Regis Martin es Profesor de Teología en el Veritas Center for Ethics in Public Life de la Universidad Franciscana de Steubenville y acaba de publicar en la revista Crisis un artículo titulado “Sobre ser Madre y Maestra por igual: una respuesta al cardenal Schönborn”, en el que replica a las declaraciones del cardenal arzobispo de Viena contrarias a la nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe acerca de la imposibilidad de bendecir parejas homosexuales:
«Uno de los primeros recuerdos que tengo de la Universidad Franciscana de Steubenville, Ohio, donde enseño, tuvo lugar una tarde hace unos cuantos años mientras salía de mi oficina para ir a casa. El Padre Benedict Groeschel, un sabio y santo sacerdote que fundó los Frailes Franciscanos de la Renovación, y que también marchó a casa (del Padre) en 2014, estaba dando una charla en la capilla a un numerosísimo público de estudiantes. Tantos, de hecho, que un centenar o más hacían cola fuera con la esperanza de poder entrar. «¿De qué está hablando?» le pregunté a uno de los estudiantes. Con una gran sonrisa en la cara, el joven respondió: «¡Castidad!»
No mucho después, el padre Groeschel y yo nos reunimos en un estudio de televisión, junto con un par de mis colegas. Nuestra conversación giró en torno a la homosexualidad y a la pertinencia esencial de la posición de la Iglesia. Todos estuvimos de acuerdo en que, mientras que se opone a ella porque es desordenada, no desprecia a quienes la practican; hay que tratarlos, más bien, con dignidad y respeto. Ama al pecador, en otras palabras, pero odia el pecado.
El Padre Benedicto dijo algo más ese día que me impactó tanto que se me ha quedado grabado desde entonces. Fue en un breve intercambio de palabras con un joven que, aunque reconocía su atracción por el mismo sexo y los pecados que había cometido para satisfacerla, le pedía al Padre que no lo olvidara. «Estoy en una especie de infierno, Padre. Y algún día querré salir de él. Hasta que lo haga, por favor, prométame dos cosas: No me abandone y no tire el mapa».
Lo que el joven quería decir, por supuesto, era que la Iglesia debía seguir manteniendo la esperanza de que regresaría a los sacramentos y no descartarlo simplemente como si fuera irredimible; pero que no debía hacerlo a costa de dejar de lado las leyes de la naturaleza y de Dios, que consideran la sodomía como una grave violación de la vida moral. Lo que más temía el angustiado joven era que la Iglesia no sólo le abandonara a él y a su destino ante Dios, cosa que en el ejercicio de su papel de Madre le está prohibido hacer; sino que en su papel de Maestra, igualmente indispensable, decidiera comprometer o dejar de lado por completo esa enseñanza. No debe hacer ni lo uno ni lo otro, sino que debe seguir siendo en todo momento Mater et Magistra, sin lo cual el joven se quedaría muy temeroso y desesperadamente solo. Sin la cual el joven quedaría solo, asustado y desesperanzado. Debilitado al faltarle tanto la calidez del amor de una madre como su sabiduría para insistir en que las mismas normas se apliquen a todos sus hijos.
Lo que me lleva a la reciente intervención del cardenal arzobispo de Viena, Christoph Schönborn, a quien también conocí en Steubenville; de hecho, fue justo después de que terminara su trabajo como secretario de la comisión encargada de redactar el Catecismo de la Iglesia Católica. Hombre de evidente erudición y piedad, me impresionó mucho en las conversaciones que mantuvimos sobre la importancia de disponer de una compilación oficial de la Fe que (en palabras del Papa Juan Pablo II, que autorizó su publicación el 11 de octubre de 1992, en el 30º aniversario de la apertura del Vaticano II) sirviera de «texto de referencia seguro y auténtico para la enseñanza de la doctrina católica.»
Entonces, ¿qué ha pasado? ¿Por qué este hombre, al que tanto se ha elogiado por haber ayudado a elaborar un documento que ha resultado tan enriquecedor para la vida de los fieles, se ha vuelto de repente completamente majareta? Como en la cuestión de la bendición de las uniones entre personas del mismo sexo, que seguramente él sabe que la Iglesia no puede hacer. ¿Por qué representa la doctrina de la Iglesia un problema para alguien, y mucho menos para el antiguo secretario de la comisión que ayudó a la codificación oficial de la Iglesia de este asunto entre otros? Es algo que nos deja perplejos.
«Si la petición de bendición es honesta», nos dice, «si es realmente la petición de la bendición de Dios para el camino de vida que estas dos personas, en cualquier condición en la que se encuentren, están tratando de hacer, entonces la bendición no les será negada». Esta fue la respuesta de su Eminencia tras la publicación del decreto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), que prohibía de plano esta práctica. ¿Por qué motivo? Porque, como declaró la CDF (y aprobó el Santo Padre), «Dios no bendice ni puede bendecir el pecado».
¿Qué parte de esa frase no entiende el cardenal Schönborn?
En realidad, lo entiende muy bien, lo que puede explicar por qué se resiste a aplicarlo. Así que se escuda en un hombre de paja que no sólo rechaza la clara enseñanza de la Iglesia como Magistra, sino también su función como Mater. ¿Cuál es, después de todo, la experiencia eterna y universal de los niños que interactúan con sus madres? ¿Que sólo se les quiere pero nunca se les reprende? ¿Que ella sólo quiere que tengan un buen día, sin importarle si eligen pasarlo llevando una vida desordenada? Entonces seguro que no están siendo amados.
Los niños, y cuando se trata de la Madre Iglesia todos somos niños, deben ser amados por el bien que ese amor quiere promover. No se trata de una benevolencia senil, para usar una frase de C.S. Lewis, que no es más que un amor falso y degradante, que no reta y ni siquiera levanta la voz para no hablar con demasiada dureza al niño sobre sus pecados y defectos.
No es así como Dios nos ama. Y si los que mantienen relaciones con personas del mismo sexo «tienen la sensación de ser rechazados por la Iglesia», que es como lo caracteriza el cardenal, entonces tanto él como ellos necesitan ser desengañados. Porque la Iglesia no rechaza a nadie ni a nada. Salvo el pecado, que también Dios rechaza, incluso cuando fue hasta la Cruz para demostrar su amor por el pecador».
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Muy bien por ese profesor. Esto es lo que tenemos que hacer los católicos, con caridad pero con firmeza, por amor a las almas, refutar con argumentos los errores del Papa Francisco, de los cardenales, obispos, y todos cuantos se separen de la verdadera doctrina.
Totalmente de acuerdo.
Excelente artículo. El amor enseña y corrige. Bien lo dice Jesús: «…tampoco yo te condeno; vete, y no peques más» No le dijo: Dios te hizo así. Frase fatal que hace más amplio el camino que lleva a la perdición.
Opino lo mismo
¡Bravo por este valiente profesor!
Es reconfortante ver que todavía quedan profesores universitarios católicos que no traicionan a Nuestro Señor Jesucristo y a Su Santa Iglesia.
La Universidad Franciscana de Steubenville es una de las pocas verdaderamente catolicas en USA.
Totalmente de acuerdo con este profesor. ¿Misericordiarán al Sr. Cardenal?
¿¿¿CARDENAL???, ¿¿¿DOMINICO??? Más bien, lobo con piel de oveja.
La Santa Iglesia puede y debe bendecir a la persona pero no su tendencia homoxesual; porque , por definición, es pecaminosa.
Por otro lado hay una manera más en conjunción con lo que el Señor nos enseñó: en vez de criticar a una persona, reza por él. No pienses que
con tu crítica le vas allevar al buen camino. Ese trabajo es exclusivo del Espíritu del Señor.
Amigos Belzunegui, sacerdotes y demás amigos de Infovaticana: os invito a leer a un buen pastor. El otro día os hablé de él.
Tendencia en EEUU. Otro obispo recuerda que los políticos que apoyan el aborto deben abstenerse de recibir la Eucaristía. Y Biden lo apoya. Confiésate Joe
“La Iglesia requiere que los líderes católicos que han apoyado públicamente leyes como el aborto y la eutanasia, se abstengan de recibir la Sagrada Comunión hasta que se arrepientan públicamente y reciban el Sacramento de la Penitencia”, resaltó.
Gracias MBM. Interesante texto.
Y gracias Belzunegui y demás buenos comentaristas, que con su aportación de recta doctrina contribuyen, como el profesor Regis Martin, a combatir el error con la fuerza de la verdad.
Aprecio mucho la web de Infovaticana, pero si se me permite una corrección fraterna, opino que tiene un problema con su moderación de comentarios. Si ya de por sí, llama la atención el escaso número de comentaristas que interviene en esta sección, me parece que la extraña línea del censor de Infovaticana contribuye a empeorar la situación. Y es que por un lado permite insultos a comentaristas por parte de personas que no dan argumentos, y en cambio de tanto en cuanto censura a otros que escriben con respeto y argumentos. Considero que este sistema está alejando a buenos comentaristas, como ha ocurrido con el alias “Sacerdote Católico” que ha anunciado que deja de escribir por esta razón.
Me sumo al comentario. No se entienden los criterios del Censor y no se sabe cuáles son. Hay páginas web que dejan claramente informado qué cosas no se permiten. Y otras en que se avisa sobre los comentarios inapropiados.Aquí da la sensación de que, al contrario que lo que enseñaba en el catecismo, con frecuencia aunque no siempre, se premia a los malos y se castiga a los buenos.
De acuerdo con Belzunegui. Gracias a Dios tenemos buenos sacerdotes, como Sacerdote Mariano y Sacerdote Católico a quien extrañamos en esta tribuna. Que vuelva pronto.
Aprovecho para agradecer a Infovaticana por la oportunidad de ventilar los temas de la iglesia. Escriben en este portal personas muy ilustradas en lo que tiene que ver con la iglesia; desde luego entre ellos no me cuento yo. También a ellos gracias por defender el evangelio de Jesús.
Dos pecados graves: apoyan la muerte vía aborto de los no nacidos, o sea, son cooparticipes de tan grande crimen y después reciben el Cuerpo de Cristo en estado de pecado. Lamentablemente no está en el v3rtIc3 de la iglesia alguien que, con la voz de Jesús reprochara con radicalidad ese acto abominable. Tendrá que dar cuentas a Dios por ello.
En Hispanidad hemos publicado algunas broncas de los obispos de EEUU al actual presidente del país, Joe Biden, por declararse católico pero a la vez, con sus obras, contradecir ese supuesto catolicismo.
Y es que, a pesar de las continuas referencias a su fe católica, Biden ha expresado reiteradamente su apoyo a la agenda del aborto y la ideología de género, ambas totalmente contrarias a la doctrina de la Iglesia católica.
La última -aunque sin citarlo directamente- ha sido la del Obispo de Phoenix (Estados Unidos), Mons. Thomas Olmsted, quien señaló que las enseñanzas de la Iglesia Católica sobre la Eucaristía también se aplican a los políticos, y resaltó que aquellos que apoyan el aborto y la eutanasia no deben recibir la Sagrada Comunión, recoge Aciprensa.
No es que «no deben recibir la Comunión, es que NO PUEDEN. No se trata de una cuestión subjetiva sino objetiva, y se le pide a los ministros que, conociendo tal estado y a la persona, salvo arrepentimiento y retractación, no se la den porque NO SE LA PUEDEN DAR.
En la exhortación apostólica Veneremur Cernu, Mons. Olmsted indicó que “la Sagrada Comunión está reservada para aquellos que, con la gracia de Dios, se esfuerzan sinceramente por vivir esta unión con Cristo y Su Iglesia, adhiriéndose a todo lo que la Iglesia Católica cree y proclama que Dios ha revelado”.
“La Iglesia requiere que los líderes católicos que han apoyado públicamente leyes gravemente inmorales como el aborto y la eutanasia, se abstengan de recibir la Sagrada Comunión hasta que se arrepientan públicamente y reciban el Sacramento de la Penitencia”, resaltó.
El Prelado indicó que la Iglesia Católica enseña que el aborto y la eutanasia son pecados intrínsecamente graves y resaltó que “existe una grave y clara obligación para todos los católicos de oponerse a ellos mediante la objeción consciente”.
La Iglesia reafirma “fielmente su enseñanza perenne sobre la Eucaristía y la digna recepción de la Sagrada Comunión, que se aplica a cada persona”, subrayó.
Mons. Olmsted explicó que “se convierte en un sacrilegio” la recepción indigna de la Sagrada Comunión y añadió que “la medicina espiritual se convierte para esa persona — es aterrador decirlo — en una forma de veneno espiritual”.
“Cuando no creemos realmente en Jesús, cuando no buscamos realmente conformar nuestra vida entera a Él y recibimos a Jesús a pesar de que sabemos que hemos pecado mortalmente contra Él, esto solo conduce a un pecado mayor y a una traición”, lamentó.
El Prelado señaló que el sacrificio de Jesús en el Calvario “se hace presente ante nosotros de tal manera que podamos participar en él, vinculando nuestras vidas imperfectas y pecaminosas al sacrificio perfecto y puro de Dios, y recibiendo todos los beneficios divinos que fluyen de Su sacrificio eterno”.
Mons. Olmsted indicó que la Iglesia actualmente está “experimentando una grave crisis de fe en la Eucaristía” y lamentó que esta crisis ha tenido un impacto en la perseverancia cristiana, que se refleja en el “decaimiento en la asistencia a la Misa, la declinación en las vocaciones al matrimonio, el sacerdocio y la vida religiosa, y la disminución de la influencia católica en la sociedad”.
“Como nación, estamos experimentando un torrente de ataques a la verdad”, alertó. “El mensaje del Evangelio ha sido diluido o reemplazado con valores mundanos ambiguos”, agregó. El Prelado indicó que “muchos cristianos han abandonado a Cristo y a Su Evangelio, volcándose a una cultura secular en busca de un significado que no les puede proporcionar, queriendo saciar un hambre que esta cultura nunca podrá satisfacer”.
“En aguas tan turbulentas, nuestra mayor ancla es el mismo Cristo, encontrado en la Sagrada Eucaristía”, recordó.
Asimismo, exhortó a los fieles a adorar a Cristo “con una reverencia cada vez mayor” y señaló que cada Misa, donde Cristo está presente, tiene un valor “inconmensurable”.
El Prelado señaló que recibir la Sagrada Comunión “sólo por rutina, sin estar abiertos al Señor” significa que no recibimos todas las gracias que Dios quiere darnos y recordó que la fe es el “primer requisito esencial” para recibir todos los beneficios y efectos de la Sagrada Comunión.
“Existen situaciones en las que podemos honrar más a Dios absteniéndonos de la Sagrada Comunión que satisfaciendo un deseo personal de recibirlo sacramentalmente en la comunión”, concluyó.
El buen Belzunegui da las gracias a Carlo Maria Viganò muchas veces pero los buenos no están solos.
El profesosr dice una verdad muy obvia: si la Iglesia es madre de misericordia, también es maestra de vida, por lo que les enseña sus hijos a cuidarse del mal.
Se entiende muy bien, Cardenal Schonborn.