“La Iglesia no es una organización humana, es el templo del Espíritu Santo». Lo afirmó Francisco durante la homilía en la solemnidad de Pentecostés, en la Basílica de San Pedro.
El Papa Francisco presidió ayer por la mañana la santa misa en la basílica de San Pedro con motivo de la solemnidad de Pentecostés.
“Todos nosotros, especialmente en los momentos difíciles como el que estamos atravesando, buscamos consolaciones”, señaló el Pontífice en su homilía. “Pero frecuentemente recurrimos sólo a las consolaciones terrenas, que desaparecen pronto”, aseguró.
Las consolaciones del mundo, explicó Su Santidad, “son como los analgésicos, que dan un alivio momentáneo, pero no curan el mal profundo que llevamos dentro”. “Evaden, distraen, pero no curan. Calman superficialmente, en el ámbito de los sentidos y no del corazón”, dijo.
“Hermana, hermano, si adviertes la oscuridad de la soledad, si llevas dentro un peso que sofoca la esperanza, si tienes en el corazón una herida que quema, si no encuentras una salida, ábrete al Espíritu Santo”, aconsejó el Santo Padre.
“Él, escribía san Buenaventura, «lleva mayor consolación donde hay mayor tribulación, no como hace el mundo que en la prosperidad consuela y adula, y en la adversidad se burla y condena» (Sermón en la octava de la Ascensión). Eso hace el mundo, eso hace sobre todo el espíritu enemigo, el diablo. Primero nos halaga y nos hace sentir invencibles, después nos echa por tierra y nos hace sentir inadecuados. Hace todo lo posible para que caigamos, mientras que el Espíritu del Resucitado quiere realzarnos”, indicó Francisco.
El Papa afirmó que nosotros estamos llamados a dar testimonio en el Espíritu Santo, a ser paráclitos, consoladores. “No con grandes discursos, sino haciéndonos próximos; no con palabras de circunstancia, sino con la oración y la cercanía”, dijo.
“Es el tiempo del gozoso anuncio del Evangelio más que de la lucha contra el paganismo. Es el tiempo de llevar la alegría del Resucitado, no de lamentarnos por el drama de la secularización. Es el tiempo para derramar amor sobre el mundo, sin amoldarse a la mundanidad. Es el tiempo de testimoniar la misericordia más que de inculcar reglas y normas. ¡Es el tiempo del Paráclito!”, exclamó el Santo Padre.
El espíritu de la falsedad, el maligno, “trata de obligarnos, quiere hacernos creer que siempre estamos obligados a ceder a las sugestiones malignas y a las pulsiones de los vicios”, indicó. “Intentemos ahora acoger tres sugerencias típicas del Paráclito, de nuestro Abogado. Son tres antídotos básicos contra sendas tentaciones, hoy difusas”, señaló Francisco.
“El primer consejo del Espíritu Santo es “vive el presente”. El presente, no el pasado o el futuro. El Paráclito afirma la primacía del hoy contra la tentación de paralizarnos por las amarguras y las nostalgias del pasado, como también de concentrarnos en las incertidumbres del mañana y dejarnos obsesionar por los temores del porvenir”, manifestó el Papa.
“El Espíritu nos recuerda la gracia del presente. No hay otro tiempo mejor para nosotros. Ahora, justo donde nos encontramos, es el momento único e irrepetible para hacer el bien, para hacer de la vida un don. ¡Vivamos el presente!”, exclamó.
“Asimismo, el Paráclito aconseja: “busca el todo”. El todo, no la parte. El Espíritu no plasma individuos cerrados, sino que nos constituye como Iglesia en la multiforme variedad de carismas, en una unidad que no es nunca uniformidad”, explicó.
“Y finalmente, el tercer gran consejo: “Pon a Dios antes que tu yo”. Es el paso decisivo de la vida espiritual, que no es una serie de méritos y de obras nuestras, sino humilde acogida de Dios”, dijo el Papa.
“Sólo si nos vaciamos de nosotros mismos dejamos espacio al Señor; sólo si nos abandonamos en Él nos encontramos a nosotros mismos; sólo como pobres en el espíritu seremos ricos de Espíritu Santo”, manifestó Su Santidad.
Esto vale también para la Iglesia, aseguró, no salvamos a nadie, “ni siquiera a nosotros mismos con nuestras propias fuerzas”. “Si ponemos en primer lugar nuestros proyectos, nuestras estructuras y nuestros planes de reforma caeremos en el pragmatismo, en el eficientismo, en el horizontalismo, y no daremos fruto”, dijo.
“La Iglesia no es una organización humana, es el templo del Espíritu Santo. Jesús ha traído el fuego del Espíritu a la tierra y la Iglesia se reforma con la unción de la gracia, con la fuerza de la oración, con la alegría de la misión, con la belleza desarmante de la pobreza. ¡Pongamos a Dios en el primer lugar!”, exclamó Francisco.
Les ofrecemos la homilía del Santo Padre, publicada en español por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:
Homilía del Santo Padre
«Cuando venga el Paráclito, a quien yo les enviaré desde mi Padre» (Jn 15,26). Con estas palabras Jesús promete a los discípulos el Espíritu Santo, el don definitivo, el don de los dones. Habla de él usando una expresión particular, misteriosa: Paráclito. Acojamos hoy esta palabra, que no es fácil de traducir porque encierra varios significados. Paráclito quiere decir esencialmente dos cosas: Consolador y Abogado.
- El Paráclito es el Consolador. Todos nosotros, especialmente en los momentos difíciles como el que estamos atravesando, buscamos consolaciones. Pero frecuentemente recurrimos sólo a las consolaciones terrenas, que desaparecen pronto. Jesús nos ofrece hoy la consolación del cielo, el Espíritu, la «fuente del mayor consuelo» (Secuencia); ¿Cuál es la diferencia? Las consolaciones del mundo son como los analgésicos, que dan un alivio momentáneo, pero no curan el mal profundo que llevamos dentro. Evaden, distraen, pero no curan. Calman superficialmente, en el ámbito de los sentidos y no del corazón. Porque sólo quien nos hace sentir amados tal y como somos da paz al corazón. El Espíritu Santo, el amor de Dios actúa así: «entra hasta el fondo del alma», pues como Espíritu obra en nuestro espíritu. Visita lo más íntimo del corazón como «dulce huésped del alma» (ibíd.). Es la ternura misma de Dios, que no nos deja solos; porque estar con quien está solo es ya consolar.
Hermana, hermano, si adviertes la oscuridad de la soledad, si llevas dentro un peso que sofoca la esperanza, si tienes en el corazón una herida que quema, si no encuentras una salida, ábrete al Espíritu Santo. Él, escribía san Buenaventura, «lleva mayor consolación donde hay mayor tribulación, no como hace el mundo que en la prosperidad consuela y adula, y en la adversidad se burla y condena» (Sermón en la octava de la Ascensión). Eso hace el mundo, eso hace sobre todo el espíritu enemigo, el diablo. Primero nos halaga y nos hace sentir invencibles, después nos echa por tierra y nos hace sentir inadecuados. Hace todo lo posible para que caigamos, mientras que el Espíritu del Resucitado quiere realzarnos. Miremos a los Apóstoles: estaban solos y perdidos, tenían las puertas cerradas, vivían en el temor y ante sus ojos estaban todas sus debilidades y sus fracasos. Los años pasados con Jesús no los habían cambiado. Después recibieron el Espíritu y todo cambió, los problemas y los defectos siguieron siendo los mismos, pero, sin embargo, ya no los temían y tampoco temían a quienes les querían hacer daño. Se sentían consolados interiormente y querían difundir la consolación de Dios. Los que antes estaban atemorizados, ahora sólo temen no dar testimonio del amor recibido. Jesús les había profetizado: «el Espíritu […] dará testimonio de mí. Y también ustedes darán testimonio» (Jn 15,26-27).
También nosotros estamos llamados a dar testimonio en el Espíritu Santo, a ser paráclitos, consoladores. Sí, el Espíritu nos pide que demos forma a su consolación. ¿Cómo? No con grandes discursos, sino haciéndonos próximos; no con palabras de circunstancia, sino con la oración y la cercanía. El Paráclito dice a la Iglesia que hoy es el tiempo de la consolación. Es el tiempo del gozoso anuncio del Evangelio más que de la lucha contra el paganismo. Es el tiempo de llevar la alegría del Resucitado, no de lamentarnos por el drama de la secularización. Es el tiempo para derramar amor sobre el mundo, sin amoldarse a la mundanidad. Es el tiempo de testimoniar la misericordia más que de inculcar reglas y normas. ¡Es el tiempo del Paráclito!
- El Paráclito, además, es el Abogado. En el contexto histórico de Jesús, el abogado no desarrollaba sus funciones como hoy, más que hablar en lugar del imputado, normalmente estaba junto a él y le sugería al oído los argumentos para defenderse. Así hace el Paráclito, «el Espíritu de la Verdad» (v. 26), que no nos remplaza, sino que nos defiende de las falsedades del mal inspirándonos pensamientos y sentimientos. Lo hace con delicadeza, sin forzarnos. Se propone, pero no se impone. El espíritu de la falsedad, el maligno, por el contrario, trata de obligarnos, quiere hacernos creer que siempre estamos obligados a ceder a las sugestiones malignas y a las pulsiones de los vicios. Intentemos ahora acoger tres sugerencias típicas del Paráclito, de nuestro Abogado. Son tres antídotos básicos contra sendas tentaciones, hoy difusas.
El primer consejo del Espíritu Santo es “vive el presente”. El presente, no el pasado o el futuro. El Paráclito afirma la primacía del hoy contra la tentación de paralizarnos por las amarguras y las nostalgias del pasado, como también de concentrarnos en las incertidumbres del mañana y dejarnos obsesionar por los temores del porvenir. El Espíritu nos recuerda la gracia del presente. No hay otro tiempo mejor para nosotros. Ahora, justo donde nos encontramos, es el momento único e irrepetible para hacer el bien, para hacer de la vida un don. ¡Vivamos el presente!
Asimismo, el Paráclito aconseja: “busca el todo”. El todo, no la parte. El Espíritu no plasma individuos cerrados, sino que nos constituye como Iglesia en la multiforme variedad de carismas, en una unidad que no es nunca uniformidad. El Paráclito afirma la primacía del conjunto. Es en el conjunto, en la comunidad, donde el Espíritu prefiere actuar y llevar la novedad. Miremos a los Apóstoles. Eran muy distintos. Entre ellos, por ejemplo, estaba Mateo, publicano que había colaborado con los romanos, y Simón, llamado el Zelota, que se oponía a ellos. Había ideas políticas opuestas, visiones del mundo muy diferentes. Pero cuando recibieron el Espíritu aprendieron a no dar la primacía a sus puntos de vista humanos, sino al todo de Dios. Hoy, si escuchamos al Espíritu, no nos centraremos en conservadores y progresistas, tradicionalistas e innovadores, derecha e izquierda. Si estos son los criterios, quiere decir que en la Iglesia se olvida el Espíritu. El Paráclito impulsa a la unidad, a la concordia, a la armonía en la diversidad. Nos hace ver como partes del mismo cuerpo, hermanos y hermanas entre nosotros. ¡Busquemos el todo!
Y finalmente, el tercer gran consejo: “Pon a Dios antes que tu yo”. Es el paso decisivo de la vida espiritual, que no es una serie de méritos y de obras nuestras, sino humilde acogida de Dios. El Paráclito afirma el primado de la gracia. Sólo si nos vaciamos de nosotros mismos dejamos espacio al Señor; sólo si nos abandonamos en Él nos encontramos a nosotros mismos; sólo como pobres en el espíritu seremos ricos de Espíritu Santo. Esto vale también para la Iglesia. No salvamos a nadie, ni siquiera a nosotros mismos con nuestras propias fuerzas. Si ponemos en primer lugar nuestros proyectos, nuestras estructuras y nuestros planes de reforma caeremos en el pragmatismo, en el eficientismo, en el horizontalismo, y no daremos fruto. La Iglesia no es una organización humana, es el templo del Espíritu Santo. Jesús ha traído el fuego del Espíritu a la tierra y la Iglesia se reforma con la unción de la gracia, con la fuerza de la oración, con la alegría de la misión, con la belleza desarmante de la pobreza. ¡Pongamos a Dios en el primer lugar!
Espíritu Santo, Espíritu Paráclito, consuela nuestros corazones. Haznos misioneros de tu consolación, paráclitos de misericordia para el mundo. Abogado nuestro, dulce consejero del alma, haznos testigos del hoy de Dios, profetas de unidad para la Iglesia y la humanidad, apóstoles fundados sobre tu gracia, que todo lo crea y todo lo renueva.
Ayuda a Infovaticana a seguir informando
El Papa Francisco establece dicotomías falaces. Las reglas y normas no se oponen a la misericordia de Dios, sino que van unidas a ella, igual que la justicia.
Yo a este papa no le entiendo. Y conste que no me ha sucedido nunca con ninguno de los que he conocido, que ya son unos cuantos. Y tampoco me convence. Y no sigo, porque luego los papólatras me insultan.
Muy de acuerdo, de hecho Bergoglio comente una Petitio principii pues él estaría reglando o normando eso de testimoniar la misericordia.
Es tiempo de recordar que las reglas no se oponen a la Misericordia, como no se oponen Misericordia y Verdad, Misercordia y Justicia.
Es tiempo de recordar que pedir Misericordia al Padre no es ir de rebajas morales, no es pedirle que los 10 Mandamientos pasen a ser 5.
Hidaspes,
pues Jesús le dijo a Sta. Faustina que ahora era tiempo de misericordia y que después de la misericordia vendría el día de la justicia (cito de memoria). No se oponen pero se pueden dar consecutivamente.
Lo que dice aquí el Papa, Hidaspes, es lo que intento decirle siempre y no sé explicar. Acabo de leerlo.
ACS, pues yo afirmo que son conceptos indisolubles.
Sí,son indisolubles.No estamos en desacuerdo en eso.
Pero también es indisoluble la Trinidad y en el AT se manifiesta el Padre; en el NT lo hace con más fuerza el hijo; y en la vida de la Iglesia nos conduce el Esp.Santo. Aunque es indisoluble percibimos más a una persona o a la otra.
Ahora es tiempo en q se manifiesta la misericordia, después vendrá la justicia. Pero son indisolubles.
Bueno,parece que para ACS como siempre la Misericordia es dejar campar el pecado a sus anchas.
Mientras contemplamos impasibles como se pudre la sociedad.
Total..ya vendrá la Justicia..,pues nada.
Vivamos en un mundo putrefacto que aprueba las perversiones y las normaliza,un mundo que asesina inocentes en lo que debería ser el lugar mas protegido para un ser humano indefenso, dejemos que perviertan la infancia,la moral,el matrimonio y la familia..
Sentémonos a mirar » misericordiosos» e impasibles y tentemos a Dios obligándole a practir su Justicia a destiempo ante nuestra total pasividad.
Si..eso se desprende de toda la Escritura,la Tradición y el Magisterio.,seguro que sí.
Palabra de ACS y de los católicos apóstatas,que no apóstoles.
Discípulos de la misericordina babosa y pastelera Francisquista.
ACS, no insista, lo que es indisoluble va junto, no desagregado.
Misericordia y Verdad van a todas partes, a la vez. De nada sirve disimular.
Ah vale, pues entonces debió equivocarse Jesús cuando le dijo a Sta.Faustina q primero venía la misericordia y después el día de la justicia.
El pobre no debía saber q justicia y misericordia son indisolubres…
Hay que ver…
ACS, Cristo no se equivoca, usted casi siempre, pese a la paciencia de muchos a la hora de ser caritativos y procurar sacarle del error.
ACS: nuestro Señor se refiere a la Misericordia de Dios hacia aquellos que se arrepientan de corazón de sus pecados y se conviertan, no a una falsa misericordia humana que es indolente ante el pecado y la blasfemia con tal de quedar bien ante el mundo.
Jorge Cantu,
El Señor se acercó a Mateo, a la mujer adúltera, a la samaritana, a Zaqueo, a Pedro (que era pecador) a mí y a miles de conversos sin q estos se hubieran arrepentido. Aunque reconozco q yo me había arrepentido de algunos pero no por fe sino pq estaba pagando las consecuencias.Un arrepentimiento interesado ,como el del hijo pródigo pero no de todos , ni mucho menos.
Se acercó a mí manifestándome su amor inmenso y le seguí. Después, enamorada ya de Él le busqué, leí la Biblia, le conocí y me conocí.Me arrepentí del dolor q le había causado .Me convertí más y le amé más.Pero esto llevó su tiempo y todavía continua.
Si lo hizo así conmigo ¿ no lo voy a hacer yo con los demás?
No negó mi pecado sólo me amó. El amor me hizo acercarme a Él y -cómo es luz -estando cerca de la luz vi mi oscuridad.
No negó mi pecado pero tampoco me lo recordó, sólo me manifestó su amor.Y el amor ,ese amor, encendió el mio y le seguí.Y si me arrepentí de mi pecado fué pq me amaba y me sentí vil crucificando a aquel q tanto me amaba.Tanto como para acercarse a mí qcuando tanto daño le había hecho.
Sé a que misericordia se refiere. A la q tiene con los enfermos.Les cura con cariño y paciencia.
Esto dice el Papa:
Es el tiempo para derramar amor sobre el mundo, sin amoldarse a la mundanidad. Es el tiempo de testimoniar la misericordia más que de inculcar reglas y normas. ¡Es el tiempo del Paráclito!”,
» sin amoldarse a la mundanidad»
Creo q es muy importante esta puntualización.
Señora ACS hay una cosa que usted no entiende,cuando uno se convierte el PECADO MORTAL,se deja ipso facto,así son todos los ejemplos del Evangelio.
Es más el joven rico que cumplía todos los requisitos,Jesus le dijo: sólo UNA COSA TE FALTA, vende todo lo que tienesy dáselo a los pobres,el joven rico NO QUISO,y JESÚS LO DEJÓ IR.
No le dijo: bueno no importa,ven,acógete a mi Misericordia, sigue con tus riquezas y ves siguiéndome a ver si en algún momento te da por venderlas,y así haces mi Voluntad.No te preocupes tómate el tiempo que necesites…NO,LO DEJÓ IR.
Y no va a encontrar NI UN SÓLO ejemplo de» camino de discernimiento en pecado mortal» en el EVANGELIO o la Escritura, asique no invente.
Otra cosa es el camino de santidad,y los pecados veniales,xq todos somos pecadores y la Santudad es un camino difícil pero no imposible con la gracia.
Lo que no se puede es decir que uno está convertido y vivir en pecado mortal.
Y Jesús le impuso una regla al joven rico:
VENDE TODO LO QUE TIENES.
A la mujer adúltera:
VE Y NO PEQUES MÁS.
Al hijo pródigo:
PEDIR PERDÓN A SU PADRE.
Zaqueo:
DAR LA MITAD DE SUS BIENES Y DEVOLVER EL CUÁDRUPLE DE LO QUE HABÍA DEFRAUDADO.
En fin..
Normas pone.
No inventen.
María,
Jesús no le dijo al hijo pródigo que pidiera perdón ni a Zaqueo le dijo tampoco que devolviera nada.
A Zaqueo se le acercó, le llamó por su nombre, y le dijo que se hospedaría en su casa. Zaqueo se dió cuenta de que aún siendo bajito Jesús le vió. Sintió su amor y después fué él mismo el que dijo que devolvería lo que había defraudado. Es decir, exactamente lo que yo digo. Jesús se manifiesta amando y la persona al sentirse amada deja su pecado.
El hijo pródigo no se arrepintió del dolor causado al Padre sino que se arrepintió de lo hecho por que estaba pagando las consecuencias y estas eran dolorosas. Se dió cuenta de que con su Padre ,al menos no pasaba hambre y volvió por eso .Por puro interés. Entonces el Padre, aún antes de quel hijo llegara corrió a abrazarle loco de amor. No le recriminó nada! no le recordó su pecado! no le demostró su enfado ni su dolor. Es decir, exactamente lo que yo le vengo diciendo.Aquí el único que se enfadó fué su hermano mayor.
Lea la Biblia mujer…
Este abrazo del Padre al hijo pródigo yo lo he sentido.Esto yo lo he vivido. Así que no voy a cambiar de opinión porque sé de lo que hablo.
Sé perfectamente de lo que hablo. Y no me glorio sino de la misericordia de Dios, que nada tengo de qué enorgullecerme.
ACS:
Estoy totalmente de acuerdo contigo. Dios te ama con misericordia y su amor te transforma de tal manera que dejas el pecado -no por lo que tiene de quebrantamiento de una norma- sino porque deseas ser como Él. Su amor es lo que sana.
No somos esclavos y no actuamos por temor al castigo, somos hijos amados y actuamos por la alegría y el gozo de corresponder al que nos ama primero.
Entonces el yugo es ligero…
Egge,
Sí, exactamente eso! Que bien que alguien me entiende! Yo no sé explicarlo Egge pero usted con pocas palabras lo ha explicado de maravilla.
Gracias
ACS:
Lo habías explicado muy bien, pero siempre habrá personas que intentan sacar punta a tus palabras. Están esperando el mínimo resquicio para tirar por tierra tu vivencia; es clara como el agua.
Cristo salió a tu encuentro y al convertirte, le deseas amar, te examinas, ves tus oscuridades, pides perdón y luchas por ser mejor. Y eso puede ser un proceso que dura toda la vida, un camino espiritual gradual y sostenido en el tiempo.
Pero, primero te amo misericordiosamente y luego te enseña a ser más justa con los demás y contigo misma.
Es decir, primero misericordia tal como has contado. Y tu haces lo mismo, imitándole. Bien hecho.
Se te entiende a la perfección.
Egge,
Así es!
Gracias
Egge, Verdad y Misericordia, otra indisolubilidad gozosa. Cuando una se aparca, la otra queda sin sentido.
Con el que anda en el error, el primer y más elemental acto de amor es no secuestrarle la Verdad.
Vaya actos de SOBERBIA
Ya tenemos normas para todo necesitáis más?
Luego no os quejeis de gobiernos opresores y que limitan la libertad.
Amar al prójimo y querer su bien, no es ser esclavo,, sino libre.
Acaso no crees en Dios?
O no crees en el demon-io?
No entiendo tu respuesta no tiene nada que ver con lo que he dicho.
Es que los mandamientos no se oponen a la misericordia divina. Eso es un relato que parte de premisas falsas. Incluso las obras de misericodia, el mandamiento del amor o el de evangelizar no dejan de ser prescripciones de la Nueva Alianza. Como dice Cristo: «No penséis que he venido a abolir la ley y los profetas, sino a dar plenitud.»
Yo tengo la sensación de que Francisco habla de la misericordia como si a Dios no le importase nada ni la justicia, ni las virtudes, ni los mandamientos. Es cierto que somos débiles y que caemos. Ahí entra la misericordia divina. Pero para eso, antes tenemos que darnos cuenta de que hemos pecado… ¿cómo vamos a volver a casa del Padre si no nos damos cuenta que comiendo las algarrobas de los cerdos no estamos bien? Sea como sea, continuamos con el Pontificado confuso hasta la médula. Que Dios asista a su Iglesia…
A eso me refiero tenemos los diez mandamientos que abarcan todo no necesitamos más ni nuevos mandamientos.
AJ:
Tu mismo mencionas que es una sensación.
Francisco habla de la primacía de la caridad. La ley no es mala, pero debe ser vivida no como una norma esclavizante, sino como algo bueno a lo que nos adherimos por amor.
Son formas de entender la Ley y Cristo trato el tema precisamente de la misma manera que lo hace Cristo. No niega la Ley, la transforma; ya no queda escrita en tablas de piedra, sino inscrita en nuestro corazón.
Yo a este papa no le entiendo. Y conste que no me ha sucedido nunca con ninguno de los que he conocido, que ya son unos cuantos. Y tampoco me convence. Y no sigo, porque luego los papólatras me insultan.
Blanca, lo peor no es eso, sino la confusión que existe por toda la Iglesia. Y también el ambiente dictatorial y tiránico. Ahora resulta que si criticas mínimamente al Pontífice reinante, siempre de forma respetuosa pues no deja de ser el sucesor de Pedro, eres un rebelde y bla bla bla.
Pero insultar y criticar a Benedicto XVI o a Juan Pablo II era un acto de libertad de expresión…..
Yo era muy pequeño cuando eligieron a Benedicto XVI pero siempre me pareció que la forma en que le trataron y cómo le arrastraron por el guano tanto los medios seculares (se llegó a decir que era un nazi) como en ciertos sectores de la Iglesia fue lamentable. Precisamente son los mismos que hoy defienden el Pontificado de Francisco a capa y espada…
No siempre es así.
A mi me gusta Francisco, como también me gustaban BXVI y JPII.
Con más Papas no he vivido teniendo cierto uso de razón.
AJ, «¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas.» Lucas, 6 – 26
Y además el disparate
Desde los años 70 crecimos sin normas (la catequesis consistía en «ser bueno y ayudar a los pobres» y ya está) con una ignorancia olímpica de toda la doctrina católica.. ¿de qué normas habla?
«Hoy, si escuchamos al Espíritu, no nos centraremos en conservadores y progresistas, tradicionalistas e innovadores, derecha e izquierda. Si estos son los criterios, quiere decir que en la Iglesia se olvida el Espíritu.»
Lo contrario de lo que dijo Braz de Aviz que le habia dicho el Papa, yo desde luego le creo al Papa.
La homilia es buena, y certera, solo tiene el problema de lo que es la misericordia para el Papa, ve una de las partes, pero no ve que a veces ante un precipicio hay que poner el cartel de peligro, para no caer en él. Y que ese cartel de NO PASAR ,PELIGRO, es el acto más grande de la misericordia
Muy bonita esta homilia del papa………pero falta el método práctico para desarrollar la capacidad de hacer realidad de vida la influencia del «Paráclito»…….
Yo leo los evangelios y lo que entiendo es: » A Dios le gustan estas reglas, estas normas y estos comportamientos. Y para demostrarlo…toma milagro que te crio a diestro y siniestro».
«Y me gusta, que os ameis, que no seais hipocritas, que no le pongais los cuernos a vuestras parejas y sino cumplis hay un sitio con calor y llamas donde lo pasareis mal».
No entiendo a Francisco, empezó con los rígidos y sigue con los mandamientos..y entiendo que la presión sobre la iglesia es brutal por que corre el grave riesgo de ser ilegalizada…pero si eso es lo que tiene que ocurrir por mantenernos fieles en lo que a Dios le gusta…QUE ASI SEA.
Otro comentario de Bergoglio que no se ajusta al Evangelio y crea confusión.
Como dice en las epístolas de San Juan «quien dice que ama a Dios y no guarda sus Mandamientos, es un mentiroso».
La Misericordia es para el que se arrepiente de no cumplir los mandamientos, no para el que piensa que sobran los Mandamientos.
Muy acertado, Fred.
«Es el tiempo de testimoniar la misericordia más que de inculcar reglas y normas. ¡Es el tiempo del Paráclito!»
Amén. 👏👏👏👏
Las reglas que nos da el Señor son las mayores muestras de Su amor y Su misericordia, son como las señales en la ruta para llegar bien a destino. Es una falacia identificar las reglas con faltas de misericordia ó de amor.
Si, pero no son reglas que pone un amo a un esclavo, son palabras (deca logo= 10 palabras) que un Padre transmite al hijo que ama para ayudarle a alcanzar la plenitud.
Es un matiz importante. Y eso es lo que está transmitiendo Francisco, tal como Cristo hizo en su vida frente a los fariseos que se sabían la ley de memoria, la cumplían por obligación y por lo tanto mal; al final se endurecían sus corazones y acababan peor que cualquier otro pecador.
Egge, lo que Cristo reprueba del fariseo no es su conocimiento exhaustivo de la ley, sino su soberbia a la hora de creerse especial, en vez de como hacia el publicano, que por conocer esa ley se reconocía como humilde pecador. El publicano cumplía la ley, no sólo la recitaba como un formulario ritual.
El publicano acoge en su alma la Verdad redentora. El fariseo en cambio es mundano, busca sólo lo que es popular, lo que alimenta su vanidad. El publicano es humilde, y sabe que su salvación solo del Señor viene, no de modas o gustos terrenales, que es a lo que se agarra el fariseo.
Como los 10 Mandamientos son normas, y todo el mundo parece haberlos olvidado, que el Espíritu Santo nos dé la fortaleza para poner en práctica la obra de Misericordia espiritual de enseñarlos a nuestro alrededor, con el ejemplo y la palabra.
Los misericordinos sólo se acuerdan de las normas que les convienen:
Pachamamas
Fraternidad
Fronteras abiertas
Bocatas a los pobres
Ecología
Acogida legetebera
Esas se las saben al dedillo…
Y ojo a no cumplirlas,entonces eres un fariseo,funtamentalista,inmisericorde, retrógrado,tradicionalista,yihadista,homófobo,transfobico y todo lo que acabe en fóbico..
Con respecto a normas, leyes y disciplinas (que son necesarias); hay un criterio muy claro que viene del mismo Cristo: «No está hecho el hombre para el Sábado, sino que el Sábado está hecho para el hombre.»
La ley es para el hombre, no el hombre para la ley. La idea es muy bonita y se entiende; pero veo harto difícil canalizar en la práctica esto para no caer en subjetivismos y conveniencias.
Claro que es dificil; siempre ha sido difícil ser un buen cristiano.
La meta es cumplir los mandamientos por amor; entonces salen solos. Si lo haces por obligación y no vas más allá tienes el peligro de caer en el fariseismo.
Habrá etapas de la vida en que habrá que vivirlo con ascesis, es decir, a «contrapelo» de lo que quizás nos pide el cuerpo. Pero uno ha de crecer y finalmente, se sigue la ley por amor, como un yugo ligero.