En Estados Unidos se ha conmemorado el centenario de las matanzas raciales ocurridas en Tulsa, Oklahoma. El Eastern Oklahoma Catholic saca a la luz un aspecto de lo ocurrido esos días poco conocido: cómo la catedral católica de la ciudad se convirtió en refugio para los negros que escapaban de las matanzas. Así lo explican:
“A finales de mayo, nuestra comunidad conmemoró el centenario de la Masacre Racial de Tulsa. Causada por la falsa acusación de que un joven negro había agredido sexualmente a una mujer blanca, la violencia racial que se desencadenó entre la noche del 31 de mayo y la madrugada del 1 de junio de 1921 dejó en cenizas gran parte del próspero barrio de Greenwood «Black Wall Street». Además de los 10.000 habitantes de Tulsa que se quedaron sin hogar, cerca de mil residentes resultaron gravemente heridos y cientos murieron. Casi todas las víctimas eran miembros de la comunidad de Greenwood.
Bajo la firme dirección del padre Heiring, la catedral de la Sagrada Familia se convirtió en un lugar de refugio para muchos durante los terribles acontecimientos de aquella noche. Los relatos de uno de los feligreses de la catedral, Clyde Joseph Eddy, siguen siendo un recuerdo tanto de la oscuridad de esta tragedia histórica como de la luz que se puede encontrar en aquellos que tuvieron el valor de proclamar el mensaje de amor del Evangelio en medio de tanto odio y dolor. Aunque Clyde Eddy sólo tenía 10 años cuando tuvo lugar la masacre racial de Tulsa, la experiencia quedó grabada en su memoria durante toda su vida.
«Mi abuelo nos había hablado de los disturbios raciales desde que éramos niños, así que crecimos sabiendo acerca de ellos», explica el nieto de Clyde, Matt Buckendorf. «La noche en que ocurrió, la diócesis celebraba un acto en el Teatro Brady -lo que ahora es el Teatro Tulsa- y, cuando estallaron los disturbios, el padre Heiring hizo que se encendieran las luces de la casa y dijo a todo el mundo que estaba ocurriendo algo terrible y que debían irse a casa y mantenerse a salvo. Eso siempre se me quedó grabado en la mente cuando era niño, imaginando al padre allí diciendo que algo terrible estaba sucediendo”.
«Al volver a casa del teatro, la familia de Clyde recibió una llamada telefónica. Su madre era miembro del Club de Mujeres de la Sagrada Familia y le dijeron que la iglesia iba a acoger a todos los que pidieran refugio. Se pidió a las mujeres que hicieran vendas y llevaran a la catedral cualquier otro material útil que pudieran tener. Afortunadamente, la catedral de la Sagrada Familia era lo suficientemente grande como para albergar una especie de “hospital” improvisado.
Según un artículo publicado por el Tulsa Tribune el 6 de junio de 1921, las monjas de la catedral, las damas de la Sociedad de San Vicente de Paúl y los Caballeros de Colón proporcionaron alimentos, ropa y refugio a 400 víctimas negras de los disturbios. Veinticinco bebés fueron también acogidos.
El joven Clyde acompañó a su madre a la catedral. A lo largo de los años relataría muchas veces los sucesos de aquella noche a sus familiares, incluida su difunta hija, Vickie, y su marido, Mike Buckendorf.
«Clyde vio lo que estaba pasando», dice Mike. «Estaba asustado por lo que estaba sucediendo, pero también había mucha compasión. La catedral de la Sagrada Familia y la Primera Iglesia Presbiteriana fueron las únicas iglesias que ayudaron mientras duraron los disturbios. Según todos los indicios, el padre Heiring era un hombre absolutamente maravilloso y un excelente pastor de su rebaño».
El testimonio de Clyde sobre los trágicos acontecimientos relacionados con la masacre racial de Tulsa continúa con lo sucedido varios días después. Mientras él y su primo tomaban un atajo por el cementerio de Oaklawn, vieron a unos hombres cavando agujeros, rodeados de cajas de madera. Antes de que los hombres se percataran de su presencia, los curiosos chicos se habían asomado al interior de dos de las cajas: la primera contenía los cuerpos de tres hombres negros, mientras que la segunda contenía cuatro. El informe del testimonio ocular de Clyde ha dado lugar a varias excavaciones en el cementerio, donde los investigadores especulan que todavía puede haber algún enterramiento masivo oculto.
A lo largo de los años, Clyde mantuvo su fe católica y su compromiso de servir a los demás. Sin duda, su experiencia infantil de la masacre racial de Tulsa también formó al adolescente y al hombre en que se convertiría. Como Eagle Scout de 16 años, Clyde ayudó a fundar la primera tropa de Boy Scouts negros de Tulsa. Con su gran interés por la historia de Tulsa y su amor por el servicio a los demás, fue miembro durante mucho tiempo de la Sociedad Histórica de Tulsa y de los Caballeros de Colón. Clyde falleció en 2008 a la edad de 97 años.
El feligrés de la catedral, Mike Buckendorf, está agradecido por los recuerdos que su suegro compartió con él a lo largo de los años. Su relato de la masacre racial de Tulsa y de sus consecuencias nos recuerda el mal que todavía está presente en nuestro mundo y nos ofrece la esperanza de que el mensaje evangélico de amor y compasión puede aportar una sanación duradera.
«Me alegra ver que el debate sobre los disturbios raciales sale a la luz», dice Mike. «Todavía hay mucha mala voluntad, pero también hay mucho amor de Dios, con gente que reconoce lo que pasó y, al hacerlo, se asegura de que no vuelva a ocurrir. Dios nos hizo a todos: todos somos sus hijos y queremos verle un día de estos, y no hay lugar para el fanatismo y el odio”.
«Lo que hizo la Catedral de la Sagrada Familia para ayudar a los refugiados durante los disturbios lo dice todo sobre la fe católica», añade Mike. «Dice mucho de lo que es un católico. Se trata de hermandad. Dios nos puso aquí para amarnos unos a otros y ayudarnos».
Mientras nuestra parroquia se une al resto de la comunidad de Tulsa en la conmemoración de los trágicos sucesos de 1921, el padre Kastl nos recuerda la llamada a todos los fieles católicos a ser una fuerza de amor y curación más allá de los muros de la iglesia.
«Todo ser humano posee una dignidad inherente que nunca se le puede quitar», afirma. «Este es el principio fundamental dentro de la tradición católica que impulsa el respeto obligatorio no sólo por la vida sino también por la diversidad que existe dentro de la familia humana debido a la cultura, la raza y la etnia. Cuando nos reunimos en busca de lo que nos une, nuestra fe y salvación en Cristo, los diversos lugares de los que procedemos nos ayudan a comprender y apreciar lo que las diferentes culturas aportan a una comunidad”.
“El testimonio de nuestros feligreses de la época de la masacre racial no debería solamente hacernos sentir orgullosos de lo que la catedral hizo en aquel oscuro momento, sino más bien inspirarnos a todos a ser individuos que trabajen para devolver la paz y el respeto mutuo a nuestras comunidades hoy en día», añade el padre Kastl.”
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En la actualidad Estados Unidos está asediado por una especie de secta que pretende destrozar su legendaria unidad, su patriotismo y su respeto por el Creador. Fuerzas oscuras disfrazadas de luz minan a diario los valores cristianos, sembrando el odio, la ira y toda mala pasión posible.
Nueva York está desconocida, vacía, sus tiendas cerradas y las gentes han migrado a otros estados más favorables a la cosmovisión cristiana.
Todo esto no nos llega, a no ser que procuremos los medios de comunicación alternativos, ya que los oficiales están absolutamente colapsados por el pensamiento único e intolerante.
Sigamos orando y confiando en el Señor.
Si es que ser anglosajón y racista todo es uno. Me viene a la cabeza que era en la catolica Florida española donde se refugiaban los esclavos negros que huían 150 años antes del norte anglosajón. Y también me acuerdo del padre Rosendo, benedictino que a principios del XX amparaba en las cercanías de Perth, Australia, a los aborígenes desechados por los sajones.