Este domingo nos gustaría recomendarles una gran película, ‘Ni uno menos’ (Zhang Yimou, 1999), que, aunque carente de una connotación religiosa explícita, recuerda a la parábola de la oveja perdida. Nos acercaremos a esta película, cómo no, de la mano de nuestro páter cinéfilo.
Aunque solo tiene trece años, Wei es enviada como profesora a un pueblo de las montañas. El alcalde le promete una recompensa si consigue que ningún niño abandone la escuela. Por eso, cuando Zhang se escape, hará lo posible por devolverlo al aula.
La película
Zhang Yimou es conocido sobre todo por sus cintas épicas: Hero, La casa de las dagas voladoras o La gran muralla dan testimonio de ello. Pero también destaca por sus obras melodramáticas, donde suele exponer los graves problemas que acucian a su país de origen: China (es el caso de cintas como Las flores de la guerra o Regreso a casa). De entre todas ellas, sobresale esta que nos ocupa, en la que se hace eco del problema de la educación.
En los años 80, el nivel de analfabetismo en China era una realidad vergonzante. El motivo era que aún arrastraba las consecuencias que, durante la década anterior, había traído consigo la Revolución cultural de Mao Zedong (1893-1976). El objetivo de esta había sido depurar el país de todo rastro de capitalismo y tradiciones antiguas, por lo que los colegios también se vieron afectados por ella. De hecho, se estima que más de cien millones de niños tuvieron que abandonar la escuela en favor de un puesto de trabajo (incluso Yimou fue uno de ellos, puesto que dejó las aulas para ganarse la vida en una fábrica de algodón).
Por este motivo, el Gobierno del país afrontó una magna reforma educativa: la ampliación a nueve años de la educación primaria obligatoria. Aunque, en un principio, este plan debía abarcar todo el territorio de la nación, lo cierto es que se centró casi exclusivamente en las zonas urbanas, por lo que las rurales continuaron sufriendo el absentismo escolar. Para más inri, esto generó un nuevo problema: la gran brecha social que se abrió entre el campo y la ciudad, en la que aquel, por supuesto, quedó peor parado. Este dilema continuaba siendo una triste realidad a finales de los años 90, por lo que Yimou resolvió delatarlo con esta película.
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Con este propósito, pues, el cineasta no tuvo mejor idea que recurrir al neorrealismo, el género delator por antonomasia. De esta manera, la cinta está rodada en los mismos escenarios donde acontece la historia y protagonizada en exclusiva por actores amateurs, que además representan los mismos roles que tienen en la vida real: por ejemplo, el alcalde de la aldea es verdaderamente el alcalde de esa aldea; los estudiantes del colegio son auténticos estudiantes de ese mismo colegio, y la profesora Wei es en realidad una niña de secundaria sin experiencia actoral previa. Por esta razón, la cámara, en muchas ocasiones, solo se limita a filmar la vida cotidiana de todos ellos.
Pero el director no las tuvo todas consigo a la hora de abordar el rodaje. El motivo era que, como el Gobierno chino no quería ofrecer una mala imagen de sí mismo de cara al exterior, le obligó a aceptar la supervisión de sus censores. Y así, entre otras muchas cosas, estos exigieron varias modificaciones en el guion, de manera que el film no mostrase un país demasiado atrasado, y algún referente al capitalismo, como la inclusión de las marcas Ford y Coca-Cola. Pero, sobre todo, precisaron que, al final del metraje, se debía especificar que “solo” un millón de niños abandonaban el colegio en las zonas rurales…, pese a que en realidad esa cifra fuera el triple[1].
Por desgracia, esta influencia de las autoridades chinas rebasó incluso las fronteras del país. Y es que, en efecto, pese a que la cinta había sido seleccionada para su participación en el Festival de Cine de Cannes, el propio Yimou tuvo que retirarla. El motivo era que los organizadores del mismo habían recibido presiones por parte de aquellas, que seguían sin ver con buenos ojos la imagen que de sí mismas ofrecía el filme; más aún, también fueron conminados a excluir otra de sus películas: Regreso a casa, que igualmente criticaba muchas de las políticas del régimen chino. Y así, aunque el director contraargumentó que el festival solo debía tratar la calidad artística de los largometrajes, al final tuvo que ceder y renunciar a participar en él.
Por suerte, la película fue presentada en festivales de idéntico prestigio, donde, al no recibir la misma presión que en Cannes, obtuvo varios galardones: el León de Oro en Venecia, el Premio de los Espectadores en el Festival de Cine de San Pablo (Brasil) y una nominación a los Premios del Cine Europeo. Paradójicamente, y a pesar del boicot recibido por parte de las autoridades chinas, estas le concedieron multitud de reconocimientos en diversas galas cinematográficas de su propio país. De todos ellos, podemos destacar los siguientes: el Gallo de Oro al mejor director y el Cien Flores a la mejor película[2].
¿Qué podemos aprender de ella?
La Iglesia siempre ha mostrado mucho interés por la educación de los niños. El motivo es que, en su opinión, con ella se puede colaborar al desarrollo del individuo y, por ende, al de la sociedad y el bien común (cfr. CCE, 1908). Además, grandes personalidades de su historia, como san Juan Bautista de la Salle o san Juan Bosco, han contribuido al bienestar de los alumnos y a la modernización de los sistemas de enseñanza, incluso han dado su vida en defensa de los mismos (sin ir más lejos, muchos hermanos de la Salle fueron martirizados durante la Revolución francesa y la Guerra Civil española).
Ciertamente, la cinta carece de esta connotación religiosa, pero, al mostrar las desventuras de una profesora en orden a recuperar a uno de sus pupilos, se hace eco de ella. Incluso refleja de alguna manera una de las parábolas más famosas del Evangelio: la de la oveja perdida (cfr. Lc. 15, 3-7). Y es que, en efecto, cuando esta huye del redil, el pastor deja a buen recaudo a las restantes para ir en busca de ella, lo mismo que hará la maestra del film cuando uno de sus alumnos huya del colegio.
[1] The New York Times, 6 de febrero de 2000.
[2] Respectivamente, los Gallos de Oro y los Cien Flores podrían equivaler a los Óscar y a los Globos de Oro: los primeros son entregados por la Academia de Cine de China, mientras que los segundos corresponden a la prensa especializada.
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La vi hace tiempo y me impactó mucho. Claramente merece la pena verla. Es una preciosidad.
Durante la persecución religiosa en España del siglo pasado, hubo también mártires salesianos. Los hubo de otras congregaciones dedicadas a la enseñanza, pero recuerdo especialmente a los salesianos ya que cita a su fundador y por ser un servidor antiguo alumno.