendo lo mas sagrado de la Iglesia, su misa tridentina, no hay lugar para la tradición y el magisterio de la Iglesia, la está misericordiando, no hay cabida para los mandamientos de Dios, solo las ordenes que emanan dude las logias.
Típica frase confusa, que normalmente es usada para modificar la fe de la Iglesia, ya que la fe de siempre es de rígidos, y es mucho más guay, una fe hecha a la medida de cada uno, sin dogmas, con moral a gusto del consumidor.
Ya sabemos que desde el CVII se usa y abusa de frases confusas, para la demolición pasito a pasito de la fe católica.
Así es, Fred.
Exacto, Fred.
Los puros son los cátaros y lo más parecido a un cátaro que te puedes encontrar hoy es un progre.
Por desgracia la Iglesia de los perfectos y de los puros no ha existido jamás, pero según dónde pongas el listón habrá más virtuosos o más pecadores, exactamente igual que en la Olimpiada ocurre con los saltos de altura y en la Educación con la forma de evaluar: a mayor exigencia más posibilidades de que haya saltadores o estudiantes de calidad, no todos ellos serán perfectos, pero se acercarán más que si se baja el listón y eso tiene de bueno, además, que no te queda más remedio que aceptar tu mediocridad, cosa que, de la otra forma, no puede ser demostrada. En religión eso supone una mejor visión de los pecados propios que en un totum revolutum donde no sé si peco o no.
Cierto. Lo más parecido a un cátaro es un progre. Sucede que en tiempos del todo vale se aprecian signos de intransigencia y mojigatería que contrastan con la permisividad para otras cosas, como también les pasaba a aquellos herejes antiguos. Son las virtudes locas que dijo Chesterton.
Esta homilía recuerda la condena que ya hizo Francisco contra el pelagianismo en Guadete et exultate.
La misma idea se recalcó en la carta Placuit Deo de la Congregación de la Doctrina de la Fe.
La condena del pelagianismo se remonta a San Agustín y va contra la idea de una salvación por puro voluntarismo. Pelagio hablaba de los «puros» pero sin recurrir al ES sino a la voluntad humana.
Las recientes intervenciones de Francisco (eucaristía para pecadores ya que todos lo somos, sacerdotes supermán y esta homilía) parecen querer recordar este peligro herético.
Egge, ¿y qué tiene que ver el pelagianismo con esto?
Para Pelagio la Iglesia también debía ser un lugar cerrado, sólo perteneciente a los voluntaristas perfectos. El que había caído en pecado mortal era excluido para siempre.
Con semejante criba, pocos se salvarían; sólo un grupo cerrado y selecto de puros y perfectos.
Eso es lo que no se quiere. Y menos mal.
Egge, Pelagio no sostuvo nada de eso, decía que el hombre puede alcanzar la perfección en Cristo por sus propias fuerzas, prescindiendo de la gracia de Dios.
Pelagianismo, ¿donde?
No voy a entrar; dice lo mismo con diferentes palabras. Y esto e puede eternizar y no me apetece.
En Gaudte y exultate Francisco trata del neopelagianismo. Puntos 50-59. A muchos les escuece lo que expone; lógicamente porque expone sus sombras más ocultas.
Yo veo una clara relación de ideas. Más claras que el agua.
Si usted no las ve; nuevamente cuestión de gustos.
Egge, pero lo que usted «ve» no lo argumenta.
No, está allí. Si quiere verlo, pues lo lee. Y si no quiere, pues no lo haga.
Egge, que se salvarán pocos es algo dicho por Cristo, nada de herejía.
Herejía pelagiana es afirmar que se salvarán todos.
No voy a debatir contigo. No lo veo útil.
Ya me he estudiado el pelagianismo en profundidad y no me apetece empezar a trilerear con usted.
Lo que deseaba exponer ya lo he hecho, citando documentos y los puntos correspondientes.
Si a alguien le interesa la relación que he encontrado, estupendo.
Y sino, pues también.
Egge, pues para haberlo estudiado en profundidad lo sacas a colación cuando no pinta nada. La relación no se ha encontrado, used la ha inventado.
La herejía es el voluntarismo para salvarse de Pelagio. No empiece a liar.
Pelagio jamas afirmó que se salvarían todos. Creo que se está liando; eso es más bien de Orígenes, pero bueno… no voy a debatir con usted porque lo veo inútil.
No ha encontrado nada porque no ha leído nada de lo que le he dicho.
Y si lo ha hecho, entonces es bobo porque lo ve un niño de dos años.
Usted lo único que quiere es gresca y trilerismo barato y no voy a entrar.
Egge, la herejía de Pelagio es que el hombre puede salvarse a si mismo sin la gracia de Dios.
Pelagio nunca predicó nada de una «Iglesia de perfectos».
Egge, la «Iglesia de los perfectos»… ¿será la que tilda de «bobos» a otros?
Si, la misma. Es bobo por meterse en peleas cuando se le ha avisado que le dejen a uno en paz.
Bobo de remate.
No le creo jamás a aquel que le prende una vela a Dios y otra al diablo. Hablo del 4nt1, que de esa cosas sabe mucho.
Pues lee los documentos que te he citado y lo verás.
Es exactamente el mismo argumento que el que expone francisco.
Para Hidaspes
¿Y qué tienen que ver esos «documentos» con una «Iglesia de los perfectos»?
Allí lo expone. Ya le he dado los puntos.
Egge, nada de nada. Me lo temía.
No quiere leer; y quiere gresca.
Discuta con su mujer -si le aguanta- y a otra cosa.
Egge, ¿qué se va a leer si usted lanza sentencias al aire que luego «no ve útil» motivar?
«Todavía hay cristianos que se empeñan en seguir otro camino: el de la justificación por las propias fuerzas, el de la adoración de la voluntad humana y de la propia capacidad, que se traduce en una autocomplacencia egocéntrica y elitista privada del verdadero amor. Se manifiesta en muchas actitudes aparentemente distintas: la obsesión por la ley, la fascinación por mostrar conquistas sociales y políticas, la ostentación en el cuidado de la liturgia, de la doctrina y del prestigio de la Iglesia, la vanagloria ligada a la gestión de asuntos prácticos, el embeleso por las dinámicas de autoayuda y de realización autorreferencial.
Lo que no veo útil es debatir contigo. Ni motivarte nada porque eres el más listo y un soberbio de los grandes. No sirve contigo. Lo tuyo es trilear y la gresca.
Amén. Buena digestión, Hidaspes.
Dale un poco al intelecto en vez de buscar gresca.
Y si le apetece discutir porque está amargadito, hágalo con su parienta, que seguramente no le deje por ser un pesado. No me extraña.
Egge, bobo y amargado, no está mal.
Pasa lo mismo con los «perfectos» que con el fariseismo. Lo ve usted por doquier… menos cuando se mira en el espejo.
Eso le pasa por buscar gresca.
Bobo, amargado y pesado.
Yo soy publicano e imperfecto. Ya se lo he dicho mil veces. No empiece a trilear otra vez.
Egge, como todos los que nos proclamamos católicos.
En algo coincidimos. Me alegro.
Pero no todos los católicos piensan así. Si usted no los conoce, mejor; pero los hay.
Este hombre tiene un GRAN LÍO MENTAL…. Sabe poca teología y se nota…
La Iglesia NO ES ni la de los PUROS/PERFECTOS ni la de los IMPUROS/IMPERFECTOS…..
Es la Iglesia de los PECADORES (pq todos lo somos) SIEMPRE EN CAMINO DE CONVERSIÓN….. REPITO: EN CAMINO DE CONVERSIÓN, Camino hacia la santidad…
Lo demás son todo rollos falsos… PUROS PUROS NO HAY. E IMPUROS QUE SÓLO QUIERAN PERMANECER EN SU IMPUREZA NO ES EN ABSOLUTO LO QUE QUIERE DIOS. ES UNA GRAN MENTIRA Y UNA FALSÍSIMA MISERICORDIA.
«Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» (Evangelio de San Mateo, cap.5, v.48
Al voluntarismo de salvarse por sí mismo se opone la inercia total del «yo no puedo hacer nada para salir del pecado» así que Dios «me tendrá que perdonar». No sé cuál de las dos posturas indica más soberbia, si la del quiere salir a flote agarrándose de sus propios pelos o la del que exige misericordia a Dios como si Dios estuviera a su servicio. La Misericordia es un atributo de Dios, pero también lo es la Justicia, como se compatibiliza eso lo sabrá Él, no nosotros. No sé cómo reaccionará Dios al sentimentalismo actual dado que el Evangelio da una de cal y otra de arena. El «por sus frutos los conoceréis» parece dar a entender que se espera algo de nosotros y no solo pecado tras pecado, lloriqueo y vuelta a empezar. El Papa habla poco de las virtudes porque éstas se oponen al pecado y por lo visto el virtuoso es sospechoso de ser un rígido así que nada de fortaleza, lealtad y mucho menos templanza. Un templado es una abominación porque domina sus impulsos.
Egge,por qué cuando no tiene argumentos se dedica a descalificar.
Francisco tiene obsesión con los «rígidos» con los «santos» con los » perfectos» con los «sacerdotes supermanes»,si desde su punto de vista son igual o mayores pecadores que los demás,por qué no les aplican usted y él la misma Misericordia que le aplican a profanadores de la Eucaristía y la liturgia,sodomitas,adúlteros,fornicadores,transexuales,enseñanzas legeteberas a los niños..en fin.Aplíquense el cuento y no hagan discriminación de pecadores.
No se dediquen a indultar a unos y a perseguir sin descanso a otros.
Apliquen su misericordia con todos por igual y no hagan acepción de personas.
¿Y que tiene eso que ver?
En este post se trata un pasaje dicho por el Papa en una homilía donde condena actitudes pelagianas.
¿Que narices tiene que ver lo que dice que además vuelve a ser falso y una suposición suya?
Egge, verá, es que «no vemos útil» explicárselo.
Si quiere leer, lea, Y si no, deje tranquilo al personal.
Además, rencoroso.
Egge, rencor ninguno. Le damos de su propia medicina.
Rencoroso; no hay duda.
Al menos, de una pista de lo que aconseja leer, aunque no parece que esa sea su intención. Más bien sigue con los conflictos, el trilerismo y su pesadez cósmica.
Egge, que no, no lo estimamos útil.
Me imaginaba que no tiene ninguna sugerencia; solo ganas de polemizar.
Señor Egge,mejor dedíquese a denunciar otras barbaridades que ocurren en la Iglesia,muchíiiisimo más graves,y que jamás denuncia.
Y déjese de pelagianismos y lefebvrianos,hombre.
Que está usted obsesionado con eso y no les llegan a la suela del zapato a otras barrabasadas que se dan hoy en la Iglesia.
Aparte de que no es cierto, denuncio lo que veo oportuno en cada lugar.
Como por aquí hay mucho espiritualista integrista, pues insisto más por cuestión de utilidad y tiempo.
Además, la única obsesiva por aquí es usted: obsesión por criticar cada catequesis, homilía, encíclica o palabra del Papa.