(Valeurs Actuelles)- Cada año, el índice publicado por la asociación cristiana PORTE OUVERTES elabora un informe sobre la situación, que se deteriora constantemente. De los 50 países estudiados, la ONG estima que 260 millones de cristianos son perseguidos, lo que supone un aumento del 16% desde 2014. Desde 2017, después del terrible pico de las masacres perpetradas por Daesh en 2015, el número de cristianos asesinados cada año en el mundo oscila entre 3.000 y 4.000 almas. El «primer puesto» lo ocupa la comunista Corea del Norte, donde 50.000 cristianos son retenidos en los campos de concentración del régimen. Luego viene Nigeria, donde decenas de miles de cristianos han sido asesinados por los islamistas desde la década de 1990. Los cristianos del África subsahariana son actualmente los más perseguidos del mundo. Pero su destino está mucho menos presente en los titulares que el de los musulmanes de Occidente, que supuestamente son víctimas de «islamofobia».
Los cristianos de los países islámicos, demonizados como «quintacolumnistas de las Cruzadas», aunque en realidad estaban allí antes que los musulmanes
Las poblaciones cristianas están disminuyendo en el conjunto de los países de Oriente Medio, incluido el Líbano, y están al borde de la extinción en Iraq, donde su número ha pasado de 1,5 millones en 2003 a menos de 200.000 en la actualidad, lo que supone una disminución del 87% en 20 años. En 2010, un ataque a la Iglesia de Nuestra Señora de la Salvación, en Bagdad, causó la muerte de 50 personas. Los cristianos en Siria, aunque protegidos por Bashar al-Assad, actualmente son menos de 745.000, en comparación con los 2,2 millones que había antes de la guerra civil. En Turquía, los pocos cristianos que quedan en este país tienen miedo desde los asesinatos del líder protestante armenio Hrant Dink (2006), del padre Andrea Santoro, asesinado en Trebizond el 5 de febrero de 2006, del padre Adriano Franchini, apuñalado en Esmirna en diciembre de 2007, del obispo Luigi Padovese, Vicario Apostólico de Anatolia, decapitado en Iskenderun por su chofer en junio de 2010, y la masacre de docenas de cristianos turcos evangélicos en Malatya en marzo de 2007. Hoy en día quedan 90.000, comparados con los tres millones que había en 1900. Y Turquía, que sigue negando el genocidio de 1915 de los armenios y sirios, «continúa su labor» en Azerbaiyán masacrando a los armenios de Nagorno-Karabaj.
Ningún país islámico tolera la libertad de elegir religión
En todos los países musulmanes, la conversión al cristianismo es un crimen (apostasía) que la sharía castiga con la muerte y que todos los países musulmanes -con excepción de Albania- reprimen. En Afganistán, Sudán, Arabia Saudita, Mauritania, Irán, Somalia y Pakistán, la conversión al cristianismo se castiga con la muerte. En Argelia, los lugares de culto evangélico se cierran sistemáticamente, los pastores son encarcelados o expulsados si son extranjeros, y los nativos convertidos son llevados ante la justicia. En Marruecos, otro país que codirige el islam en Francia exigiendo más mezquitas, no se permite a un súbdito del rey convertirse en cristiano, y los misioneros o conversos son condenados o expulsados.
Pero los bienintencionados antirracistas occidentales pro-Live Black Matters o los indigenistas denuncian mil veces menos este anticristianismo estatal, e incluso el anticristianismo de los yihadistas, que las palabras de los populistas odiados al estilo de Trump u Orban. En Arabia Saudita, un país «amigo» de Occidente, la sharía wahabí estipula que cualquier religión distinta de la musulmana está prohibida a los musulmanes por nacimiento, sean saudíes o no. Los extranjeros cristianos son tolerados solo si no demuestran su fe. La mera posesión de la Biblia es un crimen, como sucede en la comunista Corea del Norte. A pesar de ello, este país cristianófobo no deja de denunciar, como también hacen Pakistán, Qatar, Turquía o los países del Magreb, la «islamofobia» de un Occidente donde los musulmanes tienen tantos derechos que los islamistas predican libremente su fanatismo.
El pesado tributo de sangre que paga el África negra (y no solo)
– En Nigeria, la organización yihadista Boko Haram, que quiere expulsar a los cristianos del norte del país e imponer allí un califato islámico, ataca regularmente a los cristianos cuando están en misa.
– En Somalia, el obispo de Mogadiscio fue asesinado en 1989 y su catedral arrasada en 2008. Toda práctica religiosa no musulmana está prohibida. Los cristianos conversos son regularmente decapitados.
– En Sudán, en los años 1990-2000, el conflicto entre el norte del país, predominantemente árabe-musulmán, y el sur, cristiano animista, alimentó una guerra civil que duró 40 años y que condujo a la independencia de Sudán del sur en 2011, tras un genocidio de más de un millón de cristianos. Los que quedan en el norte del país están siendo perseguidos. Recordemos la trágica historia de Mariam Yehya Ibrahim, una mujer de 27 años condenada a muerte en 2014 en su octavo mes de embarazo simplemente por su fe cristiana. Su caso ha conmovido a muy pocos occidentales de buena conciencia.
– En las Maldivas, uno de los países más anticristianos del mundo, que muchos occidentales visitan como turistas, la «Ley de unidad religiosa» de 1994 prohíbe la promoción de cualquier religión que no sea el islam. La Navidad y la Pascua están prohibidas.
– En Pakistán, la ley contra la blasfemia se utiliza como pretexto para perseguir a los cristianos: profesar la fe cristiana es una «blasfemia» castigada con la muerte. Todo el mundo conoce el triste caso de Asia Bibi, condenada a muerte en 2010 y luego encarcelada durante 10 años antes de ser extraditada a Occidente. Ese mismo año, en Gorja, Punjab, una multitud de mil personas atacó un barrio cristiano y quemó vivas a seis personas, entre ellas un niño. El gobernador del Punjab y el ex ministro de las minorías fueron asesinados por defender a Asia Bibi.
– En Indonesia, los cristianos han sido víctimas de pogromos: de 1975 a 1999, la ocupación militar de la región cristiana de Timor Oriental se cobró 200.000 víctimas y 250.000 refugiados de una población total de 900.000 habitantes. En 1999 comenzaron las masacres en el archipiélago de las Molucas que causaron 13.500 víctimas y 500.000 refugiados. Se denunciaron innumerables destrucciones de iglesias, escuelas, hospitales y centros médicos, como también de numerosos casos de conversiones y circuncisiones forzadas sin anestesia, violaciones, infibulaciones, emasculaciones y decapitaciones. Todo ello ante la indiferencia general de los dirigentes occidentales que, en esos mismos años (1990-2000), prefirieron hablar del genocidio de los musulmanes albaneses y bosnios, víctimas de los serbios, antes que de la suerte de sus correligionarios asesinados en número mucho mayor en Sudán, Somalia o Indonesia. Un doble rasero.
Los países asiáticos comunistas o de tradición budista-hinduista también se han visto afectados
– En la India, muchos cristianos son asesinados, atacados o (re)convertidos por la fuerza por los fundamentalistas hindúes. En 2008, en el estado de Orissa, los partidarios de Hindutva, la ideología extremista del partido gobernante, el BJP, masacraron a 1.000 cristianos y obligaron a 20.000 a exiliarse. Según un informe del Catholic Secular Forum, apoyado por el arzobispo de Bombay Oswald Gracias, entre 1.000 y 2.500 cristianos son atacados o perseguidos cada año en la India. Los objetivos preferidos son los parias (intocables) que han abrazado el cristianismo para escapar del estatus desigual de las castas. A menudo impunes, los agresores hindúes se refugian en las leyes contra el proselitismo y la blasfemia.
– En China, miles de cristianos han sido asesinados en los últimos veinte años, pero a los trotskistas franceses y occidentales, que denuncian con razón las masacres de los musulmanes uigures, no les importa el destino de los cristianos chinos. Aquellos que no se someten a la «Iglesia Patriótica Nacional», separada de Roma por el gobierno de Pekín, son perseguidos como «agentes de una potencia extranjera». Las recientes negociaciones entre China y el Vaticano están lejos de haber resuelto el destino de los sacerdotes y obispos que están encarcelados o en espera de juicio. Según China Aid, la persecución ha aumentado desde la subida al poder de Xi Jinping y su proyecto de «luchar contra la propagación del cristianismo», que ha dado lugar a la demolición de muchas iglesias. Pero la causa de los tibetanos es mucho más atractiva para la izquierda del caviar que la de los cristianos que han adoptado la religión del imperialismo blanco occidental.
– En Corea del Norte, la dictadura comunista de Kim Jong-un prohíbe toda pertenencia al cristianismo: otros 166 sacerdotes han desaparecido y 70.000 cristianos están encarcelados de por vida en campos de trabajos forzados junto a todos «los que tienen malas opiniones». Pero esto no es suficiente para provocar los archivos de Mediapart o la indignación de nuestros antirracistas indigenistas.
– En el Vietnam comunista, todos los grupos religiosos deben registrarse ante el gobierno, y los cristianos que viven en las tierras altas centrales y asisten a iglesias «no registradas» han sido objeto de una ola de violencia, arrestos e intimidaciones.
Según el Ministerio del Interior, en Francia se cometen anualmente 1.100 actos anticristianos. En los últimos meses, los lobos grises turcos han atacado a los armenios con total impunidad, pero el hecho de que la victimología cristiana no esté homologada y que los catolicófobos izquierdistas consideren la denuncia de la cristianofobia como un tema de «extrema derecha» explica por qué no se consideran «cristianofobia» las decapitaciones recurrentes de cristianos en Francia, a veces en sus mismas iglesias, al grito de «Allahu Akbar».
Publicado por Alexandre del Valle en Valeurs Actuelles.
Traducción de Verbum Caro para InfoVaticana.
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