(Tempi)- Xi Jinping ha convertido la ex colonia británica en lo que fue Praga en la época de la URSS, de Havel y los disidentes de la Carta 77. ¿Cuánto tiempo seguiremos mirando?
Cuando en noviembre de 2019 decidimos organizar una reunión sobre la situación en Hong Kong (“La libertad es mi patria”) tuvimos que enfrentarnos a dos tipos de dificultades, ambas paradigmáticas de la potencia invasora china. La primera fue que el orador que habíamos invitado a hablar en Italia, Albert Ho, abogado, ex diputado, ex presidente de la Alianza de Hong Kong, fue agredido por algunos desconocidos unos días antes de emprender el viaje. ¿Casualidad? No lo creemos.
La segunda dificultad fue que, una vez que Lee Cheuk-yan, ex diputado y sindicalista, dio su disponibilidad para sustituir a Ho en Italia, tuvimos unos cuantos problemas para encontrar un lugar en el que celebrar la reunión. Cuando exponíamos nuestras intenciones, éramos cordialmente rechazados y extraoficialmente se nos decía que «no era conveniente» irritar a los representantes del poder chino en Milán. Finalmente, como sabéis, gracias a la disponibilidad del Pime y de algunos colegios, pudimos organizar la convención que fue un éxito de público -especialmente joven-, llegando a contar hasta 1.200 participantes.
Nuestro micro ejemplo describe perfectamente la “doble violencia” china y cómo esta se muestra de manera diferente en Oriente y Occidente. Allí con palos y balas, aquí sin levantar un dedo ni pegar tiros.
Como explica Rodolfo Casadei en estas páginas, fuera de sus fronteras China sabe ser muy convincente, llevando a cabo una hegemonía que no necesita porras para ser obedecida: unas pocas toneladas de renminbi, la moneda de curso legal, son suficientes. De hecho, la imprudencia (especialmente la europea) es suficiente para dejarse conquistar. Las mascarillas, los teléfonos móviles y las armas: dependemos ya del régimen comunista chino. Y sobre la energía verde de la que tanto nos gusta hablar aquí, recordemos siempre lo que nos contó el ingeniero Franco Bernardi: «Todos pagamos por las fuentes de energía renovable, pero los beneficios solo son para algunos. El sector industrial, por ejemplo, enriquece a China, que posee el 41% de la producción de células y módulos fotovoltaicos y los exporta a todo el mundo».
Cuando además actúa en su propia casa, el régimen chino se apresura mucho más. Nuestros amigos Albert Ho y Lee Cheuk-yan se encuentran entre los nueve condenados por haber organizado una protesta, «no autorizada» según el tribunal de Hong Kong, en 2019. Quien tiene un poco de memoria recordará la avalancha de personas que en agosto de ese año recorrió las calles de la ciudad para pedir que se respetara el principio “un país, dos sistemas” y por la supresión de la ley de extradición. Fueron semanas de violencia y enfrentamientos y las autoridades no esperaban ver a casi dos millones de personas en las calles, un hongkonés de cada cuatro.
La manifestación se desarrolló de manera pacífica, los organizadores se aseguraron de que los ciudadanos abandonaran silenciosamente el Parque Victoria, no hubo incidentes. Y precisamente esta mansedumbre libre y convencida es la que el Poder, en todas las latitudes y en todas las épocas, no puede soportar: tanto es así que nuestros nueve han sido condenados con el pretexto ridículo de haber «entorpecido el tráfico de la ciudad».
Después de todo, se la tenían jurada: en esos días, las autoridades comunistas definieron a los manifestantes como «terroristas», descalificaron las protestas como «disturbios», insultaron a los organizadores llamándoles «mierdas de rata».
Mutatis mutandis, Hong Kong es hoy lo que fue Praga en la época de la disidencia de la Carta 77. No es casualidad que en las palabras de los protagonistas vuelvan ciertas expresiones propias de Václav Havel. Lee Cheuk-yan dijo en una entrevista con nuestro Leone Grotti: «Esto es persecución política, la prisión es ahora un destino inevitable. Lo único que nos queda, la única forma de luchar es vivir en la verdad y no en el miedo. Esto es lo que hizo el pueblo de Polonia y otros países de Europa del Este. Hoy Hong Kong está en la misma situación que aquellos países antes de 1989».
Publicado Emanuele Boffi en Tempi.
Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana.
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