(The Pillar) El Arzobispo de Sidney, Australia, ha lanzado una petición en contra del nuevo plan del gobierno para poner todos los cementerios bajo el control del Estado, lo que pondría fin al papel de la Iglesia en el cuidado de las tumbas de los católicos en Nueva Gales del Sur.
«Esta decisión pondrá fin a la participación de los grupos religiosos en la gestión y el funcionamiento de los cementerios en favor de una burocracia secular dirigida por el gobierno», ha explicado el arzobispo Anthony Fisher, OP, a sus sacerdotes en una carta del 27 de mayo.
«Esto pondrá fin a más de 150 años de protagonismo de la Iglesia en el entierro de los muertos, el mantenimiento de las tumbas y el apoyo a las familias en duelo».
«El cuidado de los muertos es una misión espiritual, no secular», añadió el arzobispo. «Nuestra fe nos enseña que es una de las “obras de misericordia corporales” y esto incluye la forma en que cuidamos de nuestros cementerios. El gobierno parece que sólo reconoce la propiedad del cementerio como un activo económico sin sensibilidad hacia su elemento espiritual o a los deseos de las familias de los difuntos.»
Fischer dijo que la medida, anunciada el 25 de mayo, consolidará la gestión de todos los cementerios, que se consideran terrenos públicos, bajo una «junta multiconfesional y multidisciplinar basada en las competencias», que será creada por el gobierno.
El arzobispo instó a los sacerdotes y a los católicos australianos a oponerse a la medida.
El plan del Gobierno se produce tras las recomendaciones de una revisión independiente de la Ley de Cementerios y Crematorios de 2013, que pedía la creación de un organismo único para gestionar los cementerios de Nueva Gales del Sur y sustituir a los cinco operadores independientes que actualmente se encargan de los entierros, incluido el Catholic Metropolitan Cemeteries Trust (CMCT), que gestiona tres cementerios y ha adquirido recientemente terrenos para otros dos.
El plan fue anunciado por la Ministra de Agua, Propiedad y Vivienda, Melinda Pavey, quien argumentó que la consolidación era necesaria para hacer frente a la escasez de lugares de enterramiento y a las carencias financieras de los operadores independientes.
Pavey afirma que los cinco operadores actuales «se enfrentan colectivamente a pasivos no financiados de más de 300 millones de dólares y Sydney se está quedando rápidamente sin espacio para cementerio».
Pero en su carta a los sacerdotes, Fisher dijo que el plan del gobierno se había elaborado sin consultar a la Iglesia ni a otras comunidades religiosas. También insistió en que los cementerios católicos eran solventes y que el plan haría aumentar el coste de los entierros.
«El Catholic Cemetery Trust ha gestionado con éxito y reverencia los cementerios católicos durante más de 150 años. ¿Cómo puede el gobierno reclamar el legado de más de quince décadas de cuidado y mantenimiento, así como decenas de miles de dólares de los activos reunidos de las familias católicas para el mantenimiento de nuestros cementerios sin ni siquiera una consulta adecuada?» escribió Fisher.
«El descarado desprecio hacia las personas de fe y sus obras no presagia nada bueno en el modo en que el gobierno puede tratar los funerales y los enterramientos católicos en el futuro».
El arzobispo también advirtió que, dado que las organizaciones benéficas como la CMCT quedarán ahora excluidas de la provisión de cementerios, el coste de los entierros individuales aumentará con toda seguridad. Pavey dijo que el nuevo sistema «apoyará una fijación de precios coherente, transparente y asequible».
Antes de que se anunciara el plan, Pavey escribió a Peter O’Meara, director de la CMCT, informándole de la decisión y de que el estatus de organización benéfica de la fundación se extinguiría al acabar la semana, según el periódico The Sydney Morning Herald.
En su carta a los sacerdotes de la archidiócesis, Fisher dijo que el gobierno afirma estar actuando para hacer frente a la falta de espacio para entierros en Sidney, a las obligaciones financieras de los cinco proveedores y a la necesidad de garantizar funerales y entierros asequibles para todas las personas.
Fisher dijo que el fideicomiso católico había «ofrecido soluciones que resolverían cada uno de estos problemas y lo harían de una manera que podría ser implementada inmediatamente sin costo alguno para el contribuyente.»
«La decisión del gobierno será significativamente más costosa, tardará más en aplicarse y excluirá a los grupos religiosos de cualquier participación en las operaciones. No tiene sentido».
Más allá de las cuestiones financieras, Fisher también planteó su preocupación por la finalidad espiritual de los cementerios y la falta de atención que podrían recibir los católicos bajo la supervisión del gobierno.
«La decisión genera incertidumbre sobre si las tumbas se mantendrán a perpetuidad. Una burocracia secular que no aprecia la reverencia que hay que mostrar a los difuntos podría verse tentada a reutilizar tumbas para conseguir más espacio.»
En un artículo en The Australian, Fisher fue más allá en sus preocupaciones, afirmando que «algunas personas en el gobierno o en la burocracia querrían detener los entierros por completo y exigir que todo el mundo sea incinerado. A algunos les gustaría reutilizar las tumbas existentes para realizar más entierros. Algunos incluso estarían dispuestos a “reciclar” viejas tumbas con el fin de utilizar ese terreno para otros fines.»
En 2016, la Congregación para la Doctrina de la Fe emitió una instrucción sobre los entierros cristianos. En ella, la CDF reafirmaba que «siguiendo la más antigua tradición cristiana, la Iglesia recomienda insistentemente que los cuerpos de los difuntos sean enterrados en cementerios u otros lugares sagrados.»
«Al enterrar los cuerpos de los fieles, la Iglesia confirma su fe en la resurrección del cuerpo, y pretende mostrar la gran dignidad del cuerpo humano como parte integrante de la persona humana cuyo cuerpo forma parte de su identidad.»
«A través de la práctica de enterrar a los muertos en los cementerios, en las iglesias o en sus alrededores, la tradición cristiana ha sostenido la relación entre los vivos y los muertos y se ha opuesto a cualquier tendencia a minimizar o relegar a la esfera puramente privada el acontecimiento de la muerte y el significado que tiene para los cristianos», decía la instrucción, firmada por el cardenal Müller, entonces prefecto de la congregación, y el entonces arzobispo Ladaria, que fue secretario de la congregación antes de sustituir a Müller como prefecto en 2017.
«Por último, la inhumación de los fieles difuntos en cementerios u otros lugares sagrados anima a los familiares y a toda la comunidad cristiana a rezar y recordar a los difuntos, al tiempo que fomenta la veneración de los mártires y los santos», afirmó la CDF.
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Eso ya se está haciendo en España en muchas localidades porque los cementerios dependen del ayuntamiento y, cuando necesitan más nichos, pagues o no sacan a quién les da la gana. Sacaron a mi abuelo y luego a mi abuela no sé por qué reformas y no dieron más solución que la incineración de los restos. Se muere para siempre pero la tumba tiene fecha de caducidad. La muerte ya no es sagrada, lo mismo te eutanasian que te incineran si les da la gana. Todo depende de que tengas familiares con ganas de pleitear ¿y quién los tiene?
Para evitar este desprecio final a los restos que perduran cientos de años la mejor solución es la incineración.No ha habido , ni hay ni habrá el desprecio con el que han sido tratados durante años los restos mortales de aquellos difuntos sin descendientes conocidos, que cuando se necesitaba espacio eran despojados de sus tumbas y sus restos achados a un osario común.Yo ese punto lo tengo clarísimo.