Por una exposición similar del mismo artista, el entonces arzobispo de Buenos Aires convocó una jornada de ayuno y oración.
Esta semana se ha estrenado en el Museo Reina Sofía ―un museo público― la exposición «La bondadosa crueldad», una retrospectiva de argentino León Ferrari, con motivo del centenario de su nacimiento.
La exhibición, organizada por el Museo Reina Sofía, junto con el Van Abbemuseum de Eindhoven y el Centro Pompidou de París, es una sucesión de blasfemias hacia la religión católica que, por razones obvias, no vamos a reproducir. Estamos seguros de que esta exposición va a reabrir el eterno debate de dónde están los límites de la libertad de expresión.
En 2004, el entonces cardenal y arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, criticó fuertemente una muestra que este “artista” exhibió en el Centro Cultural Recoleta, de la capital de Argentina, que calificó como «una blasfemia que avergüenza a nuestra ciudad», recogió La Nación.
Además, convocó «una jornada de ayuno y oración» para que «el Señor perdone nuestros pecados y los de la ciudad».
«Desde hace algún tiempo se vienen dando en la Ciudad algunas expresiones públicas de burla y ofensas a las personas de nuestro Señor Jesucristo y de la Santísima Virgen María; así como también a diversas manifestaciones contra los valores religiosos y morales que profesamos», escribió Bergoglio en una carta pastoral, dirigida a los sacerdotes, consagrados fieles de la arquidiócesis, difundida a los medios.
«Hoy me dirijo a ustedes muy dolido por la blasfemia que es perpetrada en el Centro Cultural Recoleta con motivo de una exposición plástica. También me apena que este evento sea realizado en un Centro Cultural que se sostiene con el dinero que el pueblo cristiano y personas de buena voluntad aportan con sus impuestos», añadió el futuro Papa. Y exhortó a que «frente a esta blasfemia que avergüenza a nuestra ciudad, todos unidos hagamos un acto de reparación y petición de perdón el próximo 7 de diciembre», vísperas del Día de la Inmaculada Concepción.
La exposición generó numerosas protestas, hasta el punto de que un hombre entró en la sala y rompió una de las piezas expuestas. “Es una especie de favor que me hizo ese Bergoglio, a quien le tendría que dedicar el premio”, reconoció Ferrari años después.
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