El Papa: «La conversión implica el dolor de los pecados cometidos»

Vatican Media
|

«Para excluir el pecado, hay que rechazar también todo lo que está relacionado con él, las cosas que están ligadas al pecado y, esto es, hay que rechazar la mentalidad mundana, el apego excesivo a las comodidades, el apego excesivo al placer, al bienestar, a las riquezas».

Lo dijo el Papa antes del rezo del ángelus ayer desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano; en un día en el que pocas personas acudieron a la Plaza de San Pedro debido a un tiempo desapacible, con lluvia y frío.

El Adviento nos propone un itinerario de conversión, dijo el Pontífice antes del Ángelus. «¿Qué significa la palabra “conversión”? En la Biblia quiere decir, ante todo, cambiar de dirección y orientación; y, por tanto, cambiar nuestra manera de pensar. En la vida moral y espiritual, convertirse significa pasar del mal al bien, del pecado al amor de Dios», señaló el Papa.

«Recibir el bautismo era un signo externo y visible de la conversión de quienes escuchaban su predicación y decidían hacer penitencia. Ese bautismo tenía lugar con la inmersión en el Jordán, en el agua, pero resultaba inútil, era solamente un signo y resultaba inútil sin la voluntad de arrepentirse y cambiar de vida», explicó.

«La conversión implica el dolor de los pecados cometidos, el deseo de liberarse de ellos, el propósito de excluirlos para siempre de la propia vida», aseguró Su Santidad. «Para excluir el pecado, hay que rechazar también todo lo que está relacionado con él, las cosas que están ligadas al pecado y, esto es, hay que rechazar la mentalidad mundana, el apego excesivo a las comodidades, el apego excesivo al placer, al bienestar, a las riquezas», afirmó. El primer aspecto de la conversión, dijo el Santo Padre, es el desapego del pecado y de la mundanidad.

El abandono de las comodidades y la mentalidad mundana «no es un fin en sí mismo, no es una ascesis solo para hacer penitencia; el cristiano no hace “el faquir”. Es otra cosa. El desapego no es un fin en sí mismo, sino que tiene como objetivo lograr algo más grande, es decir, el reino de Dios, la comunión con Dios, la amistad con Dios».

Francisco dijo que hay que recordar que la conversión «es una gracia», que «nadie puede convertirse con sus propias fuerzas». «Es una gracia que te da el Señor, y que, por tanto, hay que pedir a Dios con fuerza, pedirle a Dios que nos convierta Él, que verdaderamente podamos convertirnos, en la medida en que nos abrimos a la belleza, la bondad, la ternura de Dios», dijo.

Les ofrecemos las palabras del Santo Padre, publicadas en español por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de este domingo (Mc 1,1-8) presenta la figura y la obra de Juan el Bautista, que señaló a sus contemporáneos un itinerario de fe similar al que el Adviento nos propone a nosotros, que nos preparamos para recibir al Señor en Navidad. Este itinerario de fe es un itinerario de conversión. ¿Qué significa la palabra “conversión”? En la Biblia quiere decir, ante todo, cambiar de dirección y orientación; y, por tanto, cambiar nuestra manera de pensar. En la vida moral y espiritual, convertirse significa pasar del mal al bien, del pecado al amor de Dios. Esto es lo que enseñaba el Bautista, que en el desierto de Judea proclamaba «un bautismo de conversión para perdón de los pecados» (v. 4). Recibir el bautismo era un signo externo y visible de la conversión de quienes escuchaban su predicación y decidían hacer penitencia. Ese bautismo tenía lugar con la inmersión en el Jordán, en el agua, pero resultaba inútil, era solamente un signo y resultaba inútil sin la voluntad de arrepentirse y cambiar de vida.

La conversión implica el dolor de los pecados cometidos, el deseo de liberarse de ellos, el propósito de excluirlos para siempre de la propia vida. Para excluir el pecado, hay que rechazar también todo lo que está relacionado con él, las cosas que están ligadas al pecado y, esto es, hay que rechazar la mentalidad mundana, el apego excesivo a las comodidades, el apego excesivo al placer, al bienestar, a las riquezas. El ejemplo de este desapego nos lo ofrece una vez más el Evangelio de hoy en la figura de Juan el Bautista: un hombre austero, que renuncia a lo superfluo y busca lo esencial. Este es el primer aspecto de la conversión: desapego del pecado y de la mundanidad. Comenzar un camino de desapego hacia estas cosas.

El otro aspecto de la conversión es el fin del camino, es decir,  la búsqueda de Dios y de su reino. Desapego de las cosas mundanas y búsqueda de Dios y de su reino. El abandono de las comodidades y la mentalidad mundana no es un fin en sí mismo, no es una ascesis solo para hacer penitencia; el cristiano no hace “el faquir”. Es otra cosa. El desapego no es un fin en sí mismo, sino que tiene como objetivo lograr algo más grande, es decir, el reino de Dios, la comunión con Dios, la amistad con Dios. Pero esto no es fácil, porque son muchas las ataduras que nos mantienen cerca del pecado, y no es fácil… La tentación siempre te tira hacia abajo, te abate, y así las ataduras que nos mantienen cercanos al pecado: inconstancia, desánimo, malicia, mal ambiente y malos ejemplos. A veces el impulso que sentimos hacia el Señor es demasiado débil y parece casi como si Dios callara; nos parecen lejanas e irreales sus promesas de consolación, como la imagen del pastor diligente y solícito, que resuena hoy en la lectura de Isaías (cf. Is 40,1.11). Y entonces sentimos la tentación de decir que es imposible convertirse de verdad.¿Cuántas veces hemos sentido este desánimo? “¡No, no puedo hacerlo! Lo empiezo un poco y luego vuelvo atrás”. Y esto es malo. Pero es posible, es posible. Cuando tengas esa idea de desanimarte, no te quedes ahí, porque son arenas movedizas: son arenas movedizas: las arenas movedizas de una existencia mediocre. La mediocridad es esto. ¿Qué se puede hacer en estos casos, cuando quisieras seguir pero sientes que no puedes? En primer lugar, recordar que la conversión es una gracia: nadie puede convertirse con sus propias fuerzas. Es una gracia que te da el Señor, y que, por tanto, hay que pedir a Dios con fuerza, pedirle a Dios que nos convierta Él, que verdaderamente podamos convertirnos, en la medida en que nos abrimos a la belleza, la bondad, la ternura de Dios. Pensad en la ternura de Dios. Dios no es un padre terrible, un padre malo, no. Es tierno, nos ama tanto, como el Buen Pastor, que busca la última de su rebaño. Es amor, y la conversión es esto: una gracia de Dios. Tú empieza a caminar, porque es Él quien te mueve a caminar, y verás cómo llega. Reza, camina y siempre darás un paso adelante.

Que María Santísima, a quien pasado mañana celebraremos como la Inmaculada Concepción, nos ayude a desprendernos cada vez más del pecado y de la mundanidad, para abrirnos a Dios, a su palabra, a su amor que regenera y salva.

Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas:

Saludo cordialmente a todos los presentes —con este mal tiempo, ¡que valientes!—, romanos y peregrinos, y todos los que están conectados a través de los medios de comunicación.

Como se puede ver, el árbol de Navidad se ha colocado en la plaza y el belén está en construcción. En estos días, estos dos símbolos navideños también se están preparando en muchos hogares, para el deleite de los niños… ¡y también de los adultos! Son signos de esperanza, especialmente en este momento difícil. Tratemos de no quedarnos en el signo, sino que vayamos al significado, es decir, a Jesús, al amor de Dios que Él nos ha revelado, vayamos a la bondad infinita que hizo brillar sobre el mundo. No hay pandemia, no hay crisis que pueda apagar esta luz. Dejemos que entre en nuestros corazones y tendamos la mano a los más necesitados. Así Dios nacerá de nuevo en nosotros y entre nosotros.

Os deseo a todos un buen domingo. Y por favor no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

[Respondiendo a las aclamaciones de la Plaza] ¡Son muy buenos los de la Inmaculada!

Ayuda a Infovaticana a seguir informando

Comentarios
9 comentarios en “El Papa: «La conversión implica el dolor de los pecados cometidos»
  1. La conversión sólo es posible con la gracia de Dios, pero también hace falta nuestra cooperación. Tenemos que poner nuestro esfuerzo porque la sola gracia no basta.
    Los cristianos debemos hacer penitencia para conseguir la conversión de las almas y la purificación de los pecados. Así lo enseña Nuestro Señor (Lc 5,32).

    1. En cuanto cuanto a lo de rechazar «el apego excesivo», se podría expresar mejor, porque lo que hay que rechazar es el apego (lo de excesivo sobra).

      1. Mi corrector automático ha escrito dos veces cuanto. Es obvio que uno de los dos sobra. Y por cierto, hablando de cosas que sobran, los anuncios enredan mucho. Si se escribe con el teléfono, hay que pelearse con la publicidad constantemente y resulta tediosa la redacción.

    2. Muy cierto.
      Tiene que haber un acto de contrición, de arrepentimiento sincero y voluntad, humana y perfectible pero voluntad, de no volver a pecar. y esto implica ese dolor, esa conciencia de haber faltado a nuestro Señor. Por eso creo que es tan necesario el sacramento de la penitencia y que el acto penitencial en la Eucaristía debería tener un espacio propio, no repetir sin más como habitualmente se hace, sin verdadera conciencia de lo que se está diciendo.
      Un saludo,

  2. Para eso te tenemos a tí, para que en tu gran sabiduría puedas colmar las insuficiencias del resto de la humanidad, que no piensa, dice, hace o rechaza lo que tú crees que se debe pensar, decir, hacer o rechazar.

    Un saludo,

  3. Le recomiendo que rece la oración del papa Francisco a la Inmaculada.
    Quizás así se le pasen las ganas de seguir escribiendo tonterías. La mayoría de las veces insultando a «su bestia negra particular».
    Es solo un consejo.

  4. Según esto se puede deducir que si se cumplen con unos principios morales aceptados por todos, ya hay esa «conversión», indistintamente de la religión que se profese, pues la conversión a la religión verdadera, unica que puede salvar, hace mucho que no se predica, sino que más bien se predica aquello de «Santos católicos, santos ateos y de cualquier religión», pues la dignidad humana supuestamente la tienen todos por igual, y las religiones y la libertad religiosa emana de esa dignidad. Por eso dicen que es la Resurrección de Cristo la que salva a la naturaleza humana en general, todos son cristianos anónimos segun Rahner, pero sin saberlo.¿conversión a qué si no?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 caracteres disponibles