¿Quién decide si Nancy Pelosi es digna de comulgar y de que se le administre el sacramento?
(Paul Kengor/Crisis Magazine)- «Creo que puedo usar mi propio juicio al respecto».
Esta fue la valoración de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, una católica «pro abortista» desde hace mucho tiempo, cuando se le preguntó su reacción al hecho de que los obispos de Estados Unidos y el Vaticano consideren la posibilidad de negar la comunión a los políticos católicos que defienden el aborto. El periodista reconoció la posición de la Iglesia según la cual el sacerdote o el obispo tienen la autoridad para decidir si el político puede recibir este bendito sacramento. Este fue el diálogo:
«¿Dependerá de cada sacerdote individualmente?», señaló el periodista. Pelosi respondió autoritariamente: «No. Básicamente dice: ‘No creen división sobre el tema'».
El «sujeto» [implícito] era la declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano [CDF]. Para Pelosi, ni la CDF, ni el Vaticano, ni el papa, ni su obispo, ni su sacerdote tienen algo que decir sobre si ella recibe o no la comunión. Lo decide ella. Solo ella puede.
«Creo que puedo usar mi propio juicio al respecto».
He seguido de cerca a Nancy Pelosi en este tema durante años, y he lidiado con una larga lista de comentarios atroces de la congresista católica. Eso incluye el infame intercambio de palabras, en junio de 2013, cuando una Pelosi molesta le dijo a un reportero que le preguntaba sobre su defensa del aborto tardío, que, «como católica practicante y respetuosa, este es un terreno sagrado para mí». Y sin embargo, puedo decir definitivamente que esta podría ser su declaración más audaz hasta ahora.
Lo que resulta tan irónico de esta declaración en particular es que ciertos obispos y muchos católicos progresistas se esfuerzan por dar cobertura a políticos católicos proaborto como Pelosi y Joe Biden. Dicen que negar a un católico proabortista la comunión oficial sería «convertir en un arma» la Eucaristía, mantener el sacramento como «rehén» de la «política». Refutan que debería haber una serie de pecados por los que los políticos católicos deberían rendir cuentas, es decir, no solo el aborto, sino las políticas que a los progresistas les preocupan, como la inmigración y el «cambio climático».
Claro, se encoge de hombros el católico progresista, el aborto puede haber provocado la muerte de más de 60 millones de bebés no nacidos en Estados Unidos desde 1973, pero eso palidece en comparación con la posición de un político sobre las emisiones de gases de efecto invernadero o la mejor manera de hacer cumplir los límites preestablecidos por el gobierno federal sobre la inmigración ilegal. Un político católico republicano que no apoye la subida de impuestos a los ricos o el New Deal verde de Alexandria Ocasio-Cortez seguro que condena su alma con la misma fuerza que el demócrata católico que se niega a votar contra el aborto por nacimiento parcial.
¿No ve el obvio mismo mal en ambos políticos?
¿Y qué si un político católico apoya a Planned Parenthood?, protesta el católico de la «justicia social», ¿no sabe que hay republicanos católicos que apoyan los oleoductos y la fractura hidráulica? Nancy Pelosi no exigió que se investigara a Planned Parenthood por vender partes de cuerpos de fetos, sino al Center for Medical Progress de David Daleiden por denunciar el nauseabundo negocio.
Ese es el universo moral en el que se encuentra la política católica Pelosi.
Y sin embargo, para Pelosi, esta última declaración sobre la Eucaristía es un nuevo punto bajo, y no será de ninguna ayuda para sus defensores católicos progresistas. Sostiene que la única autoridad para decidir si debe recibir la Comunión es ella misma, lo que evidentemente no ayuda a los obispos progresistas que intentan protegerla (uno se imagina la frustración de, por ejemplo, el obispo McElroy de San Diego, que debió leer esa declaración y murmurar con frustración: «¿Qué demonios está haciendo?»). Añade una nueva capa de rebeldía a su ya antiguo desafío a la Iglesia en el tema de la Eucaristía.
Este último espectáculo me hace recordar otro momento de Pelosi, cuando también fue acusada de ser su propio sacerdote.
Era la Semana Santa de 2014. La congresista Pelosi acababa de aceptar un codiciado premio, el más alto honor anual otorgado por Planned Parenthood: el premio Margaret Sanger de la organización. Aceptó otra curiosa invitación. Esta era de la Iglesia Episcopal, devotamente proabortista, la misma confesión de la que es miembro de la odiosa Coalición Religiosa para la Elección Reproductiva, que, junto con el capellán oficial de Planned Parenthood (no, no estoy bromeando), literalmente reza por el aborto legalizado.
Aquella Semana Santa, la congresista católica acudió a la Iglesia Episcopal de San Juan Evangelista en San Francisco, donde ayudó a lavar los pies de los fieles el Jueves Santo, en el espíritu del líder de su rebaño en Roma, el papa Francisco, que recientemente se había visto englobado en la legión de Pelosi de «tontos» que están a favor de la vida. (Esa particular perspicacia pelosiana, como ya escribí en su momento, fue su epifanía al abrazar el Premio Sanger 2014 de Planned Parenthood. Hablando de los provida, Pelosi dijo a los fieles de Planned Parenthood: «Cuando ves lo cerradas que están sus mentes, o inconscientes, o lo que sea –tontas-, entonces sabes de qué va la lucha». Las señoras de Planned Parenthood aplaudieron entusiasmadas y agradecidas).
En San Juan, en San Francisco, Pelosi no estaba reconociendo a los estúpidos que se oponen al aborto, sino que quería «honrar la dignidad y el trabajo de los inmigrantes». Ayudó al obispo episcopal Marc Andrus a lavar los pies de dos inmigrantes, e hizo su propia predicación. Como informó el San Francisco Chronicle, Pelosi «aprovechó la ocasión para hablar de la aprobación de la ley de inmigración HR15, una ley bipartidista que, según su oficina, ‘reduciría el déficit en casi un billón de dólares, aseguraría nuestras fronteras, uniría a nuestras familias, protegería a nuestros trabajadores y proporcionaría un camino asegurado hacia la ciudadanía'».
Todas las cosas que hacen que el católico progresista se quede embelesado.
Dejando a un lado la predicación política, parecía igualmente audaz que Pelosi participara en este ritual. En su Iglesia católica romana, el sacerdote lava los pies de los fieles el Jueves Santo como parte de su servicio y de acuerdo con su papel in persona Christi. En la Iglesia de Pelosi, el sacerdote asume esa impresionante responsabilidad: está en la persona literal de Cristo. Así las cosas, parecía que Pelosi se salía de sus obligaciones habituales como congresista demócrata para asumir un papel aún más elevado. ¿Era esta Pelosi in persona Christi?
Escribí sobre ello en su momento, señalando que «por supuesto, es probablemente solo una cuestión de tiempo. En el pasado, Pelosi ha asumido la impresionante responsabilidad de hablar en nombre de su Iglesia sobre cuestiones literalmente de vida o muerte».
¿Se acuerdan de eso?
«¿Cuándo empieza la vida?» le preguntó a Pelosi Tom Brokaw en Meet the Press en agosto de 2008. Pelosi respondió con firmeza a favor de su Iglesia, diciendo a una audiencia televisiva nacional: «Diría que, como católica ardiente y practicante, esta es una cuestión que he estudiado durante mucho tiempo. Y lo que sé es que, a lo largo de los siglos, los doctores de la Iglesia no han sido capaces de hacer esa definición. Y el senador –san Agustín- dijo a los tres meses. No lo sabemos. El punto es que no debería afectar al derecho de la mujer a elegir».
De nuevo, nótese la pura audacia. Nancy Pelosi nunca se ha mostrado públicamente reticente o cautelosa en su apoyo al aborto, ni quizá se disculpe o se avergüence por ello o evite cuidadosamente los comentarios pues sabe que la enfrenta a su Iglesia. Por el contrario, habla abierta y agresivamente. En resumen, se niega a dejar que su Iglesia la instruya en la cuestión del aborto. Siempre lo hemos sabido, pero esta última declaración va más allá.
¿Quién decide si Nancy Pelosi es digna de comulgar y de que se le administre el sacramento? Ella lo ha dicho: es ella. Esta es Pelosi actuando en la persona de su sacerdote. In persona Pelosi.
Y, sin embargo, por preocupante que sea, Pelosi, como todos nosotros (incluido yo mismo), en última instancia es responsable ante sí misma al presentarse a la Comunión.
«De modo que quien coma del pan y beba del cáliz del Señor indignamente, es reo del cuerpo y de la sangre del Señor», dice 1 Corintios 11,27. San Pablo amonestó que quien toma el pan indignamente profana el cuerpo de Cristo y atrae el juicio sobre sí mismo.
Los obispos tienen una responsabilidad especial (y la obligación de rendir cuentas), y pueden elegir entre ayudar a Nancy Pelosi en esa profanación o detenerla. Al final, sin embargo, es su alma. Puede que ella sienta que no tiene que responder ante nadie en este asunto. Pero, en última instancia, tendrá que responder ante Dios.
Paul Kengor es profesor de Ciencias Políticas en el Grove City College y director ejecutivo del Center for Vision and Values. Es autor del reciente The Devil and Karl Marx (TAN Books, 2020).
Publicado por Paul Kengor en Crisis Magazine.
Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana.
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Siendo reales las observaciones colocadas en el artículo -que obviamente lo son- nos encontramos ante el desparpajo de una bruja «fervorosa y practicante» que no encontró hasta ahora algún Obispo que la excomulgue y así quede claro que usa el titulo de «ser católica» para sus objetivos nefastos abortistas y otros. La Iglesia es clara en la materia, porqué sigue usando una pertenencia a algo que no es más.
Y sobretodo, porqué podría seguir recibiendo el Pan de los Ángeles que ofende y expone a un sacrilegio? Es que el ministro católico celebrante no cree en la Presencia Real?
El problema de artículos como este es que confunden al personal, al costado de ese nombre y ese apellido, debe siempre ponerse el adjetivo «sedicente». O se puede poner bautizada, pero que incumple el catecismo, o la rebelde, o contumaz, o impertinente, o indisciplinada, o indócil, etc. Teniendo en cuenta que es una traducción, debe admitir interpretación.
El Vicario de Cristo en la tierra, le da cobertura a ella y a otros. Si admitimos que el Papa es el Vicario y el sucesor de San Pedro nuestra opinión no cuenta. No nos queda otra que aguantarnos y que Dios lo juzgue, o unirnos a los seguidores de Lefebvre, hay lo que hay. Lo digo con pena y dolor, pero no hay más
María eso de que «nuestra opinión no cuenta» no es verdad. Al menos dicho así sin matiz alguno. San Pablo se enfrentó a San Pedro a propósito de imponer normas del Antiguo Testamento a los convertidos. Y encima lo dejó escrito para que quedase constancia. Es lo que se llama «el incidente de Antioquía». Y cuando viene Francisco y se opone a sus predecesores -en la valoración de Lutero, por ejemplo- es claro que el católico tiene que ver si se queda con la Tradición o con este impresentable. Por muy Papa que sea.
Imposible pertenecer a la masonería y a la Iglesia. Es absurdo, inconcebible y sobre todo está condenado por el Magisterio de manera clara , contundente y reiterada. Otra cosa es la táctica del imperio del mal para crear duda, confusión y guerra a la fé en todo momento.
Desde luego que eso no lo tiene que decir ni este medio ni los lectores.
Claro está todos podemos opinión como también nos pueden ignorar.
En fin… Decisiones de este tipo se han tomado muchas a lo largo de la historia y siempre ha primero el interés que la fé.
El Papa Francisco y Ladaria pueden callar sobre el tema, pero la doctrina de la Iglesia dice que Pelosi no puede comulgar. Y el sacerdote que le da la comunión comete pecado.
¡ Los proaborteros » católicos » en U.S. al ataque !.
De pena.
¿ Bendición o Confusión Vaticana ?
Existe el Canon 915 que zanca el tema y una Interpretación auténtica del mismo canon del Consejo para la interpretación de textos legales, que es muy detallado. LOS OBISPOS NO TIENEN MÁS QUE HACER QUE APLICAR LOS CONTENIDO EN EL CANON Y EL OTRO DOCUMENTO.