Michael O’Brien: «La belleza por sí sola no puede salvarnos»

|

“Es conocida la expresión popular ‘Se perdió en la historia’”, comenta el prolífico novelista, iconógrafo y pintor. “Yo creo que sería más acertado decir, ‘Se encontró a sí mismo en la historia’”.

(Carl E. Olson/CWR)- Iconógrafo, pintor y escritor Michael O ‘Brien ha sido una potencia creativa única durante décadas. Es el popular autor de varias novelas de gran éxito de ventas, entre ellas El padre Elías, El padre Elías en Jerusalén, The Fathers Tale [El cuento del padre], Eclipse of the Sun [Eclipse de sol], Sophia House [La casa de Sofía], Theophilos, The Fool of New York City [El estúpido de la ciudad de Nueva York] y Island of the World [La isla del mundo]. Sus novelas se han traducido a una docena de idiomas y han encontrado amplia difusión en los medios tanto seculares como religiosos de América del Norte y Europa. Peter Kreeft, Joseph Pearce, el difunto Thomas Howard y muchos otros lo elogian como uno de los mejores novelistas católicos de la actualidad.

O ‘Brien ha sido objeto de una biografía escrita por Clemens Cavallin y varias de sus novelas fueron fuente de inspiración para el libro del profesor de inglés Gregory Maillet. En 2019, Ignatius Press publicó una colección titulada The Art of Michael D. O’Brien [El arte de Michael O‘Brien] y este año vio la luz su novela más reciente, The Lighthouse [El faro].

O’ Brien mantuvo correspondencia hace poco con Carl E. Olson, editor de CWR, sobre su último libro, su arte, la vida creativa, el lugar de la belleza y sus actuales proyectos.

Si no me equivoco, The Lighthouse es su novela más breve, con unas 200 páginas. ¿Fue una decisión consciente? ¿O hay un sentido en el que la historia tiene una extensión natural, ya sean mil páginas o 200 páginas?

La brevedad de The Lighthouse no fue una decisión consciente. Mientras lo escribía, el desarrollo gradual de su forma externa parecía ir encontrando su propio ritmo y curso. Como sucede con todas mis novelas, escribo desde un principio, basándome en una historia del logos, o palabra; dicho en otras palabras, su significado esencial. La brevedad o extensión de cada novela en particular no está predeterminada; emerge durante el proceso creativo. Para un escritor católico, se trata de una experiencia de lo que creo que es el misterio “co-creador”, es decir, la gracia trabajando en cooperación con mis talentos naturales. Para mí, la ficción no es ni todo naturaleza, ni todo gracia. Tampoco es puramente racional ni tampoco puramente intuitivo.

La novela trata sobre un hombre, Ethan McQuarry, que es un joven farero en la costa del Atlántico norte. ¿Hubo una inspiración particular para la historia y el personaje central?

Mi hija, su esposo y sus seis hijos viven en una pequeña granja en la isla Cape Breton, frente a la costa este de Nueva Escocia. Mientras los visitábamos hace unos años, mi esposa y yo nos enamoramos totalmente de su increíble y accidentada belleza y de aquel mar. Me impresionó y me pareció que sería un escenario ideal para la historia y los temas que quería explorar.

Puede comprar aquí el libro ‘Apocalipsis’, de Michael O’Brien

 

¿Puede contarnos algo sobre esos temas?

Sin desvelar demasiado, para aquellos que algún día quisiesen leer la novela, puedo decir que, aunque hay muchos dramas a lo largo de la narración, el tema central es la naturaleza del hombre, o podría decirse que es el hombre en el mar del ser. ¿Quiénes somos? ¿Cuál es nuestra verdadera naturaleza? ¿Dónde estamos? ¿Cuál es la diferencia entre la soledad y estar solo? ¿Cómo aprendemos a ver, a escuchar?

Creo que estas preguntas son particularmente urgentes en una época de la historia y una matriz cultural que nos bombardea con un ruido incesante y que a la mayoría de nosotros nos lleva a una frenética actividad, galopando hacia un indefinido final, buscando una sensación de seguridad o un cierto bienestar que siempre nos elude.

¿Tiene la historia un carácter sobrenatural?

El aspecto espiritual de la historia es algo más implícito que explícito. Ethan es un tipo tranquilo y solitario, pero también hay una soledad en él. Es un hombre cualquiera a quien la Providencia ha situado al borde del abismo, más bien, en la frontera del infinito. No es creyente, pero tiene una especie de integridad natural y una sed interior no reconocida por lo que él llama “el despertar” en la existencia y la “escucha”. Dios le envía mensajeros, a pesar de ser incapaz reconocer su importancia. En parte, la historia trata sobre cómo la vida nos enseña y nos eleva.

Ha escrito novelas sobre viajes espaciales, la vida en la ciudad de Nueva York, Europa del Este, la Palestina del primer siglo: ¿tiene un enfoque particular para investigar el trasfondo y el mundo de estas historias? Y, ¿tiene una idea de la trama de la historia, por así decirlo, desde el inicio o es algo más abierto, en desarrollo y que se va “configurando” sobre la marcha?

A pesar de la considerable investigación que llevo a cabo para cada uno de mis libros, es más un proceso bastante “sobre la marcha”, contenido dentro de unos parámetros sólidos pero abierto a luces, inspiraciones e imaginación interna. Gracia y naturaleza de nuevo. Hay varias dimensiones en una novela, como la trama, los personajes, el escenario, los detalles fácticos, los subtextos subyacentes, la veracidad del diálogo, etc. Pero solo una parte de esto puede controlarse científicamente, por así decirlo. Siempre hay muchas sorpresas en el camino, incluso para el autor.

Sus energías creativas, que se remontan a su juventud, se centraron originalmente en las artes visuales, lo que finalmente condujo a la escritura de iconos. ¿Cuáles son algunas de las relaciones o paralelos, en términos de contenido, enfoque, temas, etc., entre las artes visuales y la obra literaria?

Claramente, los dos medios son modos de comunicación bastante diferentes, la pintura se centra en un momento estático, la novela en una narrativa fluida. Ambos buscan expresar una variedad de verdades de tal manera que el amor por el sujeto se evoca en el espectador de una imagen o en el lector de una novela. Es conocida la expresión popular “Se perdió en la historia”. Yo creo que sería más acertado decir, “Se encontró a sí mismo en la historia”.

Quizás es otra forma de decir que cada arte, a su manera, al evocar a un lector o espectador la comprensión de sí mismo, puede hacer posible el desarrollo de un amor propio por sí mismo. Puede llegar a ver su propia grandeza y locuras y, sobre todo, la belleza de su personalidad.

Volvemos una y otra vez a la cuestión de la belleza. ¿Debería el escritor o el artista hacer de la belleza algo primordial en lo que crea, casi un absoluto?

Aquí se debe tener cierta precaución. La belleza es algo muy subjetivo. También se puede utilizar para seducir y engañar. Keats escribió que la belleza es verdad y la verdad es belleza, y que es todo lo que necesitamos saber en la tierra. Pero este es un concepto gravemente defectuoso. Necesitamos saber mucho más que eso. La belleza por sí sola no puede salvarnos, aunque puede ayudarnos a introducirnos en percepciones más profundas del misterio de la existencia.

Sin embargo, cuando la Verdad se encarna en formas hermosas, algo mucho más grande se vuelve posible. En medio de un mundo frenético, este tipo de belleza puede llevarnos a un momento de tranquila contemplación. Este estado de silencio atento ante un misterio puede conducirnos a una sensación de maravilla y asombro, y de allí a la reverencia. Y entonces, con la gracia, podemos llegar a una condición en la que podamos adorar mejor a la fuente de la belleza, nuestro Padre Creador, Aquel que es la belleza misma.

¿De qué manera pretende que sus novelas sean una forma de iconografía?

Por supuesto, el icono no es simplemente una forma de arte. Es una especie de portal o ventana al infinito, un “lugar”, por así decirlo, del encuentro sagrado. Se reza ante un icono, reverenciando interiormente el prototipo representado (Cristo o los santos), no el objeto en sí. Una novela funciona a un nivel esencialmente distinto. Sin embargo, si se crea en oración y en respuesta a la gracia, puede proporcionar a los lectores un encuentro con realidades que generalmente damos por sentado o descartamos por completo, al involucrar la imaginación y el intelecto. En la medida en que el lector está enganchado, el Espíritu Santo puede moverse de formas nuevas en su mente, corazón y alma, iluminando, enseñando y ampliando así nuestra comprensión de la inmensidad y la asombrosa belleza de la existencia.

El año pasado, Ignatius Press publicó una colección sorprendente,   The Art of Michael D. O’Brien, que incluye más de cien reproducciones a color de sus dibujos y pinturas. ¿Cómo fue ese proceso para usted cuando decidió qué piezas incluir y examinar su trabajo de unas cinco décadas de dibujo y pintura?

Todo un desafío. Fue un poco como cuando alguien te pregunta: “¿Cuál de tus hijos es tu favorito?” Bueno, pues realmente todos son mis favoritos. Al seleccionar unas cuantas imágenes para el libro de los cientos de pinturas que he realizado a lo largo de cincuenta años, traté de elegir pinturas que representaran mis principales líneas de mi trabajo, tanto estilísticas como temáticas. Está el icono bizantino clásico, por ejemplo, aunque esto es solo una pequeña parte de mi vida creativa en las artes visuales. También están mis reflexiones neobizantinas y expresionistas sobre escenas de los Evangelios, los santos y las verdades de nuestra fe católica. Además se encuentran numerosas obras implícitamente cristianas que reflexionan sobre la naturaleza del hombre y las cuestiones existenciales que surgen en lo más profundo del alma.

Si tuvieras que resumir algunos de los aspectos clave de tu enfoque de las artes y de lo que crees que es y debería ser el arte, ¿qué dirías?

Me he explayado mucho sobre estas cuestiones, en particular en mi libro Arriving Where We Started y también en el prefacio que compuse para el libro de mis pinturas, por lo que es difícil resumir. Sin embargo, lo condensaría todo en esto: las artes son lenguajes del alma que, en el mejor de los casos, hacen visibles en bellas formas las realidades invisibles: la vida interior del hombre y lo metafísico. Por ello, el artista cristiano tiene una gran responsabilidad ante Dios y ante el hombre. Debe dedicarse a una vida de oración, así como al diligente desarrollo de sus habilidades naturales. Debe ser cada vez más sensible a los impulsos del Espíritu Santo.

¿Qué trabajos se trae entre manos en este 2020 y más adelante?

Hace poco terminé una nueva novela titulada The Sabbatical [El sabático]. La historia trata sobre un viejo profesor de Oxford al que no le gustaría nada más que una vida tranquila; un hombre que siente que ya ha dado todo lo que puede al mundo. Pero, como habrá adivinado, aún hay muchas más cosas preparadas para él. En breve comenzaré con la Ignatius Press la última etapa de edición del libro y, si Dios quiere, se publicará en 2021.

Actualmente estoy escribiendo una novela titulada By the Rivers of Babylon [Por los ríos de Babilonia], sobre el profeta Ezequiel, su infancia, juventud y su posterior juventud durante el primer cautiverio babilónico. Es una reflexión ficticia sobre qué elementos podrían configurar a un hombre así y por qué Dios lo elegiría para ser el profeta que transmitiese sus advertencias y su consuelo a su pueblo.

Publicado por Carl E. Olson en Catholic World Report.

Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana.

Ayuda a Infovaticana a seguir informando

Comentarios
2 comentarios en “Michael O’Brien: «La belleza por sí sola no puede salvarnos»
  1. Al olvidar al Bien, la Belleza se licua en estética posmoderna líquida y vacua. Confunde la subjetividad del hecho estético con la contemplación del Kalos, la Belleza suma, como nos proponía el Aquinate en sus vías para el divino conocimiento. O aquella agustiniana Oh Belleza tan oculta etc (y dirá que san Agustín era subjetivo frente a la contemplación de Dios???)…

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 caracteres disponibles